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Deuda
La guerra contra la deuda de Ucrania
Los problemas de Ucrania con su deuda ya eran anteriores a la guerra, pero la invasión de Rusia ha puesto en el punto de mira la economía ucraniana y el precio de sus bonos se ha disparado. Los mercados acuden a las subastas de sus bonos soberanos, pero la desconfianza en una economía que arrastra problemas y en su capacidad futura para devolver lo prestado, junto al hecho de que no se vislumbre todavía el final de la guerra, provocan que los mercados no adquieran la deuda sin un descuento que le sale muy caro a las arcas ucranianas. Pero, por si eso fuera poco, mucho del dinero que llega para ayudar al país a lidiar con la guerra acaba directamente saliendo para pagar esas deudas.
Antes de que estallara la guerra, porque el conflicto y sus secuelas económicas se arrastran desde 2014, la deuda pública externa de Ucrania ascendía a unos 57.000 millones de dólares, o lo que es lo mismo el 25% de su Producto Interior Bruto (PIB). Pero las cifras han cambiado mucho por varios motivos, según explica a El Salto el economista Juan Vázquez Rojo, profesor de la Universidad Camilo José Cela. La primera, señala, es que el PIB de Ucrania “caerá sobre un 40% este año”, lo que aumenta esa proporción entre deuda y PIB y complica su devolución al disminuir notablemente sus ingresos fiscales debido al parón económico y la enorme bajada en sus exportaciones.
El segundo motivo es la emisión de nueva deuda para sufragar los costes militares. El economista señala que se han emitido y lanzado a los mercados lo que se llama “bonos de guerra”, deuda para financiar el conflicto, además de “ayudas directas por parte del FMI y Europa”. Por último, esos bonos de guerra se han desplomado, es decir, Ucrania paga unos altos intereses para que les presten dinero. Algo que ha producido que los Credit Default Swap, derivados financieros que permiten cubrir el riesgo de impago de la deuda, se hayan disparado y Standard & Poor's haya clasificado su deuda como bono casi basura.
Esos bonos ucranianos a diez años se están pagando con un descuento de entre el 24% y el 26%. Es decir, utilizando un lenguaje que nos es más familiar, la prima de riesgo ucraniana está en los 2.500 puntos y sus acreedores podrán recibir beneficios que se acerquen al 300% en ese periodo. Su deuda tiene la misma consideración que la de Sri Lanka, en quiebra y con una crisis humanitaria al no poder importar alimentos y carburantes, y de El Salvador y su fallido criptoproyecto financiero. En resumen, a Ucrania se le complica mucho financiarse y devolver la deuda que ya tiene.
¿Dónde va el dinero?
Era un secreto a voces hasta que el asesor económico del Gobierno de Zelenski, Oleh Ustenko, lo reconoció en una televisión nacional: “Por un lado, recibimos subvenciones de nuestros aliados y, por otro, seguimos pagando deudas que están en manos privadas”. Una parte de la deuda está en manos de organismos internacionales, como el FMI, pero la mayor parte está en manos de los sospechosos habituales, los grandes fondos de inversión internacionales, encabezados por el perejil de todas las salsas: BlackRock.
Cuando arrancó el conflicto, los medios se llenaron de titulares sobre las pérdidas del mayor fondo de inversiones del planeta por su exposición a la economía rusa, que se dejaba 17.000 millones de dólares en unos días, pero se ha puesto muy poco el foco en que BlackRock es el mayor acreedor de Ucrania. Según datos de marzo de este año, el fondo tiene 1.370 millones de euros en bonos públicos del país. En enero del año pasado dicha cifra era de 909 millones, lo que muestra que el fondo se ha ido nutriendo de más deuda ucraniana a medida que el conflicto escalaba y los apuros del país se hacían más evidentes.
Pero no es el único. A BlackRock le acompañan los de siempre. AllianceBernstein y PIMCO, el fondo especializado en deudas soberanas, le siguen en el podio. Entre los 20 primeros encontramos otros fondos conocidos como Fidelity, J.P. Morgan, UBS, The Vanguard Group, Invesco y, cómo no, Goldman Sachs.
“Los contribuyentes están rescatando a bancos y fondos de cobertura irresponsables, a costa de apoyar al pueblo ucraniano”, Jerome Phelps de Debt Justice
Entonces, ¿el dinero humanitario y para apoyar la defensa de Ucrania acaba en manos de Goldman Sachs o BlackRock? Jerome Phelps, jefe de campaña en la organización internacional Debt Justice, lo tiene claro: “El dinero público, a menudo procedente de los presupuestos de ayuda, que estaba destinado a apoyar las urgentes necesidades humanitarias y de defensa del pueblo ucraniano, se está desviando directamente a los bolsillos de los bancos y los fondos de inversión”. Para Phelps, estos fondos hicieron “apuestas arriesgadas al prestar a Ucrania a pesar del conflicto abierto con Rusia desde 2014”, y ahora “los contribuyentes están rescatando a bancos y fondos de cobertura irresponsables, a costa de apoyar al pueblo ucraniano”, lamenta.
El mantra del “buen pagador”
Existe un mantra en los mercados que ha contaminado las políticas de emergencia de muchos países que atraviesan shocks económicos como la guerra o que ahora se enfrentan a la crisis climática: “Los gobiernos creen que si se les perdona o reestructura la deuda se convierten en los parias de los mercados y nadie más les va a prestar en el futuro”, explica a El Salto Iolanda Fresnillo, coordinadora de políticas e incidencia de deuda en Eurodad, una red de más de 60 organizaciones que lleva años poniendo el foco en los problemas de los Estados con la deuda pública y que ahora trabaja junto a países del sur para exigir reestructuraciones o cancelaciones de deuda. Este mantra se cae cuando vemos que los mercados siguen prestando a países como Argentina o Ecuador tras sus defaults o amagos de impagos, pero en Ucrania parece que el Gobierno lo ha interiorizado.
“El gobierno ha estado insistiendo en que pagará sus deudas, con el apoyo de algunos influyentes think tanks”, dice Phelps, pero añade que se encuentra en una situación donde necesita “desesperadamente que continúe la financiación internacional y no tiene ninguna vía obvia para reestructurar sus deudas”. A Zelenski le preocupa que “pedir la reestructuración de sus deudas le impida obtener préstamos, aunque la preocupación es infundada, pues ya no puede acceder a los mercados financieros internacionales debido a sus insostenibles niveles de deuda”, matiza el activista de Debt Justice.
La misma estrategia del Gobierno de Ucrania de “evitar impagos para reforzar la reputación del país como ‘fiable’ a nivel financiero” es señalada por Vázquez Rojo, que también ve las limitaciones en un futuro muy próximo en el que “difícilmente podrán hacer frente a los pagos teniendo en cuanto la caída de la actividad y el alargamiento de la guerra”.
Ese miedo, en medio de una guerra donde la mayoría de la población está volcada con su gobierno, se ha extendido entre los actores civiles. Iolanda Fresnillo lleva dos décadas participando en campañas para la condonación de deudas a países del sur y es una de sus principales labores al frente de Eurodad. Pero con el tema ucraniano se ha chocado con un muro: “Como el Gobierno no quiere que se cancele la deuda, la sociedad civil del país no quería ni oír hablar de campañas de cancelación”. Fresnillo lamenta que, pese a que algunas voces internacionales llevan pidiendo la cancelación de las deudas de Ucrania desde el inicio de la guerra, no ha habido ninguna campaña internacional para pedir la condonación de una losa que pesa sobre un país en guerra.
¿Qué pasará con la deuda?
Todas las fuentes consultadas coinciden en algo que Fresnillo afirma con rotundidad: “Todo el mundo sabe, los mercados también, que Ucrania va a reestructurar su deuda, lo único que no sabemos es cuándo, cómo y qué cantidad de deuda va a ser”.
“Todo el mundo sabe, los mercados también, que Ucrania va a reestructurar su deuda, lo único que no sabemos es cuándo, cómo y qué cantidad de deuda va a ser”, Iolanda Fresnillo
Para Vázquez, “es inevitable algún tipo de restructuración de la deuda, ya que en su forma actual no es sostenible”. Remarca el gran peso que va a tener el FMI en dichas negociaciones, pero sobre todo le preocupa un horizonte temporal borroso tras el humo de las bombas: “Es muy difícil hacer una restructuración o un nuevo plan de pagos sin saber cuándo acabará la guerra o cuándo se va a recuperar la actividad”, añade el economista.
Antes incluso que esa futura e inevitable reestructuración, en la opinión de Phelps se debería “suspender ya los pagos de la deuda externa de Ucrania, mientras dure la guerra, para que no salga más dinero del país hacia sus acreedores privados”. Además, señala la responsabilidad que tienen los organismos internacionales en el hecho de que esas ayudas acaben en manos de fondos como BlackRock. “Los gobiernos occidentales, el FMI y el Banco Mundial deberían dejar claro que no seguirán apoyando a Ucrania mientras utilice el dinero para pagar a los bancos y a los fondos de cobertura”, añade.
Pese a la negativa rotunda por parte del Gobierno de Zelenski, parece que en los últimos días también se están chocando contra el muro de la realidad. En la misma intervención televisiva del asesor económico del Gobierno de Zelenski, Oleh Ustenko, que se citaba anteriormente, este tuvo que reconocer que esa deuda se está acumulando por un motivo de “fuerza mayor” y que “el país no puede funcionar como antes de la guerra".
No solo guerras
Para lo bueno y para lo malo, lo que se haga con la deuda de Ucrania también puede afectar a otras situaciones similares con otros países en conflicto o que luchan contra la crisis climática. “Existe una crisis mundial de la deuda que no se limita a Ucrania”, lamenta Phelps, que apunta a la pandemia, la subida de los precios de los alimentos y la energía provocada por el conflicto y la emergencia climática como motivos. Para este activista, “la urgencia y la importancia estratégica de la situación de Ucrania podrían provocar que los líderes mundiales saquen la cabeza de la arena y reformen la arquitectura de la deuda mundial para que los países en crisis no tengan que negociar con los acreedores en momentos de amenaza existencial”.
En la misma línea y con la misma intención va el trabajo que hace Fresnillo al frente de Eurodad y su acercamiento al problema de la deuda a nivel global. De hecho, antes de la escalada en el conflicto, desde su organización han trabajado con países que están sufriendo las consecuencias de la crisis climática, como pequeñas islas Estado que están viendo desaparecer su territorio bajo la subida del nivel del agua debida al cambio climático y que no pueden poner en marcha medidas de choque contra esos efectos porque están altamente endeudados y los mercados les prestan dinero con altos tipos de interés porque saben que están con el agua al cuello, nunca mejor dicho. “El ojo está puesto en Ucrania, pero no se trata de suspender la deuda a Ucrania, sino de tener un mecanismo automático para que cuando un país tenga un shock económico pueda suspender los pagos, sea por una guerra, la crisis climática o una crisis humanitaria por el incremento en los precios de los alimentos”, finaliza Fresnillo.