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Desigualdad
¿Realmente necesitamos multimillonarios?
Los multimillonarios, aquellos que acumulan más de mil millones de dólares, son cada vez más. Necesitan claramente de la gente —de hecho, se han hecho ricos explotándola—, pero ¿la gente los necesita?
Es profesor emérito de historia en de la Universidad de Albany y autor de "Confronting the Bomb: A Short History of the World Nuclear Disarmament Movement" (2009).
Según numerosos informes, los multimillonarios del mundo siguen aumentando en número y, especialmente, en riqueza. En marzo de 2018, Forbes informaba de que había identificado a 2.208 multimillonarios de 72 países y territorios. Colectivamente, este grupo atesoraba 9,1 billones de dólares, un incremento de riqueza del 18% respecto al año anterior. Los estadounidenses lideraban la tendencia con un registro de 585 multimillonarios, seguidos por la China continental, la cual, a pesar de su declarado compromiso con el comunismo, contaba con un cómputo de 373. De acuerdo con el informe de Yahoo Finance de finales de noviembre de 2018, la riqueza de los multimillonarios de Estados Unidos aumentó en un 12% durante 2017, mientras que la de los multimillonarios chinos creció en un 39%.
La creación de estas vastas fortunas fue en gran medida como la de aquellas amasadas por los “magnates ladrones” [Robber Barons, industriales acusados de enriquecerse por medios poco escrupulosos] de finales del siglo XIX. La fortuna de la familia Walton, de 163.000 millones, creció rápidamente debido a que su gigantesca firma, Walmart, la mayor empleadora privada de Estados Unidos, pagaba a sus trabajadores salarios de miseria. Jeff Bezzos —cuya fortuna despegó desde los 78.500 hasta los 160.000 millones de dólares, convirtiéndolo en el hombre más rico del mundo—, pagó durante años salarios patéticamente bajos en Amazo, hasta que se vio forzado por las huelgas y las presiones ciudadanas a elevarlos. A mediados de 2017, Warren Buffet (75.000 millones de dólares), entonces el segundo hombre más rico del mundo, señaló que “el verdadero problema” de la economía de los Estados Unidos era que “remuneraba desproporcionadamente a los de arriba”.
Desde los años 80, la parte de la renta nacional que va a los trabajadores ha ido cayendo significativamente en todo el globo, exacerbando así las desigualdades de riqueza
La situación es la misma en todas partes. Desde los años 80, la parte de la renta nacional que va a los trabajadores ha ido cayendo significativamente en todo el globo, exacerbando así las desigualdades de riqueza. “El auge de los multimillonarios es síntoma del fracaso de un sistema económico”, señaló Winnie Byanyima, directora ejecutiva de la organización benéfica para el desarrollo Oxfam International. “Están explotando a la gente que hace nuestras ropas, que ensambla nuestros teléfonos y que cultiva nuestros alimentos”.
La mayor concentración de riqueza ha producido, en consecuencia, el aumento de los niveles de desigualdad alrededor del planeta. Según un informe de Oxfam de enero de 2018, 3.700 millones de personas —cerca de la mitad de la población mundial— no experimentó crecimiento alguno de su riqueza durante el año precedente. Por el contrario, el 82% de la riqueza global generada en 2017 fue para el 1% más rico.
A pesar de dos décadas de espectacular crecimiento, la desigualdad económica aumentó en este país al ritmo más rápido del planeta, con lo que China quedó como uno de los más desiguales
En los Estados Unidos siguió acentuándose la desigualdad económica al disminuir ininterrumpidamente la parte de renta nacional obtenida por la mitad más pobre de la población. La situación fue incluso más evidente en China, la segunda economía del mundo. A pesar de dos décadas de espectacular crecimiento, la desigualdad económica aumentó en este país al ritmo más rápido del planeta, con lo que China quedó como uno de los más desiguales. En su estudio global, Oxfam reveló que 42 multimillonarios poseían tanta riqueza como la mitad de la población mundial.
Al reflexionar, es difícil entender por qué los multimillonarios creen que necesitan poseer cantidades tan enormes de dinero y ganar más todavía. Al fin y al cabo, solo pueden comer y beber hasta determinado punto, de la misma manera que tienen seguramente todas las mansiones, yates, diamantes, pieles y aviones privados que pueden usar. ¿Qué más pueden desear?
Cuando se trata de desear, la respuesta es: ¡mucho más! Por ese motivo conducen Lamborghini Veneno de cuatro millones de dólares, adquieren megamansiones para sus caballos, acuden en aviones privados a safaris de 80.000 dólares, compran mondadientes de oro, se hacen armarios del tamaño de una casa, residen en suites de hotel a 15.000 dólares la noche, instalan duchas de lujo para sus perros, forran sus escaleras de oro y construyen búnkers de supervivencia a todo lujo. Donald Trump mantiene un ático en la Torre Trump que vale supuestamente 57 millones de dólares y que está jaspeado de oro. Entre sus muchas posesiones adicionales se cuentan dos aviones privados, tres helicópteros, cinco residencias privadas y 17 campos de golf repartidos entre Estados Unidos, Escocia, Irlanda y los Emiratos Árabes Unidos.
Además, los multimillonarios dedican cantidades enormes de energía y dinero a controlar los gobiernos. “No ponen su riqueza debajo de los colchones”, observaba el senador estadounidense Bernie Sanders, “usan esa riqueza para perpetuar su poder, de forma que tenéis a los hermanos Koch y a un puñado de multimillonarios inundando las elecciones con millones de dólares”. Durante las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos, los multimillonarios estadounidenses prodigaron enormes masas de capital para la política electoral, convirtiéndose en los financiadores de numerosos candidatos. Sheldon Adelson por sí solo colmó las elecciones federales con más de 113 millones de dólares.
Tres familias multimillonarias —los Koch, los Mercer y los Adelson— desempeñaron un papel central en la financiación del acercamiento a la ultraderecha del Partido Republicano
Estos grandes capitales tienen un impacto considerable en la política estadounidense. Tres familias multimillonarias —los Koch, los Mercer y los Adelson— desempeñaron un papel central en la financiación del acercamiento a la ultraderecha del Partido Republicano y de su desembarco en los gabinetes estatales y federales.
Así, aunque las encuestas indican que la mayoría de estadounidenses están a favor de la subida de impuestos a los ricos, de la regulación de las corporaciones, de la lucha contra el cambio climático y del apoyo a los sindicatos, la Casa Blanca, el Congreso, la Corte Suprema y las agencias reguladoras, dominadas por los republicanos, han avanzado exactamente en la dirección opuesta, respaldando las prioridades de los ricos.
Con tanto en juego, los multimillonarios han tomado incluso el control directo de las tres principales potencias del mundo. Donald Trump se convirtió en el primer multimillonario que conquistó la presidencia de Estados Unidos, uniéndose al presidente de Rusia, Vladimir Putin (que supuestamente ha amasado una fortuna de al menos 70.000 millones de dólares), y al presidente de China, Xi Jinping (del que se estima que posee una riqueza neta de 1.510 millones de dólares). Los tres oligarcas desarrollaron rápidamente una relación íntima y compartieron una serie de posiciones políticas, entre ellas el fomento de la adquisición de riqueza y el abandono de los derechos humanos.
Hay que reconocer que algunos multimillonarios firmaron un compromiso de donación, prometiendo dedicar la mayor parte de su riqueza a la filantropía. Sin embargo, la filantropía plutocrática significa que se implementan las prioridades de los súper ricos —por ejemplo, la fundación de escuelas privadas—, antes que las prioridades del público en general —tales como la fundación de escuelas públicas—. Es más, los mismos multimillonarios acumulan riquezas mucho más rápidamente de lo que las donan. El filántropo Bill Gates poseía una fortuna de 54.000 millones de dólares en 2010, el año en que se anunció su compromiso, y hoy alcanza los 90.000 millones de dólares.
En general, pues, mientras la riqueza se concentra cada vez en menos manos, la mayoría de la población mundial es claramente la que la pierde.
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Eso es lo que ocurre cuando, por desgracia, los mercados vigilan a los estados, situación que por otro lado, sólo puede darse en ausencia total de democracia, pues esta, no admite ningún poder por encima del propio estado. Estando así las cosas, los conglomerados financieros siguen fieles a su mantra, “endeudar a todo el mundo”, mientras que nosotros, con el agua llegándonos al cuello (los que aún tenemos suerte de respirar), miramos a nuestro alrededor, y que curioso, todo lo que se nos ocurre es culpar al inmigrante. El esquema sería el siguiente: los mercados meten la pata provocando agujeros económicos a escala mundial, a continuación les piden a nuestros gobiernos que paguen la fiesta porque sino el sistema se desmorona. Y no contentos con empufarnos hasta la médula, fabrican en nuestro imaginario colectivo que el culpable es el otro, el extranjero, y las malas gestiones de lo público, hay que joderse. Obviamente, detrás de las grandes corporaciones hay muy pocas cabezas, de momento sólo son hombres multimillonarios, esperemos que no les de por creerse dioses…
Los multimillonarios aspiran a dominar los destinos del mundo. Y, si la mayoría no les detiene (haciéndoles boicot) y sigue enriqueciéndoles, nos encontraremos con un mundo más injusto, inseguro y desigual.