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Hemeroteca Diagonal
¿Para qué sirven las armas nucleares?
No es difícil determinar para qué sirven unas armas, las nucleares, que aportan posibilidades diferentes de las que ofrecen los dispositivos convencionales. No sólo eso: configuran una formidable paradoja, en la medida en que a su amparo se revelan notabilísimas prestaciones que se desvanecen, eso sí, en el caso de que las armas correspondientes sean efectivamente empleadas.
El primero de los usos de las armas atómicas no es otro que el que permite hacer frente a una amenaza exterior. Las armas nucleares operan al respecto como elemento disuasorio, y lo hacen en singular en lo que se refiere a una eventual agresión que implique la ocupación de territorios. Éste es con certeza un elemento vital para dar cuenta del presunto designio iraní de dotarse de este tipo de dispositivos. Hace unos días Hans Blix, el inspector de armas de la ONU que ganó celebridad en vísperas de la agresión norteamericana en Iraq, se preguntó al respecto si no era cierto que Irán estaba experimentado una amenaza externa severa en la forma de 130.000 soldados norteamericanos presentes en Iraq y de importantes contingentes estadounidenses desplegados en los vecinos Pakistán y Afganistán. Y es que muchos expertos piensan que Washington sopesa seriamente asestar una nueva agresión, ahora en Irán. La segunda de las razones que reclama la disposición de estas armas es el designio de someter a chantaje a un rival desprovisto de dispositivos de la misma naturaleza, que de esta suerte tendría que acatar determinadas reglas y asumir, de resultas, un comportamiento moderado. Al fin y al cabo, éste es el uso principal que Israel ha asignado a su arsenal atómico en relación con la mayoría de los países árabes vecinos.
Una tercera utilidad de las armas nucleares es la vinculada con el propósito de alcanzar el territorio de un país alejado. Conviene subrayar que la mera posesión de armas atómicas no permite satisfacer este objetivo: es preciso disponer también de lanzadores, de misiles, que permitan trasladar los dispositivos a millares de kilómetros de distancia. Aunque esta capacidad no está hoy al alcance de las potencias nucleares emergentes, es cierto que el panorama correspondiente podría cambiar. Nadie piensa en serio, de cualquier modo, que un imaginable arsenal atómico iraní obedecerá al propósito de alcanzar el territorio de Estados Unidos, lo que no obsta para que -con su habitual desprecio de los hechos- los gobernantes norteamericanos mencionen en su propaganda tal posibilidad.
Soberanía nuclear
Demos cuenta de un cuarto objetivo: dar rienda suelta a lo que legítimamente debe entenderse que es un derecho soberano, y hacerlo a sabiendas de que éste se reconoce a unos y se proscribe, en cambio, en el caso de otros. Aunque no hay ningún motivo para simpatizar con un programa nuclear militar en Irán, hay que preguntarse por qué éste suscita tantas quejas y no ocurre otro tanto, en cambio, con los programas, estrictas realidades, de Israel y de la India, que para más engorro, y a diferencia de Irán, no son firmantes del Tratado de No Proliferación Nuclear.
Agreguemos, en fin, que, aunque a menudo se olvide, el mundo de lo nuclear, en su dimensión civil como en la militar, se vincula indefectiblemente con la consolidación de fórmulas autoritarias. Los dispositivos correspondientes se han visto casi siempre asociados con fórmulas de militarización y de represión que a buen seguro interesan a gobiernos de muy diferente corte.