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A poca distancia de su casa, la policía cargó ayer a porrazos contra los trabajadores de las basuras en huelga que bloquean los camiones. A uno le rompieron una pierna. A otro, un brazo. Y un tercero presenta una fractura en la mano. El pasado jueves, las granadas antidisturbios con las que los policías de Francia tratan de disolver las masivas manifestaciones contra la reforma de las pensiones de Macron bailaban a los pies de la cabecera de la manifestación, donde estaba Cybèle David. Pero una granada llegó más atrás, pasó por encima de sus cabezas y explotó en el rostro de un compañero. Fue operado de urgencia y ha perdido la visión de un ojo.
Cybèle David (Paris, 1976) es secretaria nacional de Union syndicale Solidaries, uno de los ocho sindicatos que conforman la intersindical que convoca las jornadas de huelga contra la ley de las pensiones aprobada por el primer ministro de Francia, Emmanuel Macron, con el rechazo de gran parte de la sociedad y del Parlamento. Solidaries es una organización anticapitalista, feminista, ecologista y antirracista que persigue la transformación social a través de la lucha sindical.
La intersindical ha convocado para hoy la décima jornada de huelga nacional, lo que en España se llamaría huelga general, ¿no?
Eso es. La convocatoria apela a toda la población en una convocatoria unitaria realizada por los ocho sindicatos nacionales que seguimos unidos en este contexto, algo excepcional en Francia.
La jornada número nueve fue el pasado jueves y, en medio, durante el fin de semana, también ha habido movilizaciones importantes por toda Francia. ¿Cómo las valoras?
Ha habido bloqueos en centros de trabajo. En particular, en los sectores del transporte, comercio y recogida de basuras. Las movilizaciones del sábado se articularon en 30 ciudades sobre dos ejes: jubilación y migración, por la ley que está preparando Macron sobre migraciones. Asimismo, en el oeste del país, en una zona agrícola, ha habido una protesta muy relevante contra de la privatización del agua subterránea para destinarla a la agricultura intensiva, algo que generará más sequía y perjudicará a los campesinos. Han participado más de 30.000 personas, ha mostrado cómo se articulan las luchas contra el neoliberalismo y ha habido una represión terrible. Ahora un compañero se debate entre la vida la muerte.
¿Qué pasó?
La protesta tuvo lugar en Sainte-Soline y fue reprimida con una violencia terrible. La represión policial dejó a más de 200 personas heridas. La Policía lanzó granadas, las que explotan con estruendo con el supuesto objetivo de disolver a los manifestantes. Le cayó una en la cabeza y ahora está en coma.
La violencia policial se ha incrementado muchísimo desde hace diez días en todo el país, reprimiendo todas las manifestaciones oficiales
Repasando los datos de los muertos, heridos y detenidos de 2018 y 20119 en las protestas de los Chalecos Amarillos —10 fallecidos, 24 personas perdieron un ojo y cinco sufrieron mutilaciones en las manos—, asusta el nivel de represión al que llegó entonces Macron. Y todo parece indicar que está siguiendo el mismo camino.
El Gobierno ha decidido imponer su ley, usando tanto la fuerza de la Constitución como la fuerza armada. Desde hace diez días está muy claro que ha incrementado muchísimo la violencia policial en todo el país, reprimiendo todas las manifestaciones oficiales, a las que acude mucha gente a manifestarse de forma pacífica. La Policía usa repetidamente las granadas e incluso ha utilizado el cañón de agua, además de las porras. Un compañero de Solidaries del sector ferroviario fue intervenido de urgencia el viernes tras la novena jornada de huelga del jueves. No volverá a ver de un ojo. La policía agredió a la cabecera de la manifestación, donde estábamos los representantes de todos los sindicatos nacionales, lanzando una gran cantidad de granadas. Y en Rouen [una ciudad al norte, en Normandia] otro compañero resultó gravemente herido en el pulgar de una mano, también por una granada.
Las imágenes de la violencia policial son apabullantes.
Vemos cómo en cada ciudad los policías sacan las porras para golpear a la gente. Pegan a los jóvenes y a la gente sin razón alguna. Y también han circulado audios de los agentes amenazando y humillando a los detenidos. Hay una violencia del Gobierno muy fuerte y órdenes para endurecer la represión. Cerca de mi casa, desde hace quince días hay un bloqueo de los camiones de recogida de basuras y esta mañana [por ayer] la policía ha cargado por primera vez con las porras, dejando a tres personas heridas y hospitalizadas con fracturas de pierna, brazo y mano, respectivamente. Les han roto los huesos únicamente por estar delante de unos camiones de basura.
Escuchar tu relato me impresiona.
La represión refuerza la determinación del movimiento. La gente está muy enojada con la imposición del artículo 49.3 de la Constitución y la represión policial. La gente y los sindicatos no vamos a recular.
Los precios de la vida cotidiana suben, mientras los sueldos no se han movido nada, y el Gobierno de Macron llega con una reforma que nos quita más derechos
¿Esto es más que una reforma de las pensiones?
En Francia, desde hace varios meses, como en muchos países de Europa, están subiendo los precios de la vida cotidiana: la energía y la comida. Y los sueldos no se han movido nada. La situación social es compleja y, al contrario de lo que dice el Gobierno, el desempleo es muy elevado. Sus reformas han sacado a mucha gente de la estadística del paro, personas que ya ni siquiera reciben ayudas del Estado, y en ese contexto social muy duro, el Gobierno llega con una reforma de la jubilación que nos quita más derechos. La reforma ha cristalizado el descontento y se ha impuesto por decreto. Mientras, el rechazo hacia el Gobierno ha aumentado con la ley de migración, que también es muy represiva, la del desempleo y la de vivienda, una norma que dispone que gente que no puede pagar su alquiler será criminalizada, obligándola a pagar multas enormes tras ser desahuciada de su casa por no poder pagar la renta. Esa acumulación de leyes contra la gente que no tiene casi nada ha cristalizado en el coraje y la determinación de la gente: no nos quitarán más y más derechos. En todas las reformas de las pensiones anteriores hubo protestas, no es la primera vez, pero en esta no vamos a renunciar.
La intesindical solicitó audiencia para reunirnos con el Gobierno y Macron se negó
Sois ocho sindicatos. En la última reforma de las pensiones, el democristiano se salió de la unidad sindical y acabó pactando con el Gobierno.
Ahora no se está viendo movimientos de ese tipo. El Gobierno nos está uniendo porque no está tratando de negociar. La intesindical solicitó audiencia con Macron para reunirnos y Macron se negó. El Gobierno no quiere negociar, por lo que los sindicatos estamos firmes. Si el Gobierno no quiere ir para atrás, los sindicatos, tampoco.
La unidad sindical es la clave de este movimiento, todo el mundo lo dice
Se mantiene por tanto la unidad sindical, clave para el éxito de cualquier protesta.
La unidad sindical es la clave de este movimiento, todo el mundo lo dice. Los trabajadores y las trabajadoras nos piden mantenerla. Permite convocar huelgas nacionales y unir a sindicatos locales y sectoriales divididos en otros aspectos. A pesar de las diferencias de reinvindicaciones de cada sindicato, hemos logrado mantener la voluntad de encontrar formas de luchar juntos, por eso las huelgas nacionales convocadas por la intesindical son el nudo fuerte y, tras cada jornada de huelga, a la noche valora lo que está pasando en el país. No sé que se decidirá mañana a la noche [por hoy], pero si tenemos otro día histórico, que es lo que pensamos, es probable que se anuncien más paros.
Ahora no hay forma de romper la unidad intersindical
¿Qué podría romper la unidad?
La verdad es que creo que ahora no hay forma de romperla. Claramente, la determinación es fuerte y el Gobierno ha decidido oponerse a los sindicatos, sin querer negociar ni discutir ningún punto con nadie. Es impresionante.
La baja afiliación sindical en Francia contrasta con la elevada participación en la calle. ¿Cómo explicarías este fenómeno francés?
El modelo sindical francés no es como el alemán. La gente se afilia si quiere y cuando quiere. A ello se le une la pérdida de confianza de los trabajadores hacia los sindicatos pero, al mismo tiempo, eso no significa que la gente no escuche a los sindicatos ni se interese por lo que decimos. La baja afiliación no significa no confiar en nosotros, algo que vemos ahora: la huelga convocada por la intersindical lleva a mucha gente no afiliada a la calle, por lo que diría que se está retomando la confianza en los sindicatos y en todos está habiendo un aumento de la afiliación.
¿Qué comparativa realizarías de estas protestas con las de los Chalecos Amarillos, que también tuvieron lugar bajo un Gobierno de Macron?
Tiene puntos en común en cuanto a que apela a la parte de la población que no tiene para vivir correctamente. Los precios están rebasados por los sueldos. La gran diferencia es que los Chalecos Amarillos surgieron de personas sin afiliación sindical y aislada, que se empezaron a reunir pero sin organizarse de forma coordinada en toda Francia. Se coordinaban regionalmente. Las protestas de ahora están mucho más organizadas, coordinadas, articuladas y comunicadas. Son formas de lucha diferentes, pero no de gente diferente. Hubo lugares donde fueron muy legítimos. Aunque los chalecos amarillos es un movimiento muy diverso, incluso con gente que nosotros sacamos de nuestras marchas porque son de extrema derecha.
La gente en la calle llega a los 3,5 millones porque se está movilizando todo el país, no solo en entornos urbanos
¿Ahora existen diferencias entre las protestas en entornos rurales y urbanos?
No hay diferencias. Eso es también una característica del movimiento de hoy: abarca a todas las regiones de Francia. De las más grandes a las más chiquitas. Hay convocatorias en entre 200 y 300 ciudades. En algunas no había protestas desde mayo de 1968. Es muy fuerte. Y hay municipios en los que los manifestantes sobrepasan el número de habitantes, al acudir gente de las zonas rurales de alrededor. Por eso decimos que la gente en la calle llega a los 3,5 millones, porque se está movilizando todo el país.
¿La aplicación del artículo 49.3 de la Constitución para aprobar la reforma de las pensiones unilateralmente supuso un antes y después?
La movilización ya estaba muy fuerte desde antes del artículo 49.3, si bien es cierto que su aplicación aún ha enojado más a la población y ha despertado a una parte que aún no estaba en la calle y ahora ha salido. En particular, la juventud. Estudiantes de las universidades e institutos.
Macron ha decidido imponer su ley utilizando tanto la fuerza de la Constitución como la fuerza armada
¿La reivindicación de mañana [por hoy] seguirá siendo el rechazo a la reforma de Macron?
Sí: no a trabajar más tiempo. La retirada de la reforma de las pensiones sigue siendo la reivindicación sindical.
¿E impugnar al Gobierno?
De momento, la única reivindicación consensuada es el rechazo a esta ley y aún no hemos practicado intentar ir más allá. Sabemos que es muy complicado, pero si ganamos, podremos ver a dónde podemos llegar.
Esta es la movilización más grande desde…
A nivel de cifras, mínimo desde 1986. Pero muy probablemente tiene un impacto similar al mayo de 1968, en mi opinión. Aunque es difícil calibrar el impacto porque aún estamos en ella.
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La negativa de Macron a cualquier tipo de negociación, además de su uso desproporcionado de la violencia polícial, está logrando que todos los sindicatos, desde los más moderados hasta los revolucionarios, se unan en la lucha ya no solo por revertir la contrarreforma, sino por salarios y precios justos, vivienda y cálida de vida!
Estas huelgas generales van más allá de la reforma de las pensiones. Va del desfase entre salarios y precios, va de la acumulación de leyes hechas contra la gente y, muy probablemente, vaya de la impugnación de este Gobierno una vez conseguida la retirada del decreto de pensiones.
Estas movilizaciones son comparables a las del Mayo del 68. En Alemania, el transporte está paralizando el país y reclamando subidas salariales. ¿Algo se está moviendo en el corazón de la Europa de los derechos y libertades? Aquí, los intereses de las hipotecas son inasumibles, los precios de los alquileres están descontrolados, el precio de los alimentos crece y crece cada vez más, los salarios no suben como la inflación, la Sanidad pública está en la UCI, la Educación carece de profesionales imprescindibles y se está privatizando, el derecho a la protesta está criminalizado (ley mordaza), el paro ronda los tres millones, etc., etc. Sobran los motivos para que aquí sigamos el modelo de protesta de la clase trabajadora francesa, pero aquí lo de meter ruido está mal visto y lo de “que viene la ultraderecha” sólo sirve para meter miedo, paralizar a la gente y volver a la paralizante alternancia del bipartidismo.
El olor a barricada francesa debería estimular a la clase trabajadora europea ante tanta deriva neoliberal, belicista y fascistoide.