Tecnología
Queda mucho por imaginar

Tendemos a pensar en nuestro futuro como distópico, pero nos dejamos la piel el mejorar nuestros barrios, nuestras redes y nuestras comunidades. Empecemos a pensar en ficciones positivas que reflejen nuestro trabajo.
Hackmeeting 2017 Ingobernable 2
Dos asistentes al Hackmeeting charlan en el punto de información. David F. Sabadell

He escuchado mil veces que no nos cuesta imaginar un futuro negativo, contaminado, opresivo, en crisis. Se dice que la ficción especulativa nos atrae más cuando sus historias acontecen en realidades distópicas y, durante un tiempo, me lo creí. Yo misma me dejaba engullir en esas ficciones y las pensaba como irremediables. Me sentía incluso culpable en secreto por disfrutar de una ficción catastrofista.

Hasta que, en algún momento, pensé que vivía en la incoherencia: ¿por qué tantas vecinas se reunían en centros sociales todas las semanas para abarcar esas tareas que su comunidad necesitaba? ¿Por qué habría nadie de preocuparse de compartir su conocimiento en charlas y debates? Todos los miércoles al hacklab, a trabajar tecnologías libres con las compañeras; los domingos a la radio, a difundir debates y memes en las ondas madrileñas; todas las tardes sueltas de asambleas; las conversaciones sobre ecología y sostenibilidad de los espacios comunes. Nada de eso tenía sentido si un futuro oscuro y contaminado, oprimido, era irremediable.

Nosotras nos merecemos la brisa fresca de una ficción positiva que nos recuerde por qué no es una insensatez pensar en aire limpio o soberanía digital, entre otras cosas

Nuestras ficciones se merecen reflejar todo aquello por lo que las comunidades trabajan, pensaba. Nosotras nos merecemos la brisa fresca de una ficción positiva que nos recuerde por qué no es una insensatez pensar en aire limpio o soberanía digital, entre otras cosas. Nos han engañado; Se nos ha dicho que nuestros espacios digitales tienen que ser de grandes empresas, que nuestros dispositivos no pueden arreglarse y, que si pueden, no puedes hacerlo tú misma, si quisieras.

¿Qué tecnologías queremos desarrollar? ¿Qué espacios digitales queremos habitar? Hablo en plural porque mi respuesta a ambas implican una comunidad, pese a que durante años las redes y las pantallas nos han aparcado en parcelas cada vez más individualistas. El ritmo frenético marcado por la mayoría de entornos digitales privativos impide que una sea algo más que una adicta a la -breve- atención ajena. Romper con esa dinámica podría equipararse a quitarse unos auriculares con una constante cacofonía que habíamos aprendido a tolerar.

No caigamos en la trampa de pensar que las tecnologías y los espacios digitales tienen que ser punzantes y frenéticos o no ser. Podemos (y de hecho lo hacemos) construir nuestras propios entornos. Podemos priorizar los cuidados, trabajar entre varias comunidades y respetar los limites que la responsabilidad (climática, social, personal) nos marque. La lentitud, echar pasos hacia atrás y reescribir, son parte de un desarrollo cuidado. Hay discursos que no se pueden explicar ni en 180 caracteres ni en un video de 10 segundos que capte la atención de la persona más distraída. Explorar esos ritmos digitales y encontrar el pulso que una comunidad digital lleva tiempo y eso está bien.

Todo esto es mucho que procesar, mucho trabajo por hacer. Podemos ir poco a poco. Empecemos por imaginar ficciones amables, y lo demás seguirá.

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