La ocupación del esperpento

Esta obra tiene como escenografía un bonito país ocupado, con mucha costa. A lo lejos se puede observar lo que parece una planta de extracción de algún tipo de mineral, y en la zona que representa el mar, numerosos barcos de pesca (ilegales).
Mujeres saharauis 1
Brigadistas Dos mujeres saharauis, vestidas con melfas, ven atardecer en El Aaiún
18 may 2021 12:59

Entras en la sala, las luces se apagan y se abre el telón, comienza el espectáculo.

De escenografía un bonito país ocupado, con mucha costa; por la iluminación se nota que tiene un clima idílico y una zona de desierto. A lo lejos se puede observar lo que parece una planta de extracción de algún tipo de mineral, como podrían ser los fosfatos, y en la zona que representa el mar, numerosos barcos de pesca (ilegales).

Impreso en el programa, el dramatis personae:
- Mina Baali: mujer, activista saharui, colocó cinco banderas en la azotea de su casa y gritó consignas de libertad por un altavoz.
-Babozid Lbaihi, Salek Babir, Khalid Boufrioua: hombres, saharauis, visitaron y apoyaron a una activista y su familia.
- Sultana Khaya: mujer, saharaui, sube cada día a la azotea de su casa con unas banderas y acompañada de los anteriormente citados.
- Hakim Aamer, policías, paramilitares, colonos: pegan, maltratan, agreden, amenazan, insultan.

Como en cualquier representación, hay protagonistas y antagonistas; los protagonistas se han convertido a sí mismos en antagonistas.

En la historia que nos ofrece esta obra de teatro, que lleva en cartelera meses, se narra cómo un grupo de señores, policías, paramilitares, se dedican a maltratar a otros. Y uno puede llegar a pensar: “igual los otros han hecho algo grave”, pero no

No es este un espectáculo de alfombra roja, de grandes artistas en los papeles principales y de una banda sonora de las que emocionan, pero sí de las que estremecen.

Es de esas producciones en las que se dice que los secundarios lo hacen tan bien que destacan por encima de los protagonistas y eso los convierte en los favoritos de los espectadores.

En la historia que nos ofrece esta obra de teatro, que lleva en cartelera meses, se narra cómo un grupo de señores, policías, paramilitares, escoria se dedican a maltratar a otros. Y uno puede llegar a pensar: “igual los otros han hecho algo grave”, pero no, aquí es cuando entra el factor del esperpento, conforme avanza la representación, vemos que los antagonistas son maltratados, golpeados, detenidos y retenidos por cosas “tan graves” como poner unas banderas en la azotea de sus viviendas, o por ir a visitarse los unos a los otros.

Los protagonistas, a los que a partir de ahora denominaremos los matones, consideran que son de suma gravedad tales actos, como para que los antagonistas, a los que llamaremos los valientes, reciban severos castigos.

Con el argumento servido, los personajes y su breve descripción, cualquier espectador tacharía de esperpéntico el comportamiento de los protagonistas —los matones— a los cuales llega a enervar tanto una bandera ondeando que los límites del absurdo y la atrocidad se empiezan a desdibujar y a mezclarse, y es cuando la obra pasa a convertirse en una tragedia; es entonces cuando tres chicos son sometidos a palizas y torturas y abandonados en mitad del desierto, es cuando a Sultana Khaya y a todos los miembros de su familia los amordazan y les roban todas sus pertenencias, dejando de regalo amenazas de muerte, es cuando entran en casa de Mina Baali a la fuerza en repetidas ocasiones.

Pero sobre todo, es entonces, cuando los antagonistas, que solo gritan y reclaman: “Libertad” y mueven la bandera de su patria en una azotea, pasan a ser los principales personajes de la función, esos de los que todos se enamoran, esos que nunca quieres que se vayan de escena, de los que piensas: “quiero ser como ellos” y de los que consiguen que miles de voces por todo el planeta, tengan sus fotos, sus vídeos y sus palabras en su memoria, y las repitan hasta la saciedad. Son esos que le dan la vuelta a la historia y ponen la justicia en el lugar más alto, allí donde ondea la bandera, porque la absurdez y el ridículo de los matones, no tiene fuerza, y cuando un personaje no la tiene, los espectadores dejan de mirarlo.

Por cierto, se nos olvidaba, como director del espectáculo: la ONU, que como viene siendo costumbre no hace nada, aunque a escondidas le da indicaciones a los matones; pero los antagonistas se los comen en este espectáculo, porque son los que no tienen que interpretar, los que llevan la valentía, la dignidad y la libertad corriendo por las venas.

Se baja el telón (silencio de la comunidad internacional).

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