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Política
El pensamiento débil
Cualquier atrocidad perpetrada contra el medio ambiente, la salud, la igualdad, el bienestar animal, el bienestar humano, el derecho a una vivienda, el trabajo digno, la dignidad personal, vivir en un entorno saludable física y psicológicamente se puede justificar porque la actividad económica que produce estos daños da mucho dinero y genera muchos puestos de trabajo. Dos factores que nos cuesta rebatir, incluso a nosotros mismos, personas que buscan la equidad y la dignidad a día de hoy, entre esta sociedad que tiende a lo ultraliberal.
Después se buscan otras consideraciones para apoyar, o eso se piensa, con un poco más de altura moral la premisa miserable de que es loable comprar o vender cualquier cosa, incluso la dignidad e integridad personal. Y no es exactamente que nos impongan estas premisas, eso sería lo más sencillo y aceptable, nadie nos lo podría reprochar, es que lo hacemos incluso gustosos, nos sentimos tan imbuidos en el sistema que nosotros mismos nos las pondremos como un traje para esconder nuestra conciencia o para conformarnos con nuestra miserable vida, según en que bando de indigencia humana nos encontremos.
Cuando se dan estos argumentos, por ejemplo en el caso del turismo desaforado, se debería exigir que tras el dato muchas veces inflado (no se tiene en cuenta la esquilmación de los recursos naturales de un determinado lugar, el deterioro del patrimonio y su entorno…) de los beneficios económicos que dejan en tal ciudad, se publicara con la misma diligencia el desglose detallado de hacia qué lugares y personas fluctúan esas ganancias. Si se han repartido equitativamente atendiendo al grado de necesidad, si después de pasar el caballo de Atila también se considerará recoger sus cagarrutas y reponer la hierba que nunca más crecerá. Y que compromiso político existe para reparar a los desplazados no considerados input en el mundo mercantilista y sanar las heridas que se producen en el entramado vecinal e identitario.
En este desglose deberían aparecer datos como por ejemplo si con estos ingresos se ha mejorado el acceso a la vivienda de la población, a la educación, si se ha disminuido la desigualdad, si todos y todas las ciudadanas de estos lugares han mejorado su vida cuantitativamente y lo que es más importante, cualitativamente.
Esta premisa se podría aplicar a cualquier ámbito que usa estos argumentos para perpetuarse sobre los cimientos de una mentira socialmente aceptada como verdad, y no para prohibirlo, si no para regular los posibles atropellos que se perpetran en el nombre de la ganancia y los puestos de trabajo, y en algunos casos para promover que desaparezca una práctica, como por ejemplo el terrible maltrato que se le perpetra al toro en buena parte de este país, adalid de la falta de empatía, o el sufrimiento horrendo de millones de animales en las granjas del terror con los que alimentamos de sufrimiento nuestras propias carnes.
Existen muchas prácticas que en el conjunto de la sociedad producen más daños que beneficios, que se impusieron en su día por la fuerza o lo que es más efectivo con una campaña de publicidad total, desde todos los ámbitos, como por ejemplo el estilo de vida norteamericano, no hay que olvidar que quien educa a la población no es el sistema educativo, y ni siquiera la familia, son las empresas que quieren vender sus productos, y para ello no escatiman en medios, si quieren que bebamos por ejemplo una marca de refresco, o más vino, veremos a los actores en las series, en las películas ingiriendo sin ton ni son esos productos, y así todo, en su día querían que comprásemos coches para que consiguiéramos la libertad, y nos llenaron los ojos de imágenes idílicas montados en esas cárceles de cuatro ruedas que son la cadena más perfectamente engrilletada a nuestros pies, y nos tragamos esta contradicción. Después tienen a los medios de comunicación que repiten y repiten hasta la extenuación aquello que debemos aprender. Hoy en día los canales se han multiplicado exponencialmente.
A las personas se nos cría para tener un pensamiento débil, llámesele filosofía, en el que los conceptos que penetran son los aplicados con amenidad y claridad, es muy importante que el mensaje se entienda perfectamente, uno de sus efectos en nuestras sociedades es lo fácil que se extienden los partidos fascistas saltando entre cerebros sin cortafuegos. Hitler, por ejemplo, era un filósofo o ensayista del pensamiento débil, también los libros de autoayuda, o Pérez Reverte, o los programas de tertulias, o las redes sociales que solo necesitan de nuestros ojos y reacciones primarias para enriquecer a influencer.
Ese pensamiento débil nos arrastra a aceptar supuestas verdades sin rechistar, e incluso rechistando (a modo de espita de olla exprés) las aceptamos
Y, por tanto, ese pensamiento débil nos arrastra a aceptar supuestas verdades sin rechistar, e incluso rechistando (a modo de espita de olla exprés) las aceptamos, como la justificación de la atrocidad por el supuesto beneficio económico, del que dimanan grandes problemas que no solucionaremos hasta que no atajemos su origen.
La esperanza que nos queda es que como humanos también nos caracteriza la variabilidad, existen personas que por propia iniciativa o por que han sido influenciados, quien sabe dónde ni cómo, por la reflexión no se dejan arrastrar tan fácilmente, y buscan, no solo el conocimiento sino también la sabiduría, e incluso la bondad, y construyen un pensamiento con cimientos. Pero esto tiene también un efecto secundario, tendrán, tendremos, que pasarnos la vida luchando contra gigantes o molinos con los que es casi imposible mantener un diálogo.