Europa
Armenia y Azerbaiyán pactan un alto al fuego pese al polvorín avivado por Turquía

La tensión en el Cáucaso Sur por la República de Artsaj intenta apaciguarse aunque sin llegar a una resolución estable, después de dos semanas de ataques, al menos 300 víctimas mortales y decenas de miles de desplazados.

nagorno
Voluntarios armenios movilizados. Foto: Tatev Hakobyan

Que una disputa sea centenaria no la hace menos mortífera. Es la conclusión a la que se llega tras ver los datos, las fechas y los continuos enfrentamientos entre Armenia y Azerbaiyán por la República de Artsaj o como se conoce internacionalmente, los Altos de Karabaj o Nagorno Karabaj, en ruso. Muchos nombres para la misma parcela de tierra y que son un reflejo de la disputa: una zona del Cáucaso menor que se encuentra entre lo que hoy conocemos como Armenia y Azerbaiyán.

Una zona con mayoría armenia pero que cuando se diluyó la URSS quedó anexionada a la República Democrática de Azerbaiyán. Algo que no era un problema durante el control soviético, levantó los fantasmas del pasado en las recientes fronteras. Los ecos del genocido armenio por parte de Turquía en 1915 y su buena relación con la nueva Azerbaiyán fueron el detonante para que los pobladores de la región en disputa pidieran decidir sobre su futuro.

Su parlamento decidió y su población ratificó en un plebiscito ser una república y formar parte de Armenia. En 1991, en plena guerra. Algo que añadió más fuego a la llamada Guerra del Nagorno Karabaj, que acabó en 1994. Pese a su oficioso cese de hostilidades, la República de Artsaj quedó en un limbo al ser ya de facto independiente, pero no reconocida por ningún Estado.

No es de extrañar que los armenios comenten de forma normalizada que cada generación irá a la guerra. Desde que en  1994 terminara la Guerra del Nagorno Karabaj, ha habido numerosos enfrentamientos

Ese cierre en falso en 1994 —donde no se firmó la paz, si no un simple alto el fuego— está detrás del reciente estallido del conflicto de nuevo. Por eso no es de extrañar que los armenios comenten de forma normalizada que cada generación irá a la guerra. De 1994 aquí ha habido numerosos enfrentamientos: desde momentos de tensión puntual, hasta la ‘Guerra de los seis días’ en 2016. Pero desde los 90 no se veía una escalada de violencia como la que estamos viendo desde el 27 de septiembre de este año.

De hecho, en Armenia se ha llamado ya a la movilización general, algo que no se hizo ni en el 2016. Esto significa que tanto las mujeres —que no tienen servicios militar obligatorio— como los armenios en la diáspora están volviendo a defender Artsaj. “Sin Artsaj no hay Armenia, así de importante es la cuestión de su defensa”, comenta Heghine Aleksanyan, original de Ereván (capital de Armenia) e inscrita como voluntaria para ir a combatir cuando la llamen.

Como ella son miles las mujeres que se han preparado para ir al frente o que instruyen a más civiles voluntarios. “Artsaj es importante porque es el hogar de las personas que viven aquí, y esas personas no quieren dejar sus casas”, explica para El Salto Areg Balayan, fotógrafo que actualmente está en la capital de la zona disputada, Stepanakert. “Todos los antepasados de estas personas —continúa—, sus cementerios, sus recuerdos, sus casas familiares... todo está aquí, y por eso es importante. Tiene un enorme valor cultural e histórico”. “Nadie va obligado, es más: la gente se ofende cuando se les prohíbe combatir y tratan de violar la prohibición”, comentan desde la embajada de Armenia en Madrid. “Por eso Artsaj es invencible”.

Son miles las mujeres que se han preparado para ir al frente. “Artsaj es importante porque es el hogar de las personas que viven aquí, y esas personas no quieren dejar sus casas”

 Desde la prensa occidental, el acceso a cubrir este conflicto es Armenia, ya que Azerbaiyán dificultó mucho la entrada por sus fronteras desde el principio. “Bakú (capital azerí) me planteó de una manera semi oficial la posibilidad de cubrir el conflicto desde su lado. Hice varias preguntas sobre a dónde podría ir, cómo sería, el grado de seguridad que tendría, si podría ser detenido al haber estado antes en la República de Artsak. Al final quedó en nada”, comenta el reportero español, Pablo González, que llega desde el segundo día en el frente de la zona independiente.

Llueve sobre mojado

Como en otros inicios de guerras, los dos bandos se echan la culpa de haber dado el primer paso. Desde Azerbaiyán culpan a Armenia de haber ocupado la franja de territorio que comunica Artsaj con Armenia, mientras que desde el gobierno de Ereván dicen que Bakú está tensionando las relaciones desde julio, con los ejercicios militares con las fuerzas armadas turcas que derivaron hacia un choque con las armenias que acabó con la vida de 16 soldados. Algo que provocó que miles de azeris salieran a la calle pidiendo que se tomara el control de la república independiente.

Pero los contendientes no solo se miran de frente, si no que miran a un vecino con muchos intereses en juego: Turquía. “Es una cuestión étnica, fundamentada en el panturquismo, un movimiento que surgió allá por 1880, que consistía en unificar cultural y políticamente a todos los pueblos túrquicos. ¿Y qué ocurre? Que Armenia es una molestia, un impedimento para llevar a cabo esa fantasía”, reflexiona la periodista armenia afincada en Madrid Luiza Grigoryan Ghimoyan. “(Recep Tayyip) Erdogan —presidente de Turquía— no puede alcanzar su soñado Imperio Otomano porque estamos en medio. Por eso, su intención es continuar con el genocidio que iniciaron en 1915”.

Entre un millón y medio y dos millones son las víctimas que se calculan de este terrorífico hito histórico. 300.000 son las víctimas mortales que registró la Guerra del Nagorno Karabaj a finales del pasado siglo. Unas 300 muertes ya se han producido en el enfrentamiento de las últimas dos semanas. “Unas 75.000 personas, cerca de la mitad de la población que viven en Artsaj, han tenido que abandonar su país y se han convertido en desplazados”, cifran desde la embajada armenia, que aseguran que muchos de los refugiados han emprendido viaje hacia Ereván.

La implicación de Turquía no se ha negado en ningún momento: el mismo 28 de septiembre, Erdogan llamada a “acabar con la ocupación armenia de esta zona”

La implicación de Turquía no se ha negado en ningún momento: el mismo 28 de septiembre, Erdogan llamada a “acabar con la ocupación armenia de esta zona”, al día siguiente un caza turco derribó otro de la aviación armenia cerca de Vardenis y son continuos los vuelos de los F-16 turcos que violan el espacio aéreo armenio. Solo este mismo viernes, Turquía parece haber frenado prometiendo que no se involucrará en el conflicto a menos que lo hagan terceros.

La guerra dialéctica es tan fuerte como la armada. El Gobierno de Ereván, además de movilizar a toda su población, pide el compromiso de la comunidad internacional para acabar con los ataques y advierte de que Turquía está llevando al frente “mercenarios terroristas”. Una acusación que se vio verdadera en el norte de Siria, en las incursiones en la zona autónoma de Rojava con ex combatientes del Isis.

También se vio como la comunidad internacional no actuó, por eso no extraña que el presidente armenio, Nikol Pashinian, advirtiera que si Europa decide ignorar la amenaza “Turquía acabará en Viena”. Una llamada a la que respondió de forma contundente Francia —donde vive la mayor parte de la comunidad armenia en el extranjero— y Rusia, donde desde este viernes han iniciado las conversaciones de paz. Invitados por el presidente ruso, Valdimir Putin, los ministros Zohrab Mnatsakanian (Armenia) y Ceyhun Bayramov (Azerbaiyán) tienen diferentes objetivos respecto a la visita a Moscú. Unas conversaciones que se producen sin que los bombardeos y ataques hayan parado.

Para no cambiar su tono beligerante, el presidente azerí, Ilham Aliev, aseguró en prime time televisivo que daban “una oportunidad a Armenia de solucionar el conflicto pacíficamente”. “La última oportunidad”, puntualizó, a la vez que advertía: “Regresaremos de todas maneras a nuestras tierras”. De momento, el alto el fuego pactado entró en vigor a las diez de la mañana de este sábado 10 de octubre aunque solo el tiempo dirá si se convertirá rápidamente en papel mojado como los anteriores ante la falta de una solución definitiva sobre la región de Artsaj.

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