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Feminismos
La historia silenciada de las mujeres en la lucha sindical
En estos tiempos en los que el movimiento sindical pierde fuelle, se ha intensificado el debate sobre cómo revitalizar a los sindicatos. Una parte de estos debates se centran en diseñar estrategias para que colectivos tradicionalmente poco representados por los sindicatos se afilien y movilicen. Este es el caso de las mujeres.
Como investigadores interesados en la renovación sindical y la perspectiva de género, nos preguntamos acerca de las causas de la baja tasa de afiliación entre las mujeres. Para dar respuesta a ese interrogante estamos actualmente desarrollando un proyecto de investigación sobre la participación de las mujeres en el mundo del trabajo en el Marco de Jerez gracias a la financiación de la agrupación de electores Ganemos Jerez a través del concurso "Tejiendo Ideas". El proyecto, en el que participa un equipo de investigadoras de la Universidad de Cádiz, consiste principalmente en reconstruir las historias de vida de mujeres implicadas en el movimiento sindical del Marco de Jerez (constituido por los municipios de Jerez, Sanlúcar, El Puerto de Santa María y Trebujena) desde mediados de la década de 1960 hasta la actualidad.
Las narraciones biográficas de las mujeres entrevistadas son muy ricas y dan testimonio de la constante lucha contra la desigualdad y la opresión a la que tenían -y tienen- que hacer frente las mujeres de clase trabajadora. Nuestra muestra recoge una pluralidad de sectores, de organizaciones sindicales y, cómo no, de grupos etarios. Una de las cuestiones que más nos ha llamado la atención ha sido que la participación de las mujeres en el tardofranquismo se dio principalmente en calidad de esposas de los trabajadores (principalmente de la industria bodeguera). En la zona se desarrolló una importante red de militantes, principalmente comunistas pero también católicos, que se infiltró en el Sindicato Vertical franquista y lograron organizar a los trabajadores de las bodegas, implicándolos no sólo en la lucha por mejoras laborales, sino también por el cambio político. Las mujeres de los sindicalistas y militantes obreros formaron parte activa de dichas redes, y se jugaron la piel tanto o más que sus esposos. Y, sin embargo, el reconocimiento de su labor ha sido prácticamente nulo. Libros sobre el movimiento obrero en la zona, como el de Foweraker, La democracia en España, o Martínez Foronda, La conquista de la libertad, ignoran de manera casi sistemática la aportación de las mujeres a la construcción de la democracia. Los relatos recogidos, en cambio, muestran que tuvieron un papel fundamental en la oposición clandestina al franquismo.
Consideramos que las mujeres son tan proclives como los hombres, o incluso más, a participar en los sindicatosA partir de mediados de 1975 hay un cambio generacional, las mujeres se van incorporando a determinados sectores del mercado de trabajo y van teniendo acceso paulatinamente al sistema educativo. En sectores laborales feminizados no hemos encontrado baja sindicalización, sino todo lo contrario, hemos encontrado muchas mujeres afiliadas a sindicatos, asumiendo representación de plantillas e implicadas con las luchas de base. Consideramos que las mujeres, a pesar de los obstáculos de la socialización diferencial; la dificultad para compaginar trabajo doméstico, empleo y militancia; y muchos otros obstáculos, son tan proclives como los hombres, o incluso más, a participar en los sindicatos. Si escalamos en la jerarquía de las estructuras sindicales, en cambio, la presencia de las mujeres decrece. En estos espacios opera el mismo techo de cristal que existe en el mundo laboral. A pesar de los esfuerzos teóricos de los sindicatos por promocionar a las mujeres dentro de la organización, los impedimentos para la participación en condiciones de igualdad siguen estando presentes. Aparece el problema de la conciliación, esa que sigue recayendo en las mujeres independientemente de lo “muy de izquierdas” que pueda llegar a ser la organización.
Nos llama la atención, además, que las generaciones de mujeres posteriores a la de la clandestinidad desconocieran totalmente la experiencia previa de las mujeres militantes, incluso aquellas que residían en un mismo municipio o que militaban en las mismas organizaciones sindicales o políticas.
El silencio absoluto respecto a la militancia de las mujeres en dicho periodo se debe a varias razones: Primero, por el sesgo masculino de la historiografía y las ciencias sociales en general. Salvo contadas excepciones, como los trabajos de Ruth Milkman en Estados Unidos, Sue Ledwith en Reino Unido, o Mary Nash y Gloria Espigado en el caso de España, la participación de las mujeres en las organizaciones sindicales ha sido muy poco estudiado.
Segundo, por el carácter machista de los ámbitos militantes. Tras la lucha contra la dictadura, los líderes obreros llegaron a los Ayuntamientos y otras administraciones, o se centraron en la dirección de partidos y sindicatos ya legalizados. Sin embargo, en todos esos ámbitos las mujeres ocuparon una posición periférica. Después de 40 años las cosas no han cambiado mucho en este sentido.
Tercero, claro está, se trabaja desde una lucha clandestina. Debido a la represión, los militantes no conocían el nombre verdadero ni las actividades concretas que realizaban unos y otros. Esto dificulta la reconstrucción histórica. En los libros de historia suelen aparecer hechos que no son totalmente ciertos. Realizando entrevistas grupales nos sorprendimos del hecho de que aún había detalles que no conocían unas de otras respecto a las luchas. Esto ha hecho difícil rescatar la lucha clandestina tanto de hombres como de mujeres. Aunque la de las mujeres ha sido aún más silenciada.
El feminismo, en general, ha tendido a infravalorar los modos de participación de las mujeres en calidad de esposasCuarto, -y esto nos parece interesante- con el auge de la conciencia y el movimiento feminista de la década de 1970 no hubo un interés por conocer el papel de las mujeres en la clandestinidad, principalmente porque esas mujeres participaron en la lucha política en su calidad de esposas o madres, reproduciendo los roles tradicionales. El feminismo, en general, ha tendido a infravalorar los modos de participación de las mujeres en calidad de esposas. Sin embargo, para las mujeres de aquella época, en la que era impensable incorporarse al mercado laboral, participar en la lucha clandestina fue un acto de valentía y tuvo un efecto emancipador. Si algo estamos aprendiendo de estas mujeres es que en ocasiones los actores a los que prestamos menos atención, los que consideramos más "atrasados", por no ser obreros varones industriales o mujeres asalariadas, o personas con una formación científica o política "elevada", son las que actúan con mayor firmeza por el cambio político. Cualquier movimiento social debería tener esto en cuenta.
Quinto, en muchos casos la posibilidad de militancia de las mujeres está estrechamente relacionada con la solidaridad y cuidado de otras mujeres, sirviendo de modelos de referencia las familias de origen. Uno de los aspectos curiosos que se repite en las biografías de las sindicalistas, -desde las esposas de los líderes en la clandestinidad, pasando por las jornaleras del campo, hasta las jóvenes trabajadoras de sectores feminizados- es la influencia de las redes familiares y las formas de entender la solidaridad entre personas trabajadoras. La experiencia de la necesidad económica se veían en sus recuerdos compensada siempre por hermanas, vecinas, tías, amigas, que compartían tiempos y esfuerzos, fundamentalmente en el sentido más tradicional: desde poner un plato en la mesa a las compañeras y sus esposos, a sus hijos e hijas, hasta ser las encargadas de los cuidados durante las largas jornadas bien de trabajo, bien de huelga, de manifestaciones o encierros. Esto genera un amplio bagaje en la práctica de los modelos de sororidad que son en gran medida los que han posibilitado la militancia activa de muchas sindicalistas a lo largo de los años.
Respecto a la militancia sindical actual, es interesante observar cómo en profesiones feminizadas se da la particularidad de que los pocos hombres trabajadores sí tienen representación formal. Tal es el caso de las auxiliares de Ayuda a Domicilio en Jerez, que aun a pesar de ser 360 en plantilla y sólo 25 hombres, hay dos en el Comité de Empresa de un total de nueve. Esto no hace más que reflejar una realidad más amplia: la masculinización de los espacios de representación y las organizaciones en general, incluyendo las agendas y los estilos de negociación. Obviamente este fenómeno de la infrarrepresentación se hace exponencial en las profesiones masculinizadas.
Sin embargo y cada vez con mayor fuerza, las mujeres de estos sectores precarizados hasta el extremo están organizándose tomando muy en serio sus luchas laborales. Siguiendo con el caso anterior, las cuidadoras de ayuda a domicilio tuvieron una durísima huelga en la que no cejaron y defendieron sus intereses a pesar de tener que mantenerse durante más de seis meses sin cobrar sus salarios, en una acampada frente a las puertas del Ayuntamiento. Pero lograron finalmente sus objetivos. Por supuesto, no es un caso aislado y kellys, estibadoras, dependientas del comercio y demás sectores están viendo cumplidas sus demandas gracias a su acción colectiva. Hay mucho que aprender de la experiencia de las mujeres en los sindicatos.