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Hemeroteca Diagonal
Erika Lust: “No podemos dejar el porno en una esquina oscura y no hablar de ello”
Llegó desde Suecia con un doctorado en feminismo bajo el brazo para instalarse en Barcelona y montar su propia productora. Erika Lust presenta ahora ‘Porno para mujeres’, un manual de estilo periodístico con artículos y referencias a un cine porno sin prejuicios.
Eres directora de cine, ¿no has actuado nunca?
Eres la primera persona que me dice “directora de cine” y no directora de porno y son dos visiones diferentes de ver lo mismo (risas). Nunca he actuado. Y no lo voy a hacer tampoco. Creo que para actuar delante de la cámara es muy importante tener una sexualidad un poco exhibicionista, sentir un placer con el hecho de estar en esa situación, y yo sentiría pánico… Pero que no quiera ser actriz no significa que no me parezca una profesión más que respetable.
¿Has pensado hacer algo en teatro o performance?
Cuando era más joven hice mucho teatro y trabajé con muchos grupos, incluso dando talleres en Estocolmo y en Malmö (Suecia). Creo que es una forma artística muy interesante para expresar los deseos y la propia sexualidad, y me gustaría hacer algo, ahora que lo dices.
¿Qué quisiste contar con tu primera película, Cinco historias para ellas?
Quise hacer una película que pudiera gustarme a mí. Cuando veía porno, sentía cosas físicas, una provocación física: mi cuerpo reaccionaba pero no me gustaba mucho lo que veía. Sentía una discrepancia entre lo que me ponía y lo que no me ponía. No entendía por qué no podía haber algo que me gustara ver y que me hiciera reacción físicamente. Ésa fue la idea inicial.
Las Girlswholikeporno (GWLP) afirman: “Es un error identificar dulzura con feminidad y, consecuentemente, con mujer. Es esa categoría (porno para mujeres) lo que resulta un insulto. ¿Por qué como mujer tiene que gustarme lo dulce?”. ¿Qué piensas?
Es muy interesante, pero creo que se equivocan cuando piensan que cuando digo “porno para mujeres” quiero ver y hacer un porno específico para mujeres, porque no es de ninguna manera la propuesta que estoy haciendo. Es un título elegido para provocar, para abrir debate y empezar a hablar sobre para quién es el porno de verdad. Es como el fútbol. Sabemos que es para todo el mundo, pero sabemos que la gran mayoría de los que participan son hombres. En la pornografía pasa un poco lo mismo, se dice que es porno para todo el mundo, pero en verdad, la gran, gran mayoría del porno está hecho por y para hombres. Es curioso, porque la misma crítica viene de parte del feminismo, como de los pornógrafos masculinos. “Esto de decir porno para mujeres es un paso atrás”, pero yo no lo veo así, de ninguna manera. Creo que hoy en día hay muchos espacios diferentes para el porno.
Si se trata de normalizar y naturalizar el porno, ¿por qué todas las mujeres de tus películas llevan el coño depilado?
Esto es muy difícil. Estoy de acuerdo contigo. Me gustaría verlo de otras maneras. Trabajo con actrices profesionales que están haciendo varios rodajes y les piden ese código estético. Suena ridículo, pero es verdad. Como el pelo tarda tiempo en crecer, se lo tendría que pedir mínimo tres semanas antes y tendrían problemas con otros rodajes. La gran mayoría de hombres también van depilados... A mí, personalmente, me gusta el pelo... Aunque, hace poco vi escenas rodadas con algunas de esas actrices y habían cambiado el look.
Los personajes de tus historias responden a un imaginario bastante burgués, un mundo Ipod, Ikea, Mango…
Intento mostrar a personas cercanas a mí, cuya situación, vida, trabajo, pensamientos están alrededor. Sólo estoy intentando dar mi visión del porno, aunque creo que mis películas llegan a muchas personas. Lo importante es entrar y dar nuestras visiones diferentes del sexo. Yo intento reflexionar sobre cómo lo vivo. No soy una chica de clase obrera.
Has declarado que “llevas bien el represivo sentido de la culpa judeocristiana nórdica”, ¿puedes explicarlo más?
Sólo hay que ver Fanny y Alexander, de Ingmar Bergman. Suecia es una sociedad muy compleja. Mucha gente piensa que es muy abierta, y es un ejemplo de sociedad de doble moral, donde sí se vive la sexualidad a un lado, pero todo está prohibido al otro lado. El porno se está viendo como algo muy feo. En España, la gente me juzga menos que allí, y esto es curioso… En los ‘70 era una sociedad muy liberal, feminista, abierta, con una sexualidad activa y en los últimos años el feminismo se ha vuelto un poco más burgués, justamente, y conservador. Aquellas mujeres tan abiertas, divertidas y pro sexo han tenido hijos y, de repente, los valores han cambiado un pelín.
En tu blog contabas cómo en el Berlin PornFilmFestival, hablando de sexo, porno y feminismo con otras directoras, os unían las ganas de abrir otros caminos, pero entre vosotras había diferencias a la hora de llamar a vuestro porno “feminista”, cuando éste se puede convertir en un producto, más que banalice los movimientos por la diversidad sexual...
Se puede hablar de un porno feminista, sin duda. El debate en Berlín giró sobre si algunas prácticas sexuales se pueden llamar feministas. El porno está transmitiendo un discurso cultural y político que habla de sexualidades, de lo femenino y de lo masculino, que funciona para transmitir y contar. Yo me fijo en el uso de la pornografía porque es una herramienta muy importante en educación. Son historias que cuentan cómo lo hacemos, cómo funcionamos en la cama. Y mucha gente usa el cine porno como una herramienta de educación. Yo, por ejemplo, acabo de tener una hija y quiero que cuando sea una adolescente se encuentre con una pornografía donde vea mujeres activas teniendo placer, y no mujeres serviciales cuya función es que los hombres tengan placer. No podemos dejar el porno en una esquina oscura, seguir adelante y no hablar de ello, porque nos afecta. Ha salido en los medios de masas. Antes no estaba allí, pero nombres como Nacho Vidal, Rocco Sifredi, Jenna Jameson, Lucía Lapiedra son nombres que leemos en las revistas y vemos en la televisión. No digo que ese porno deje de hacerse, porque existe y hay muchísimo, pero quiero rellenar el espacio con otro tipo de porno. Tenemos que tener voz y estar representadas. Y si no participamos, no hay forma.
¿Te consideras parte del movimiento postporno?
No me llamaría postporno. Están hablando a un grupo muy underground, muy específico, y me parece fantástico que estén haciendo eso. Pero no siento que forme parte de ese colectivo. Soy un poco más mainstream, más heterosexual, más burguesa, más Mango y Miss Sixty, pero no quiero sentir que tengo que poner una excusa. Hay una confrontación ahí. Creo que es bueno, y veo que es muy positivo que diferentes grupos estén diversificando el porno desde sus perspectivas.