Opinión
El Matrix de Ayuso

activista de Juventud Verde, @MiguelGLinacero
En la famosa escena de Matrix (1999), Morfeo (Lauren Fishburne) desvela la terrible verdad del mundo en el que vive a Neo (Keanu Reeves). Morfeo ofrece a Neo dos píldoras. Si toma la píldora azul, Neo despertará a la mañana siguiente sin recordar ninguna de las terribles revelaciones que ha descubierto y continuará viviendo en su feliz ignorancia en la realidad virtual de Matrix. Por el contrario, si escoge la píldora roja, se liberará de su prisión mental y tomará plena conciencia de la incómoda verdad del mundo.
La escena, convertida en símbolo de la cultura popular, sirve de metáfora para plantear la siguiente cuestión filosófica, abordada por el ensayista Russell Blackford, ¿cuál sería la elección de una persona totalmente informada? ¿Escogería la píldora roja, afrontando la incómoda verdad y por tanto viéndose impelida a actuar frente a ella? ¿O, por el contrario, decidiría que prefiere vivir en una ficción, considerando que no hay tanto de malo ya que podrá seguir viviendo feliz, aunque engañada, en sus falsas certezas?
Obviamente, no hay respuesta clara. Cada persona vive sobreexpuesta a una gran cantidad de información, a menudo sesgada y poco veraz, fluyendo a una velocidad demasiado grande para ser procesada. Además, nuestra sociedad no se ha esforzado en generar un espíritu crítico y reflexivo en la ciudadanía, sino más bien en producir ciudadanas-consumidoras. Cada una de nosotras se enfrenta continuamente a la elección entre la píldora roja y la azul. Pero la baraja está trucada: difícilmente tomamos decisiones basadas en información veraz. La conclusión, largamente discutida y evidenciada empíricamente: tendemos a escoger y creer aquella información que nos mantenga en nuestra zona de confort mental, que nos reafirme en nuestros sesgos y prejuicios ya adquiridos. La inercia de nuestras elecciones tiene color azul.
La hábil campaña política de Ayuso nos ha situado en el marco de debate y discusión que más le conviene. ‘Socialismo o libertad’, rezaba su eslogan tras anunciar las elecciones anticipadas de la Comunidad Autónoma. Más adelante, el golpe de efecto del ya exvicepresidente Iglesias —esperemos que positivo para movilizar más voto de izquierdas—, no hacía sino reforzar este marco, ante un encantado equipo de Ayuso que modificaba su leitmotiv a ‘Comunismo o libertad’. Curiosa coincidencia de colores.
Ayuso ha sabido posicionarse no solo en Madrid, sino en toda España, como principal opositora al Gobierno de Sánchez, eclipsando incluso la figura de Pablo Casado como presidente del Partido Popular. Su estrategia replica a la madrileña al movimiento populista de extrema derecha de Trump en Estados Unidos. Los hechos no tienen importancia. Ni siquiera mantener una coherencia discursiva en el tiempo, como podría ser el caso de los cierres perimetrales o la llegada de turistas por Barajas, entre tantos otros ejemplos. Lo importante es materializar en el contrario, en este caso el ‘social-comunismo’, todos los males de la sociedad, y a sí misma como la principal opositora a todo ello.
De esta manera, generando constantes polémicas incluso donde no tendría por qué haberlas, se convierte en principal protagonista de los medios. Logra la impresión de que los ataques a su figura son ataques a las madrileñas, a las que ella defiende del malvado complot de la izquierda. La siguiente clave es que, enfrentándose continuamente a cualquier medida restrictiva del control de la pandemia, logra simpatías entre muchas personas que sufren fatiga pandémica (genial eufemismo de estar hasta las mismísimas narices).
Ayuso tan solo ofrece fuegos artificiales. Logra que todos miremos al dedo. Pero no ofrece ningún proyecto político de futuro
Ayuso tan solo ofrece fuegos artificiales. Logra que todos miremos al dedo. Pero no ofrece ningún proyecto político de futuro. Los hechos —un gobierno autonómico que ha pasado la legislatura sin pena ni gloria, con nula acción ejecutiva y parlamentaria—, de nuevo, no importan. Más privatizaciones, ladrillazo y rebajas fiscales que dañan al resto de Comunidades Autónomas es lo que ofrece. Nada nuevo bajo el sol.
Madrid lleva siendo durante años el laboratorio de las políticas más neoliberales del PP en España. Como consecuencia, la región ha alcanzado puntos de degradación social y medioambiental de difícil retorno. Sin embargo, y ante la estupefacción de muchas activistas de izquierdas, la derecha sigue arrasando en Madrid en cada cita electoral. El que escribe este artículo se niega a infantilizar o culpar al electorado porque no escoja la opción que cree correcta, o se abstenga de ejercer su derecho a voto. No, no hay buenas ni malas votantes. Cada persona, en un proceso más o menos consciente, tiene en cuenta unos hechos, más o menos veraces, para tomar su decisión.
La campaña de Ayuso ha sido muy eficaz. Ha logrado centrar el debate en torno a ella, aglutinando a todo el electorado de centro-derecha-y-más-allá en torno a ella, pulverizando a Ciudadanos y frustrando el ascenso de Vox. Su discurso, en el que continuamente apela a una suerte de “madrileñismo” de caña y bocata de calamares y que trata de recoger la frustración de parte de la ciudadanía ante una interminable pandemia, está siendo efectivo para recabar apoyos y simpatías entre el electorado indeciso.
Los municipios clave donde movilizar el voto de izquierdas se encontrarían en el Cinturón Rojo y en el Corredor del Henares en la región, así como en varios distritos de barrios de la capital como Vallecas, Usera, Villaverde o San Blas
Tal y como analizaba el colectivo Defiéndete4M recientemente, en las pasadas elecciones autonómicas la abstención se elevaba a 1.807.866 votos. De estas personas, un total de 131.893 de personas sí votaron opciones progresistas en las elecciones generales de abril de 2019. Los municipios clave donde movilizar el voto de izquierdas se encontrarían en el Cinturón Rojo y en el Corredor del Henares en la región, así como en varios distritos de barrios de la capital como Vallecas, Usera, Villaverde o San Blas.
Otro análisis, realmente esclarecedor, por parte de Raúl Sánchez en elDiario.es, analizaba con multitud de datos y gráficas la distribución de la participación entre los sectores de población más pobre y más rica. Aunque la izquierda gane en el 70% de población con menos renta en la Comunidad de Madrid, el alto porcentaje de abstención en estas zonas es determinante para que la derecha gane en cada cita electoral.
Las votantes, abstencionistas ocasionales (o viceversa), tienen en su poder ambas píldoras. Roja y azul. Está en nuestra mano, la de militantes en partidos de izquierdas, asociaciones vecinales, colectivos sociales y cualquier activista, convencer de lo que está en juego. Las personas “abstencionistas” no son un ente abstracto en los estudios citados. Son nuestra vecina de rellano, nuestra compañera de trabajo, nuestra cuñada y nuestra panadera. Son, además, en especial personas jóvenes. Pueden escoger la pastilla azul. Pensar que su voto no sirve de nada. Que, aunque gobierne la izquierda todo seguirá igual, y refugiarse en un falso confort. Hacer lo de siempre. O, quizás, con nuestro empujón, vuelvan la vista a la pastilla roja.
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