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Deuda
Lucha contra la deuda: de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde nos precipitamos
Desde los años 60 hasta la actualidad, la deuda ha sido utilizada como una herramienta de sometimiento y para dar alas al plan neoliberal. Las cifras de deuda globales no indican que la cosa vaya a cambiar si no se toman medidas.
La primera gran crisis de la deuda en los países de la periferia del Sur
Thomas Sankara, quien fuera presidente de Burkina Fasó, observó cómo desde la época de los 60 el excedente de capital en las economías centrales vio una oportunidad de negocio en la financiación del desarrollo de los países llamados del Tercer Mundo, quienes rápidamente mordieron el anzuelo de los créditos fáciles. De este modo, la deuda en estos países se multiplicó por 12 en poco más de una década. Sin embargo, en la mayoría de los casos el dinero de los créditos no se utilizó para financiar el desarrollo de sus pueblos, sino que sirvió para enriquecer a las élites corruptas de estos países, en connivencia con las mismas instituciones que concedieron los créditos. De esta manera, los pueblos de la periferia del sur se vieron atados a una deuda ilegítima que en absoluto contribuyó a su desarrollo y que tuvieron que empezar a pagar con sus trabajos y recursos naturales.Fue así como en 1982, tras la subida unilateral de los tipos de interés por parte de EE UU, México primero y otros países después no pudieran afrontar los vencimientos de los títulos de deuda adquiridos, provocando así la primera gran crisis de la deuda en el Sur. Es en este momento cuando el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ponen en marcha la segunda fase del plan y acuden al rescate concediendo nuevos préstamos a cambio de la imposición de los planes de ajuste estructural. Estos planes orientaron las economías de estos países hacia la exportación de materias primas, imprescindibles para el metabolismo de los países industrializados y la transferencia de fondos hacia el Norte para la amortización de deuda. Desde entonces y hasta la entrada del siglo XXI se estima que por cada dolar prestado a los países de la periferia del Sur, estos devolvieron ocho y aún así seguían debiendo cuatro, lo que evidenció que la deuda no sólo era ilegítima sino que, además, era impagable. El servicio a la deuda supuso un recorte drástico del gasto social, la reducción de los salarios y la privatización de los servicios públicos, mermando las ya de por sí exiguas posibilidades de desarrollo de los países endeudados, dando lugar a la que vino a llamarse la década perdida. Pero lo más grave de todo fue la pérdida de soberanía de estos pueblos que volvieron a estar dominados, como en su época colonial, por las grandes potencias centrales y sus multinacionales.
La segunda gran crisis de la deuda en los países centrales
En los países más industrializados la deuda también empezó crecer significativamente a partir de la década de los 70, sobre todo después de que EE UU abandonase el patrón oro y la reserva federal, seguida de los bancos centrales de las principales economías, empezasen a generar dinero para estimular la economía tras el fin de los “treinta gloriosos” de la posguerra. Sin embargo, su volumen de deuda pública no empezó a ser un problema hasta que la globalización del capitalismo financiero comenzó a utilizar sistemáticamente la deuda como principal mecanismo de generación de dinero para conseguir tasas de crecimiento aún mayores en base a la especulación financiera.
De este modo, empezaron a financiarse burbujas especulativas de todo tipo (inmobiliarias, tecnológicas, energéticas, alimentos, etc.) que cuando explotaban provocaban profundas crisis económicas debidas al impago de las deudas. Burbujas cada vez más frecuentes, más globales y de mayor volumen que afectan a casi la totalidad de las economías del plantea. La más reciente ha sido la crisis de la deuda desencadenada en 2007 por la quiebra de la burbuja de las hipotecas subprime. Esta crisis provocó la quiebra de muchos bancos financieros y en muchos estados como el español, el gobierno tuvo que endeudarse para rescatar a los principales bancos privados, llevando la deuda pública a niveles nunca antes vistos.
El incremento de la deuda pública debido a la socialización de las pérdidas de la banca y las empresas privadas fue generalizada en casi toda la UE, pero fueron las economías periféricas de la zona euro (España, Italia, Irlanda, Portugal y Grecia) las que tuvieron que ser rescatadas por el Banco Central Europeo (BCE). Como contrapartida, estos estados se vieron obligados a realizar duros recortes en el gasto social y las políticas públicas siguiendo el dictado de los planes de austeridad impuestos desde la Comisión Europea o la Troika. El mayor expolio se ha dado en Grecia, donde los ajustes han supuesto, además de recortes sin precedentes en sanidad, educación y salarios de funcionarios, la privatización de multitud de servicios públicos como el suministro de agua, energía, refinerías, loterías, puertos, minas, e incluso la venta de islas.La historia sufrida por los pueblos de la periferia del Sur se repetía ahora en la periferia del centro, y las mismas recetas de los planes de ajuste estructural de los 80 se repetían ahora en los planes de austeridad impuestos por la Troika. La injerencia cada vez mayor de organismos supranacionales como la Comisión Europea en materias como la política fiscal o presupuestaria de los estados evidencia la pérdida de soberanía de los pueblos de los estados centrales. El caso más humillante se dio de nuevo en Grecia cuando el gobierno de Syriza acepto el rescate de la Troika desoyendo a la mayoría de la población que manifestó rotúndamente su rechazo en un referéndum.
Las futuras crisis de la deuda
Tras la crisis de 2007 numerosos gobiernos anunciaron legislaciones más estrictas para controlar los flujos financieros, y se llegó hablar de refundar el capitalismo, pero lo cierto es que prácticamente nadie ha puesto coto a la desregulación de los mercados financieros y la deuda mundial ha seguido creciendo por encima del PIB, superando ya los 200 trillones de dólares americanos, lo que equivale a casi el triple del PIB mundial. Lo paradójico es que los principales responsables de la crisis han seguido haciendo negocio estos años y no han dejado de aumentar sus beneficios, a costa de cargar el yugo de la deuda sobre los hombros de la/os trabajadora/es y el medio ambiente.
La deuda pública de los Estados centrales ha aumentado hasta niveles insostenibles, y lo más preocupante es que las grandes potencias que han liderado el capitalismo son ahora las más endeudadas, entre ellas EE UU, Japón y la Unión Europea. Todo hace presagiar, si se quiere evitar el impago, que nos esperan décadas de control férreo del déficit mediante nuevos ajustes y recortes, a no ser que algún estado tenga la determinanción para negarse al pago de sus deudas ilegítimas.
Los países de la periferia del Sur, por su parte, se han beneficiado estos años de los bajos tipos de interés tanto en EE UU como en la UE y de la subida de los precios de las materias primas debidos a la alta demanda. Ello les ha permitido reducir sus deudas y liberarse un poco del corsé impuesto por las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs). Sin embargo, mientras sus economías sigan endeudadas y dependiendo de la exportación de materias primas, el riesgo de que los tipos de interés puedan subir o el precio de las materias primas bajar, puede volver a ponerlos contra las cuerdas. Esto está empezando a pasar ya en algunos estados como Venezuela, que han anunciado recientemente la suspensión de pagos, o Argentina, que ha vuelto a aceptar un rescate del FMI sin haber aprendido la lección de su anterior crisis.
En el sistema capitalista, irremediablemente se gestarán nuevas burbujas especulativas para dar salida al dinero que circula en los mercados financieros
Mientras tanto, por la propia lógica de acumulación del sistema capitalista, que necesita de un crecimiento económico continuado para sostenerse, irremediablemente se gestarán nuevas burbujas especulativas para dar salida al enorme volumen de dinero que actualmente circula en los mercados financieros. Algunas de ellas ya han comenzado a crearse durante la última crisis, como es el caso de las criptomonedas, las materias primas escasas (lítio, uranio, fosfatos, oro o incluso alimentos básicos), las redes sociales, el suelo, o la compra de títulos de deuda de economías emergentes como la de China. El calentamiento de estas burbujas dará lugar a una nueva fase de expansión y euforia en los mercados, aumentando de nuevo el endeudamiento. Y su posterior pinchazo, a otra fase de de recesión y crisis de deuda. La profundidad de estas crisis futuras dependerá del volumen de las burbujas, pero observando la evolución de las burbujas del último siglo, los ciclos de expansión-recesión cada vez tienden a ser más frecuentes y de mayor magnitud.
En principio nada podría poner límites a un crecimiento económico fundado en la emisión de deuda y en la confianza de los inversores. Sin embargo, no podemos olvidar que en última instancia, son los bienes tangibles y servicios de la economía física productiva, los que permiten mejorar nuestras condiciones de vida, y hoy por hoy, estos son incapaces de sostener los frágiles cimientos de la confianza en los que se fundamenta la desproporcionada pirámide del crecimiento de la economía financiera.
Crisis financiera
Las crisis (de deuda) que vienen
Llamamiento al no pago
En el último medio siglo la deuda se ha convertido en el principal instrumento del capital para seguir manteniendo un crecimiento económico irreal y para someter a los pueblos de la periferia del sistema a sus intereses. Una periferia que se extiende cada vez más y que ya no es geográfica sino socioeconómica, separando al 1% que se beneficia del capitalismo financiero del 99% que lo sufre. Una periferia que esconde, a su vez, otras periferias, porque la deuda somete más a los más pobres y sobre todo a las mujeres, pues son estas las que más han sufrido las políticas de austeridad.
En el último medio siglo la deuda se ha convertido en el principal instrumento del capital para seguir manteniendo un crecimiento económico irreal
El sistema deuda se ha ido apropiando poco a poco de la soberanía de los pueblos, dejando democracias de paja que bailan al son de los mercados financieros. Para recuperar la soberanía, es imprescindible acabar con el sistema deuda, y ello sólo lo puede lograr la ciudadanía organizada, ya que los actuales gobiernos están secuestrados por el propio sistema.
Afortunadamente, en los últimos años cada vez hay más voces críticas con este modelo injusto y han surgido distintas plataformas como la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD) que plantean la realización de auditorías ciudadanas como instrumento de empodaremiento de las poblaciones para identificar las deudas ilegales o ilegítimas y la posterior suspensión unilateral de su pago. No cabe duda de que el no pago de estas deudas ilegítimas supondría un duro revés para la banca y los grandes fondos buitre que hasta ahora han tenido sus espaldas cubiertas por los estados, obligándoles a ser mucho más cautos y prudentes en sus inversiones.
Como diría el visionario Thomas Sankara, ¡NO DEBEMOS, NO PAGAMOS!
Sankara se enfrentó abiertamente al Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la década de los 80, denunciando cómo sus préstamos a los países periféricos (la mayoría antiguas colonias de Asia, África y América Latina) lejos de buscar su desarrollo, estaban sirviendo para perpetuar la sumisión colonial a los intereses de las potencias imperiales neoliberales. Sus políticas precisamente se centraron en evitar toda ayuda externa, intentando reducir la deuda que él calificó como odiosa, para evitar las imposiciones externas de estas Instituciones Financieras Internacionales (IFIs). Para conseguir la autosuficiencia estatalizó todas las tierras y recursos naturales del país, realizó una reforma agraria para acabar con la hambruna y dio prioridad a la educación como único camino hacia la verdadera emancipación de su pueblo.
Crisis financiera
Cuenta atrás hasta la próxima crisis
El 15 de septiembre de 2008, el gigante financiero estadounidense Lehman Brothers quebró. Diez años después, la regulación financiera no ha cambiado mucho y las nuevas señales económicas parecen indicar que un nuevo capítulo en la historia de las crisis está por llegar.
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