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Gordofobia
Tatiana Romero y Alicia Santurde: “Vivimos en una sociedad que nos enseña a odiar nuestro cuerpo”
Tatiana Romero (Ciudad de México, 1984) y Alicia Santurde (Santander, 1978) confiesan que han tenido que transitar un camino hasta reconocerse como gordas además de luchar contra su propia gordofobia. Son dos de las autoras del libro colectivo (h)amor gordo (Continta me tienes, 2023), coordinado por Romero, en el que se vuelcan otros ocho relatos de otras escritoras que confiesan que han tenido que atravesar las mismas puertas: la del reconocimiento y la de la deconstrucción. Acuden a El Salto pocos días antes de la presentación en Madrid de este libro, que tendrá lugar este sábado 4 de marzo a las 12h en la librería Mary Read, coincidiendo con el Día Mundial contra la Gordofobia. Y lo hacen decididas a construir un marco teórico en torno a la lucha contra la gordofobia, y falta que hace, en un país y un continente cada día más delgado.
(h)amor gordo es un libro sobre amor pero no solo habla de la esfera sexoafectiva, sino sobre el amor propio ¿No?
Alicia Santurde: De hecho, en conjunto, creo que habla más sobre la relación de amor con una misma o con uno mismo que con los otros. Me parece que el amor propio es algo más importante como tema que atraviesa el libro.
Tatiana Romero: Ha sido una apuesta por parte de la editorial, por eso el título lleva delante la letra ‘h’: para deconstruir el amor. Creo que rompe con la idea de que el amor está siempre referido al amor que sentimos hacia otras personas o los vínculos sexoafectivos. Para mí, como coordinadora de este libro, era muy importante que los relatos se escribieran desde el cuerpo y creo que, al poner el cuerpo en el centro, te pones a ti en el centro y lo sexoafectivo está alrededor.
Os desnudáis en este libro ¿no sentís un poco de pudor?
A.S.: Cuesta nombrarse gorda en alto. Yo creo que es de las cosas que más cuesta. Aunque lo tengas perfectamente asumido y tú lo sepas, hay algo en ti que piensa que el mundo no se ha dado cuenta y en el momento que lo nombres es cuando va a quedar constancia. Te pasa cuando vuelves a encontrarte con alguien que hace mucho tiempo que no ves y tenías otro cuerpo en ese momento.
Nombrarse como gorda en alto cuesta mucho pero precisamente por eso creo que es tan necesario, porque vivimos en una sociedad que nos enseña a odiar nuestro cuerpo, independientemente de cómo seamos. Es importante aprender a decir: “Sí, soy gorda, ¿y qué?”.
T.R.: A mí, más que pudor, me da miedo. Mi texto lleva de título Mea culpa. Me dio mucho miedo y mucho vértigo escribirlo porque me abro y digo “yo no quiero ser gorda”. Y me sigue dando miedo la recepción que va a tener ese texto por parte de mis compañeras gordas y por parte de mis amantes delgadas.
No hay mucha gente gorda en la clase alta, porque hay una gordobofia estructural y la gente de clase alta hace lo que sea con tal de no ser gorda
De hecho el libro arranca con un relato de Irantxu Varela en el que reconoce su propia gordofobia ¿Os ha pasado a vosotras lo mismo? ¿Habéis tenido que reconocer este sentimiento?
A. S.: Sí, porque esto es súper estructural y lo atraviesa a todo. No hay mucha gente gorda en la clase alta, porque hay una gordobofia estructural y la gente de clase alta hace lo que sea con tal de no ser gorda. Y creo que en todos los textos las autoras reconocemos nuestra gordofobia. Yo hablo directamente de desprenderme del cuerpo y colgarlo en una percha.
Alicia, en tu relato visitas el Hotel Xerocorporea, un hotel ficticio en el que al entrar te desprendes de tu cuerpo, pero de manera literal ¿Qué nos quieres decir con esta imagen tan potente?
A. S.: Pues la idea me surgió de la cuestión esta de que las células se renuevan cada siete años y lo que podría suponer hacer eso, liberarte de tu cuerpo. A mí me gusta mucho explorar el mundo desde la ficción especulativa, porque me permite mucha fantasía. Y en el relato me planteo que si me pudiera librar de mi cuerpo ¿lo echaría de menos o querría ser otra cosa? Creo que lo que nos sucede mucho a las personas que sufrimos violencia estética es que potenciamos mucho otros aspectos. Y yo quería ver eso, si soy capaz de echarme de menos, porque al final creo que a veces habitamos el cuerpo como si fuera un vehículo que no está con nosotras en el fondo. Y vas a estar toda tu vida contigo misma. Creo que eso es un aprendizaje porque no nos lo enseñaron o lo olvidamos, porque los niños sí que tienen una relación conectada a su cuerpo.
Dice Enrique Aparicio en otro de los relatos que mucha gente le ha preguntado cuándo se dio cuenta de que era homosexual pero que nadie le ha preguntado cuando se dio cuenta de que era gordo ¿Reconocerse como gorda es un proceso?
T.R.: Sí, es un proceso. Y yo creo que es un proceso que no es lineal, que es cíclico. Todas crecemos con la violencia estética y las que nos salimos de una talla normativa como la 38 ya nos empezamos a nombrar de broma como gordas. Pero asumirse de verdad como tal es algo que cuesta.
A mí me costó mucho llegar hasta aquí, porque creo que nombrarte como gorda es habitar una identidad política. Y eso me gusta de los activismos gordos y de lo que estamos haciendo en los últimos años, que muchas han abierto el camino, como Magda Piñeiro. Habitar una identidad política es empezar a vencer. Y en ese sentido creo que es muy importante nombrarte gorda y meterlo ya dentro de tu identidad. Pero no es lineal. Hay veces en las que te retrae, hay veces en las que sientes mucho de impostura. También creo que, con el tema gordo, las corporalidades son muy distintas. En ese sentido, a veces me siento impostora y a veces me siento plenamente gorda. La toma de conciencia de cualquier identidad es un proceso que nunca es lineal.
Habitar una identidad política es empezar a vencer. Y en ese sentido creo que es muy importante nombrarte gorda y meterlo ya dentro de tu identidad
Es el momento de reapropiarse del término.
A. S.: Por supuesto, y, como ella dice, no es lineal, porque la gordura siempre va en comparación al contexto social en el que estés. Depende de con quien estés te sientes más o menos gorda, porque la sociedad te ha dicho que eres más o menos gorda.
Y creo que es muy importante eso, verlo desde lo política. Porque realmente hasta que no lo dices así no te atreves a enfrentarte a alguien que atenta contra eso que eres tú. Entonces soportas paternalismos, soportas violencias médicas cada vez que vas al médico. Las gordas no vamos al médico con normalidad porque vayas por lo que vayas sabes perfectamente que van a hablar de tu peso. La última vez que me han hecho un comentario gordófobo ha sido en el dentista la semana pasada. La anterior fue en el ginecólogo. Es decir, es como ya da igual a lo que vaya. Yo ya me lo tomo a broma, porque o te lo tomas así o es que sales llorando sistemáticamente cada vez que necesitas ir al médico o no vas.
T.R.: Hay muchísimos cuerpos gordos que no van al médico por evitar esos momentos.
O no te quedas embarazada.
A. S.: Yo me vi en esas. Yo tengo un niño de siete años y cuando fui al médico para una revisión previa al embarazo me mandó a una enfermera muy enjuta que me dijo que yo, con mi edad —tenía 37 años— y con mi peso, lo iba a tener muy difícil. Me quedé embarazada al mes y medio. Hay muchos problemas para no quedarte embarazada, pero creo que el peso no tiene nada que ver.
Luego te pesan todo el rato para que no cojas peso. Yo dejé de pesarme y dejé de hacer dietas cuando fui madre. A mi hijo los primeros días le pesaban todos los días a ver qué peso cogía y se alababa que cogiera peso. Esto a mí me hizo pensar mucho en que es lo que yo quería transmitir y transmitirme, y dije hasta aquí. Y desde entonces ni me he vuelto a pesar ni he vuelto a hacer ninguna dieta.
Dentro del campo de la medicina hay muchísima violencia hacia muchas personas. Sobre todo hacia las mujeres, claro, porque a un señor gordo que quiere dejar embarazada a una mujer nadie le dice que si tiene semen vago, en cambio a ti te someten a pruebas. Es que es así. Y te hacen la prueba de la diabetes dos veces aunque tengas el azúcar perfecto, que es lo que me pasó a mí. Si eres gorda te hacen sufrir mucho.
T.R: Y si eres bollera no te van a inseminar. Si tu índice de masa corporal es más alto de 25 vas a tener problemas. Si es más alto de 30 directamente la sanidad pública te dice que no, que tienes que adelgazar. Hay casos de mujeres a las que mandan a adelgazar en seis meses, que eso tiene que ser durísimo para la salud. ¿Y quieres embarazar un cuerpo enfermo porque la has hecho adelgazar en seis meses para poder inseminarla?
Tatiana, en tu relato vinculas gordofobia con racismo ¿Por qué?
T.R.: Porque para mí la gordofobia es otra forma de racismo. Todo viene de la matriz colonial. La matriz colonial es aquella que determina el cuerpo universal. Ese cuerpo universal es un cuerpo blanco, es un cuerpo delgado, es un cuerpo normativo. Esta normalización de los cuerpos viene de largo. Podemos remontarnos al siglo XVIII cuando se empieza a desarrollar el llamado racismo científico y todo lo que se sale de ahí es anormal. Entonces, como para mí la matriz es la misma, el colonialismo y el racismo científico, para mí la gordofobia tiene mucho más de racismo de lo que nos pensamos.
Dice la directora de la película Cerdita, Carlota Pereda, que ha hecho una película para denunciar la gordofobia en la sociedad y no la hizo sobre la homofobia porque la gordofobia es transversal, afecta a todas las identidades sexuales, a todos los colores de piel. ¿Qué pensáis?
A.S.: Creo que no se puede dar más categoría a una opresión con respecto a otra, pero, en ese sentido, sí que es cierto que, independientemente de cuál sea tu identidad sexual o de dónde vengas, la gordofobia está ahí. En ese sentido sí que es cierto que hay gente de todas las características que ha sufrido gordofobia.
T.R.: A los cuerpos se les permite cierta indisciplina. El tema de la gordura es completamente interseccional. Por mí parte, yo creo que lo que es transversal es la clase y no el peso, pero eso es otra historia, porque el peso está relacionado con la clase siempre. Para mí lo que es transversal en todo cuerpo es la clase. La gordofobia es otra parte más de las intersecciones que nos cruzan. En ese sentido, si tú eres negra, no puedes ser gorda. Y si eres gorda, pues mejor que no seas negra. Porque no le podemos permitir tanta indisciplina a un cuerpo.
La estructura colonial y el pensamiento moderno que disciplina a nuestros cuerpos permite ciertas fugas. Pero no te puedes permitir todas. No te puedes permitir ser gorda, racializada, lesbiana... todas juntas. Eso no te lo puedes permitir. Y yo creo que eso es lo que sucede. Más que la gordofobia sea transversal, es una intersección más de las indisciplinas que puede tener o no un cuerpo.
La gordofobia es un mal occidental. En otras culturas el ideal de belleza es otro. En África el ideal de belleza es otro.
T.R.: Porque viene del colonialismo. La gordofobia es colonialismo puro y duro. Es así.
A.S.: A ti te hacen creer que tu cuerpo así aquí no es válido y no es deseable, y no te mereces habitar ni estar.
Si alguien te desea cuando cumples un canon y te deja de desear cuando lo dejas de cumplir, pues, sinceramente, es una construcción del deseo que a mí no me interesa nada
Hablando de amor y de relaciones sexoafectivas. El amor romántico es delgado, ¿esto es una ventaja para vosotras o un inconveniente?
A.S.: Yo me sentí muy identificada con el texto de Irantxu porque yo he estado delgada. No voy a decir que he sido delgada porque no he sido nunca delgada. Estaba delgada porque sometí a mi cuerpo a dietas súper estrictas, a control de peso, hasta que eso derivó en un TAC [Trastorno Alimenticio Compulsivo]. Como casi todas las personas gordas, estaba luchando, estaba construyendo un edificio al lado del mar y el mar llega un momento que arrasa.
Evidentemente sí notaba las diferencias entre como se provocaba deseo en función del peso que iba teniendo. Sobre todo los comentarios sobre tu cuerpo tipo “es que antes estabas muy buena y ahora ya no”. Pero bueno, yo sigo siendo la misma tía y ahora me considero mucho más interesante, mucho más divertida, mucho mejor que cuando tenía 20 años y estaba pensando en la siguiente comida porque me mataba de hambre. La imagen que tú tienes de lo que es una relación sexual son dos cuerpos delgados. Poner tu cuerpo desnudo delante de otra persona por primera vez es complicado.
T.R.: Para mí es una ventaja porque es una indisciplina más que me permito y salgo de la norma todo el rato. Tiene sus pros y sus contras, no vamos a decir que no. Yo habito las relaciones desde la no monogamia, y en ese sentido ahí se complejiza más el tema, porque, claro, yo, al no tener un cuerpo no normativo, si mi pareja está con una persona que tiene un cuerpo normativo además de conmigo o tú estás con una persona con un cuerpo normativo, ella tiene un poder y un capital erótico que yo no tengo. Cuando tú entras en una fiesta, tú vas a ligar sin tener que abrir la boca. Yo ligo abriendo la boca. No siempre puedes abrir la boca en una fiesta. El tema no es ligar más para nada. Pero bueno, que eso complejiza las relaciones. Pero es una ventaja. Siempre es una ventaja porque estoy habitando totalmente la indisciplina. Habito la indisciplina desde la homosexualidad, desde la gordura, desde la migración, desde la racionalización.
A.S.: Yo tampoco quisiera estar con alguien que solo estuviera conmigo porque cumplo un canon. Yo personalmente prefiero salirme de ahí. Si alguien te desea cuando cumples un canon y te deja de desear cuando lo dejas de cumplir, pues, sinceramente, es una construcción del deseo que a mí no me interesa nada.
Construimos el deseo en base a normativas capitalistas. No es baladí que sean los cuerpos blancos y delgados a los que se les permite ser objeto de deseo y, además, sujetos deseantes
¿Qué es el deseo? ¿son hormonas o es un constructo?
A.S.: Evidentemente, tú, a través de la cultura pop, aprendes a desear. Es lo que te enseñan a desear: al actor, a la actriz, al cantante. Un poco te construyes el deseo y luego, claro, sí que tienes tu propio deseo. Pero es cierto que no visibilizar otras corporalidades hace que sea imposible generar una construcción de aprendizaje de deseo hacia otros cuerpos. Tenemos que ver otros cuerpos y otras maneras de relacionarse para que la parte del constructo del deseo desaparezca, ya que luego realmente en la vida no funciona así.
Tú, al principio, en la adolescencia, quieres pertenecer a eso que se supone que es lo deseable. Y hay gente que se queda ahí durante toda su vida, y eso también es bastante triste.
T.R.: Es un constructo. El deseo, como todo, es un constructo. Para mí está muy claro de dónde viene mi deseo. Mi deseo viene de las mujeres de mi familia. Está totalmente construido. No tenemos normalizados los cuerpos diversos. Si no hay una normalización de la diversidad de los cuerpos, no puede haber deseo.
Hay unos cuerpos que desde la estructura social son deseables que curiosamente son los mismos cuerpos y las mismas vidas que merecen ser vividas, los que no son desechables, los que el capitalismo no desecha. Construimos el deseo en base a normativas capitalistas. No es baladí que sean los cuerpos blancos y delgados a los que se les permite ser objeto de deseo y, además, sujetos deseantes. Todo lo que queda fuera de eso solo puede ser objeto de deseo en tanto fetiche y exótico, por la hipersexualización de cuerpos gordos y cuerpos racionalizados. Sí, estas vidas de segunda, entre comillas, entran dentro de los objetos de deseo, pero no van a ser sujetos deseantes porque si no tienen derecho a existir, tampoco tienen derecho a desear.
Acabemos esta entrevista con vuestras referentes, esas que son tan necesarias en un país de cultura delgada.
A.S: A mí me gusta mucho Virgi Tobar, con su libro Tienes derecho a permanecer gorda. Y en general todo lo que produce en redes es muy interesante.
T.R: Y además es chicana.
A.S: Eso. Y también me gustó mucho el libro Y tú qué miras de Gabourey Sidibe, la protagonista de la película Precious. Habla de cómo ella se ha visto atravesada en su carrera por la gordofobia y por el racismo. Y en España Gloria Fortún ha hecho bastante activismo gordo. Y ya está, somos pocas, pero de momento estamos ahí. A ver si nos vamos sumando y vamos creando un marco teórico que creo que hace falta, porque en cuanto hay un poquito notas en seguida al calor del abrazo de las otras que necesitan ser oídas y oídos.
T.R.: Yo voy a tirar para lo mío, que es América Latina, mis referentes de lecturas y de activismo gordo. Evidentemente Magda Piñeiro, que vive en Canarias pero es uruguaya. También Laura Contrera, Argentina, que escribe Cuerpos sin patrones, que ya lleva bastantes años en esto. También Constanza Álvarez, que escribe un fanzine que se llama La Cerda Punk, desde hace por lo menos diez años y es potentísima. También Lucrecia Mason, que participa en este libro, y para mí era muy importante que estuviera porque Lucrecia es una referente de la filosofía del activismo gordo. No solo podemos hacer filosofía en América Latina, también podemos hacer filosofía desde un cuerpo gordo, y eso para mí es importante. Además, Gabriela Contreras, que también está en esta recopilación, es una poeta chilena. Esto para leer.
También es importante escuchar a cantantes gordas como Lizzo. La cantante de Gossip, Beth Ditto, también me parece muy potente, y también bollera. Y luego, en productos audiovisuales yo recomiendo mucho My mad fat diary, una serie en la que la gorda es la protagonista y es maravillosa. Luego sí que hay un personaje en Euphoria, Katherine Hernandez, que es una chavala gorda que lo peta, que usa arneses y escotes. Y claro, es que cuando pienso en más referentes audiovisuales, ahora mismo no los tengo.
Creo que cuando pensamos en productos audiovisuales no hay referentes gordos en los que no gire todo alrededor de la identidad gorda. En los personajes gordos, todo su personaje gira en torno a que son gordas y no les pasa nada más, más que ser gordas. Yo haría una serie en la que salga que no puedo pagar las facturas, por ejemplo.
Los medios son el vehículo transmisor de la violencia simbólica y de la normalización de la sociedad. Entonces, mediremos que tan libres estamos pudiendo ser en la vida real cuando los medios no transmitan constantemente esta violencia simbólica.