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Elecciones autonómicas
El viaje de vuelta: por qué el éxito de Ayuso puede anular a Vox
Es el abrazo de la serpiente. Cada paso de Vox en la precampaña electoral y en la campaña que está por venir beneficia al Partido Popular de Isabel Díaz Ayuso, con quien el electorado del partido de Santiago Abascal vive un idilio.
La primera señal de alarma de que el vuelco de votantes de Vox al Partido Popular puede hacer peligrar el proyecto de la derecha en Madrid llegó el pasado lunes con el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas. El instituto público daba a Vox un 5,4% del voto en su cocina.
Más elocuente es el hecho de que la intención directa de voto, aquella que muestra la respuesta espontánea sobre a quién van a votar los entrevistados, deja a Vox en un exiguo 3,3%, como penúltimo partido, solo detrás del desahuciado Ciudadanos de Edmundo Bal.
Las señales son las de una vuelta a la “casa común” de la derecha. El aleteo de una mariposa en Murcia, o más bien, la decisión de un cargo del PP de saltarse el orden de vacunación, desencadenó un movimiento de realineación en el partido de Pablo Casado. El efecto de la moción en Murcia y la convocatoria electoral en Madrid, previo birlibirloque en la mesa de la Asamblea y el Tribunal Superior de Justicia de la región, han arrinconado la opción de la búsqueda del “gran centro” por parte de Casado y ha favorecido la tesis de la derecha sin complejas de Isabel Díaz Ayuso y su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez Bajón.
“No queremos ser como usted”, dijo el secretario general del PP en octubre durante la moción de censura de Vox. La idea era absorberlos, pero para hacerlo había discrepancias que vienen de lo más profundo de la historia del PP. Una pugna entre quienes, tímidamente, han tratado de acercar al PP a la ideología democristiana de sus socios del Partido Popular Europeo, dirigida por la CDU alemana, y la veta más atlantista —por Estados Unidos— representada por el aun macho alfa del partido, José María Aznar. Hasta el 4 de mayo, esa segunda vía vuelve a salir victoriosa de la mano de Díaz Ayuso.
La noche del 4 de mayo, con la victoria prevista en votos y diputados de Díaz Ayuso, la pregunta seguirá en el aire... pero puede que ese éxito como aglutinante del voto de la derecha le deje sin la presidencia de la Comunidad.
Seis meses después de la moción de Vox y del discurso de Casado rompiendo amarras con la extrema derecha, los guiños de la candidata del PP en Madrid al partido de Abascal son constantes. Tras el acto fallido de la organización ultra en Vallecas, la presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid mostró “todo su apoyo” al partido que representará Rocío Monasterio en las elecciones de mayo. Los hechos de Vallecas han metido a Vox en campaña, pero el irresistible perfil de Ayuso para los votantes del partido ultra son una amenaza para el proyecto de Abascal.
El periodista de La Vanguardia Enric Juliana fue el primero en señalar el vértigo dentro de la derecha ante la escalada de popularidad de Díaz Ayuso entre los votantes más extremistas y cómo ese éxito puede hacer peligrar que Vox alcance el 5% necesario para obtener representación.
Las señales que emiten las encuestas a menudo solo trazan los deseos de los proyectos editoriales que las encargan, el problema es cuando se quieren lanzar dos mensajes simultáneos y que se excluyen, en teoría, mutuamente. Los dos mensajes son que el Partido Popular puede optar a una mayoría absoluta insólita en el mapa de partidos actual, que surge de la caída del bipartidismo en 2015, y que el de Vox es un voto útil aun cuando su dirigencia se ha pronunciado desde el minuto cero por asegurar que dará “gratis” la investidura a Ayuso si dan los números.
El efecto Ayuso
Y es que, más allá de la proyección de estimación de voto, el barómetro preelectoral del CIS muestra el alcance de ese abandono por parte de antiguos electores de Vox del partido y de una “vuelta a casa” acelerada. De este modo, a intención directa de voto divide en dos mitades el voto de Vox: la que mantiene el apoyo que le dio en mayo de 2019 en las elecciones autonómicas, y la que se va al PP.
Un 10% del electorado de Vox en aquellas elecciones aseguró en las entrevistas del CIS que aun no sabe a quién votar. Pero la cifra escandalosa es el 41% que afirma que ha decidido votar al PP. De los antiguos votantes del Vox solo el 43% tiene claro que repetirá su voto. La proyección es clara. En aquellas elecciones, el partido ultra entró con el 8,8% y nueve diputados en la Asamblea de Madrid. Si su electorado se parte en dos peligra el umbral mínimo.
La cuestión, no obstante, no se explica solo por una respuesta directa como la de intención espontánea, sino por la gran valoración que los votantes de Monasterio en 2019 tienen de Díaz Ayuso dos años después de las elecciones. La candidata popular saca una nota de 7,9/10 en la valoración por parte de los votantes de Vox, mientras que valoran con un 7,4/10 a su propia candidata, Monasterio. No se trata de un movimiento en las dos direcciones: mientras que los votantes del PP están encantados con su candidata, a la que valoran con un 8,4; apenas aprueban a Monasterio con un 5,8.
El hecho es que Díaz Ayuso ha dado con la tecla de las preferencias del anterior votante de Vox. El perfil neocon de la candidata del PP se ha basado en la construcción de un marco moral opuesto a las ideas de la izquierda, tanto las más concretas de redistribución económica —en las que el PSOE ha preferido no concurrir— como en las más abstractas sobre el significado de la palabra 'libertad'.
Asimismo, casi tres de cada cuatro votantes de Vox preferirían que la próxima presidenta sea Ayuso y solo un 25% apuesta por su propia candidata. Este efecto concentración también se produce entre los, a partir de mayo, exvotantes de Ciudadanos: solo un 12% quiere que Edmundo Bal sea presidente de la Comunidad, frente al 61% que quiere que repita Ayuso. En los partidos de la izquierda, sin embargo, los electores eligen a sus propios candidatos como sus preferidos a ocupar la sede de la Puerta del Sol después de las elecciones de mayo.
Ambos partidos, Vox y Ciudadanos, nacidos para completar la oferta electoral de la derecha en el momento del hundimiento del PP como consecuencia de los casos de corrupción que terminaron políticamente con la anterior cúpula del partido, arrastran la fragilidad de tener al electorado más volátil.
Solo uno de cada diez votantes del partido de Abascal dicen que votan al mismo partido por costumbre, mientras que el drama de Edmundo Bal es que solo el 2,5% de sus votantes del pasado son fieles al partido.
La diferencia, en este caso, es el perfil ideológico de los votantes. Mientras los votantes de Ciudadanos se sitúan en las aguas templadas del centro en la escala del CIS, que va desde el 1 —autoubicación en la extrema izquierda— al 10 (en la extrema derecha), en el caso del PP y Vox su electorado funciona en las mismas coordenadas, si bien un mayor número de votantes de Vox en 2019 se declaran de extrema derecha.
Es la cuestión de la migración la que forma en estos momentos una pequeña barrera diferencial entre dos electorados que son concomitantes. Para un 3% del electorado de Vox en toda España, la “inmigración” forma parte de los tres problemas principales del país, una percepción que es residual en el electorado del PP. Eso explica la elección de la Plaza de la Constitución de Vallecas, una zona de alta presencia de hogares no autóctonos, como lugar para el inicio de la precampaña electoral. Pero el escenario sobre el que creció Vox ha cambiado en ese aspecto: en enero de 2019, un 11% del conjunto de la población identificaba la inmigración como uno de los “tres principales problemas del país”. En la actualidad, sin embargo, apenas lo cree el 2,4%.
Es el abrazo de la serpiente. La apuesta al doble o nada de Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez deja sin espacio el neofascismo que ha enarbolado Vox. La derrota de Donald Trump en las pasadas elecciones estadounidenses ha influido en el corrimiento de tierras en todo occidente, pero las tácticas del “trumpismo”, su uso de las redes sociales y de los medios de comunicación de masas han creado una estrella en el combate político.
Mientras Díaz Ayuso explota con desparpajo la receta de la post-política que enarboló Trump —basada en las escaramuzas de una batalla cultural que indistintamente toma la forma de Venezuela, exprime el dolor de las víctimas del terrorismo o promete nuevas bajadas de impuestos—, la estrella emergente de Vox puede comenzar a declinar en el corazón mismo del sistema que nació para apuntalar por la derecha.
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Pues es preocupante, porque el “fenómeno vox” no parece tendente a extinguirse a corto plazo. Se describe una plataforma conservadora del PP que electoralmente tiene una “caja B” de votantes en los simpatizantes de Vox.
Inquietante en sí, inquietante si esto tb sucediera en la “izquierda”.
¿ SE PASARÁ TONI CANTÓ A VOX Y DARÁ MITINES VESTIDO COMO IBA CUANDO HIZO DE "LOLA " EN "TODO SOBRE MI MADRE "?.
Con " políticos " como Díaz Ayuso Madrid va a terminar como terminó la Comunidad Autónoma Valenciana .😖☠🗡🔫🇪🇸😉
No caerá esa breva. Los votantes de Vox, por mucho que les guste Ayuso, no tienen nada que perder por votar a Vox, que dará sus votos a Ayuso igualmente y escorará su programa a la derecha. Tendría que haber un riesgo muy real de que Vox no entrase, como lo hay con Ciudadanos.
Excelente artículo. Ayuso ganará pero no Gobernará porque habrá absorbido a una parte de Cs y v🤮x que le serán insuficientes y a su vez los dejará fuera de la Asamblea. Morir de éxito. Paradójicamente a la izquierda le vendrá bien el estrellato de Ayuso que dará la puntilla a la ultraderecha.
Mi querida Arcoiris.
No todo es bueno. No.
La estrategia de la derecha madrileña es que la gente deje de aplastar a los partidos políticos para, así, poder gobernar.
Hay un problema: la autoridad. Y ese problema es tradicional de la derecha.
No pienso en ti.
No soy tu Amor.
No estás en mis deseos.
No soy tu Voz.
No, no siento Amor.
Resumiendo que Ayuso arrasara porque LA GENTE le quiere votar. Cuando pasen las elecciones muchos medios tendrían que hacer autocritica y dejar de hacer periodismo de ficción y ver la realidad. Ni todo lo que sea de la derecha es malo ni todo lo de la izquierda es bueno.