Feminismos
Jenny y Mary

La película “El joven Karl Marx” humaniza a Marx y Engels, pero además abre el plano para mostrar a otras dos personas con un papel fundamental: Jenny von Westphalen y Mary Burns.

El joven Karl Marx
Fotograma de la película 'El joven Karl Marx'.

Profesor de Economía Aplicada UCM
Responsable de programa y modelo de país de Izquierda Unida

2 feb 2018 09:56

A veces el cine sirve para acercarse a la historia conocida desde una perspectiva desconocida, para recuperar aspectos olvidados y reconocer que son también fundamentales. Es lo que ocurre con la película “El joven Karl Marx”, que humaniza a dos personajes clave del pensamiento de la humanidad, Marx y Engels, pero además abre el plano para mostrar a otras dos personas con un papel fundamental: Jenny von Westphalen y Mary Burns.

La película recorre el vínculo fraternal que se va creando entre Karl y Friedrich y ayuda a recordar que no estaban solos, que no se convirtieron en revolucionarios gracias a su origen social sino, precisamente, a pesar de sus raíces. Muy difícilmente lo hubiesen logrado sin Jenny y Mary.

Como hijo y representante de un acaudalado propietario de fábricas textiles en Manchester, Engels pudo observar la explotación de trabajadores y trabajadoras. Pero no habría podido entenderla del todo ni evolucionar en su pensamiento sin Mary Burns, obrera irlandesa que le llevó de la mano por esa realidad de injusticia estructural, miseria y también de dignidad. Mary fue mucho más que una compañera sentimental para el gentleman Engels.

Jenny von Westphalen abandonó la existencia acomodada de la aristocracia prusiana para compartir con Marx una vida llena de renuncias materiales, dificultades y exilio. No fue solo una mujer a la sombra de un gran hombre, tenía ideas propias y le sobraba coraje. Era la primera interlocutora de Marx, fue la principal encargada de sus publicaciones, se cruzaba cartas de contenido altamente político con otros revolucionarios y fue autora de críticas teatrales.

Jenny von Westphalen y Mary Burns no se caracterizaron solo por colaborar en un segundo plano en el trabajo de sus parejas, demostraron tanta o más valentía en las decisiones relacionadas con sus propias vidas que ellos.

Los procesos históricos también son atribuibles a quienes ayudan a sostenerlos. Y sin embargo el rol femenino de cuidadora es un segundo plano invisible en el que se sitúan no solo los trabajos del hogar y del mantenimiento de la prole, sino también el sostén de los éxitos, metas y logros profesionales atribuidos a los hombres.

Es parte del pegamento social que ha asegurado la construcción de sujetos generizados, mujeres y hombres, necesarios para cubrir todos los roles que necesita el modelo capitalista organizado por el Estado.

Se oculta una más que dudosa autenticidad de un acuerdo de cuidados entre hombres y mujeres, en tanto que está atravesado por la desigualdad y la coerción social. Es decir, se naturalizan las injusticias de género condenadas a la invisibilidad, lo que hace que se eliminen estratégicamente del debate político.

Se naturalizan las injusticias de género condenadas a la invisibilidad, lo que hace que se eliminen estratégicamente del debate político

Es un debate que debe mantenerse vivo y presente también entre quienes defendemos el fin del modelo capitalista y la heteronormatividad que le es inherente. Porque también caemos en la trampa del ninguneo histórico de las mujeres, porque debemos someternos a una revisión constante para no caer en ella. Porque la lucha de clases carece de sentido si no va acompañada de las reivindicaciones feministas. Y porque ni siquiera podemos obviar que Marx y Engels, hijos de su tiempo, tuvieron su papel en la invisibilización de sus compañeras y al reparto desigual de roles en la vida y no solo en la película. 

Pese a las incoherencias humanas de los personajes, nunca ha sido más necesario que ahora reivindicarlos. Porque la crisis que actualmente precariza a capas crecientes de la población se supone que no tendría que haber sucedido. Si hiciéramos caso a los economistas de cabecera del sistema capitalista, el mercado, él solito, era capaz de resolver todos los problemas y las predicciones que firmaron Marx y Engels y en las que colaboraron Burns y Westphalen habrían sido relegadas a un rincón poco visible de la historia. Pero el tiempo ha dado la razón a quienes hace 150 años denunciaban la proletarización y precarización creciente caracterizada por una miseria brutal al lado de una concentración de riqueza cada vez en menos manos. 

Esa lucha invisible de miles de mujeres a lo largo de la historia, nos plantea una redefinición del concepto de igualdad, convertido en un significante vacío sujeto a múltiples interpretaciones entre una versión neoliberal que cuenta con las mujeres como trabajadoras indispensables para la rentabilidad de los mercados, y entre una versión que necesita de una síntesis de un feminismo socialista, ecologista y decolonial. 

Es en esta nueva redefinición donde no podemos partir exclusivamente desde una crítica al modelo capitalista para poder explicar las relaciones de poder y el concepto de igualdad en disputa; existen una serie de marcos binarios y antitéticos que generan toda una multiplicidad de jerarquías globales culturales, lingüísticas y epistémicas que se articulan en torno al mercado capitalista, a la idea de raza y al sexo-género con el único fin de poder ser controladas.

No creer firmemente que la humanidad tiene capacidad de desarrollar una alternativa viable a la degeneración de un sistema que solo se asienta en la explotación de la mayoría social, es simplemente un grave error. Hay alternativa y esta pasa por poner la producción al servicio de las necesidades de la mayoría y no para el beneficio de una minoría. Se llama socialismo y sin mujeres como Jenny, Mary, entre infinitas otras, no podremos construirlo.

*Lourdes Gómez es coportavoz de IU Madrid Ciudad
Carlos Sánchez Mato es concejal de Ahora Madrid y responsable de políticas económicas de IU

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