Energía nuclear
La pérdida del paraíso: Islas Marshall

El racismo atómico diezmó Kiribati y las Islas Marshall. Ahora el cambio climático las hunde bajo el mar. 

El cementerio nuclear Runit Dome puede acabar dentro de poco bajo el agua debido al cambio climático. Fuente: Beyond Nuclear International
El cementerio nuclear Runit Dome puede acabar dentro de poco bajo el agua debido al cambio climático. Fuente: Beyond Nuclear International Beyond Nuclear
Beyond Nuclear International. Traducción de Raúl Sánchez Saura
14 feb 2022 02:49

El incidente más devastador relacionado con la contaminación radiactiva tuvo lugar a 8.000 km del territorio continental estadounidense, durante la prueba de Castle Bravo de 1954. EE UU detonó el arma nuclear más grande de su historia en el Atolón Bikini de las islas Marshall, generando lluvia ácida en un área que superaba los 11.000 km. Las personas que residían allí quedaron expuestas a la radiación y sufrieron quemaduras, enfermedades, problemas de piel y pérdida del cabello como consecuencia.

Castle Bravo fue solo una de las 67 pruebas de armas nucleares realizadas por EE UU en Marshall entre 1946 y 1958. 40 años después, las tasas de muerte por cáncer cervical en mujeres de las Marshall se descubrió como 60 veces superior a la media de mujeres del continente americano. Las tasas de cáncer de pecho y pulmón son cinco y tres veces más grandes, respectivamente. También hay un porcentaje importante de mortalidad infantil y un legado de defectos congénitos e infertilidad. Se relocalizó a muchas personas a los EE UU para llevar a cabo las pruebas.

Algunas personas terminaron en Rongelap y fueron relocalizadas de nuevo cuando la lluvia de Castle Bravo convirtió el área en inhabitable. Se repobló Rongelap en 1957 cuando el gobierno estadounidense declaró la zona segura. Sin embargo, muchas personas que regresaron empezaron a desarrollar problemas de salud y Greenpeace evacuó al 100% de la población en 1984. Un intento parecido de repoblar Bikini fue desechado en 1978 tras hacerse evidente que el área no era segura para la vida humana.

EE UU detonó el arma nuclear más grande de su historia en el Atolón Bikini de las islas Marshall, generando lluvia ácida en un área que superaba los 11.000 km. Las personas que residían allí quedaron expuestas a la radiación y sufrieron quemaduras, enfermedades, problemas de piel y pérdida del cabello como consecuencia.

Un estudio de 2019 encontró niveles del radiactivo isótopo de cesio-137 en frutas procedentes de Bikini y Rongelap que eran muy superiores a los niveles encontrados cerca de los mayores accidentes nucleares de la historia: Chernóbil y Fukushima.

Aún sufriendo la injusticia de las pruebas atómicas, la República de las Islas Marshall ahora se enfrenta a la emergencia climática. El gobierno declaró una crisis climática nacional en 2019, mencionando la extrema vulnerabilidad del país ante la subida del nivel del mar y sus “implicaciones para la seguridad, derechos humanos y bienestar del pueblo marshallés”. 

En la isla Runit, una de las 40 del Atolón Enewetak, la subida del nivel del mar amenaza con liberar materiales radiactivos en una laguna ya contaminada. A finales de los 70, el ejército estadounidense vertió 90.000 metros cúbicos de residuos radiactivos, incluyendo plutonio, en un cráter producido por una explosion nuclear. Se limitaron a cubrirlo todo con una capa de cemento. Se conoce a esta construcción como la cúpula de Runit. Ahora los materiales radiactivos se están filtrando y se han encontrado grietas en el comento. El agua salada podría conducir al colapso de la estructura.

El gobierno de Marshall ha solicitado a EE UU que ayude a prevenir una catástrofe medioambiental pero les respondieron diciendo que los residuos eran su responsabilidad. Hilda Heina, entonces presidenta de la República de las Islas Marshall, declaró en 2019: “No los queremos. No construimos esa cúpula. Los residuos en su interior tampoco con nuestros. Son suyos”. 

Los residuos de la isla de Runit ofrecen un triste ejemplo de la manera en que las injusticias nucleares y el cambio climático se interrelacionan. El pueblo marshallés se ha quedado con un legado tóxico fruto de las pruebas atómicas realizadas sobre su territorio por otro país. Ahora deben afrontar las consecuencias de una crisis climática que no han generado, junto con la erosión de la cúpula.

Las naciones que contribuyeron en mayor medida a la crisis están fracasando a la hora de cortar sus emisiones drásticamente para prevenir un mayor calentamiento global. Mientras tanto, la población de las Marshall sufre de sequías, ciclones y el aumento del nivel del mar. Un estudio reciente encontró que, de mantenerse las emisiones actuales, las islas quedarán inundadas a partir de 2050. El daño resultante en infraestructuras perdidas y contaminación de fuentes de agua dulce será difícil de calcular.

Si EEUU renunciara a su programa de armas nucleares, podría destinar parte de los miles de millones de dólares a salvar la República de las Islas Marshall, a ayudar al país a mitigar y adaptarse a la disrupción climática. EEUU podría usar sus fondos liberados para invertir en su propia transición que deje atrás los combustibles fósiles.

Beyond nuclear
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International. Traducción de Raúl Sánchez Saura. Este texto es un extracto del informe de Don’t Bank on the Bomb Scotland report titulado Nuclear Weapons, the Climate and Our Environment.

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