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Fútbol a este lado
Livorno: caída y renacimiento de un mito
No ha sido el mejor verano que se recuerda en Livorno. Entre tragos de ponce —algo más que el carajillo local, de café y ron— o quizá en alguna mesa con un elaborado cacciucco, sopa de pescado, el tema de conversación era si la ciudad se iba a quedar este año sin equipo. Sin fútbol. Pensamiento recurrente entre el puerto y la refinería de la petroquímica ENI también debía de serlo entre mordiscos a un 5 e 5, el típico bocadillo de torta de garbanzos. La migración italiana la llevó hasta Argentina y Uruguay, donde se llama fainá y suele acompañar a la pizza. En Livorno ese panino es el 5 e 5 porque antiguamente se pedía así: “Dame cinco liras de pan y cinco de torta de garbanzos”.
Conservar, para una de sus comidas-bandera, un nombre que recuerda cuánto cuesta ganar las cosas no es la única pista para acabar de situarnos en esta ciudad abierta al Mar Tirreno. En la región, Toscana, nunca ha ganado el centro-derecha. Livorno tuvo siempre alcaldes del Partido Comunista hasta 2014 y desde entonces han sido de centro-izquierda. El actual, Luca Salvetti, participó de los actos que este mismo año han homenajeado el centenario del PCI, fundado en la propia ciudad. Desde aquel congreso en el Teatro San Marco con Antonio Gramsci, Amadeo Bordiga, Palmiro Togliatti y compañía, hasta conseguir ser la hoz y martillo más importantes, a nivel institucional y electoral, de Europa Occidental, con un techo del 34% y 12 millones de votos. Pero este verano, además de cómo seguir manteniendo las cuentas de casa, lo que más preocupaba en Livorno era el Livorno.
Dos descensos en dos años seguidos. Suena mal, pero podía ser, y sería, todavía peor de lo que parecía el pasado mayo. El Livorno, que en septiembre de 2019 jugaba la Serie B, había hecho caída libre a la C y de ahí a la D, categoría ya no profesional. Dos temporadas en las que, además, el equipo había sido último sin apenas esperanzas de salvación en todo el año. A principios de julio, el club entra en liquidación. No puede tampoco pagar la inscripción en la Serie D y, sobre todo, tiene deudas con el ayuntamiento que hacen imposible usar el estadio municipal Armando Picchi y con los jugadores y otros trabajadores del Livorno. En agosto, la Lega Nazionale Dilettanti, organizadora de la Serie D, niega la admisión al equipo toscano, que muere deportivamente y de facto desaparece como sociedad. La afición, la ciudad, se fija como objetivo la refundación y, tras varios rumores sobre posibles interesados, comienza a hacerse algo de luz. Un comité de “sabios” y el alcalde Salvetti eligen como mejor oferta la del empresario Paolo Toccafondi. Con la nueva inversión, el club renace con la denominación Unione Sportiva Livorno 1915 y la confirmación de que jugará la temporada 2021-22 en Eccellenza Toscana, quinto escalón, regional, del fútbol italiano.
Atrás queda, de momento, la posibilidad de que el Livorno fuera un club de accionariado popular. Lo ha intentado el colectivo Livorno Popolare, muy crítico con la gestión del anterior presidente Aldo Spinelli. “Su mandato destruyó todo lo bueno que se creó en la década de los dos mil incluso con una participación en la Copa UEFA. Un equipo de fútbol gestionado como un juguete roto con agujeros en las cuentas, gastos desproporcionados y la incapacidad de hacer participar a los aficionados en los procesos decisionales”, explica Livorno Popolare a El Salto.
“Nuestro objetivo es crear un nuevo modelo de participación en el fútbol, alternativo al de los dueños que son amos y señores, con una implicación directa de los seguidores en la gestión de la sociedad”, indican desde la plataforma Livorno Popolare
La iniciativa nació en febrero y, tras recibir 3.000 adhesiones, envió en mayo a la hoy extinta Associazione Sportiva Livorno una oferta de compra por un millón de euros que fue rechazada. “Nuestro objetivo es crear un nuevo modelo de participación en el fútbol, alternativo al de los dueños que son amos y señores, con una implicación directa de los seguidores en la gestión de la sociedad”, indican.
Livorno Popolare se declara, además de antisexista y antirracista, anticlasista. Y citaban la novela Q de Luther Blissett para pedir la colaboración de la afición: “Ayúdame a armar el barco que desafiará a la tempestad”. “El futuro inmediato es el de un nuevo curso en el que una única persona invierte y decide, es un modelo de fútbol ya visto que no compartimos. Nosotros buscaremos otros espacios, en el territorio, en los que experimentar la gestión participada. Deseamos que la nueva sociedad del club pueda volver a llevar a Livorno al fútbol profesional lo antes posible”, señalan.
El descalabro del Livorno podría verse como mal de muchos. No hablamos de los efectos de la pandemia. Casi todo comenzó a 100 kilómetros de la ciudad. La histórica Fiorentina —dos ligas, seis copas, una Recopa y tres finales europeas— vivió su verano oscuro en 2002, solo dos años después de jugar Champions. Ya tras vender a Batistuta, Rui Costa, Toldo, Morfeo o Chiesa, el equipo bajó a Serie B; con 50 millones de deuda fue declarado en quiebra, no pudo participar siquiera en esa categoría y formalmente desapareció. Resurgió como Florentia Viola y después volvió a adquirir los derechos y palmarés de la Fiorentina. A partir de entonces, y hasta 2018, 150 clubes italianos dejaron de hacer pie financiero. Algunos, ilustres. Como la Società Sportiva Calcio Napoli, endeudada hasta los 80 millones de euros y refundada temporalmente como Napoli Soccer el estío de la llegada de Aurelio de Laurentiis al timón societario en 2004. Bari, Cesena, Foggia, Modena, Padova, Palermo, Parma, Perugia, Reggiana, Salernitana, Siena, Torino, Venezia o Vicenza son otros caídos que alguna vez disfrutaron de domingos luminosos.
Es en esos momentos, en esa mezcla de conmoción, incertidumbre y carga de trabajo organizativo por delante, en los que la fidelidad se pone a prueba. Igor Protti es uno de esos delanteros de barrio, uno de esos trabajadores del gol punta de lanza de equipos humildes, a menudo llamados “de provincia”, que poblaron la última edad de oro del fútbol italiano, los años 90. Junto al de Protti, era habitual ver sus nombres en cada marcador: Hübner, Maniero, Flachi, Luiso, Schwoch, Ferrante, Ganz, Branca, Padovano, Tovalieri, Poggi, Silenzi. Protti y Hübner son los únicos jugadores de la historia del calcio que han sido máximos anotadores de las series A, B y C. Para hacernos una idea, es algo parecido a que Iago Aspas, Kike García o José Luis Morales hubieran logrado algo tan bestia en la actualidad. Protti, de la costera y turística Rimini, hizo carrera sobre todo en Messina, Bari y Livorno. Una vida mandando balones a la red junto al mar.
En Livorno, Igor Protti es, además del futbolista que más goles ha hecho nunca para el equipo toscano, un mito absoluto. Con 32 años, rechazó ofertas de primera y bajó a C a jugar sus últimos años
En Livorno es, además del futbolista que más goles ha hecho nunca para el equipo toscano, un mito absoluto. Con 32 años, rechazó ofertas de primera y bajó a C a jugar sus últimos años de amaranto. Son seis temporadas en las que se hinchó a marcar y llevó con sus compañeros a la ciudad de nuevo a la A. Capitán, formó junto a Cristiano Lucarelli una pareja de ataque legendaria y lo dejó en 2005 con el equipo a las puertas de su única participación europea. El club, a su vez, retiró su camiseta número 10, pero él revocó la decisión defendiendo que los jóvenes que vinieran también tenían derecho a llevarla. En los malos momentos, la Curva Nord ha cantado “Queremos once Igor Protti”.
Y bien, Protti está en este nuevo Livorno. Es el nuevo mánager del club, un puesto desde el que tratará de aportar su visión, guiar y contagiar a los nuevos jugadores el amor a la camiseta y la ciudad que a él le sobra. Es su segunda etapa en los despachos. “Nunca habría pensado que volvería como dirigente al Livorno en Eccelenza. Estoy muy unido a todos los equipos donde he jugado porque llevar una camiseta para mí es algo muy importante. Representas esa ciudad, esa afición, esa historia. No me importa la categoría en la que esté, para mí estar en el Livorno en Eccelenza es como estar en la Serie A. Por eso me pongo a su disposición para intentar llevar al club más arriba y sobre todo para traer de vuelta el entusiasmo a una ciudad que últimamente la ha perdido”, declara el exjugador a El Salto.
El objetivo deportivo está muy claro. “No puede ser otro que acabar en primer lugar y subir a la Serie D. En lo extradeportivo, reforzar el sentido de pertenencia. Los jugadores deberán entender qué significa jugar en Livorno y llevar esta camiseta. Estaré todos los días en contacto con ellos y con el entrenador para ayudar a conseguirlo. Quizá es un enfoque un poco de un fútbol de hace unos años, pero a veces para mejorar hay que mirar también hacia atrás. En el deporte tiene que haber corazón”, señala.
Aunque “el mundo cambia”, dice, este club sigue siendo, también en palabras de Protti, “un punto de referencia para la ciudad”. Y para el fútbol italiano, podríamos añadir. Son 29 participaciones al máximo nivel y el puesto 25º en la clasificación histórica de nueve décadas de Serie A. Para situarnos, por encima de clubes como Empoli, Sassuolo, Venezia o Salernitana que juegan este año en primera. Un subcampeonato en 1943. Un desierto de treinta años hasta volver a la B. Un meritorio sexto puesto en 2006 y un inicio de siglo que llevó al equipo de jugar en el campo del Arezzo o la Triestina a ganarle al Glasgow Rangers, el Auxerre o el Partizán de Belgrado en la Copa de la UEFA hasta ser eliminados por el Espanyol. Un banquillo por el que han pasado hombres como Tarcisio Burgnich, Osvaldo Jaconi, Carlo Mazzone o Walter Mazzarri. Una de las más enconadas rivalidades del país, con el Pisa. Todavía en ambas ciudades, la portuaria y la universitaria, se recuerdan las protestas a pie de calle cuando al presidente pisano, Romeo Anconetani, se le ocurrió plantear que los dos clubes deberían fusionarse en uno de nombre Pisorno. Si hablamos de vecinos toscanos, las gradas livornesas tienen más aprecio a las del Empoli y un poco más allá a la Ternana que dirige Cristiano Lucarelli. En el Armando Picchi de Livorno no es raro ver símbolos del AEK de Atenas o del Olympique de Marsella fruto de la red de afinidad entre estas aficiones mayoritariamente antifascistas.
“A los aficionados del Livorno y a los que lo siguen desde fuera de la ciudad e incluso desde fuera de Italia, les digo que continúen haciéndolo más allá de la categoría, que sigan amándolo más allá de la categoría. El fútbol debe también ser romántico”, dice Protti
La película Il sorpasso se llamó en España La escapada. Dino Risi no sabía, no podía saber, que cuando rodaba ese magnético retrato de la Italia del boom económico —el escenario de la pugna entre quienes piensan que las cosas se hacen solas y quienes verdaderamente las hacen— estaba comenzando a la vez la historia que contará medio siglo después Alberto Prunetti en Amianto (Hoja de Lata, 2020). La de su padre Renato. Gassman y Trintignant remontan la costa de la Maremma pasando muy cerca del hierro de Follonica, del acero de Piombino o el mercurio de Rosignano Solvay, que no salen en imagen porque entonces hablaríamos de otra película. Prunetti recoge cómo empieza a aficionarse al fútbol desde muy pequeño, viendo a su padre interesado en leer y escuchar los resultados regionales. “Para nosotros, tenían más valor que la Copa de Europa”, escribe. Livorno era el lugar al que Renato llevaba a su familia muchos domingos, su único día de descanso. Abierto y libre, durante ese momento el lugar más importante del mundo. “A los aficionados del Livorno y a los que lo siguen desde fuera de la ciudad e incluso desde fuera de Italia, les digo que continúen haciéndolo más allá de la categoría, que sigan amándolo más allá de la categoría. El fútbol debe también ser romántico”, agrega Protti.
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El equipo de fútbol de Orihuela también merece nuestro reconocimiento por homenajear a republicanos:
https://www.publico.es/politica/equipo-futbol-orihuela-lanza-camiseta-homenajea-republicanos-nueve-liberaron-paris.html
Grandísimo ejemplo de lo que es un club de fútbol: Obrero, humilde y cercano a la case trabajadora que copa los asientos cada dos fines de semana! A Lucarelli y Protti les haría una estatua