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Desahucios
Debajo de los escombros
Despertarse con el sonido de la maza contra tu puerta. Despertarse y encontrar a los antidisturbios entrando en tu habitación. Encontrarse esposada y registrada sin aún saber muy bien qué ocurre. Aguantar que la policía te eche de tu casa a base de violencia sin darte tiempo a recoger tus cosas, que quedarán debajo de lo que fue tu hogar. Aguantar la violencia de un sistema que pone por encima el capital a la vida, que juzga que vidas merecen la pena rescatar y cuales se pueden pisotear, machacar y enterrar debajo de los escombros. Soportar una carga policial cuando tratas de parar un desahucio, cuando ves que la policía empuja a tus compañeras y destroza su casa. Notar el golpe de la porra mientras tratas de ayudar a otra compañera. Sentir la impotencia y la rabia ante el abuso de poder y el cinismo, la indiferencia de quienes ostentan ese poder.
Esto es lo que vivimos en el barrio de Tetuán las últimas semanas. Esto es lo que vive la gente que se opone al sistema, que cree que la vivienda es un derecho y que todas deberíamos tener acceso a él, que piensa que la propiedad privada es un robo, como decía Proudhon, que alza su voz y su cuerpo para luchar por demoler no casas ni derechos, sino privilegios.
Aún me cuesta asimilar la violencia que vivimos hace unos días. Veo a mis compañeras en la misma situación y se me revuelve el estómago cuando me cruzo con algún policía. Nace una rabia ante la impotencia que siento, ante la injusticia y ante la indiferencia de la sociedad. “Son okupas”. Quizás sea la justificación que lancen para legitimar lo que hicieron. Y lo peor es que la mayoría lo pensaran. No en vano se ha bombardeado a la sociedad desde los medios de comunicación o, mejor dicho, de manipulación, con la publicidad de que los okupas son malos, que no puedes ni salir a comprar el pan, que son el primer peligro, junto con los inmigrantes, de esta sociedad, de las personas de bien. Sociedad creada a imagen del sistema neoliberal, que se lava las manos ante los crímenes que se comenten para mantener este estilo de vida. Sociedad que prefiere no mirar como se vulneran los derechos, como se ejerce violencia contra los que no se someten. Sociedad que quiere por todos los medios mantener su consumo y sus privilegios y no se para a mirar a quien deja debajo, quien se queda enterrado en los escombros.
El otro día los escombros enterraron las pertenencias de mis compañeras, sus vidas y sueños. Y sólo podíamos mirar desde el otro lado de la cinta. ¿Cómo se permite que se lleve a cabo semejante barbaridad? ¿Cómo se aguanta ante esta situación?
El otro día los escombros enterraron las pertenencias de mis compañeras, sus vidas y sueños. Y sólo podíamos mirar desde el otro lado de la cinta. ¿Cómo se permite que se lleve a cabo semejante barbaridad? ¿Cómo se aguanta ante esta situación? ¿A cuántas personas tienen que despertar a mazazos y echar de su hogar para que las demás reaccionen? ¿Para que se den cuenta de que los policías no son los buenos de las películas, sino unos sicarios al servicio de la especulación, personas violentas que cargan con saña contra otras por gritar consignas? ¿O hay que esperar a que ya no quede nadie para luchar para caer en la cuenta de que este sistema y sus fuerzas represivas no defendían una democracia ni un sistema de igualdad y libertad, sino el privilegio de unas pocas personas, mientras pisoteaban al resto?. Quizás entonces sea tarde. Quizás haya ya demasiados escombros que sepulten las vidas y los sueños de demasiadas personas. O quizás hayan muerto ya demasiadas migrantes en el mar y nos hayamos quedado sin derecho a la sanidad y a la educación, convertidos en los proles de 1984 o, peor, en personas que acatan sin rechistar las ordenes del Gran Hermano, no vaya a ser que vayan a por una.
Quizás cuando la gente despierte mi barrio haya muerto bajo las máquinas y la especulación y ya no nos queden lágrimas, pero si rabia. Mucha rabia acumulada. Rabia por nuestra Enredadera y por todos los CSO que han cerrado en los últimos años. Rabia por las casas de mis compañeras. Rabia por la violencia sufrida, por ver cómo la policía cada día se dedica a desahuciar a familias o a identificar a las personas racializadas. Rabia porque la gente salga a celebrar la conquista y la opresión de los pueblos con banderitas de España, pero se encojan de hombros indiferentes ante los desalojos de sus vecinas. Rabia canalizada contra este sistema inhumano.
Espero que algún día esta rabia una a todas las personas que se han visto pisoteadas, que han sufrido la violencia de la policía, de las corporaciones, de los gobiernos, y se alcen contra ella, que tomen las calles, las plazas, los pueblos, la tierra y grite que ya basta. Basta de dolor, de sumisión. Basta de enterrar unas vidas para que otras sigan engullendo todo a su paso, dejando un planeta vacío y una sociedad muerta.
Frente el individualismo de esta sociedad, el sálvese quien pueda, pondremos los cuidados en el centro y defenderemos la idea de apoyo mutuo
Y mientras a seguir luchando, a levantarse contra esa maquinaria que es este sistema. Frente a su violencia y opresión alzaremos la voz y nos plantaremos. Frente a su deshumanización, nos cuidaremos, como hicimos el otro día, apoyando a las compañeras. Frente el individualismo de esta sociedad, el sálvese quien pueda, pondremos los cuidados en el centro y defenderemos la idea de apoyo mutuo.