Cine
La cuadratura feminista de ‘Mujercitas’

Greta Gerwig revaloriza con su astucia la archiconocida novela de Louisa May Alcott.

Mujercitas (2019)
Florence Pugh, Saoirse Ronan y Emma Watson, en ‘Mujercitas’. © Sony Pictures
@Cabornero_
31 dic 2019 06:00

En algunos pases de prensa, Greta Gerwig explica en un vídeo previo sus objetivos adaptando Mujercitas y qué significa para ella esta archiconocida novela. Louisa May Alcott consiguió publicar su primer volumen en 1868, llevando al papel lo que tantas veces había experimentado durante la adolescencia y la juventud al lado de sus tres hermanas. Sin ser una autobiografía en sentido estricto, la novela ha calado desde entonces en el ideario estadounidense de la lucha de género.

Y como en cada lucha y en cada país, el contexto determina el alcance de su repercusión. Parece osado extrapolar la visión que tenía Louisa May Alcott hace 150 años, en la zona noble de Concord (Massachusetts), al movimiento feminista que recorre hoy en día el mundo entero. Pero la verdadera esencia de cualquier causa justa es indeleble, así que viene bien calibrar otra vez este asunto y comparar la versión de Gerwig con algunas anteriores.

La directora y guionista californiana, que dio un golpe sobre la mesa de Hollywood gracias a Lady Bird (2017), prolonga en esta nueva película su idilio artístico con Saoirse Ronan. Ella fue quien interpretó a Lady Bird McPherson, que era un 'alter ego' de la propia Gerwig, y ella es quien da vida a Josephine March, protagonista de Mujercitas y 'alter ego' de Louisa May Alcott. Así, Ronan incluye otro papel en su lista de actuaciones sobresalientes y sin duda merecedoras de galardones.

Aunque no sea adrede, tiene el Oscar entre ceja y ceja desde que fue nominada en 2008 por su papel secundario en Expiación. Más allá de la pasión. Ahora, su Jo March encabeza un reparto junto a la consagrada Emma Watson haciendo de Meg March y con las prometedoras Florence Pugh y Eliza Scanlen interpretando, respectivamente, a Amy March y a Beth March. Y como madre de las cuatro, Laura Dern da vida a la siempre comprensiva y sabia Marmee.

Su personaje es el que menos varía en las cuatro grandes adaptaciones de Mujercitas que se han hecho en Hollywood. A pesar de los múltiples reflejos u homenajes cinematográficos que se han basado en la novela de Louisa May Alcott, tanto implícitos como explícitos, el primer referente sonoro es el filme que dirigió George Cukor en 1933. Y a éste le siguieron, cronológicamente, las cintas de 1949 y de 1994, para completar la cuadratura con el estreno de Gerwig a finales de 2019.

1933, al estilo de Meg

Ganó el Oscar al Mejor guion adaptado y también optó en las categorías de Mejor película y de Mejor dirección. Sarah Yeiser Mason y su marido Victor Heerman elaboraron ese guion, aséptico para un filme en blanco y negro que tenía su mejor baza en la actuación de Katharine Hepburn como Jo March. Fue uno de sus primeros roles en la meca del cine y ya demostró ser un torrente de energía, eclipsando al resto de un plantel donde destacaba Joan Bennett como Amy March.

La historia depura los preparativos para la fiesta de Nochevieja, la cual sirve en la novela como presentación oficial entre Jo y su vecino Laurie; aquí, ambos tienen antes un cruce casual en la calle. Además, se prescinde del altercado de Jo con Amy por haber quemado sus textos, dando a entender que eran cosas triviales y que su rivalidad no interfiere cuando Laurie olvida su amor por Jo y se casa con Amy, algo mayor en esta ficción que en el libro original.

Ni siquiera es Laurie quien le cuenta esa noticia a Jo, sino su hermana Meg y a la vez que ella defiende la soledad como alternativa al corsé del matrimonio. Pero el alegato se desvirtúa porque Katharine Hepburn lo recita planchando y eso mitiga el empoderamiento simbólico. No hay rastro, por tanto, del reconcome sobre una posible traición fraternal que involucraría al principal amor de adolescencia. Guion frío para una narración lineal de los hechos.

1949, al estilo de Amy

Ganó el Oscar al Mejor diseño de producción y también obtuvo nominación a la Mejor fotografía en color. Dirigido por Mervyn LeRoy, este filme se sirvió de un cromatismo llamativo para reforzar el tono rosa y al mismo tiempo agridulce de la historia, conectando con lo que imperaba en ese momento en la Metro Goldwyn Mayer. Todo ello convenció a sus directivos para renovar los derechos de la novela y congregar a Elizabeth Taylor, June Allyson, Janet Leigh y Margaret O'Brien.

Sin embargo, Sarah Yeiser Mason y Victor Heerman repitieron como guionistas 16 años después, así que los cambios de Andrew Solt y de Sally Benson fueron escasísimos. Interpretar a Jo March corrió a cargo de una impetuosa June Allyson, aunque sin el aura de Katharine Hepburn. Hay idénticas líneas de diálogo y, obviamente, una estructura calcada de la historia. Jo también conoce a Laurie antes de la fiesta de Nochevieja y también recibe la noticia de su matrimonio por parte de Meg.

Al menos, Jo no aparece planchando. Y al igual que en la versión de 1933, su afecto hacia el profesor Friedrich Bhaer se expone para público infantil. La cita que comparten en la ópera, a propuesta de él, impulsa el cortejo del profesor; y ya de paso, justifica que la protagonista apenas se enfade cuando ve a su hermana más pequeña casada con el antiguo vecino y confidente. En definitiva, otro guion aséptico para otra narración lineal de los hechos.

1994, al estilo de Beth

No se llevó ninguno de los tres Oscars a los que optaba en las categorías de Mejor actriz protagonista, Mejor diseño de vestuario y Mejor banda sonora. Dirigida por Gillian Armstrong y con guion de Robin Swicord, esta cinta coronó a Winona Ryder de forma paradójica. A pesar de que su Jo March es menos impulsiva y más condescendiente con los hombres de su entorno, Ryder encadenó su segunda y hasta la fecha última nominación al Oscar.

Columbia Pictures produjo el filme en una época boyante, en la que nada ni nadie debía descarriar la industria hollywoodiense. Fue, quizá, su época de mayor hipocresía. Se batieron récords de recaudación, bajo trampa de no ajustar los números a la inflación, y se permitió el auge de tipejos como Harvey Weinstein para manejar el cotarro. Por eso no chirría que esta Mujercitas, aunque sea bastante más fiel a la novela, termine decepcionando en su presunto aspecto reivindicativo.

Sí aparecen los preparativos para la fiesta de Nochevieja, para que Jo efectivamente conozca a Laurie detrás de una cortina. Sí aparece el altercado entre hermanas por la quema de textos, para que hagan las paces tras el incidente del patinaje sobre hielo. Sí aparece una Amy de 12 años, interpretada por Kirsten Dunst y luego, para su etapa adulta, por Samantha Mathis. Y sí es Laurie quien le habla de su boda a Jo, mientras que se recalca la madurez de Meg dando a luz a gemelos.

El guion destruye el alegato de la soledad como opción válida contra el matrimonio, intuyéndose migajas en una conversación con su madre. Y Christian Bale, haciendo de Laurie, suele situarse más elevado que Winona Ryder en sus escenas íntimas; ese lenguaje corporal, que acentúa la mayor altura de él (1,83 m) sobre ella (1,61 m), le otorga preeminencia en el encuadre.

Para colmo, el veterano Friedrich Bhaer (Gabriel Byrne) seduce a la protagonista en un pispás y todo se vuelve empalagoso. Diégesis lineal, nuevamente, para una historia que por otro lado ignora el intríngulis de la relación paterno-filial entre Beth y Mr. Laurence. Pero al final se indaga, eso sí, en los planes futuros que tiene Jo al heredar la mansión de su tía y poner con ello las bases de la completa recuperación familiar, después de tanto varapalo con la Guerra de Secesión y demás.

2019, al estilo de Jo

En plena carrera por los Oscars del 2020, la obra de Greta Gerwig es sensacional. Con la explicación previa al visionado, la cineasta avisa de que ha concebido su propio guion como una amalgama de los recuerdos que tienen las cuatro hermanas March. Presenta la acción 'in medias res' y recurre al 'zoom' sobre Saoirse Ronan, como ya hizo en Lady Bird, para que en los planos enteros no haya aire al borde del encuadre, ni por la cabeza ni por los pies.

Gerwig lo enjuaga con planos medios y planos medios cortos en las intervenciones más poderosas de Jo, como en el alegato de soledad que aquí se recupera para la causa. También durante una charla con su madre, alejada de toda plancha o distracción, Ronan añade frustración al mensaje y se pregunta si falló al rechazar el amor de Laurie; en primera fila, el personaje de Laura Dern asiste a cómo su hija admite sin tapujos la incertidumbre de tal decisión.

En comparación con la peli de 1994, también hay prolegómenos para Nochevieja y Jo conoce a Laurie durante esa fiesta. Se mantienen el altercado por la quema de textos y la reconciliación tras haber patinado sobre hielo, pero Amy vuelve a ser encarnada por una única actriz. La pujante Florence Pugh, además, le canta las cuarenta a Laurie cuando hace falta; con gestos así, queda patente que su evolución a lo largo de la trama es sin duda la mejor de todas.

Resulta más feminista quien se casa que quien aboga por la soledad. Y esa sutil diferencia revaloriza el tratamiento que hace Gerwig de la novela; de sopetón, el matrimonio se postula como una institución igual de reivindicativa. Timothée Chalamet, más bajito que Christian Bale, interpreta a un Laurie dulce a la par que granuja. Aquí se desdeñan paternalismos y él se ve entrelazado con las dos mujercitas al mismo nivel en todo momento, incluso por debajo en su ideario moral.

Confesándole a Jo sus nupcias, lo hace simplemente en un descuido. Y también gana en versatilidad su Laurie al de 1994; Chalamet empatiza con Meg, cuando duda del rumbo que lleva su vida en la escala social de Concord, y empatiza con Beth en el marco de la relación paterno-filial entre ella y Mr. Laurence, la cual recobra importancia en el guion de Gerwig. En resumen, la directora nacida en Sacramento aplica la transversalidad con astucia y sorprende con el desenlace del profesor Bhaer.

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