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Francia
Mathilde Forget: “Francia es un país que tiene miedo de abordar las violencias sexuales”

El debate en torno a cómo abordamos las violencias sexuales está diariamente en los medios, las calles y los espacios de reflexión y es una de las preocupaciones centrales de los movimientos feministas.
Casos como los de Gisèle Pelicot, Jenni Hermoso, Errejón o La Manada han puesto en jaque muchas de las ideas preconcebidas del modo que tenemos como sociedad de tratar, hacer referencia o intervenir ante las múltiples violencias sexuales que siguen perpetrándose contra mujeres y disidencias, y del papel que tienen los medios de comunicación y las instituciones ante estas.
En este contexto, y atravesado por su propia experiencia, Mathilde Forget, a través de su novela Por voluntad propia, editada por el sello Tránsito y traducida por Alba Pagán, ofrece un relato propio de cómo la burocracia, las fuerzas del orden y el sistema judicial afectan y deshumanizan en muchas ocasiones a las personas victimas de violencias sexuales.
Una novela que, más allá de centrarse en los detalles de una violación, se centra en mostrar, a través de un lenguaje lleno de tensión y enigma, las estrategias y aristas de un sistema judicial acostumbrado a culpabilizar a las personas agredidas y despojarlas de su propia voluntad.
¿Cómo surge esta obra?
El punto de partida para este libro en realidad me vino cuando fui a ver una adaptación teatral de Franz Kafka de El proceso. Antes no se me había ocurrido hablar de este tema, pero cuando vi la obra pensé en esta idea narrativa de hacer un paralelo entre lo que me había pasado a mí y el proceso. Entonces me sentí protegida por una idea muy clara y un límite; tenía un cuadro narrativo y literario de lo que me había pasado.
¿Durante el proceso de escritura, al ser una obra basada en una experiencia personal, se te han reabierto heridas o te has sentido revictimizada?
El momento de la escritura no fue doloroso, no es lo mismo contar algo que te ha pasado a la policía local que contarlo tú misma. De hecho, cuando cuando coges este marco de la escritura y cuando te lo planteas como un placer literario, tú tienes el control de las cosas, con lo cual no tienes realmente miedo de estar en peligro. Después de que tu discurso haya servido para otras cosas, eres tú la que te apropias de él y te metes en ese espacio donde puedes contar tu historia.
Necesitaba estar segura de que mi relato quedaba intacto para mí, por lo menos, y porque sentía que lo estaban volviendo a contar de manera diferente todo el tiempp
¿Cómo has conseguido reapropiarte de tu propia historia tras un proceso en el que, como dices, tu relato ha sido utilizado por otras personas e instituciones?
De hecho, antes de ver el proceso de Kafka, durante todo el procedimiento policial me puse a escribir en una libreta porque me di cuenta de que que yo estaba contando mi historia en ese proceso policial y que la gente estaba cambiando mi historia. Entonces pensé que yo necesitaba estar segura de que mi relato quedaba intacto para mí, por lo menos, y porque sentía que lo estaban volviendo a contar de manera diferente todo el tiempo. Y yo quería mi propia versión de los hechos. La literatura es un espacio accesible, ya muchas mujeres la han utilizado para contar sus experiencias.
En este sentido, ¿cuáles han sido tus referentes para escribir este libro?
Teoría King Kong, de Virginie Despentes, por la libertad del tono a la hora de hablar de este tema y también por el fondo. Pero sobre todo creo que me di cuenta de que esa libertad yo también me la podía aplicar. Y el humor, así me sentí autorizada a abordar este tema de esta forma. La otra referencia, evidentemente, es Kafka, y entre otras referencias como Olivia Rosenthal, en base a la búsqueda formal que hace en sus obras esta esta. Durante el proceso de escritura también vi dos series que me ayudaron, Creedme y Podría destruirte.
Haga lo que haga la víctima después de una violación puede ser utilizado en contra suya, como en el caso de La Manada
Tu libro escapa del detalle, de la morbosidad del momento y utiliza un lenguaje, además de críptico y tenso, aséptico y liviano ¿Por qué elegiste este enfoque para abordar las violencias sexuales?
Cuando me puse a escribir este libro, estaba en paralelo haciendo un documental radiofónico de cuatro horas sobre la violación. Cuando en la creación de este proyecto hablábamos sobre él sabíamos que no queríamos que hubiese un relato de violación, sino que queríamos preguntarle a las víctimas de violación, sobre su capacidad de pensar sobre esto, no quedarnos en los detalles de la violación, sino ir más allá, en pensar todo lo que ha pasado después. Normalmente, en la sociedad, las víctimas solo son utilizadas o son útiles para contar el horror de los crímenes. Yo quería ir al relato que va después, que el relato no sea solo desde los sentimientos, sino que se pensará más allá.
En tu novela haces referencia a la expresión de género y las disidencias sexuales. ¿Influye a la hora de la credibilidad que te otorgan las instituciones al denunciar una agresión sexual?
La lesbofobia existe en la sociedad y eso se transmite siempre a los procesos judiciales. Siempre hay una razón por la cual el agresor va a intentar decir que no es agresor, más allá de eso, no creo que tenga mayor impacto eso.

En un momento donde se está reflexionando sobre cómo abordamos como sociedad, las violencias sexuales, ¿cómo ha sido recibida la novela?
Francia es un país que tiene un poco de miedo de abordar las violencias sexuales. Me da la sensación de que a las mujeres que escribimos y que escribimos sobre este tipo de temas son muy reacios los medios a tomar las obras como objeto literario y creo que eso me molesta un poco también. No es solo un relato de lo que ha pasado, sino una obra literaria.
¿Qué crees en este sentido que aporta tu novela al debate?
Pienso que, sobretodo, hay una cosa que no acaba de pasar y es la culpabilización que se le impone a las víctimas en este tipo de procesos. En el libro quería pensar sobre eso, sobre cómo haga lo que haga la víctima después de una violación puede ser utilizado en contra suya, como en el caso de La Manada, por ejemplo.
Cuando me ocurrió, me pasé mucho tiempo pensando después de la violación, en no salir de fiesta, en no pasármelo bien, o pensaba que si lo hacía iba a poder jugar en contra mía luego en el proceso. Tenía la intuición de que tenía que ser la víctima perfecta.