Gas fósil
Gas natural licuado, la solución energética para Europa que pone al mundo al límite

Casi el 70% del gas que se consume en la UE viene a través de gasoductos, y el resto viene del gas natural licuado. Ante el peligro del cierre del grifo desde Moscú, Europa lleva meses intentando incrementar el volumen de gas natural licuado que compra desde el extranjero.
Gas y regasificadoras - 4

En estos días de inquietud por la inflación, un hilo de preocupación une al hombre más rico de España con las trabajadores textiles de Pakistán y Bangladesh. Si la electricidad deja de funcionar, todos perderán dinero. Hay, claro está, pequeñas diferencias. El hombre más rico de España es el principal accionista de Inditex, uno de los gigantes del sector textil. A sus 86 años, el empresario gallego Amancio Ortega tiene un patrimonio de unos 60.000 millones de dólares. Parte de su fortuna la debe al cuarto de millón de mujeres repartidas en el sur de Asia que trabajan para su empresa. Sin embargo, pese a lo que podrían pensar ciertos izquierdistas, muchas de ellas no le odian. Como decía cierto aforismo, solo hay algo peor que estar explotado por el capital: no estarlo. Y estos son días de riesgo en los que ellas pueden perder el trabajo.

Tanto Bangladesh como Pakistán intentan adquirir gas natural licuado. Sus reservas de dólares bajan a medida que los precios de la energía suben. Muchos de sus ciudadanos ya están empezando a salir a las calles a protestar. Inditex, si se paraliza la producción, perderá mucho dinero. Puede que don Amancio, incluso, caiga unos cuantos puestos en la lista Forbes. Inditex ya ha acelerado la producción de cara a anticiparse a “problemas de suministro en los próximos seis meses”. Sin quererlo, unos y otros dependen de una subasta mundial por conseguir suministros de gas natural licuado.

Tanto Bangladesh como Pakistán intentan adquirir gas natural licuado. Sus reservas de dólares bajan a medida que los precios de la energía suben. Muchos de sus ciudadanos ya están empezando a salir a las calles a protestar

La invasión rusa en Ucrania ha puesto al descubierto la importancia de la energía en nuestras vidas. Las máquinas más sofisticadas, las economías con más valor añadido, la agricultura o la ganadería dependen de insumos ligados a la energía: sin ella, todo deja de funcionar. Con la voluntad de disuadir a Moscú, la UE y Estados Unidos han puesto en marcha una serie de sanciones que incluyen la disminución de las compras de petróleo y gas rusos. El compromiso de reducir la dependencia de Moscú antes de final de año ha tensionado a las cancillerías europeas, con Alemania a la cabeza: su industria, sin energía barata, perderá competitividad; y lo hará justo en el momento en que su principal comprador, China, empieza a tener problemas económicos.

Alemania es la metáfora de un sistema frágil que ha debido cambiar en meses lo que no había hecho durante años: según un informe anual de British Petroleum, en 2021 la UE consumió 341.000 millones de metros cúbicos de gas. Casi la mitad provenía de Rusia. El gas puede venir a través de dos vías: por gasoducto, una infraestructura que necesita años de construcción; o en barco, en forma de gas natural licuado. Casi el 70% del gas que se consume en la UE viene a través de gasoductos, y el resto viene del gas natural licuado. Ante el peligro del cierre del grifo desde Moscú, Europa lleva meses intentando incrementar el volumen de gas natural licuado que compra desde el extranjero. 

¿Cómo funciona el gas natural licuado?

El gas natural licuado, tal y como su nombre indica, se trata de gas transformado a un estado líquido. Para que el proceso tenga éxito, hacen falta tres actores: países vendedores, transporte y países compradores. Los países vendedores, para hacer que su gas llegue al barco, deben convertirlo en líquido gracias a plantas especializadas en completar este proceso. Los barcos lo transportarán hacia el país comprador, que dispondrá de plantas que conviertan el líquido en gas, de nuevo, antes de introducirlo en su sistema energético.

Todas las partes de la cadena son imprescindibles: si un país no dispone de la planta que convierte el gas en líquido, no podrá vender su gas. Si el país comprador no dispone de una instalación que haga el proceso contrario, no podrá comprarlo. Y Alemania, hoy, no tiene ninguna planta del segundo tipo. Los barcos se han convertido en los grandes protagonistas de la cadena: solamente hay 700 en todo el mundo que puedan hacer esta tarea y el 10% son propiedad de Nakilat, una empresa qatarí. Qatar, junto a Estados Unidos, tendrá un papel preponderante en la resolución de la crisis energética en Europa. Solamente tres países (Australia, Qatar y Estados Unidos) representan el 60% de la venta mundial de gas natural licuado, cada uno con una cuota de mercado de un 20%. 

Solamente tres países (Australia, Qatar y Estados Unidos) representan el 60% de la venta mundial de gas natural licuado, cada uno con una cuota de mercado de un 20%

En 2017, este asunto no formaba parte aún de la primera plana mediática. Fue entonces cuando la doctora Agnia Grigas, una politóloga lituana-americana, publicó The New Geopolitics of Natural Gas, un análisis sobre las relaciones entre compradores y vendedores, con un énfasis especial en Rusia y sus vecinos. En su libro, Grigas señalaba que Europa debía utilizar su fuerza colectiva para conseguir mejores precios, que Estados Unidos tendría un papel creciente como exportador de gas natural, y que Rusia utilizaría su músculo en el sector para intentar influir a sus vecinos.

Hoy, el segundo y el tercer punto son una realidad contrastada, y los políticos europeos siguen buscando convertir el primero en una realidad. Ella misma, como asesora del gobierno lituano en asuntos energéticos en 2008, buscó que su país ganara cierta independencia energética respecto a Rusia con una planta flotante de regasificación en Klaipeda. Esta infraestructura sirvió para que el presidente lituano, en abril, anunciara vía Twitter que su país ya no consumiría gas ruso. Tras el anuncio, Estados Unidos ha ganado protagonismo en Lituania. Su otro gran proveedor es Noruega. 

Algunos analistas han comparado la situación actual con la crisis del petróleo de 1973. Entonces, un shock geopolítico mutó en inflación tras el aumento de los precios del petróleo, y los bancos centrales occidentales reaccionaron subiendo los tipos de interés

Algunos analistas han comparado la situación actual con la crisis del petróleo de 1973. Entonces, un shock geopolítico mutó en inflación tras el aumento de los precios del petróleo, y los bancos centrales occidentales reaccionaron subiendo los tipos de interés. El episodio también cambió para siempre los precios del petróleo, que pasaron de ser bajos, estables y previsibles a ser cada vez más volátiles y altos. Grigas, actualmente en el think tank Atlantic Council, señala las diferencias entre el mercado del petróleo y lo que hemos tenido hasta hace bien poco con el gas: “Hace tiempo que existe un mercado mundial del petróleo, en el que los petroleros pueden suministrar de forma estable en todo el mundo, a pesar de algunas crisis como la de 1973. Mientras tanto, los mercados del gas han sido regionales. Los precios del gas estaban vinculados a los del petróleo, pero también estaban determinados por contratos a largo plazo. En gran parte de los mercados europeos, estos contratos a largo plazo se celebraban entre los estados importadores europeos y empresas estatales como la rusa Gazprom”.

El episodio actual, con un rol creciente del gas natural licuado, introduce una tendencia distinta: “Los precios eran más estables, pero también se basaban en relaciones a largo plazo y acuerdos políticos, más que en las fuerzas del mercado, como los actuales mercados al contado del gas natural licuado”. Grigas concluye que la coyuntura actual creará “más volatilidad a corto plazo”, pero considera que a largo plazo esto puede crear más estabilidad. 

Los ganadores: 40.000 millones de dólares en un trimestre  

Esta volatilidad a corto plazo ha generado grandes ganancias. Exxon Mobile, que perdió 20 000 millones en 2020 por la pandemia, ha resurgido y ha ganado, solamente en el último trimestre, casi 18 000 millones de dólares. Empresas consideradas de la “vieja economía”, ante la crisis inflacionaria, han recobrado un protagonismo que parecía perdido gracias a un poder de mercado que realmente nunca desapareció.

Chevron ganó 11.600 millones de dólares; Shell, 11.400 millones de dólares. Sus acciones en bolsa, hundidas durante los confinamientos, se han convertido en uno de los objetos más deseados para los inversores. Solamente en el último año, las acciones de Exxon se dispararon un 86%: si usted hubiera invertido 10 000 euros hace un año, hoy tendría casi 19.000 euros. Las de Chevron aumentaron un 70%; las de Shell, un 56%. Las tres empresas tienen una larga trayectoria, pero no son las únicas que han aumentado sus beneficios a partir de la guerra en Ucrania. Otras más nuevas, ligadas al sector del gas natural licuado, tienen un futuro prometedor gracias a la creciente dependencia de Europa del gas estadounidense: según contaba la revista Forbes en abril, el 65% de las ventas de gas natural licuado estadounidense acababan en el mercado europeo.

Otras empresas más nuevas, ligadas al sector del gas natural licuado, tienen un futuro prometedor gracias a la creciente dependencia de Europa del gas estadounidense: según contaba la revista Forbes en abril, el 65% de las ventas de gas natural licuado estadounidense acababan en el mercado europeo

Chenière Energy es una empresa de Houston que vendió su primer cargamento en 2016. El fracking y el aumento de la producción, junto a una inversión en la tecnología adecuada, posibilitaron que Estados Unidos se convirtiera en exportador de gas natural licuado. Las acciones de Chenière, pese a que la empresa perdió 2000 millones de dólares en 2021 y apenas ha tenido beneficios en el último lustro, se han duplicado en el último año. Excelerate, especializada en plantas flotantes de regasificación, salió al mercado hace pocos meses y se convirtió en la segunda empresa más exitosa del año a la hora de colocar sus acciones. Grigas apunta a un problema.

Pese al renovado entusiasmo europeo por el gas natural licuado, la cuestión a resolver es la logística: “Podemos esperar cuellos de botella este invierno, cuando empiece el frío en Europa y se usen más las calefacciones, no sólo por la falta de capacidad de transporte, sino también por la falta de terminales de importación de gas natural licuado”.

Los barcos: mirando a Qatar… y a Corea del Sur 

La mitad de las reservas de gas mundiales se encuentran repartidas entre tres países, pero los dos primeros tienen relaciones tensas con Occidente. Rusia (23%) es el primero, Irán (17%) es el segundo. El tercero en discordia, Qatar, se ha convertido en el actor clave más allá de los Estados Unidos. Su gobierno suele permitir la entrada de las empresas occidentales en los sectores del petróleo y el gas locales, pero en 2021 también firmó contratos de exportación con las empresas estatales de Corea del Sur y Pakistán o con la china Guangdong Energy. Qatar, gracias a la empresa Nakilat, controla el 10% de los barcos que transportan gas natural licuado por todo el mundo. Sin ellos, sencillamente, no sería posible el transporte. Sin Qatar, la UE lo tendrá muy difícil para desengancharse de Moscú. 

La GIIGNL es una organización sin ánimo de lucro que cuenta entre sus miembros y asociados con Gazprom, Total, Iberdrola, Engie o Shell. Todas ellas son las principales empresas del sector del gas natural licuado. Cada año, la GIIGNL publica el número de barcos y los contratos de exportación que se han firmado. En 2021 entraron en circulación 68 embarcaciones nuevas, y la mayoría de ellas se construyeron en Corea del Sur. Corea del Sur es, a su vez, uno de los grandes consumidores de gas natural licuado. Sin esa energía, probablemente Daewoo, Hyundai o Samsung no podrían construir los barcos con los que transportar el gas natural licuado.

La competencia entre Europa y los países asiáticos será feroz, y el corto plazo podría comerse a las necesidades del largo plazo

La competencia entre Europa y los países asiáticos será feroz, y el corto plazo podría comerse a las necesidades del largo plazo: ¿qué hacer si Europa necesita el gas este invierno si, a la vez, necesita que haya más barcos en el futuro para poder contar con más gas natural licuado? Qatar tiene la llave del gas, pero sin los barcos surcoreanos difícilmente podrá satisfacer a todos sus clientes. Con los precios del gas multiplicando por diez el nivel habitual, cabe preguntarse qué es necesario para que Europa vuelva a tener algún día los precios que tenía hace dos años: “Es posible una vuelta a los precios 'normales' cuando Europa se asegure los volúmenes suficientes de suministros alternativos de gas natural licuado. Sin embargo, es probable que se mantenga un sobrecoste hasta que la geopolítica se estabilice y Rusia vuelva a la comunidad internacional”, comenta Grigas. 

Todos contra todos 

En 2020, contratar un barco que transportara 160.000 metros cúbicos de gas natural licuado costaba unos 59.000 dólares diarios. Hoy el coste es de 120.000 dólares diarios. Tal y como explicaba a mediados de agosto el periodista de Bloomberg Javier Blas, la situación actual en Europa podría resolverse temporalmente pagando mucho más y a costa de dejar fuera a los países que no se pueden permitir esas tarifas. Pakistán o Bangladesh tienen otras decisiones más duras que tomar: ambos países pagan sus importaciones de comida y sus vencimientos de la deuda con dólares; dólares que deben conseguir vendiendo ropa. Para ello necesitan una electricidad que, con un gas caro, estará a precios disparatadamente altos. Las inundaciones en Pakistán han acabado de complicar la situación. 

Por eso ellas cosen, más que nunca, más rápido, en las fábricas textiles. Tienen que cumplir con los plazos. Lo hacen por ellas, para comer, por sus hijos y su educación. Porque si no lo hicieran pasarían aún más hambre. Sobre sus hombros reposan muchas cosas: la deuda de sus países; los beneficios de las compañías occidentales, los dividendos de los accionistas de esas empresas; los ciudadanos occidentales, hartos de salarios bajos y malas noticias, cuyo consuelo es sentir que, como clientes, mandan por un ratito. En sus manos cada vez más torpes, su vista cansada y sus rodillas maltrechas reposa un trozo de la economía mundial.  

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