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Estados Unidos
La bestia estadounidense: la imposibilidad de un tercer partido
Una decisión entre no votar, votar por un tercer candidato que no tiene posibilidad de ganar, votar por un hombre casi fascista, o votar por un hombre de derechas disfrazado como alguien del centro izquierda. ¿Se puede llamar a esto democracia?
La primera decepción democrática que vives votando en las elecciones generales estadounidenses es que solo hay dos opciones: Republicano o Demócrata. Votar por cualquier tercer partido es “regalar” tu voto al otro extremo. Admitir que hayas votado a un tercer partido significa aguantar expresiones de incredulidad o desaprobación, salvo si estás hablando con los pocos radicales e idealistas que existen en Estados Unidos. Por eso, 20 años después, todavía existe odio en el Partido Demócrata hacia el candidato bisagra activista, Ralf Nader, por “robar” votos de Al Gore en las elecciones de 2000 en el Estado de Florida. Por supuesto, el propio Partido Demócrata evita explicaciones sistémicas de la derrota, como el hecho de que si hubieran hecho un recuento lícito y completo Gore hubiera ganado Florida y consecuentemente la presidencia. Pero explicaciones sistémicas, de manera teleológica, implican una crítica de las estructuras de poder y la influencia del dinero que las mantienen. Y los dos partidos están de acuerdo en no hacer mención de ello.
Digo todo esto porque, de nuevo, los estadounidenses se presentan ante solo dos candidatos viables para la elección general en noviembre: Joe Biden —cabe recordar que la candidatura de Biden por el partido Demócrata no es segura, pero sí muy probable— y Donald Trump. Entonces, en la elección que el propio Noam Chomsky llama “la elección más crucial en la historia de la humanidad, literalmente” hay dos opciones: un hombre blanco, senil, racista, sexista, mentiroso patológico, neoliberal con acusaciones de acoso sexual fundamentadas contra él o un hombre blanco, senil, racista, sexista, mentiroso patológico, neoliberal con acusaciones de acoso sexual fundamentadas contra él.
Hay dos opciones: un hombre blanco, senil, racista, sexista, mentiroso patológico, neoliberal con acusaciones de acoso sexual fundamentadas contra él o un hombre blanco, senil, racista, sexista, mentiroso patológico, neoliberal con acusaciones de acoso sexual fundamentadas contra él
Ya sabemos que Trump es todo lo mencionado. Mediante la cobertura electoral de este otoño, pronto recordaremos que Biden también. Esta no es la primera vez que Biden se ha presentado como candidato presidencial. De hecho, en 1987 Biden se vio obligado a retirar su candidatura porque se publicó en la prensa que no solo plagió un discurso del político británico Neil Kinnock, sino que también exageró su expediente académico. Más de tres décadas después Biden sigue mintiendo, desde mentiras ridículas, como la que dijo recientemente al declarar que fue detenido por la policía del Sudáfrica cuando intentó infiltrarse en la cárcel de Nelson Mandela, hasta mentiras peligrosas y siniestras como las que dijo durante su último debate con Bernie Sanders, afirmando que él nunca había abogado por recortes a la seguridad social como senador. Su peor mentira, seguramente, es que él estaba en contra de invadir Iraq desde el principio. En realidad, Biden era uno de los defensores acérrimos de la guerra: un regalo a Bush y Cheney del “centro izquierda”. O, pensándolo bien, tal vez lo peor es que él nunca estuvo en contra del “mandatory busing”, una política del gobierno federal de los 70, basado en una sentencia de la Corte Suprema, que obligaba a los Estados a llevar niños negros de escuelas de facto o de jure negras —normalmente de baja calidad— a “escuelas blancas” y viceversa. Biden trabajó para frustrar este proceso durante años.
Merece la pena hablar del pasado político de Biden no solo por lo que él intenta ocultar, sino también por las cosas que hizo con gusto, como la ley sobre el crimen de 1994 que Senador Biden ayudó redactar, la cual aceleró el encarcelamiento masivo de gente, desproporcionadamente, de la población no blanca, especialmente afroamericana. O su apoyo a revocar la directiva Glass-Steagall, que separó la banca comercial de la banca de inversión, la cual pudiera haber ayudado en la prevención de la crisis económica de 2008. Y no podemos olvidar de la manera machista que Biden, siendo presidente del Comité Judicial del Senado, manejó las audiencias del senado sobre acusaciones de acoso sexuales de Anita Hill contra el candidato a la Corte Suprema, Clarence Thomas. Asimismo, animo a todos investigar el papel que Biden jugó en las reformas del estado de bienestar de 1996 o en la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Por tanto, no es exagerado decir que el elemento unificador de su larga carrera política ha sido apaciguar a la derecha.
¿Se puede llamar esto democracia? Una decisión entre no votar, votar por un tercer candidato que no tiene posibilidad de ganar, votar por un hombre casi fascista, o a un hombre de derechas disfrazado como alguien del centro izquierda. Y si estás realmente interesado en mandar un mensaje con tu voto, no votar puede llegar a plantearse como una opción no real en un país que registra una de las tasas más bajas de participación electoral en el mundo industrial. O sea, no votar no es una acción de protesta como pudiera serlo en otros países.
Por supuesto, hay otros Estados en el mundo con sistemas bipartidistas ya puestos —España— por la mayor parte de su democracia moderna hasta hace poco. Las diferencias más significativas de los Estados Unidos y otros países con sistemas democráticos representativos son tres. Para empezar, los Estados Unidos es uno de los pocos países que requiere que terceros partidos cumplan tecnicismos extensos que los propios partidos gobernantes no tienen que hacer. En segundo lugar, los terceros partidos de EE UU están excluidos de los debates presidenciales porque los Republicanos y los Demócratas gobiernan la ONG privada que controla los debates. Finalmente, tenemos un sistema electoral en EE UU realmente pésimo, con manipulaciones inconstitucionales de las fronteras de distritos electorales, sistemas electorales de escrutinio mayoritario uninominal donde el ganador lleva toda la representación (winner-take-all), supresión del voto de una parte de la población a través de mecanicismos racistas y clasistas, y máquinas electrónicas vulnerables a la piratería y el mal funcionamiento. Así, que un tercer partido pueda ganar una elección federal es sistémicamente imposible.
Por eso, Bernie Sanders, un independiente toda su carrera política, tuvo que hacer sus campañas presidenciales como parte del Partido Demócrata, aunque el propio partido se mostró dispuestos a arriesgar todo para prevenir su nominación. Algo que el partido ha hecho varias veces durante el siglo pasado con otros candidatos como Sanders (por ejemplo, Henry A. Wallace en 1944 y Jesse Jackson en 1988) que representaban una amenaza al poder corporativo. Es decir, un candidato reformista no sólo no puede presentarse como candidato de un tercer partido, sino que no puede presentarse dentro de los dos partidos sin arriesgarse a que su campaña sea saboteada desde dentro de su propio partido.
Estados Unidos
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El presidente de Estados Unidos ha acelerado su agenda política durante la etapa del covid-19. Cierre de fronteras, manipulación del censo, aislacionismo y regates a la justicia forman parte de esa agenda.
La paradoja electoral estadounidense
Cuatro años más de Trump significará la continua degradación de la infraestructura política de EE UU, como su decisión en 2018 de desmontar la directiva de seguridad nacional encargada de la prevención de pandemias o su negativa constante a obedecer directivas del Congreso. Su relección significará más regalos y rescates corporativos, subsidios a los combustibles fósiles, un debilitamiento de la supervisión corporativa, una política exterior violenta y nacionalista, un aumento exponencial en los niveles de pobreza ya asombrosos en EE UU (casi 50%), salud privada inasequible, etc. Con una presidencia de Biden podemos esperar una leve mejoría. Tal vez Biden revocaría los recortes de Trump de la agencia para la protección del medio ambiente, de los vales de comida, y seguro, él financiaría de nuevo la Organización Mundial de la Salud. También Biden detendría la rápida avalancha de la administración Trump de nombrar a más jueces de la ultraderecha en los tribunales de apelación en todo el país.
Biden continuará el trayecto neoliberal de Clinton y Obama: regalos y rescates corporativos, subsidios a los combustibles fósiles, un debilitamiento de la supervisión corporativa y una política exterior violenta y nacionalista
Sin embargo, basado en su historial y sus discursos, Biden continuará el trayecto neoliberal de Clinton y Obama: regalos y rescates corporativos, subsidios a los combustibles fósiles, un debilitamiento de la supervisión corporativa, una política exterior violenta y nacionalista, un aumento exponencial en los niveles de pobreza ya asombrosos en EE UU, etc. Incluso durante la pandemia actual, Biden ha dicho varias veces que vetaría cualquier ley hecha por el Congreso estipulando salud universal y gratuita. O sea, Biden y Trump serían iguales en todo menos en grado y velocidad.
Siendo así, ¿cuál es mejor? Votar por Trump, Biden, o un tercer candidato resultaría en lo mismo: la continuación de la toma corporativa de las instituciones estadounidenses que aumentaría el sufrimiento de la población estadounidense y, siendo un país con una política exterior militar y agresiva, en el mundo en general. El establishment demócrata, e incluso intelectuales de la izquierda como Chomsky, están reunidos tras Biden. Para ellos, lo más importante es sacar Trump de la oficina: él es una amenaza existencial a la democracia americana. Desde mi perspectiva, no estoy convencida que esto fuera lo mejor a largo plazo.
¿Por qué? A diferencia del Partido Demócrata y la mayoría de los medios de comunicación en EE UU, no creo que Trump sea una aberración política. Él es el producto de un partido Republicano depravado, un partido Demócrata comprado, la toma corporativa gradual de las instituciones americanas, y un legado no abordado de racismo y sexismo en EE. UU. Entonces, no creo que las cosas vuelvan a una “normalidad” cuando él se vaya de la oficina. Tampoco creo que debamos esperar un regreso a cómo eran las cosas antes. La situación en EE UU era inaceptable antes de Trump: niveles de pobreza, desigualdad, y deuda en el país más rico en la historia del mundo solo rivalizados por países de bajo ingreso, un sistema que mata a “black and brown people” con impunidad, más gente per cápita encarcelada que cualquier otro país, más de medio millón de personas sin techo, casi 40.000 mil muertos por armas cada año, y la lista podría continuar por páginas. Todas señales de un imperio en camino a la decadencia.
El respirador artificial del capitalismo
Tanto la activista y filosofa marxista, Rosa Luxemburgo, como el presidente burgués, Franklin D. Roosevelt, dijeron que las reformas sociales no implican una intrusión al sistema capitalista, sino su supervivencia. Cuando los ciudadanos empiezan a mostrar inquietud con la desigualdad o sus propias circunstancias limitadas, se usan las reformas sociales para pacificar la población antes de se forme una resistencia real al sistema capitalista y revocarlas en el futuro cuando nadie esté mirando. Los últimos cien años de historia en EE UU es un ejemplo perfecto de esto.
Biden prolongaría la vida del imperio con reformas graduales simbólicas mientras que, si no comienza una guerra nuclear, Trump empujaría ciegamente adelante hacia el abismo como está haciendo ahora
Tal vez, se pueda decir que esta es la diferencia más importante entre los Demócratas y los Republicanos desde la presidencia de Nixon. Los Demócratas no han perdido de vista el hecho de que la clase trabajadora solo aceptará los excesos del capitalismo hasta cierto punto antes de comenzar a movilizarse. O sea, Biden prolongaría la vida del imperio con reformas graduales simbólicas mientras que, si no comienza una guerra nuclear, Trump empujaría ciegamente adelante hacia el abismo como está haciendo ahora. Muchas personas alrededor del mundo sufrirían con un segundo mandato de su administración. Pero en un momento crucial como éste, con la crisis climática llegando a un punto crítico en pocos años, tenemos que pensar en cómo va a ser el mundo en 50 años, no solo cómo va a ser EE UU en cuatro años. Y sé que el mundo se beneficiaría de una disminución de la hegemonía estadounidense neoliberal.
Cuando le preguntaron a Biden qué haría él cómo presidente sobre el cambio climático en su debate contra Sanders, en vez de nombrar explícitamente lo que tenemos que hacer en EE UU para reducir nuestras emisiones de combustibles, él habló de cómo castigaría financieramente a otras naciones que no redujesen sus huellas de carbono. Es cierto que hoy en día China es el mayor emisor de CO2. No obstante, históricamente, EE UU ha emitido más gases de efecto invernadero que cualquier otro país. O sea, somos el país con más responsabilidad con la crisis existente. En vez de tomar esta responsabilidad y reconocer los hechos, Biden eligió hablar de cómo forzaría el resto del mundo, que nunca ha consumido recursos como nosotros, a reducir sus huellas de carbono. Además, Biden ha afirmado que no apoyaría a un Green New Deal, tal vez la única manera que un país puede combatir el cambio climático lo suficientemente rápido de una manera equitativa. ¿Esto es lo que podemos esperar de “la izquierda”? ¿Esto es lo mejor que EE UU puede dar al mundo?
Hay una crisis de representación electoral y de las consecuencias de una economía neoliberal en muchos países del mundo. La diferencia de ellos y de EE UU es que disponemos de demasiado poder militar y económico. Los resultados de las elecciones federales en EE UU tienen reverberaciones por todo el mundo. ¿Es hiperbólico decir que lo mejor que EE UU puede hacer por el mundo es dejar el imperio auto implosionar? Por otra parte, en un país con tantas armas, desinformación (Fox News), aduladores de Trump, fanáticos de la religión, y desesperación económica, quizás, de los escombros de las instituciones estadounidenses se forme una sociedad aún peor, como el estado distópico de Gilead de Margaret Atwood en El cuento de la criada. ¿Quién sabe? Yo no. Ni siquiera sé que voy a hacer en noviembre. Solo comparto algunos pensamientos delirantes desde adentro de la bestia estadounidense.
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Este artículo es una traducción de otra publicación? Si es así, ¿puede alguien enlazar a la fuente?
Por cierto, excelente artículo, gracias por traducirlo y compartirlo/publicarlo
Mmm... No sé, pero el demócrata Obama tiene a día de hoy el récord de países bombardeados durante los años en que fue presidente. Ningún otro presidente estadounidense en la historia bombardeó tantos países como él. Por lo tanto, no sé quién es peor realmente. Aunque parece que no es algo exclusivo de los EEUU
Estamos a merced del enorme sistema de gobierno federal aqui en EEUU. Donde esta la esperanza? Esto es inevitable como una parte de la condiciona humana? Para mi, me gusta pensar en la comodidad de las comunidades pequenas donde vivimos. No creo en la reforma universal de capitalismo, pero de las personas vivas en mi comunidad, yo creo que podemos siguir juntos.
Volverá a ganar Trump... Pero no olvidemos que es una consecuencia.
La Convención Demócratade Milwokee va a estar calentita y es muy posible que la élite demócrata se la juegue a la plataforma de Bernie Sanders. La única posibilidad, es que después de que le timen, Sanders retire sus delegados y su movimiento para crear un 'ticket' Green/DSA o DSA/Green, con el previsible Candidato Jesse Ventura @GovJVentura junto con la Senadora conductora del movimientpo @notmeus Nina Turner @ninaturner.