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Hemeroteca Diagonal
Prizrak: la brigada fantasma
2016, Donetskyi, población del Donbass, en primera línea de fuego. La guerra parece ser ya algo propio de este lugar, algo que vino para quedarse, como si sus pobladores no hubieran conocido otra forma de vida. La Junta de Kiev no respeta los acuerdos de Minsk y ha retomado los bombardeos, que sufre también la población civil. Vivimos a sólo 500 metros de las posiciones ucranianas, pero aquí en Donestkyi la vida se impone, la población que eligió quedarse se niega a vivir escondida. Son ya muchos meses de guerra y éste el segundo invierno que llama a la puerta de sus casas.
El día a día se ha convertido en una macabra rutina. Actividades cotidianas de una población civil muy envejecida entre la que han quedado algunos niños. Los jóvenes huyeron a Rusia con sus familias, se alistaron o yacen bajo la ahora congelada tierra del Donbass. La presencia de la Brigada Prizrak (Brigada Fantasma) durante las tareas y los desplazamientos necesarios para la supervivencia de la población es casi constante. Esta milicia parece enredarse hasta la médula de la sociedad civil de este territorio, y quizá esta simbiosis sea la razón por la que el Ejército ucraniano nunca ha conseguido acabar con la Fantasma.
Es difícil encontrar una familia que no tenga algún componente en las filas de la Prizrak o que no haya perdido un ser querido a manos de los batallones de la ultraderecha. Viviendas y vías de comunicación han sido bombardeadas, y este año no ha habido cosecha por la imposibilidad de cultivar los campos. Además, no existe agua corriente en toda la región debido a que la estación de bombeo que abastece la zona se encuentra en manos de la Junta de Kiev, que se niega a restablecer el suministro. Tratando de suplir estas carencias, la Brigada Fantasma provee de agua a la población mediante camiones cisterna, presta ayuda sanitaria a través de sus médicos de campaña, o incluso hace la vista gorda cuando alguna anciana desmantela las barricadas de defensa en busca de algo de leña para entrar en calor.
No son pocos los jóvenes que recién cumplida la mayoría de edad dejan el hogar familiar y se plantan en la puerta de la guarnición reclamando un fusil para hacer la guerra. Son las mujeres, que en su mayoría sobrepasan los cincuenta, las encargadas de la limpieza de las calles y parques de la población, y los ancianos que no han cogido las armas aquellos que acuden a dar ánimos a los que sí lo hicieron. Y no es de extrañar, pues la Prizrak está formada por voluntarios que antes de la guerra poco o nada tuvieron que ver con la vida militar. Taxistas, mineros, estudiantes, pastores o agricultores eran las antiguas ocupaciones de los que ahora cargan con viejas armas soviéticas al hombro.