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Hemeroteca Diagonal
Moldavia también sufre la crisis política y económica
El pasado uno de mayo varios miles de personas recorrían la avenida principal de Stefan Cel Mare en Chisinau, la capital de Moldavia, para manifestarse con motivo del día internacional de los trabajadores. Un día en el que, sin embargo, no se habló demasiado de su precaria situación laboral, y sí de la tensión política actual del país que existe entre sus principales estructuras de poder.
Cuando los moldavos salieron a la calle se esperaba mucha agitación, un cuerpo de 2.000 agentes de policía estaba preparado en el centro de la ciudad para frenar cualquier tipo de confrontación entre los manifestantes convocados por el Partido Comunista (PC) y los convocados por la Alianza por la Integración Europea (AIE) los dos bloques políticos con más voz dentro y fuera del Parlamento. Finalmente, la jornada transcurrió sin violencia aunque con muchas voces que gritaron alto y claro: “¡Queremos elecciones anticipadas!”.
La República de Moldavia es un país joven, con poco más de veinte años de independencia desde la disolución soviética. Está situado entre Rumanía y Ucrania, 100 kilómetros al Norte del Mar Negro, y tiene una extensión geográfica de casi 34.000 km cuadrados. Se estima que en el país residen unos tres millones y medio de habitantes, y que cerca de un millón de moldavos viven en países extranjeros. El pasado soviético del país y su prematura independencia han propiciado una estructura política algo inestable para la situación actual.
Tres años sin presidente
“Somos un país pequeño con grandes problemas”, explica el analista político Dionis Cenusa. Y es que Moldavia ha estado tres años sin presidente hasta que, hace un mes y medio, el juez Nicoale Timofti fue elegido. Según Cenusa, este nombramiento ha avivado las confrontaciones entre las dos principales estructuras de poder, el PC y la AIE (coalición de varios partidos liberales y democráticos) tal y como quedó demostrado en la jornada del primero de mayo.
Iurie Muntean, secretario ejecutivo del PC, destaca en este sentido que en los últimos años están recibiendo muchas provocaciones por parte de la Alianza. “Tradicionalmente el uno de mayo los comunistas siempre nos hemos reunido frente al edificio del gobierno para celebrar este día. Este año, aunque fuimos los primeros en solicitar este espacio, nos lo denegaron injustamente”, relata.
Dicha plaza acogió a las 10 de la mañana un encuentro entre miembros del gobierno y representantes de la Confederación Nacional de Sindicatos de Moldavia. Allí estuvo el Primer Ministro, Vlad Filat, con un mensaje esperanzador y cargado de optimismo. “Hace dos años y medio se decía que seríamos incapaces de pagar las pensiones y de proveer a los ciudadanos de los servicios básicos. Con el tiempo hemos demostrado que fuimos capaces de superar este gran reto. Podemos decir claramente que hemos superado el periodo de crisis y que hay grandes y buenas oportunidades esperándonos. Sólo seremos capaces de aprovecharlas si permanecemos unidos”.
La marea roja
Dos horas después los comunistas congregaron a una masa de varios miles de afiliados y simpatizantes en la Academia de la Ciencia, donde el líder comunista y ex presidente de gobierno, Vladimir Voronin, ofreció un discurso completamente distinto antes los asistentes, en el que declaró que “para mejorar la situación del país sólo nos queda una posibilidad, tener elecciones anticipadas”.
Cerca de la una de la tarde, los manifestantes comenzaron a caminar por la Avenida de Stefan Cel Mare hacia el edificio del gobierno. Este encuentro entre ambas convocatorias (comunistas, sindicalistas y miembros del gobierno) era el momento más temido por las fuerzas policiales, que estuvieron presentes en todo momento. Todo el centro se vio teñido del color rojo de las banderas comunistas y moldavas mientras los manifestantes gritaban: “Abajo la Alianza”. Cuando llegaron al punto clave, la reunión sindical había terminado, y en su lugar había un espectáculo de danza que se vio ensombrecido por la inmensa marea roja.
Este vaivén entre comunistas y la AIE ha mantenido en tensión al país durante tres años, entre 2009 y 2012, con un Parlamento incapaz de designar a un presidente. Y aún prosigue la batalla de dardos envenenados entre ambos bandos, con mensajes y discursos completamente distintos, como si se refirieran a países diferentes.
Así, los actos que tuvieron lugar el pasado uno de mayo fueron un fiel reflejo de lo que ha vivido Moldavia los últimos años, aunque toda esta revuelta silencio la voz de los trabajadores. El analista Dionis Cenusa asegura que “tanto Vlad Filat como Vladimir Voronin han demostrado un egoísmo muy vulgar al aprovecharse de esta situación para hacer política”. Igualmente, acusa a los sindicatos de dejarse politizar por el gobierno en lugar de reivindicar los derechos de los trabajadores.
Epicentro de emigrantes
Precisamente la precaria situación de los trabajadores desencadena uno de los grandes problemas de este país, la migración. El salario laboral mínimo en Moldavia es de 100 euros aproximadamente, que en la práctica es insuficiente para sobrevivir, teniendo en cuenta que el alquiler de una vivienda está en torno a los 150 euros o más. Es por eso que muchos moldavos deciden buscar oportunidades en el extranjero y algunas veces terminan siendo víctimas del tráfico humano.
Con respecto a la elección del nuevo presidente, Nicolae Timofti, Cenusa opina que “está muy bien que haya sido elegida una persona que es independiente a ambos bandos políticos. Aunque se le considera más cercano a la AIE”. Por su parte, el secretario ejecutivo del PC afirma que “la popularidad del gobierno no ha hecho más que caer en picado desde 2009, y el presidente actual no ha hecho nada desde que fue nombrado, apenas ha aparecido en la prensa para explicar sus planes”. Iurie Muntean señala, además, que cerca de de doscientas mil personas han dejado Moldavia en los dos últimos años, y que se han perdido más de cien mil empleos desde 2009.
De cara al futuro, parece que la integración en la UE es uno de los pilares básicos del desarrollo del país, tanto para la AIE como para el PC, que coinciden en que traer inversiones extranjeras ayudaría a mejorar las condiciones de vida y a frenar la migración masiva que está desnudando al país de jóvenes, convirtiendo muchos pueblos en aglomeraciones de gente mayor, niños y familias partidas con parientes viviendo en el extranjero.