Los platos rotos del proceso de escucha

Sumar, que se suponía iba de “un proyecto de país para la próxima década”, queda como una coalición de partidos que si genera algo es más esperanza que ilusión, porque la ilusión la hemos perdido al ver cómo se prescinde de Irene Montero.
Presentación candidatura Sumar en Madrid - 8
foto Sumar

En las últimas elecciones autonómicas y municipales la abstención fue del 36,07%. En 2021, en las elecciones a la Asamblea de Madrid, la abstención fue menor en casi ocho puntos porcentuales, un 28,26% exactamente. En cuanto a las últimas generales, las de noviembre de 2019, hubo un 33,77% del electorado que no votó, cifra que fue menor en abril de ese mismo año por más de cinco puntos (28,25%).

Después de este galimatías demoscópico, ¿qué participación prevemos el próximo 23 de julio? Sin caer en el mantra de “cuando existe una mayor movilización, gana la izquierda”, de verdad, ¿qué legitimidad tiene un sistema político en el que existe entre un 25 y un 35% del electorado que elige no participar? Este porcentaje de población inmovilizada impugna, a mi parecer, el régimen democrático en el que vivimos.

Ahora bien, ¿cuánto aumentará la abstención entre el electorado de izquierdas después del bochorno vivido durante las últimas semanas —y meses—? No voy a ocultar en estas líneas mi militancia política activa en Podemos, no voy a insultar al público que, considero, tendrá la misma cantidad de bilis contenida que un servidor.

Debemos generar un clima que atraiga, primero, al voto de izquierdas desencantado y abstencionista, y, segundo, plantear una campaña expansiva con vocación de querer ganar para gobernar de nuevo

Después de la pax romana vivida durante la campaña electoral, esperábamos un mayor entendimiento para atajar el desafío que van a suponer las elecciones del 23 de julio. Ver a Ione Belarra salir y dar el primer paso hacia una reunificación táctica de la izquierda fue un alivio para el conjunto del electorado progresista de este país. Pasado este espejismo, no había arena de playa y la tierra que se encontró fue utilizada para cavar trincheras en una guerra fútil que no está sirviendo para nada.

Sumar, que se suponía iba de “un proyecto de país para la próxima década” (Yolanda Díaz, 7 de julio de 2022), queda como una coalición de partidos que si genera algo es más esperanza que ilusión. Esperanza de que todavía sea una fuerza política transformadora, porque la ilusión la hemos perdido al ver cómo se prescinde de Irene Montero, la ministra más luchadora del Gobierno, y de Pablo Echenique, el ‘piloto de combate’ más valiente del Congreso.

En el camino, parte de la militancia de Podemos también hemos perdido la confianza en el funcionamiento de nuestro propio partido y en sus estructuras de democracia interna. Yo me he negado a participar en el último proceso, que a mí entender estuvo mal planteado en término de tiempos y proposición de la pregunta. El nivel de abstracción de la cuestión, siguiendo la estela de la consulta lanzada en abril para el acuerdo de unidad para el 28M en la Comunidad y la ciudad de Madrid con Izquierda Unida y Alianza Verde, fue para mí una tomadura de pelo, y no soy el único que lo piensa.

Elegí no participar, y aunque agradezco la labor didáctica que personalidades como Tito Morano hicieron en redes para incentivar el voto militante, sin embargo, incluso a día de hoy, no habría participado. Entiendo que la Ejecutiva necesitaba ese día un espaldarazo de las bases, pero los procesos internos no existen para que la militancia legitime decisiones de la cúpula del partido. Tengo el convencimiento de que este ruego común va a ser escuchado.

Entiendo que la Ejecutiva necesitaba ese día un espaldarazo de las bases, pero los procesos internos no existen para que la militancia legitime decisiones de la cúpula del partido

Después de este desaguisado, nos toca a todos limpiar los platos rotos. Como partido hemos perdido una batalla externa, pero ganado el relato —o, quién sabe, porque la Historia siempre la escriben los vencedores— y del relato no se come. Nos toca luchar, ya no por el quinto escaño de Ione Belarra por Madrid, sino porque se reedite el Gobierno progresista con Podemos dentro, condición de posibilidad de mantenimiento y consecución de nuevas políticas transformadoras.

Toca también mucha responsabilidad en cuanto al funcionamiento interno de Sumar como coalición de partidos con equilibrio de todas las fuerzas, todas ellas con sus particularidades y con maneras de hacer política de forma diferente. Es momento también de lealtad dentro del espacio, que el “tocan a una, tocan a todos” vuelva a ser la regla. Debemos generar un clima que atraiga, primero, al voto de izquierdas desencantado y abstencionista, y, segundo, plantear una campaña expansiva con vocación de querer ganar para gobernar de nuevo.

Y a las militancias de las quince formaciones políticas que forman parte de Sumar nos toca cerrar filas: poner mesas, pegar carteles, ser apoderados y apoderadas… en definitiva, hacer campaña unidas. Y el 24 de julio ya veremos qué tenemos que gestionar. 

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