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Feminismos
La Emma Goldman nietzscheana: ¿un oxímoron para el feminismo?
Emma Goldman fue una anarcofeminista de origen ruso que se inició en la militancia anarquista durante su estancia en EE. UU., estancia de más de 30 años que terminó con su deportación a Rusia en 1919 tras ser declarada la mujer más peligrosa del país por las ideas que propagaba. Fue en uno de sus viajes a Europa, en concreto durante sus estudios en Viena en 1895, donde su interés por los pensadores alemanes le introdujo a Nietzsche. Rápidamente cautivada por sus formas, en su autobiografía exhortaba: “La magia de su lenguaje, la belleza de su visión, me transportaron a alturas insospechadas”. A pesar de tener una agenda muy apretada durante ese periodo de su vida, Goldman priorizó las sensaciones que le transmitía este autor: “Para poder leer tenía que privarme de necesarias horas de sueño; pero ¿qué era el esfuerzo físico comparado con el éxtasis que me provocaba Nietzsche? El fuego de su espíritu, el ritmo de su canción hacía que la vida fuera más rica, más plena, más maravillosa”.
Como relata Kathy Ferguson en “Religión, Fe y Política. Leyendo a Goldman a través de Nietzsche”, el Nietzsche de Goldman no tenía que ver con el voraz nihilista al que se le culpa por alimentar las ideas nacionalsocialistas con su reivindicación del superhombre, ni el antifundacionalista que con sus contrarrelatos inspiró las genealogías de Foucault. Goldman quedó cautivada por sus “nuevas ideas”, sus perspectivas acerca de las dictaduras de las verdades. La problematización que el autor alemán realizaba de los pilares de su sociedad contemporánea que se llevan arrastrando desde los tiempos de Sócrates, la lucha entre Dionisio y Apolo en su Origen de la tragedia, es algo que Goldman recogió e hizo suyo, tanto en su experiencia personal como en su propaganda.
La problematización que el autor alemán realizaba de los pilares de su sociedad contemporánea [...] es algo que Goldman recogió e hizo suyo, tanto en su experiencia personal como en su propaganda.
La pasión que poseía Goldman por las letras, por todo lo cultural, es una característica definitoria de su personalidad, aunque le supuso muchos cuestionamientos por parte de compañeros de militancia por la creencia de que todo arte está ligado a unas raíces burguesas. En otro fragmento de su autobiografía relata varias de las discusiones que tuvieron su origen en ese prejuicio acerca de ese ámbito, de las cuales destacaré el siguiente:
“Empezaron a discutir sobre Nietzsche. Yo tomé parte en la discusión, expresando mi entusiasmo por el gran filósofo-poeta y extendiéndome sobre la impresión que su obra me había causado. Huneker estaba sorprendido. «No sabía que te interesara algo que no fuera la propaganda», señaló. «Eso es porque no sabes nada sobre anarquismo —contesté—, si no, te darías cuenta de que abarca cada aspecto de la vida y de la lucha y que socava los viejos y gastados valores». Yelineck afirmó que era anarquista porque era un artista; sostenía que todos los creadores debían ser anarquistas porque necesitaban campo de acción y libertad para expresarse. Huneker insistía en que el arte no tenía nada que ver con ningún ismo. «El mismo Nietzsche es la prueba de ello —argumentaba—, es un aristócrata, su ideal es el superhombre porque no siente fe ni simpatías hacia la gente común». Señalé que Nietzsche no era un teórico social, sino un poeta, un rebelde, un innovador. Su aristocracia no era ni de nacimiento ni de patrimonio; era de espíritu. Dije que en ese sentido Nietzsche era un anarquista y que todos los verdaderos anarquistas eran aristócratas”.
Esto lo dice en cuanto a que poseía la riqueza espiritual de la idea, de un valor de pensamiento que ya le situaba en cierta altura respecto a los demás. Y es ese mismo idealismo, en el mejor sentido de la palabra, entendiendo por ello la aspiración a algo más elevado, lo que Goldman atribuye a la doctrina ácrata.
La patente admiración de esta figura anarcofeminista por Nietzsche es alimentada también por los cuestionamientos que hace el autor alemán hacia todo lo establecido. Esa especie de zarandeo de los pilares que construyen la sociedad, la puesta en duda sobre lo bueno y lo malo. La característica transmutación de los valores nietzscheana que lleva a un desafío de todo lo que se ha considerado históricamente virtud y vicio es uno de los asuntos principales que se reflejan en Goldman. Esta influencia tiene relevancia en su corpus teórico-práctico, desde referencias específicas hasta connotaciones implícitas.
Anarquismo
Emma Goldman: antimilitarismo y revolución
Quizá lo más característico de esta autora de origen ruso sea su aparente paradoja entre el comunismo libertario y la reivindicación del sujeto. Goldman defendía las pasiones como una parte esencial del ser humano, desde un fomento de la empatía y el intento de comprensión hacia el otro, confiaba en que, a pesar de que algunos sentimientos o emociones pudiesen ser más o menos aceptados socialmente, la gran mayoría estaban causados por unas condiciones que partían de la misma sociedad. En este sentido, una de las críticas principales que realiza a esa sociedad, de la que ella misma formaba parte, era la hipocresía reinante. Algo así como tirar la piedra y esconder la mano.
Por otro lado, no solo señala esa falsía social, sino que profundiza en las consecuencias que se generan en forma de presión o coerción sobre las personas a partir de esas normas sociales de supresión de las propias pasiones. Esto también fomenta un ambiente de desconfianza y de sospecha, en el sentido de una actitud vigilante para hallar a todo aquel que se sale de ese marco establecido y, por contraste, poder destacar positivamente frente a ellos.
En el ensayo Celos: causa y su posible cura, Goldman comienza citando a Nietzsche:
“El filósofo del 'Más allá del Bien y el Mal', Nietzsche, en este momento se le ve como el perpetrador del odio nacional y la destrucción de ametralladoras; pero solo los malos lectores y malos alumnos lo interpretan así. 'Más allá del Bien y el Mal' significa más allá de la persecución, más allá de juicios, más allá de matar, etc. 'Más allá del Bien y el Mal' abre nuestros ojos a lo más profundo de la afirmación individual combinada con el entendimiento de otros que no son como nosotros, que son diferentes.
“Con eso no me refiero al torpe intento de la democracia de regular las complejidades del ser humano a través de la igualdad externa. La visión de 'Más allá del Bien y el Mal' apunta derechamente a uno mismo, a la personalidad de uno. Tales posibilidades no excluyen el dolor del caos de la vida, pero excluyen la rectitud puritana que sienta juicio sobre todos, excepto uno mismo”.
Son estas conclusiones las que traslada a su vez a otros ámbitos de su interés político, desde la religión hasta la emancipación femenina. Esto se debe a la fijación que posee Goldman respecto al sujeto; no en el sentido de individualismo, sino como reivindicación de un punto medio entre éste y la concepción extendida en su círculo de militancia acerca de la abnegación del individuo en pos de la “Causa”. Buscar y defender esta posición le conllevó muchas críticas y señalamientos, algunos de los cuales hoy perduran por esa malinterpretación hecha sobre sus declaraciones acerca del ser humano y su necesidad, en cierta forma, de lo que otros pueden considerar banal, como el arte o la literatura.
Debido a que su mayor fuente de inspiración siempre era su propia experiencia o aquellas vivencias de las personas que le rodeaban y que había podido observar y escuchar, la militancia y propaganda de Goldman tenían una clara perspectiva de género. Bajo el yugo de una ley sabida, pero quizá no explícita, esa dialéctica histórica entre razón y pasión estaba forjada a fuego en el imaginario colectivo como también una dialéctica entre el hombre y la mujer, lo cual impulsaba los estereotipos de calificar la reivindicación de los deseos como “sentimentalismo femenino” e incluso a veces acompañado por el adjetivo “burgués”. Con este contexto, el traspaso de esa concepción del individuo al ámbito de la lucha por la emancipación de la mujer encontró partidarias y oponentes.
Es la cuestión de la individualidad del sujeto lo que atraviesa casi todas las preocupaciones de Emma Goldman, esa característica del ser humano como alguien ligado a sus propios deseos y casi incluso con la necesidad de cometer errores para su correcto desarrollo.
Goldman, Nietzsche y el movimiento sufragista
Mientras que el feminismo de la época estaba centrado principalmente en la obtención del derecho a voto, la reivindicación de las pasiones —en este caso, los anhelos de la mujer— se percibía como un paso hacia atrás. No fue este el único motivo que llevó a Emma Goldman a no ser bien considerada entre las feministas del momento, sino también su postura ácrata frente al parlamentarismo en general. Realizó rotundas críticas hacia este objetivo de la emancipación de la mujer, argumentando que solo les haría cómplices del sistema que las oprimía. Claramente no concebía el sufragio femenino como un verdadero cambio, al menos no como una mejora, y mucho menos como algo que a la larga no resultase contraproducente.
La emancipación de Goldman no tenía que ver con la adquisición del rol entendido como masculino, lo que hoy llamaríamos feminismo de la indiferencia, puesto que esto, en sus palabras, solo traería consigo una tragedia. Entendía, en cambio, la emancipación femenina como una emancipación del Estado y de la moral religiosa y puritana reinante que subyugaba a las mujeres. En esta línea, también se ve otro punto de coincidencia con Nietzsche: la crítica y el rechazo hacia la religión.
Sin embargo, un matiz importante es cómo Goldman describe la religión como un fetiche en muchos de sus ensayos. Siguiendo este razonamiento, señala que no siempre se tiene claro que un objetivo está cumpliendo el rol de los históricos credos, sobre todo en un momento en el que paulatinamente el ser humano moderno pretendía estar un poco más desentendido de esas creencias, al menos en su versión más ortodoxa. Escribió: “La verdad, nuestros fetiches de ahora cambiaron de forma y substancia, pero el influjo que ejercen en la mente humana continúa siendo tan desastroso como el de los antiguos”; Goldman alegaba que el objetivo de las sufragistas conllevaba lo mismo que en su día la religión: “Pagar un precio que sólo los dioses exigen, que fue su libertad, sus sentimientos, su vida entera”.
Revolución rusa
Emma Goldman y la Revolución (rusa)
En este sentido, hace referencia a uno de los pasajes quizá más controvertidos o polémicos del autor alemán por su palpable misoginia: “La memorable máxima de Nietzsche: cuando vayas con mujeres provéete de un látigo, aunque se la considere demasiado brutal, resulta muy justa para ellas en su actitud hacia sus dioses”. A pesar de lo brusco que suene, quizás un tanto exagerado también, lo que Goldman denuncia es la fe ciega que supone la religión, sobre todo tras tantos siglos en los que la mujer ha tenido que estar recluida férreamente en su jaula. Esto lo digo por el pase que se ha dado al hombre para algunos atajos fuera del credo, como las infidelidades, mientras que la mujer ha estado siempre más vigilada. De alguna manera, lo que queda patente es que Goldman concebía que las mujeres tienden más a la idolatría por la manera en la que la moral religiosa les ha influido a lo largo de su vida.
Es esa misma idolatría la que reconoce en las sufragistas; en este caso, hay varios sujetos divinizados: por un lado, el Estado como suministrador todopoderoso de justicia, y, por otro, las propias mujeres que sostienen que la participación femenina en las elecciones conllevaría una “purificación de la política”. Respecto al primer asunto, trae al autor alemán de nuevo a coalición:
“Friedrich Nietzsche denominó al Estado como un frío monstruo. ¿Cómo habría llamado a la bestia horrorosa en su forma de dictadura moderna? No es que el gobierno alguna vez hubiera permitido muchas oportunidades al individuo; pero los adalides de la ideología del nuevo Estado incluso no llegan ni a conceder esto. 'El individuo no es nada', declaran, 'es la colectividad lo que cuenta'. Nada más que la completa rendición del individuo podrá satisfacer el insaciable apetito de la nueva deidad”.
Respecto al segundo, señala:
“Desde que su más grande desgracia fue que se la considerase un ángel o un demonio, su verdadera salvación se halla en que se le otorgue un razonable sitio en la tierra; es decir, que se la considere un ser humano y por ende sujeta a cometer los yerros y las locuras propios de la condición humana”.
Por lo que se ve, es la cuestión de la individualidad del sujeto lo que atraviesa casi todas las preocupaciones de Emma Goldman, esa característica del ser humano como alguien ligado a sus propios deseos y casi incluso con la necesidad de cometer errores para su correcto desarrollo. Como también se ha mencionado anteriormente, me gustaría resaltar que todas estas consideraciones no convierten a Goldman en una autora individualista, sino que entiende que el sujeto no debe perderse en el camino. La comunidad como agente de cambio debe tener en cuenta al individuo para poder llegar a una mejora real de la sociedad, como bien se destaca en la filosofía anarquista: el fin no justifica los medios, es más, en gran medida son los medios los que definen el fin y tanto su posibilidad como su deseabilidad.
En vistas de todo lo expuesto, me gustaría recalcar la tesis conjunta que se podría concluir de ambos autores: las pasiones tienen un papel crucial en el ser humano que no debe quedar sepultado por el anhelo de la objetividad ni por la priorización de la racionalidad. No se trata de dos conceptos excluyentes, sino complementarios; y no veo posible ningún tipo de progreso propiamente humano si por el camino se sacrifica uno de ellos.