Hemeroteca Diagonal
La Transición contada por la gente de la calle

Revisamos el proyecto documental 'Después de...' de los hermanos Bartolomé.
Hemeroteca Diagonal
21 nov 2015 13:04

Junto a los seis minutos y medio de Carlos Arias Navarro dirigiéndose a la población para anunciar la muerte del dictador, la historia audiovisual del fascismo en los años que rodearon a la desaparición de Francisco Franco, tiene otra aparición estelar, casi un manifiesto audiovisual. Es el discurso de una señora anónima en el Valle de los Caídos, durante un 20 de noviembre. Su imagen fue registrada casi por azar. Los hermanos Bartolomé –Cecilia y Pepe– se hicieron pasar por corresponsales de una televisión belga, como hacían cuando asistían a actos “fachas”. La hija de aquella señora vivía en Bélgica, y ella quería mandarle un mensaje. ¿Un mensaje de esperanza? Más bien de odio. Un mensaje que incluía la amenaza de un nuevo “baño de sangre” y aquel grito terrible y espontáneo: “Vencimos y venceremos”.

Un año y medio después de la muerte de Franco, la ley de Libertad de Expresión de 1977 acababa, sobre el papel, con la censura. Era el momento de poner en marcha un proyecto como Después de... (1981), el documental de los Bartolomé, que comenzó a rodarse un par de años después y que consta de dos películas, tituladas a su vez con dos frases atribuidas a Franco: “Atado y bien atado” y “No se os puede dejar solos”.


“La historia de la Transición contada por la gente de la calle” dice el lema de la película, y eso es lo que hay: personas anónimas, falangistas de opereta, periodistas campechanos, políticos al borde de un ataque de cesarismo, empresarios as usual, sindicalistas contundentes, lúcidas feministas, estrategas comunistas, incluso “hijos del agobio” vallecanos. “No queríamos hacer el documental que luego hizo Victoria Prego sobre cómo los políticos hicieron o dejaron de hacer la Transición”, confirma Pepe Bartolomé: “Éramos conscientes del valor antropológico de lo que estábamos rodando”.

Las dos cintas, no obstante, desarrollan a lo largo del metraje una tesis sobre dos conceptos: el desencanto y la crispación. Desencanto por lo que ya se presentaba como una victoria de las fuerzas estabilizadoras del Régimen; crispación por lo que las fuerzas reaccionarias consideraban un sin fin de cesiones. Entre las fuerzas de equilibrio, se mal compuso un acuerdo a base de “párrafos que nos sirvan para los dos, que no sirven para ninguno de los dos”, recuerda Pepe Bartolomé: Pactos de la Moncloa, Constitución, Estatuto de los Trabajadores, Estatutos de Autonomía, etc, etc.

Para este cineasta, que venía de trabajar en La Batalla de Chile junto a Patricio Guzmán, era evidente la debilidad de la izquierda en muchos territorios: “Excepto en lugares como Catalunya y el País Vasco, la capacidad de la izquierda era muy limitada. Una cosa es que se pudiese hablar o votar y otra que se estuviese en condiciones de derribar el franquismo por la fuerza. Eso explica el conflicto posterior. No es lo mismo renunciar a algo cuando sabes que no hubieras podido alcanzarlo o cuando crees que lo has rozado... es algo que en País Vasco y en Catalunya ya se notaba cuando hacíamos la película”.

Una izquierda especialmente activa y festiva en el País Vasco, como se ve en la película. Con raíces nacionalistas y ecologistas, como en la fiesta de Villalar de los Comuneros, o en un creciente enfrentamiento con sus cabezas visibles en lo político y lo sindical, como en el episodio en el que varios manifestantes acusan a la dirección de Comisiones Obreras de haber cerrado el cordón en una manifestación a dos jóvenes trabajadores que posteriormente fueron asesinados por la policía en Atocha (Madrid).

La calle hablaba ante aquellas cámaras de cine en arranques de rabia, en proclamas y en declaraciones espontáneas. Pero los fusiles también estaban preparados para hablar, y eso estaba latente durante todo el rodaje, explica Cecilia Bartolomé: “El golpe se veía venir”. Cuenta que unos días después de llevar las copias del documental al Ministerio para que las clasificase, tuvo lugar el golpe del 23F. Entonces las cintas sufrieron un secuestro administrativo. Cuando se presentó la película ya era tarde. “Siempre nos quedamos con las ganas de hacer una tercera parte de la película”, dice Cecilia más de 35 años después. Comenta que se hubiera llamado “Todo el mundo al suelo” porque cree que “el golpe triunfó”, y con él comenzó el silencio y lo que llama “el aplatanamiento”.

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