Fascismo
Gaza: ¿un prototipo de ecofascismo?

El uso y abuso del ecologismo por parte de Israel debería ser una señal de alarma, escribe Henry Luzzatto.
karen kleis

Henry Luzzatto es un escritor y editor independiente afincado en Brooklyn, Nueva York. Sus artículos de opinión, ficción y sátira se centran en un amplio abanico de temáticas y se publican en varios medios de comunicación, como Body Fluids, Points in Case y New Internationalist. Se define a sí mismo como un «escritor y editor de un mundo confuso de un futuro lejano».

7 ene 2025 04:02

El uso y abuso del ecologismo por parte de Israel debería ser una señal de alarma, escribe Henry Luzzatto.


La ofensiva israelí en Gaza ha causado una devastación a una escala abrumadora, no solo para la población y las infraestructuras palestinas, sino también para el futuro medioambiental de Gaza y del sur de Israel.

Como respuesta a la catástrofe medioambiental, el Ministerio de Protección del Medio Ambiente de Israel ha presentado una nueva iniciativa llamada «Sur verde», un proyecto que busca revitalizar las zonas del sur de Israel mediante la construcción sostenible, nuevas plantas de reciclaje y el saneamiento de las tierras de cultivo contaminadas por la guerra.

Sin embargo, si bien existen planes para promover la agricultura sostenible israelí en la frontera con Gaza e incluso para repoblar la Franja con ciudades ecológicas israelíes, no hay ningún plan a largo plazo para poner fin a la violencia que provoca esta destrucción medioambiental, y mucho menos para dotar de derechos a la población civil palestina que sufre sus consecuencias más directas.

Por el contrario, el pueblo palestino se ve obligado a optar entre huir de su patria en calidad de refugiado o a ser asesinado de forma masiva, ya sea mediante bombardeos o por inanición forzada.

Esta situación ha llevado a algunas voces, como la de Gustavo Petro, el primer presidente de izquierdas de Colombia, a calificar la guerra contra Gaza como un prototipo de ecofascismo que concibe a las personas del Sur Global como «desechables».

El ecofascismo es una variante del ideario de derechas que achaca nuestras crisis ecológicas actuales a la superpoblación, la inmigración y la globalización y pretende resolverlas con maniobras de extrema derecha, tales como la prohibición total de la inmigración o incluso el genocidio de grupos minoritarios. La socióloga y economista política brasileña Sabrina Fernandes señala: «El ecofascismo reconoce la crisis pero no trata de salvar la Tierra, sino de decidir quién sobrevive en un planeta moribundo. En consecuencia, promueve la agenda climática de forma autoritaria».

Petro destaca el genocidio de los palestinos como un ejemplo de la manera en que se decide qué poblaciones se benefician del progreso medioambiental y qué poblaciones están condenadas a sufrir cuando sus territorios se tornan inhabitables.

«El genocidio y la barbarie que se han perpetrado contra el pueblo palestino es lo que aguarda a quienes huyen del sur como consecuencia de la crisis climática», afirmó Petro en la COP28, la cumbre sobre el clima de la ONU que tuvo lugar en Dubái. «Lo que estamos viendo en Gaza es un anticipo del futuro que nos espera».

 


«Una tierra sin pueblo»

Aunque la estratificación medioambiental actual de Israel y Palestina se haya visto acentuada considerablemente por el conflicto actual, lo cierto es que este fenómeno no es nuevo, sino una estrategia deliberada cuyo origen se encuentra en la propia historia del colonialismo.

En enero de 2024 tuvo lugar en Canadá una mesa redonda en línea en la que Selina Robinson, exmiembro del gabinete ministerial de Columbia Británica, se refirió a la condición de Palestina antes de 1948 como «un pedazo de tierra baldía sin nada».

«Sí, había varios cientos de miles de personas pero, aparte de eso, no tenía un sistema económico», dijo Robinson. «No se podía cultivar nada. No había nada en ese lugar».

Estas falsedades reflejan una fantasía muy concreta que afirma que la historia de la región comienza con la creación de Israel en 1948 y que alimenta el viejo discurso colonial de la «administración apropiada» de los territorios autóctonos.

Duncan Cumming

A lo largo de la historia, la apropiación colonial de tierras se ha justificado mediante la doctrina jurídica de la terra nullius, una expresión latina que significa «tierra de nadie». Este concepto se empleaba para sostener que, dado que los pueblos indígenas no explotaban la tierra hasta alcanzar su máximo valor productivo, la apropiación por parte de los colonos estaba justificada e incluso constituía una obligación moral.

Robinson se vio obligada a dimitir por sus comentarios, pero la idea implícita de la necesidad del proyecto colonial israelí para modernizar y embellecer un desierto «baldío» sigue siendo un elemento subyacente en el movimiento sionista.

«En el centro del movimiento está la antigua creencia colonial que defiende la apropiación y revitalización de esta tierra para convertirla en un paraíso» sostiene Alex Roberts, uno de los autores de The Rise of Ecofascism: Climate Change and the Far Right. «Es evidente que estos aspectos se entremezclan en el lavado de cara medioambiental y casi tecnocrático del Estado israelí y en la perspectiva neocolonial más radical según la cual “tenemos derecho a esta tierra y podemos rehacerla a nuestro antojo”».


Hacer florecer el desierto

El mantra de que «Israel hizo florecer el desierto» es una cantinela constante que sirve para justificar el colonialismo sionista, erigiendo al país en el administrador ecorresponsable de una región dominada por las economías basadas en los combustibles fósiles.

Israel ha desarrollado una sólida reputación como líder en tecnologías respetuosas con el medio ambiente, desde el tratamiento de residuos hasta innovaciones en el riego por goteo y una actitud progresista hacia el fin de la dependencia del carbono. Sin embargo, a pesar de la proclamación de estos avances tecnológicos en el Norte Global, todos y cada uno de ellos contribuyen a impulsar, o a encubrir, la crisis ecológica en Palestina.

Al mismo tiempo que Israel innova en el tratamiento sostenible de residuos y en el desarrollo de un «combustible derivado de desechos» dentro de sus propios territorios, aprovecha de modo ilícito los territorios ocupados de Cisjordania para procesar residuos tóxicos. Los avances en el riego por goteo favorecen una agricultura más eficiente que, según Israel, «alimenta al mundo», pero estas técnicas se desarrollaron en tierras palestinas que fueron expropiadas por la fuerza.

Aunque Israel se ha comprometido a reducir los gases de efecto invernadero en un 85% para el año 2050, lo cierto es que, según una nueva investigación británica y estadounidense, las emisiones de CO2 que se generaron durante los primeros 60 días de su guerra contra Gaza fueron superiores a la huella de carbono anual de más de una veintena de los países más expuestos al cambio climático.

Pese a que en Israel sí se han producido verdaderos logros en materia medioambiental, el impacto ecológico de «hacer florecer el desierto» refleja una estratificación intencionada mediante la cual los beneficios recaen en la población israelí mientras la palestina languidece sin acceso a agua potable ni a tierras cultivables.

«Si echas un vistazo a las imágenes por satélite de algunas zonas de Cisjordania, ves que hay parques y zonas verdes preciosas con piscinas, y es evidente que ahí es donde se sitúan los asentamientos», afirma Roberts. «Este tipo de jerarquía racial consignada en el propio entorno es uno de los fenómenos que podemos esperar ver con mayor frecuencia a medida que la crisis climática se recrudezca».


Una nueva Jerusalén

A finales de enero, miles de personas asistieron al encuentro «Asentamientos para la seguridad», un evento en el que empresarios presentaron sus planes para un nuevo reasentamiento israelí en Gaza tras la guerra. Los promotores ofrecieron a los asistentes la oportunidad de emplazar sus hipotéticas casas en barrios gazatíes con nombres nuevos y no árabes. El grupo «Nueva Gaza» propuso a los asistentes una «oportunidad única en la vida para participar en la reconstrucción de la ciudad judía de Gaza, convirtiéndola en una ciudad verde y de tecnología punta».

Uno de los aspectos decisivos del proyecto de los colonos para la Gaza de posguerra es la erradicación del pueblo palestino, al que consideran un obstáculo para lograr un modelo moderno y sostenible de Gaza gestionado por sus «legítimos administradores».

Daniela Wass, una de las organizadoras de la conferencia, dejó claras sus intenciones sobre el futuro de Gaza: «La agenda contempla dos opciones», aseguró a la audiencia: «O bien Gaza es judía y próspera o volverá a ser árabe y sanguinaria».

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha rechazado oficialmente la idea de construir asentamientos israelíes en Gaza. Sin embargo, el movimiento de los asentamientos tiene una presencia importante tanto en la cultura como en el gobierno israelí.

«La agenda contempla dos opciones», aseguró a la audiencia: «O bien Gaza es judía y próspera, o volverá a ser árabe y sanguinaria».

A lo largo de la historia, Israel se ha servido de la estratificación medioambiental para justificar y reforzar su proyecto colonial. Ahora que Gaza está sometida a la mayor destrucción medioambiental de su historia moderna, los grupos de derechas israelíes pretenden utilizar los mismos argumentos para apoderarse de ese territorio a expensas del propio pueblo palestino, provocando así una brecha aún mayor entre «ricos» y «pobres» desde un punto de vista ecológico.

El dirigente colombiano Petro sostiene que esta no es una situación puntual y exclusiva en el escenario de conflicto entre Israel y Palestina, sino que se repetirá en el futuro. A medida que la crisis climática empeora, la creciente catástrofe ecológica forzará a las poblaciones del Sur Global a vivir en unas condiciones insostenibles, «desembocando así en un éxodo del sur hacia el norte».

Estas crisis migratorias desplazarán forzosamente a la población de sus hogares rumbo al Norte Global en busca de mejores oportunidades, lo que creará una subclase económica de mano de obra migrante que en realidad no tendrá libertad de movimiento. Así es como Occidente consigue una mano de obra barata y explotable y mantiene dividida a la clase obrera al diferenciar entre la clase trabajadora «legal» y la clase migrante refugiada «ilegal» y «desechable» que puede controlarse por medio de unas normas de inmigración muy estrictas.

Petro sostiene que el Norte Global seguirá respaldando este modelo de estratificación medioambiental y sus consecuencias devastadoras mientras el capital pueda sacar provecho de la explotación inherente a este sistema. «Occidente defenderá su consumo excesivo, un estilo de vida basado en la destrucción de la atmósfera y el clima», afirma Petro, «y está dispuesto a responder incluso con la muerte para defenderlo».

Si en el Norte Global hacemos la vista gorda ante el ecofascismo manifesto de la ofensiva israelí contra los palestinos, corremos el riesgo de caer en un círculo vicioso e interminable de terror climático, explotación y exterminio masivo, un círculo que, a la larga, supondrá un riesgo para todas las personas que sufren los embates de nuestro ecosistema cambiante.

Sobre o blog

Guerrilla Media Collective es una cooperativa de traducción feminista y orientada al procomún. Somos un grupo internacional de profesionales empeñadas en preservar el arte de la traducción y concebimos la cooperativa como una herramienta de trabajo sostenible, digno y ético para las trabajadoras del sector del conocimiento. Traducimos, corregimos, editamos y diseñamos campañas de comunicación. Nuestro objetivo es ofrecer un resultado final impecable cuidando de las personas que lo hacen posible. Por eso abogamos por el cooperativismo como una alternativa justa y solidaria en un sector cada vez más precarizado.

 
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