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Hemeroteca Diagonal
David González: “Me jode decirlo: a la poesía le han cortado ambas manos”
David González (1964, Asturias) puede ser uno de los autores más singulares del panorama actual. Hijo de obreros, pasó una dura infancia en los barrios más pobres de Gijón. Participó en un atraco que no salió bien y acabó en la cárcel. Allí empezó con la poesía y no ha parado: además de estar incluido en numerosas antologías, ha publicado 16 libros. Desnudo, directo y sincero, acaba de terminar la selección La venganza del Inca. Antología de poemas con cocaína, ha publicado En tierras de Goliat, y sus poemas se recogen en el homenaje colectivo a Bukowski Hank Over (Resaca).
¿Por qué hablas de “poesía de no ficción”?
Escribo una poesía narrativa que le debe mucho a las técnicas compositivas y a la realidad y verdad vitales del ‘nuevo periodismo’, ‘periodismo gonzo’, la novela documental; la narratividad de poetas como Whitman, Kenneth Fearing, Sandburg; la poesía autobiográfica de Tobías Wolff o Burroughs y la prosa autobiográfica de la generación beat. Hablo de poesía de no ficción en contraposición a la mal llamada ‘poesía de la experiencia’, con la que sólo comparto su figurativismo, ndado que éstos siempre han defendido que la poesía es mentira, ficción; que es lo mismo que decir que los sentimientos sobre los que estos poetas escriben son falsos.
En mi opinión, la belleza de la poesía reside en su verdad y, por supuesto, en tu calidad como poeta para reflejar esa verdad sobre el papel y que trascienda la mera anécdota y alcance la categoría de poesía. Y que no se quede sólo en una poesía adocenada, vendida al sistema y, por tanto, a lo políticamente correcto. Es decir, mi poesía se opone a esa corriente poética insulsa, aburrida y alejada de la realidad y de la verdad que nos encontramos cada mañana al levantarnos de la cama y salir a la calle. Hablo de poesía de no ficción también para diferenciarla del realismo sucio, aunque comparto su temática. Si mi poesía perdurara en el tiempo se convertiría en una especie de poesía histórica, pero que a diferencia de los libros de historia, dará cuenta de la historia de aquéllos que pertenecemos a las capas más desfavorecidas de la sociedad.
En un recital en la sala Youkali, en el barrio de Vallecas, te quejaste de que hubiera tan poco público, tan pocos trabajadores asistentes. Ahora mismo, ¿en manos de quién está la poesía?
La poesía políticamente correcta está en las manos de los de siempre; los señoritos de toda la vida. Está en las manos de, primero, los poetas que la escriben y hacen todo lo posible por perpetuarla. Está, segundo, en las de determinados poetas mediocres que, con la inestimable ayuda de sus colegas, han alcanzado el éxito por la vía del atajo (premios y críticas amañadas, amistad con viejos poetas y un larguísimo etcétera). Está, tercero, en las manos de los editores que, ajenos por lo que se ve a las temáticas que triunfan en otras disciplinas artísticas (música, cine, videojuegos...), siguen editando una poesía monotemática que sólo habla de amor y desamor o naturaleza. Pero ese amor no se refleja en nuestra vida cotidiana, y esa naturaleza, llena de arbolitos y pajaritos, cada vez se parece más a un desierto que a un oasis. Está, cuarto, en manos de los jefes de los suplementos culturales que filtran a sus críticos lo que deben o no reseñar, ejerciendo una censura en toda regla. Está en manos de esos críticos amiguistas que ensalzan los libros mediocres de sus amigos y silencian los libros importantes. Están en manos de gente como aquélla de las tabernas de París en las que Modigliani les dibujaba un retrato a cambio de una pinta de vino y aquella gente o bien rompía o bien arrugaba los dibujos del pintor y los pisoteaba. Aquella gente que a la muerte de Modigliani se arrastraba luego por debajo de las mesas buscando los retratos que habían pisoteado. Está en manos de los dueños de los grandes medios de comunicación de masas que, como es natural, no van a dar cancha en sus páginas a poetas que escriben, precisamente, contra lo que estos empresarios representan. Donde no está la poesía es precisamente en el lugar en que debería estar: en las manos del pueblo sencillo, honrado, humilde y trabajador. Me jode decirlo y, aunque ya sé que generalizo, mi opinión es que a la poesía le han cortado ambas manos; se ha quedado manca.
¿Y es posible que ese pueblo la recupere?
No. Tajantemente no. O, cuando menos, no a corto ni medio plazo, pese al esfuerzo en ese sentido de determinados poetas del mal llamado realismo sucio o de la poesía de la conciencia. En un futuro lejano, mis esperanzas están depositadas en el camino evolutivo de internet, blogs o cuadernos de bitácora. Aunque, a poca atención que uno preste, podrá observar que algunos ya están cayendo en la trampa de su propio ego y sus administradores se limitan a subir sus propios textos... No obstante, han conseguido algo muy importante: dar a conocer que existe un tipo de poesía diferente a la que les obligan a estudiar, un tipo de poesía inteligible, comprometida con los problema sociales y ecológicos, que conecta con sus propias inquietudes. Hay otra solución y consiste en la fusión de la poesía con otras disciplinas artísticas (cine, teatro, fotografía, música, la imagen y la publicidad), en la que en España ya hay poetas transitando por esos caminos: Miriam Reyes, Antonio Orihuela o Vicente Muñoz Álvarez.
Mantienes un blog recopilatorio de poemas, ¿no es, precisamente apelando a internet, ahora la poesía la literatura más democrática?
La poesía, en internet, es, ciertamente, la literatura más democrática, y hasta me atrevo a decir que gracias a internet la poesía ha experimentado una especie de resurrección, sobre todo la más comprometida socialmente. Es democrática en el sentido de que cualquier poeta o aspirante a poeta puede abrir una web personal y dar a conocer sus propios poemas, o bien confeccionar una revista de literatura digital y dar a conocer voces silenciadas por el sistema. La escasa o nula credibilidad que goza hoy por hoy la mayor parte de la crítica especializada en poesía y las herramientas que pone a nuestra disposición internet fomentan hasta lo indecible la autoedición. Ahora bien, también puede traer consigo una degeneración en la calidad de la poesía o, lo que es peor, fomentar la aparición de minúsculos grupitos que orbitan alrededor de tal o cual blog. Sin embargo, esta democratización es también aparente, porque cuando las grandes editoriales entren a saco, como ya lo están haciendo, a través de páginas webs personales, se comerán a los internautas poéticos independientes. A pesar de todo, para mí, personalmente, y supongo que para otros autores que nadan a contracorriente de la cultura oficial, esta democratización de la poesía gracias a internet nos ha venido de puta madre para que nuestros textos sean conocidos cada día por nuevos lectores, con lo que espero, deseo, que esta inesperada democratización de la poesía siga como hasta ahora: en progresión geométrica.
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