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La fotografía muestra a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sentada frente a su escritorio manteniendo una conversación telefónica. “Llamada de cortesía con Donald Trump”, escribía Von der Leyen en su cuenta de Twitter, “hablamos brevemente sobre las relaciones entre EE UU y la UE”. La presidenta de la Comisión se declaró en ese mismo mensaje “convencida de que la amistad y la cooperación estrecha entre Europa y los Estados Unidos es crucial para la obtención de éxitos mutuos” y manifestó su deseo de “poder reunirme con él a comienzos de 2020” para discutir “una asociación justa”.
Las relaciones transatlánticas van a ser uno de los temas más candentes de la agenda económica de la Comisión. El año que comienza deja atrás toda una década de crisis económicas y descontento social sin que se haya planteado ninguna solución, lo que hace que la próxima década no se prevea mucho mejor. Muy al contrario: la recesión llama con insistencia a las puertas de Europa, que las principales economías se han esforzado por atrancar, aunque quien más quien menos recela de la capacidad de resistir de los tablones de madera que atraviesan el marco.
Según un comunicado del organismo, la UE “parece dirigirse a un período prolongado de bajo crecimiento e inflación”
Podría ser la salida de Reino Unido de la Unión Europea, con sus consecuencias económicas —se calcula una pérdida en torno al 5% del presupuesto comunitario—, pero también políticas. Podría ser una subida de aranceles por parte del gobierno estadounidense. Podría ser una nueva caída de las exportaciones alemanas. Candidatos no faltan. El 7 de noviembre la Comisión Europea revisó a la baja (0,2%) el crecimiento para la eurozona, que quedaría en un 1,2%. Según un comunicado del organismo, la UE “parece dirigirse a un período prolongado de bajo crecimiento e inflación”. “El clima externo ha devenido menos favorable y aumenta la incertidumbre, lo que afecta particularmente al sector industrial, que está experimentando cambios estructurales”, añadía.
“No entraría en pánico, pero hay motivos de sobra como para preocuparse”, afirmaba en una entrevista reciente con El Salto el profesor emérito de Economía Política de la Universidad de Ámsterdam Michael R. Krätke. En algunas economías importantes, como Turquía o Italia, aseguraba Krätke, “hay signos no ya de una recesión, sino de otra crisis financiera”. Según este economista, “la UE se encuentra en una situación absurda”, puesto que “tiene un presupuesto demasiado pequeño, aunque dispone de muchos instrumentos y políticas establecidas, como las de cohesión territorial, que en principios han servido para llevar a cabo muchas cosas buenas”. Sin embargo, “las historias de éxito son muy pocas como para que tengan un efecto perdurable en la memoria de la opinión pública”, añadía.
Una de las crisis a las que se enfrenta la UE es precisamente la ideológica: la de su legitimidad como proyecto político. La elección de políticos desacreditados en sus respectivos países
—comenzando por la propia Von der Leyen y desde el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, hasta la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, pasando por el Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell— no ayuda ciertamente a ese fin. La Comisión espera atajar algunos de estos problemas con una nueva estrategia de crecimiento sostenible, presentada el 17 de diciembre, y con un Green Deal europeo. El objetivo de este acuerdo es ambicioso: que el bloque alcance la llamada neutralidad climática para el año 2050. Para conseguir esa meta, la Comisión espera movilizar 100.000 millones de euros, para ayudar sobre todo a las regiones menos preparadas tecnológicamente.
Sin embargo, un paso en falso y podrían acelerarse las tendencias centrífugas que justo este tipo de medidas buscan frenar.
Las consecuencias políticas de exigir la aplicación de nuevos recortes —por cuestiones económicas o ecológicas— en un tejido social ya castigado por las medidas de austeridad no son difíciles de pronosticar, pero sí lo su magnitud y alcance. Reforzar el mercado doméstico para dar un respiro a la economía se aviene mal con la ideología neoliberal de la Comisión. En este contexto cabe recordar que otras de las promesas de Von der Leyen pasan por profundizar la integración continental, crear un ejército europeo y endurecer la política exterior comunitaria en un contexto internacional ya suficientemente delicado. “Europa debe aprender el lenguaje del poder”, sentenció Von der Leyen en una conferencia en Berlín. “Eso significa, por una parte, flexionar nuestros músculos allí donde hemos dependido durante mucho tiempo de otros, por ejemplo, en materia de políticas de seguridad, y, por la otra, aplicar nuestra fuerza existente de manera más precisa en áreas en las que radican intereses europeos”, desarrolló. A continuación mencionó, sin sorpresas, a Rusia y China, que en el discurso de la UE oscilan entre la condición de adversarios y la de socios económicos. Quizá la UE consiga en esta legislatura mezclar después de todo el aceite y el agua.
Una de las piezas más interpretadas por las orquestas europeas en la noche de Año Nuevo —desde luego en Viena, pero también en otras ciudades— es La marcha Radetzky, de Johann Strauss. En el libro de Joseph Roth que lleva ese mismo título, un retrato de la larga y lenta decadencia del Imperio austrohúngaro, podría acabar escondiéndose el destino de la UE:
“‘¡Naturalmente!’, respondió [...], ‘literalmente todavía existe. Todavía contamos con un ejército’, señaló el conde al teniente, ‘y con funcionarios’, indicó el conde al responsable de distrito. ‘Pero es claro que se descompone. ¡Se descompone, es más, ya se ha descompuesto!’”
¿Más recortes para España?
“Bajo” y “débil” son los dos adjetivos que más se repiten en los pronósticos de la Comisión Europea para España, ya sea en crecimiento, creación de empleo o consumo. También habrá una desaceleración en la construcción y el sector industrial, pero se prevé que caiga el desempleo y se quede “solamente” en un 13%, según cifras oficiales. Lo único que subirá, según las previsiones de Bruselas, será la inflación —aunque ligeramente— y la deuda, que espera que en 2021 se reduzca a un 96%.
La Comisión insiste a España en que lleve a cabo un recorte de 7.000 millones de euros, un ajuste estructural equivalente al 0,65% del PIB (frente al 0,1% del borrador remitido por España, que en cualquier caso era una prórroga de los Presupuestos Generales de 2018). A todo ello habrá que sumar el impacto económico que puedan tener las reformas en la Política Agrícola Común (PAC), cuyo debate está causando una profunda división entre los Estados miembro que más dependen de estas ayudas.
Huelga decirlo, todo ello con, previsiblemente, un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Este último partido, nacido de las protestas contra la austeridad, podría ser el que salga más tocado de este ciclo político. Su discurso, y también el del PSOE, es que con ellos en el Ejecutivo los recortes se distribuirán de manera más justa, pero quien del alacrán está picado, la sombra le espanta: ¿no estaba el Gobierno de Syriza más preparado y contaba con una base social más amplia y movilizada como para enfrentarse a la austeridad? ¿Cómo terminó rindiendo cuentas el gobierno rojiverde alemán con su propio ministro de Finanzas, Oskar Lafontaine? “Bruselas acoge con alivio el desbloqueo político en España”, titulaba El País a comienzos de noviembre. “Lo importante es que España tenga un Gobierno con plenos poderes cuanto antes”, indicaba una fuente de la Comisión al periódico, que apuntaba a la presencia de la socialista Nadia Calviño al frente del Ministerio de Economía como una garantía de tranquilidad. “¿Quién tiene miedo a la coalición de izquierdas en España?”, decía Forbes. Retóricamente, cabe imaginar. La pregunta es inquietante y muy difícil de soslayar: si no le preocupas a esta Comisión Europea, ¿hasta qué punto eres de izquierdas?
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Seguid comprando en Amazon en vez de en la tienda de la esquina. Compraos unas Nike en vez de unas Kelme, que vuestro "rendimiento atlético" seguro que lo nota mucho. Fardad de vuestro Iphone en vez compraros un humilde BQ que paga impuestos aquí y no en Irlanda, y por supuesto ved muchas series y pelis gringas y pagad una suscripción a Netflix en vez de suscribiros a Filmin. Ah. y para terminar, no dejéis de escuchar música pop/rock, la cocacola y el perrito caliente de la música (tampoco es que la Marcha Radetzky sea precisamente el 'Parce mihi' de Cristóbal de Morales o un preludio y fuga de Shostakovich, por cierto) sin la que la colonización cultural yankee nunca habría podido instalarse tan rápido ni con tanta facilidad en todo el mundo.
Pero la culpa de que en el mundo mande quien manda siempre será solo del sistema, la vecina maruja de VOX o el compañero de trabajo repelente del PP. Nosotros lo hacemos todo bien... Olé esta izquierda güena...