Nadie puede hacer una fotografía solo

El 6 y 7 de noviembre se celebraron en Soria las I Jornadas del Centro Nacional de Fotografía en colaboración con el Centro de Estudios de Castilla-La Mancha. El encuentro llevaba por título “La imagen que conecta. Fotografía para la cooperación y el diálogo” y reunió a un numeroso grupo de personas dedicadas a la investigación fotográfica.
album foto barro
Álvaro Minguito Album de fotos familiares recuperado entre el barrio en Benetússer.

Profesora-Investigadora Titular de la Universidad de Castilla-La Mancha (Facultad de Comunicación)

23 nov 2025 07:55

En 1964 el teórico de la comunicación Marshall McLuhan publicó un libro titulado Comprender los medios. Las extensiones del ser humano. En el volumen incluía algunas célebres sentencias vinculadas con la llamada comunicación de masas. Suyo es aquello de la “aldea global” o “el medio es el mensaje”, expresiones básicas para entender el paisaje de los medios del momento, pero que, a fuerza de repetirlas, parece que han perdido parte de su significado. Entre los temas que abordaba en este estudio, el teórico canadiense dedicó un capítulo entero a reflexionar sobre la fotografía. Y, allí, también nos dejó otra máxima que puede ayudarnos a exponer lo que ha pasado estos días en Soria. Quién lo diría.

“Nadie puede hacer una fotografía solo”. El enunciado suena casi a eslogan y le sirve a McLuhan para explicar que si bien hay procesos culturales donde quizás podemos tener la ilusión de trabajar en soledad (como la lectura o la escritura), esto no funciona de igual manera en la práctica fotográfica.  La fotografía, como el cine u otras “formas de arte colectivas y colaborativas” (las palabras siguen siendo suyas), apela al trabajo cooperativo. Por supuesto esta idea puede matizarse y, de hecho, no ha sido el postulado más popular en el ámbito fotográfico que, como muchas otras manifestaciones propias de la creación plástica, ha forjado la imagen de creadores que trabajan de forma autónoma y solitaria. Pero de alguna manera sí está presente en buena parte del sentir generalizado en el ámbito de la investigación fotográfica contemporánea. Sin ir más lejos, la frase en cuestión es el catalizador de toda una corriente de pensamiento y acción abordada por investigadores como Araceli Rodríguez Mateos, Javier Ortiz-Echagüe o Celia Vega Pérez que llevan tiempo trabajando en la importancia de lo relacional y colectivo en materia fotográfica.

Sesenta años después de que se publicara el libro de McLuhan se han celebrado unas jornadas que, por una parte, inauguraban el programa de actividades del recientemente creado Centro Nacional de la Fotografía (con sede, aún es construcción, en Soria) y, por otra, daban continuidad a los Encuentros de Historia de la Fotografía del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha que va ya por su undécima edición. La cita reunió a más de cuarenta ponentes de catorce universidades durante dos jornadas de trabajo. El título La imagen que conecta. Fotografía para la cooperación y el diálogo es una declaración de intenciones. Y lo es, no solo porque permite dar cabida a trabajos diversos que toman el pulso de la comunidad académica presente, sino porque desde el mismo momento de su planteamiento no ha perdido de vista la importancia de atender a temáticas y necesidades de la sociedad donde surge. La investigación, también en materia fotográfica, puede responder a inquietudes presentes desde múltiples miradas y servir para reflexionar e, idealmente, mejorar el mundo donde se inscribe. Para probar esto es posible fijarse en muchas de las propuestas que se explicaron en los encuentros, pero hay tres asuntos que reclaman nuestra atención por su persistencia e interés colectivo.

En primer lugar, la recuperación, restitución y conservación de las memorias. La memoria de lo reciente y la memoria de un pasado que aún exige ser visibilizado. Hace poco más de un año, el País Valenciano (y zonas aledañas) fue azotado por un temporal que dejaba incalculables pérdidas humanas y materiales. Entre aquello que se perdió estaba el legado gráfico de numerosísimas familias: sus recuerdos, sus fotos. Con la intención de restaurar y devolver este material a sus dueños, investigadores como Rosina Herrera, José Ferrero y Pedro Vicente-Mullor llevan tiempo trabajando en el seno de varios proyectos que recomponen y restauran las imágenes dañadas. El gesto no es anecdótico y más bien deberíamos calificarlo de gesta. La complejidad técnica de esta tarea, la falta de medios para abordarla y el empuje de estos y otros profesionales que trabajan en el ámbito de la investigación-acción nos recuerda la importancia de que, incluso en los momentos más dramáticos, haya personas que consagran su labor a preservar los recuerdos gráficos. Sabemos de las limitaciones del medio fotográfico para capturar lo esencial en una imagen, sabemos también que una fotografía no nos va a devolver a un familiar perdido, pero es imposible sustraerse al especial vínculo que desarrollamos con el retrato de alguien que ya no está. Y ahí también se sitúa la importancia de estos profesionales.

Investigación-acción también es atender a hechos históricos que exigen miradas presentes. El trabajo Ecos de la memoria es un ejemplo de ello. El proyecto, puesto en marcha por la investigadora Marta Martín Núñez, recoge más de ochenta publicaciones fotográficas contemporáneas de memoria de la Guerra Civil. Lo relevante de estas miradas es que nos permiten observar cómo creadores actuales (una segunda generación de nietos y nietas entre los que se encuentran nombres muy reconocibles como Clemente Bernad, Martí Llorens, Julián Barón, Eva Máñez, Sofía Moro, Toni Amengual, Espe Pons, Jesús Monterde, Gervasio Sánchez y un largo etcétera), se enfrentan y reelaboran este pasado nacional abominable. Esto, además, puede ponerse en relación con otras aproximaciones (de corte más histórico) como el análisis de algunos destacados fotógrafos que también retrataron los horrores de la guerra. Beatriz de las Heras lleva tiempo estudiando la cobertura gráfica del madrileño Marín para recordar ese patrimonio visual que también debe conservarse.

En segundo lugar, destacan aquellas relecturas del pasado que trabajan desde perspectivas feministas. El análisis de álbumes fotográficos del siglo XIX que propone Stéphany Onfray nos recuerda que la autoría fotográfica no se limita a la presencia de quién dispara una cámara y que en ocasiones se hace necesario reconocer otros usos del medio. Así, es posible otorgar el estatus que merecen algunas creadoras que elaboraron relatos fotográficos tempranos posando para muchos fotógrafos o diseñando sus propios álbumes. También se reclamó un mayor espacio y reconocimiento histórico para fotógrafas como Esmeralda, Blanca e Isolina Pliego Soler, las llamadas “Hijas de Pliego”, cuyo legado de principios del siglo XX fue subrayado por las investigadoras Carmen Agustín Lacruz y María Jesús García. Por último, cabe destacar aquellas iniciativas puestas en marcha para la divulgación del patrimonio y la cultura fotográfica. Como proyecto museístico alternativo surge el museo (nómada) presentado por Carmelo Vega. O la referencia al Portal Virtual Fotográfico creado recientemente por la Asociación Plataforma Centro de Fotografía e Imagen. En este espacio virtual cualquier usuario puede encontrar un directorio de agentes (archivos, fondos, festivales) que contribuyen a la creación, conservación y difusión fotográfica.

Los datos relativos a la producción científica sobre fotografía en la universidad española no son muy alentadores. El minucioso estudio realizado por los investigadores Juan Miguel Sánchez Vigil, María Olivera Zaldúa y Antonia Salvador Benítez del grupo de investigación radicado en la Universidad Complutense de Madrid, Fotodoc, evidenció una persistente carencia de trabajos doctorales que tomen la imagen fotográfica como materia principal de análisis. Pero, si bien esto habla de un contexto académico que aún debe potenciar el estudio de la imagen y la práctica fotográfica atendiendo a sus especificidades, el encuentro referido en estas páginas certifica el impulso de una comunidad involucrada con su pasado, presente y futuro fotográfico. Porque las fotografías también son el relato colectivo y diverso de la sociedad que las acoge.

Fotografía
Cerca de aquí / Hemendik hurbil
El conflicto estaba ahí mismo, no a miles de kilómetros de distancia, en la imaginación de nadie ni en las citas a pie de página de ninguna tesis doctoral.
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