Feminismos
La Biblioteca de Mujeres sigue luchando por un espacio propio

Tras años de reuniones, encuentros y promesas incumplidas por parte de distintas administraciones públicas, los más de 30.000 libros reunidos por Marisa Mediavilla continúan a la espera de disponer de una ubicación.
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En 2025 la Biblioteca de Mujeres cumplirá 40 años gracias a la iniciativa, y todavía al cuidado, de Marisa Mediavilla. David F. Sabadell
22 dic 2024 08:00

En 2018 una noticia saltó a los medios, aunque la bibliotecaria y documentalista Marisa Mediavilla, la interesada principal, ni siquiera contaba con dicha información. Tras desalojar el Centro Social Okupado ‘La Ingobernable’, en pleno paseo del Prado, distintos medios anunciaban que la Biblioteca de Mujeres (BdM) pasaría a instalarse en esa ubicación y los 30.000 fondos de los que está compuesta tendrían, por fin, un espacio propio y estable. Eso nunca sucedió. Al igual que no ha ocurrido a lo largo de décadas de reclamos y reuniones que, aunque repletas de promesas, han seguido añadiendo incertidumbre al destino de este archivo reunido por Mediavilla. “Me produce angustia saber qué va a pasar con todos los libros que tengo en casa, que son joyas, son libros que no se vuelven a encontrar, entre otras cosas porque no están en ningún catálogo de las bibliotecas de España. Yo ya voy a cumplir 80 años y me preocupa qué va a ser de ellos”, explica Mediavilla.

Feminismos
El Salto Radio Una biblioteca sin habitación propia
La bibliotecaria Marisa Mediavilla rescata todo tipo de publicaciones sobre mujeres de librerías de viejo, las más antiguas del siglo XVIII. Ante el aumento de su colección privada decide compartirla y en 1985 pone en marcha la Biblioteca de Mujeres de Madrid

En 1985, al mismo tiempo que se vinculaba con el colectivo Feministas Independientes, Marisa Mediavilla creaba la BdM en con la finalidad de reunir, organizar, conservar y difundir el mayor número de documentos sobre mujeres, especialmente los centrados en la historia de España. Se trata de una biblioteca especializada. Los libros recabados se remontan al siglo XVIII y aparecen nombres como Rosario de Acuña y Villanueva, Concepción Gimeno de Flaquer o Josefa Massanés i Dalmau. Reúne una colección tan selecta que algunos de sus ejemplares son imposibles de conseguir hoy en día. “En la década de los 70, a mis veintitantos años, me enteré de quién era Clara Campoamor o Carmen de Burgos y me sorprendió de lo que hablaban ellas y muchas otras. Cuando me encontré con cierto volumen de libros pensé que era mejor compartirlos”, explica. A este proyecto se incorporaría al poco tiempo la filóloga y escritora Lola Robles Moreno, que permaneció en el proyecto hasta 2002. También se uniría Michelle Renyé, cuya web mujerpalabra.net sería la ventana por donde la BdM empezaría a asomar la cabeza en internet. Por su parte, la bibliotecaria Ricarda Folla elaboró junto a Marisa Mediavilla un tesauro de mujeres que les supuso un trabajo de años.

Son muchas las mujeres que han colaborado en la conservación de ejemplares y es descomunal el esfuerzo volcado en esta tarea en pro del conocimiento y el saber feminista. También son numerosas las mujeres que desde hace años vienen apoyando la reivindicación iniciada por Mediavilla. Sin embargo, nada parece suficiente para que las administraciones públicas decidan ofrecer un emplazamiento a este arsenal de biografías, obras de creación artística y literaria, revistas, calendarios, carteles, folletos, sellos o tebeos, entre muchos otros materiales, que conforman este archivo de memoria histórica y actual. A día de hoy, los volúmenes se encuentran guardados en cajas y dispersos en distintas ubicaciones de la ciudad, entre las que se encuentra la propia vivienda de Mediavilla. En el Museo del Traje se pueden consultar físicamente algunos de los libros –mediante petición previa a través de correo electrónico–; y en la página del Instituto de las Mujeres también aparece el catálogo de la BdM –pues en 2006 Mediavilla donó parte de la colección para evitar su desaparición–, pero no se puede acceder a ningún título. ¿De qué sirve entonces toda esta recopilación del saber de las mujeres si no existe manera de compartirla?

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Marisa Mediavilla en una visita que recibió al periódico Diagonal. David F. Sabadell
“No olvidemos que quien tiene el poder es quien decide lo que hay que conservar y lo que hay que olvidar, ocultar y eliminar. La historia de las mujeres apenas ha empezado a contarse desde el punto de vista de sus protagonistas...”

“A mí me sorprende cómo todo el mundo se llena la boca con la palabra genealogía y con lo necesaria que es para las mujeres. Y yo pienso que si no hay bibliotecas de mujeres, ¿dónde están las genealogías?”, apunta Mediavilla. Esta idea de dar continuidad y saber dónde encontrar los referentes menos conocidos se vuelve clave en el reclamo de la BdM, pero también importa “dar voz a las mujeres que fueron silenciadas, conocer el origen y el porqué de tanta misoginia y conservar documentos que otras bibliotecas no consideraron ni consideran necesario guardar, como los generados por el movimiento feminista”, añade. Pero hay otra razón que, aunque parezca ya asimilada a nivel social, tiene un largo camino por delante: escribir un relato propio. “No olvidemos que quien tiene el poder es quien decide lo que hay que conservar y lo que hay que olvidar, ocultar y eliminar. La historia de las mujeres apenas ha empezado a contarse desde el punto de vista de sus protagonistas, por lo que hay que guardar y difundir todos y cada uno de los documentos que contribuyan a ella”.

“Como los libros de mujeres eran menos prestados, eran los que primero se expurgaban. Además, de las obras de mujeres es difícil que se haga una reedición, cuando se acaba el libro se suele descatalogar”, explica Marisa Mediavilla

En 2019, el Consejo de Cooperación Bibliotecaria (CCB) aprobó el III Plan Estratégico de Bibliotecas,  que incluía la creación de una Comisión de Igualdad que velara por incorporar la perspectiva de género y promoviera la visibilización de las obras de las escritoras en estos espacios. Sin embargo, a finales de 2021, y pese a que la diferencia parece reducirse año tras año, en el Catálogo Colectivo de las Bibliotecas Públicas Españolas (CCBIP) la presencia de autores triplicaba a la de autoras. Marisa Mediavilla conoce de primera mano los engranajes de la selección y exclusión de unos u otros libros, pues trabajó en los servicios centrales realizando labores de catalogación y clasificación. Vio desaparecer de las estanterías un sinfín de libros de autoras. “Si tú eres escritora y publicas hoy, estupendo. Puede que te incluyan en algunas bibliotecas. Pero luego llega el expurgo, y uno de los criterios que se utiliza para ello es eliminar las obras que menos se consultan. Y si, por ejemplo, yo tengo que eliminar al año 500 libros porque tengo que introducir otros 500, ¿qué criterios uso como bibliotecaria? Un hecho objetivo es si ese libro se ha prestado mucho o no. Si se ha prestado poco, nadie lo va a echar de menos. Como los libros de mujeres eran menos prestados, al menos cuando yo trabajaba, eran los que primero se expurgaban. Además, de las obras de mujeres es difícil que se haga una reedición, cuando se acaba el libro se suele descatalogar”, explica Marisa Mediavilla.

Estantería de la Biblioteca de Mujeres
Cientos de títulos feministas forman el amplio legado de la Biblioteca de Mujeres. Foto: Pilar García Moreno.

Existen algunos ejemplos que confirman que no es una utopía pensar en un espacio de estas características. De hecho, existe una Red de Centros de Documentación y Bibliotecas de Mujeres, de la que también forma parte la BdM desde 1994. Una de las más representativas es la biblioteca Francesca Bonnemaison, en Barcelona, una de las bibliotecas con mayor historia de la ciudad y la primera biblioteca de mujeres de Europa. También cabría mencionar Valencia. La Biblioteca de la Dona reúne alrededor de 14.000 títulos de todos los géneros literarios y campos de conocimiento. Ambas cuentan con una ubicación abierta a la que pueden acudir visitantes y realizar las consultas que precisen. Bilbao o Pamplona también cuentan con centros de estas características.

Desde 2007, el colectivo ‘Amigas de la Biblioteca de Mujeres’ han desarrollado distintas acciones, entre las que se incluyen una campaña de firmas, una exposición o distintos encuentros reivindicativos. Uno de los últimos tuvo lugar el pasado mes de junio en la sede de Comisiones Obreras, y en él se dieron cita decenas de mujeres y representantes feministas, como Ana de Miguel, Towanda Rebels, Carolina Pecharromán o María Pazos, entre muchas otras. Uno de los lemas que más se escuchó durante el encuentro fue el de “Hechos, no palabras”, en referencia a unas promesas que ya se han escuchado demasiadas veces y que, hasta este momento, no se han hecho realidad.

Virginia Woolf hablaba de la necesidad de un cuarto propio y un dinero suficiente para que las mujeres estuvieran en disposición de desarrollar su creatividad. Woolf hablaba, por tanto, de las condiciones necesarias para que las palabras y el pensamiento pudieran germinar y florecer. Eso es también lo que buscan Marisa Mediavilla y sus compañeras. Que el ingente trabajo y las creaciones de sus predecesoras sigan compartiéndose, que el legado de todas ellas siga vivo, que el patrimonio cultural también incluya sus aportaciones al completo. Que se habilite ese lugar abierto y plural donde se congreguen el arte, la cultura, la literatura y el feminismo. Que la memoria de las mujeres también forme parte de la memoria histórica.

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