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Filosofía
La batalla por la municipalización
A través de la metodología del subalterno de Gramsci, analizamos cómo los discursos que entran en juego con la municipalización afectan a los procesos de formación de clase y generan conflictos en el interior de la clase obrera.
Profesor de Economía
Recientemente hemos publicado un artículo en la revista académica Capital & Class en la que estudiamos los discursos sindicales en torno al proceso de municipalización del servicio de limpieza de módulos de playas en la ciudad de Cádiz. A través de la metodología del subalterno de Gramsci, analizamos cómo los discursos que entran en juego con la municipalización afectan a los procesos de formación de clase y generan conflictos en el interior de la clase obrera.
Pongámonos primero en contexto. La llegada a los gobiernos municipales de las nuevas iniciativas municipalistas (conocidas como “Ayuntamientos del cambio”) en el año 2015, constituyó una oportunidad para revertir las políticas de lo que David Harvey denominó acumulación por desposesión. En efecto, las políticas de PP y PSOE durante décadas consistieron en transferir fondos procedentes de lo público y de la clase obrera a manos privadas. La externalización de actividades como la limpieza viaria, o la privatización de empresas públicas y recursos, como el agua o el subsuelo para construir, por ejemplo, aparcamientos, forman parte de esta estrategia capitalista. Las políticas de privatización de recursos y servicios públicos no son nuevas, pero en el periodo de crisis económica y austeridad, se intensificaron, bien por ser requisito para obtener ayuda financiera de la Troika, bien para conseguir líquido a corto plazo con el que aliviar la situación económica de las diferentes administraciones. Era previsible que las nuevas formaciones políticas de izquierda, nacidas al calor de las movilizaciones anti-austeridad e integrantes de grandes alianzas sociales (que algunos han llamado Bloque del Cambio), tratasen de revertir dichas situaciones.
El movimiento sindical ha sido parte de ese bloque del cambio, aunque el rol de los sindicatos mayoritarios ha sido en numerosas ocasiones bastante ambiguo. A nivel general, numerosos estudios han puesto el acento en su errática estrategia de boxing and dancing —tratando de conciliar sin mucha suerte el recurso al diálogo y la movilización—, pero apenas contamos con estudios sobre las prácticas sindicales a nivel local. Aplicando la perspectiva gramsciana de los estudios subalternos explicamos cómo la producción discursiva de los sindicatos contribuye en la construcción de hegemonía y contra-hegemonía. Es decir, partiendo de una perspectiva materialista de la ideología que asume la “materialidad” y “fuerza” de los discursos y formas de entender la realidad, analizamos cómo los representantes sindicales se convierten en “intelectuales orgánicos” que expanden a través de la acción colectiva en el tejido local las contradicciones que sus estrategias más o menos aglutinadoras y más o menos subversivas incorporan.
Las alianzas entre sindicatos, movimientos sociales y partidos de izquierda es fundamental para apoyar (¿o entorpecer?) políticas anti-neoliberales, produciendo y difundiendo discursos contra-hegemónicos, y superando el marco despolitizador impuesto por la derecha.
El caso de Cádiz
En la ciudad de Cádiz, la plataforma impulsada por Podemos, Por Cádiz Sí Se Puede, incluía en su programa electoral la remunicipalización de servicios públicos. En 2017 se aprobó en el pleno del Ayuntamiento la municipalización de varios servicios. Por motivos legales, habría que realizarlo a través de la empresa municipal Cádiz 2000. En los módulos de playas, no obstante, se libró un enfrentamiento entre una parte de la plantilla y UGT, que se oponían a la remunicipalización alegando que se ponía en peligro la continuidad de la plantilla, y otra parte, representada por el sindicato Autonomía Obrera, que hasta ese momento ostentaba los cinco puestos en el Comité de Empresa. Se abrió una disputa en torno a la municipalización en la que se logró revocar al Comité de Empresa, y adversarios y partidarios de la municipalización desplegarían sus consigas y movilizaciones (algunas con momentos de tensión). En un momento determinado, UGT logró revocar al comité de empresa de Autonomía Obrera. Autonomía Obrera respondió recurriendo a una campaña de movilización en la que la alianza con movimientos sociales, partidos de izquierda y sindicatos locales fue fundamental. Se produjo un intenso debate público en diferentes espacios (prensa, plenos municipales y acciones colectivas) en el que los discursos a favor y en contra de la municipalización se pusieron en juego. Los adversarios (UGT y los partidos conservadores, PP y Ciudadanos) recurrieron a un discurso despolitizador o, incluso a veces, atemorizador, aduciendo cuestiones principalmente técnicas. Enfatizaban la incertidumbre para la plantilla a la hora de ser contratada por la nueva empresa pública y la “falta de garantías del proceso”. Los defensores de la remunicipalización, no obstante, trataron de repolitizar el debate, aludiendo a la defensa de lo público frente a lo privado, la mejora en las condiciones de la plantilla, y respondiendo a las objeciones de los opositores. El proceso de municipalización, no obstante, siguió su curso y los temores de la plantilla se disiparon. Varios meses después se volvieron a celebrar elecciones sindicales en el servicio, ya municipal, y Autonomía Obrera volvió a hacerse con el control de la totalidad de la representación unitaria.
En el eterno dilema entre proteger exclusivamente los intereses de los afiliados o los del conjunto de la clase obrera, los sindicatos españoles deben repensar sustancialmente sus estrategias y prácticas si quieren convertirse en verdaderos motores del cambio social.
Este caso extremo de conflicto entre sindicatos permite identificar lógicas de acción, constricciones y opciones estratégicas de las organizaciones de trabajadores frente al cambio político. Enseña que las alianzas entre sindicatos, movimientos sociales y partidos de izquierda es fundamental para apoyar (¿o entorpecer?) políticas anti-neoliberales, produciendo y difundiendo discursos contra-hegemónicos, y superando el marco despolitizador impuesto por la derecha. El papel de UGT demuestra que los sindicatos con perspectivas más conservadoras hacia los cambios estructurales pueden actuar como “muros de contención” ante el cambio político. El estudio de los “textos” o discursos desplegados por los actores en disputa permite conocer mejor las limitaciones y potencialidades históricas de sus estrategias.
En un contexto como el actual, en el que la estrategia electoral de la izquierda parece estar en punto muerto, la capacidad para construir alianzas e impulsar políticas alternativas a nivel local parece ser un recurso crítico en una sempiterna “guerra de posiciones” que, en un momento dado, quizás, permitirá a las diferentes facciones de la clase obrera unificar sus luchas y organizaciones, todavía aún, corporativistas y entrar en una “guerra de maniobra” en la transformación social. Además, el análisis histórico nos sugiere que las orientaciones ideológicas, el liderazgo y las estrategias de los sindicatos pueden variar entre escalas espaciales y dentro incluso cada escala espacial (local, regional, nacional, internacional…), dando lugar a una multiplicidad de posiciones y discursos sobre las relaciones laborales, las políticas públicas y el cambio político. Es decir, que lo que una organización puede defender a escala nacional (la remunicipalización de los servicios privatizados), puede llegar a contraponerse a escala local (como la UGT en el caso de Cádiz) si los miembros de la organización no desarrollan una estrategia conjunta coherente. A nuestro parecer, en el eterno dilema entre proteger exclusivamente los intereses de los afiliados o los del conjunto de la clase obrera, los sindicatos españoles deben repensar sustancialmente sus estrategias y prácticas si quieren convertirse en verdaderos motores del cambio social.