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Elecciones 10N
Albert Rivera abandona la presidencia de Ciudadanos tras el hundimiento electoral
Perder 47 diputados en siete meses ha sido una losa demasiado pesada como para que Albert Rivera siga presidiendo Ciudadanos. Así lo ha comunicado al Comité Ejecutivo Nacional del partido. Rivera también deja la vida política.
Albert Rivera dejará de ser el presidente de Ciudadanos y también la vida política. Los pésimos resultados electorales obtenidos por el partido naranja el 10 de noviembre —se queda en 10 escaños, sexta fuerza parlamentaria, cuando en abril sumó 57, y ha perdido más de dos millones y medio de votos— han llevado a Rivera a tomar la decisión de abandonar la presidencia de un partido que, de su mano y con el viento a favor de los intereses de las cúpulas directivas del Ibex 35, llegó a presentarse como alternativa reformista para el régimen del 78. Ahora, con los resultados del 10 de noviembre, Ciudadanos podría terminar en la misma irrelevancia que se llevó por delante a UCD o UPyD. De ser pieza clave en una operación de restauración borbónica a terminar barrido por la extrema derecha.
Tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del partido, donde Rivera ha comunicado su decisión y algunos miembros le han pedido que aguantase, el dirigente del partido naranja ha comparecido en rueda de prensa, sin preguntas.
En su alocución, Rivera ha anunciado “tres decisiones: dos políticas y una personal”, que son su dimisión como presidente de Ciudadanos —“para que un Congreso extraordinario del partido elija a su nuevo líder”—, su renuncia al acta de diputado en la nueva cámara que se forme tras estas elecciones—“no puedo asumir ser diputado en el Congreso solo por una nómina, es momento de ceder el testigo a otro diputado que esté al 120% como yo lo he estado estos cuatro años”—, y su abandono de la política, de la vida pública: “He disfrutado muchísimo, he aprendido, me he sentido orgulloso de pasear por este país y saludar a sus gentes, pero yo vengo de la sociedad civil, tengo una profesión, y es lo que quiero hacer, y ha llegado el momento de servir a otra gente”.
Del desnudo en un cartel electoral —cuando el partido se llamaba Ciutadans— al “ni rojos ni azules”, un posicionamiento histórico-político muy cercano al revisionismo que en su momento llegó a cuajar y que hoy ha repetido con insistencia, o al perro Lucas, la astracanada de esta última campaña electoral, la trayectoria de Albert Rivera como presidente de Ciudadanos dibuja un perfil personalista que tuvo su punto álgido en el acuerdo firmado con el PSOE en febrero de 2016, cuando parecía que podría llegar a ser vicepresidente del Gobierno, y que en los últimos meses ha presentado un giro hacia la derecha y un abrazo a la bandera española que espantó a algunos de los pesos pesados del ala liberal del partido y que ha ocasionado la deserción de muchos de sus votantes. Para ese viaje ya estaban Vox o el propio Partido Popular.
“Ciudadanos va a marcar un nuevo rumbo, va a trazar un nuevo mapa y sus afiliados van a tomar las riendas”, valoraba Rivera en la misma noche del 10 de noviembre. “Servimos a los españoles y es lo más bonito de este mundo”, resaltó, al tiempo que recordó que se metió en política “porque me apasiona España, la libertad y la igualdad”, en unas palabras que anticipaban la decisión confirmada unas horas después.
Un poco de historia naranja
El impulso del escritor Arcadi Espada, guardián de las esencias de una población catalana —y nacionalista española— victimizada por el pujolismo y su programa cultural y lingüístico, y algunas dosis de fontanería en el divertido episodio del congreso fundacional, celebrado en 2006, que dio lugar a la dirección del partido, pusieron en el disparadero la figura de Albert Rivera, el omnipresente.
La primera aparición de Rivera en esta historia llamada segunda restauración borbónica ocurre solo unos meses antes de ese primer congreso. En una reunión de colmillos afilados por la tensión entre el grupo de Espada y otra facción hoy en el olvido llamada Iniciativa No Nacionalista (INN), habla un joven profesional que hace “una intervención irrelevante”, según Pep Campabadal y Francesc Miralles, autores de De Ciutadans a Ciudadanos, la otra cara del neoliberalismo (Foca, 2015), pero viste muy bien y, lo más importante, se aleja del estereotipo predominante en la INN: el del izquierdista resentido con el PSC por el giro federalista del Gobierno de Pasqual Maragall. Aquel joven, que había coqueteado con las Nuevas Generaciones del PP, es invitado en el Congreso fundacional de Ciutadans a ocupar la presidencia del partido entre otras cosas porque se establece el orden alfabético para designar a los principales cargos.
La figura de Albert Rivera comienza a convertirse en un activo del partido a finales del verano de 2006, cuando el desconocido líder del desconocido partido Ciutadans aparece desnudo en los medios de comunicación de todo el país. La campaña, algo burda aún entonces, sitúa al joven aunque sobradamente preparado empleado de La Caixa en un espacio que adaptará y moldeará a lo largo de los siguientes nueve años: Rivera es como tú, pero, más importante, Rivera no es como los políticos profesionales. A su alrededor, y lentamente, comienzan a arremolinarse los “perfiles” que durante años fueron la principal seña de identidad del partido y que en los últimos meses variaron por el giro de timón de Rivera.
Desde 2014, Rivera ha patentado la fórmula “ni rojos ni azules” para situarse en el centro político. En una entrevista en Voz Pópuli, explicaba que “la España de rojos y azules está enterrada” e iba más allá al añadir una reflexión que hubiera hecho las delicias de Francis Fukuyama: “No creo hoy en día en una lucha de clases entre trabajadores y empresarios, donde los malos sean los empresarios o al revés, sino que creo en una gran clase media que se está descomponiendo y que hay que recuperar”.
Por entonces, un Rivera en crecimiento pero aún actor secundario, completaba su versión de la historia asegurando que “Felipe VI no está por gracia divina, sino porque hay una Constitución y una democracia y ese sistema será así mientras los españoles lo queramos”. Un pequeño lapsus histórico, en este caso, si se tiene en cuenta que el rey Juan Carlos I, antecesor de Felipe VI, fue elegido antes de que la Constitución fuese redactada y aprobada, y previo juramento de algo tan “azul” como los Principios del Movimiento Nacional.
Durante su presidencia del partido, y como mayores hitos, Rivera consiguió formar coaliciones de gobiernos autonómicos con el Partido Popular en Andalucía y en la Comunidad de Madrid.
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Sánchez tambien falló en su calculo de fagocitar al electorado de Ciudadanos que se ha ido al PP y a Vox.
Estos estrategas sociatas manejan la demoscopia como si fuera magia. Estupidos.
Y Pablo Iglesias desde las europeas de 2014 tambien ha fallado una tras otra sus predicciones...cuando dimitira?