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Etiopía
Sobre el genocidio en Tigray
El 3 de noviembre del 2020 el Gobierno etíope lanzó una ofensiva militar en respuesta a un presunto ataque por parte del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF, en sus siglas en inglés) a una base militar situada en Tigray, al norte del país. Desde entonces Etiopía se encuentra sumida en una guerra civil atroz que enfrenta, por un lado, las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía, las Fuerzas de Defensa de Eritrea, grupos paramilitares y milicias de la región vecina de Amhara y, por otro, las Fuerzas de Defensa de Tigray.
Se han confirmado numerosos crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, limpieza étnica e incluso claros indicios de genocidio contra la población de Tigray. Las tropas etíopes y eritreas han violado a mujeres y niñas en Tigray. La violación de mujeres no es algo puntual en esta guerra, de hecho, la violación se ha utilizado como arma de guerra. Han violado sistemáticamente con la intención de deshumanizar, humillar y subyugar a sus víctimas.
Las víctimas de esta violencia sexual de género son miles de mujeres, posiblemente superando con creces las cifras oficiales, dado que la mayoría de los casos de violación no son denunciados por el estigma que producen, la falta de investigación y la impunidad
Una sobreviviente de estos ataques contó cómo los soldados etíopes la violaron frente a sus propios familiares y le insertaron una varilla de metal ardiente en su vagina diciendo que “un útero tigré nunca debe dar a luz”. A otra sobreviviente que llegó inconsciente al hospital, después de haber sido violada en grupo durante varios días, sus verdugos le rellenaron la vagina con condones usados, piedras y clavos, según un video visto por la CNN y el testimonio de uno de los médicos que la atendieron. En un caso similar, una niña perdió la mano defendiéndose de un soldado que intentó violarla. Muchas supervivientes cuentan cómo los soldados les dijeron que las estaban violando con la intención de limpiarles la sangre. La lista de horrores es interminable. Las víctimas de esta violencia sexual de género son miles de mujeres, posiblemente superando con creces las cifras oficiales, dado que la mayoría de los casos de violación no son denunciados por el estigma que producen, la falta de investigación y la impunidad.
Las ejecuciones de civiles y las masacres también han sido una práctica común de las tropas etíopes y eritreas. Solo en la ciudad de Axum, los soldados eritreos mataron a cientos de civiles entre el 28 y el 29 de noviembre de 2020. “La ejecución masiva de civiles en Axum puede constituir crímenes de lesa humanidad”, concluyó Amnistía Internacional. Otro elemento importante es el uso del hambre como herramienta de guerra, no solo el gobierno etíope está bloqueando la entrada de ayuda humanitaria, sino que también las fuerzas gubernamentales han quemado cultivos y saqueado graneros, dejando al 90% de la población de Tigray al borde de la inanición.
El desplazamiento forzado de casi un millón de personas de sus hogares, las detenciones en campos de concentración por parte de grupos paramilitares de la región vecina de Amhara han llevado a una limpieza étnica en el oeste de Tigray. No solo los tigré que habitan en Tigray están sufriendo estos desgarradores sucesos, sino también los tigré que viven en otras partes de Etiopía. Sus cuentas bancarias han sido congeladas, sus negocios cerrados y recientemente arrestados en masa, incluso en Addis Abeba, la capital de Etiopía.
Gran parte de la diáspora etíope y eritrea se ha estado manifestando en las capitales europeas y Washington DC. Los que viven en Madrid no iban a ser la excepción. Así que, tuvieron su manifestación el pasado 6 de diciembre. En principio, alguien que pasease aquel día por Madrid y viera la manifestación podría pensar que era para condenar todas las atrocidades antes mencionadas, pedir paz y justicia para todas las víctimas, pero no lo era. Era para pedir más guerra y más sufrimiento en nombre de Etiopía. Era para exigir a los países occidentales, principalmente la Unión Europea (UE) y Estados Unidos (EE. UU) que miren para otro lado. Cualquiera que exija la resolución del conflicto a través del diálogo y la reconciliación nacional es considerado enemigo de Etiopía. Un patriotismo rancio y una propaganda fascista, digna del mismísimo Mussolini, invaden Etiopía disfrazados de panafricanismo y antiimperialismo. Pero, ésta no es una guerra anti-neocolonialista. Es una guerra genocida entre africanos, de hecho, son los hijos y las hijas de Etiopía los que están enfrentados.
El panafricanismo comienza en todas las casas africanas, promueve la hermandad africana y defiende los derechos de los africanos. Es difícil para Etiopía, incapaz de resolver sus conflictos internos, abrazar la voz panafricanista
El panafricanismo comienza en todas las casas africanas, promueve la hermandad africana y defiende los derechos de los africanos. Es difícil para Etiopía, incapaz de resolver sus conflictos internos, abrazar la voz panafricanista. Exigir que la comunidad internacional no interfiera en los asuntos internos mientras masacra a su propia población con drones chinos, turcos y emiratíes es una insensatez. Prohibir la presencia de medios internacionales, negarles el acceso al país y criminalizarles con hashtags como “CNNisFakeNews” no es un ejercicio antiimperialista, es simplemente antidemocrático y totalitario. Lanzar mensajes de amor a la patria mientras se criminaliza y persigue a vecinos no ayuda a Etiopía. Los llamados patriotas, instigadores de todo esto, son los que finalmente romperán el país porque su discurso polariza, siembra el odio y divide. Una vez que la confianza y el tejido social se rompen, el fracaso de una nación y su consecuente tragedia humana es inminente.
Incluso cuando suenan las advertencias de un genocidio en curso, la comunidad internacional ha hecho muy poco para cumplir con su responsabilidad de proteger nada más allá de expresar interminables “preocupaciones por el conflicto”. Esta flagrante falta de actuación ha acabado apuntalando la impunidad y el fascismo, que ahora ha salido a las calles de Madrid. España como miembro de la Unión Europea y país democrático debe reivindicarse para defender los Derechos Humanos. Debemos estar del lado de la justicia exigiendo más acciones y hacer que el Primer Ministro etíope, ganador del Premio Nobel de la Paz, rinda cuentas. La UE y los EE. UU no deben dejarse intimidar por el gobierno etíope y sus manifestantes belicistas, sino que deben tomar medidas decisivas si quieren parar una tragedia humana. El lema de ‘nunca más’ debe cumplirse para detener un genocidio que se desarrolla en pleno siglo XXI.