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Historia
Thomas Müntzer, el quinto centenario de las revoluciones campesinas alemanas y la revolución del común

¿Quién conoce todavía al hombre que aparecía en el billete de cinco marcos de la República Democrática Alemana (RDA)? Seguramente sobre todo quienes fueron socializados antes de 1989 en el ‘Estado obrero y campesino’, que se sirvió de Thomas Müntzer para entroncar con una tradición que arrancaría con el alzamiento campesino de 1525. El término clave aquí era el de revolución burguesa temprana (frühbürgerliche Revolution).
La vida de Müntzer estuvo estrechamente ligada a los acontecimientos que comúnmente conocemos como guerra campesina alemana. Su ejecución tras la derrota en la batalla de Frankenhausen coronó su trayectoria como faro del movimiento de insurrección. Müntzer se convirtió en una figura controvertida para los históricos tanto en el Este como en el Oeste y en un símbolo al que se remitieron hasta los teólogos de la liberación latinoamericanos. Para unos, Müntzer fue un teólogo extraviado, para otros, el revolucionario que empuñaba la bandera arcoíris. Müntzer se presenta como el símbolo de una promesa incumplida, puesto que las demandas de justicia entonces planteadas siguen siendo hoy, 500 años después, actuales.
Un gran desconocido
“Desde el comienzo mismo nada en torno a él era claro”. Con estas palabras comienza Ernst Bloch su biografía sobre Müntzer: “Este joven sombrío creció prácticamente abandonado. Müntzer nació como hijo único en una familia modesta en 1490 en Stoltenberg. Perdió pronto a su padre, y su madre fue tratada espantosamente, y hubo intentos de expulsarla de la ciudad por su supuesta condición de indigente. Según parece, el padre fue una víctima de la arbitrariedad de los príncipes y terminó en la horca. Fue de este modo como el joven experimentó todas las amarguras de la vergüenza y la injusticia”. Todo ello suena descorazonador y como si la trayectoria de Müntzer fuese el resultado de las circunstancias de su infancia, excepto que, más allá del lugar de nacimiento en el Harz, nada es correcto y todo es una proyección.
Müntzer estaba convencido de que no había un acceso privilegiado a Dios, sino que éste estaba abierto a todos. Además, consideró que el juicio final era próximo y, con él, el reino de Cristo en la Tierra
Se desconoce la fecha exacta de nacimiento de Müntzer. Con toda probabilidad fue el año 1489 si se calcula a partir de su inscripción en la Universidad de Leipzig. Su origen social es vago, la familia no habría carecido por completo de medios, porque se peleó con su padre por la herencia. También otros episodios de la vida de Müntzer se han conservado de manera fragmentaria: la mayoría de documentos proceden de sus últimos cinco años de vida. Incluso el nombre de su mujer, Ottilie, sólo se conoció a través de otros documentos. Sus huellas, y las de los dos hijos que tuvieron juntos, desaparecieron tras la ejecución de Münzenberg en 1525.
Después de sus estudios teológicos, Müntzer trabajó en diferentes parroquias como sacerdote y compartió la crítica de Lutero hacia la Iglesia. En 1520 fue destinado por ésta a Zwickau, donde desarrolló una concepción de la fe propia que se distanció radicalmente de la de Wittenberg: la fe había de experimentarse a través de un proceso de aflicción interno, reproduciendo casi sin mediación la pasión de Cristo. Müntzer estaba convencido de que no había un acceso privilegiado a Dios, sino que éste estaba abierto a todos. Además, consideró que el juicio final era próximo y, con él, el reino de Cristo en la Tierra: “La transformación del mundo está a las puertas.” Como consecuencia de todo ello, Müntzer atacó por igual a los viejos creyentes y a los acomodados doctores del movimiento de reforma, que, para él, bloqueaban el acceso de la gente a la fe verdadera. Para purificar la Iglesia vio en los campesinos y burgueses su gente de confianza y ambos se alzaron en el sur de Alemania.
La base teológica de la resistencia
A comienzos de 1525 este movimiento alcanzó su expresión más violenta y su mayor expansión. Comprendía el suroeste hasta Alsacia y atravesaba Alta Suabia, Franconia y Turingia. Los orígenes del alzamiento campesino fueron una compleja mezcla de deterioro de las condiciones económicas y posiciones socioeconómicas, los constantes derechos invasivos de los príncipes y la prohibición de hacer uso de los bienes comunes (bosques, pastos, etcétera), así como las limitaciones de la libertad de movimientos y la autonomía municipal.
En un encuentro de delegados en Memmingen los insurrectos aprobaron sus “Doce artículos”, modelados a partir de la Carta Magna inglesa (1215), la reivindicación de derechos humanos y libertades más antigua. Los insurrectos ampliaron la idea de Lutero de la libertad de los cristianos, que solamente eran libres en su fe en la gracia de Dios, de acuerdo con su comprensión de las cuestiones terrenales. Müntzer también formuló un derecho a la resistencia fundado teológicamente: si el dominio de los creyentes no protegía al pueblo, entonces había de tomar el asunto en sus propias manos, con la espada si era necesario.
El 27 de mayo de 1525 Müntzer fue decapitado en las puertas de Mühlhausen y su cabeza fue empalada y exhibida públicamente
A inicios de 1525 Müntzer estuvo activo en Mühlhausen, donde los insurrectos se habían impuesto a los regimientos de la ciudad. Siguiendo una desesperada llamada de ayuda de Frankenhausen, reunió un ejército de unos 8.000 rebeldes, en parte bien armados. Disponía de más de 14 cañones, pero no de caballeros. El armamento improvisado de los campesinos, formado por toscas guadañas y mayales fundidos, es un mito. Müntzer tampoco fue nunca un “dirigente campesino”, como se lo proclamó después, sino que hizo de espíritu rector. La dirección militar descansó en manos de capitanes.
Sus enemigos —el Landgraf de Hesse, el duque Georg de Sajonia y la ciudad de Brunswick— reunieron a sus ejércitos, formados por cerca de 7.000 soldados profesionales, el 15 de mayo ante Frankenhausen. Dispararon contra el campamento en el que los insurrectos se habían atrincherado. A las primeras salvas de los cañones los insurrectos entraron en pánico. Muchos huyeron de la ciudad. La mayoría no sobrevivieron a su huida y fueron masacrados. Los lansquenetes entraron en la ciudad. La batalla se saldó con 6.000 muertos en el bando de los insurrectos y seis mercenarios en el de los príncipes.
El 27 de mayo de 1525 Müntzer fue decapitado en las puertas de Mühlhausen y su cabeza fue empalada y exhibida públicamente. Antes le fue extraída una confesión a la fuerza, de la que procede la citada fórmula Omnia sunt communia (“todo pertenece a todos”). Esta frase, que le fue atribuida sin pruebas, sirvió como advertencia de pensamientos peligrosos y, más tarde, se consideró como una señal de esperanza. Sólo una frase suya es aún más popular: “El pueblo será libre y sólo Dios será su señor”. En las estelas conmemorativas de la RDA desaparecía con frecuencia la segunda parte de la frase.
Un proyecto revolucionario
La batalla de Frankenhausen no fue la última de los campesinos y burgueses insurrectos, pero marcó un punto de inflexión en su caída. En un año se destruyeron cerca de un millar de castillos y conventos. La cifra de fallecidos se calcula en hasta 75.000 personas. Sobre los supervivientes pesó una condena imperial y quedaron proscritos y perseguidos. La cifra de ejecutados descansa entre los 2.000 y los 10.000, un 0,5% o un 0,75% de la población. Frente a la concepción común de la “guerra campesina alemana”, la descripción de los acontecimientos de 1525 como una “revolución del hombre común” resulta más ajustada a la realidad, puesto que no se limitó a las regiones de habla alemana (ni siquiera existía un estado nacional) y entre los participantes no había exclusivamente campesinos, sino también varios grupos de los estratos inferiores.
Los calificativos sobre él oscilaron entre los de soñador, fanático y revolucionario, Heinrich Heine lo llamó uno de los “hijos más heroicos y desafortunados”
Thomas Müntzer compartió este anhelo de una transformación del orden establecido y lo fundamentó teológicamente. Estaba seguro de a qué lado se encontraba Dios. Este concepto de una teocracia democrática o de una democracia teocrática era revolucionario: muestra rasgos de una primera crítica a la ideología cuando Müntzer desenmascara la teología luterana como un instrumento de dominio, ya que legitima a las autoridades. Su análisis se demostraría correcto de manera póstuma: la Reforma se desarrolló en una reforma del dominio de los príncipes y fue empleada como una herramienta política por los señores feudales para alejarse de la influencia de Roma.
El pensamiento y las obras de Müntzer no quedaron sin efecto aunque se intentó por todos los medios que cayesen en el olvido. Muy al contrario, el debate en torno a su figura sigue estando tenazmente vivo. En parte, como consecuencia de la campaña de difamación de Lutero, que forjó leyendas como la del predicador inmune a las balas, que, supuestamente, Müntzer había propagado sobre su invulnerabilidad. Los calificativos sobre él oscilaron entre los de soñador, fanático y revolucionario, Heinrich Heine lo llamó uno de los “hijos más heroicos y desafortunados”. A partir de la Revolución francesa de 1789 comenzó a verse a Müntzer bajo otra luz: aquella hizo ver que el orden político puede transformarse. Finalmente se convirtió en una figura central de los debates entre historiadores de las dos Alemanias durante la guerra fría y fue una figura de referencia en la política memorialista de la RDA, que, irónicamente, convirtió a un predicador en uno de sus pilares. La munición teológica de Müntzer para transformar el mundo inspiró incluso a la teología de la liberación latinoamericana.
¿Quién decide el significado?
Las respuestas de Müntzer no pueden ser las nuestras, pero aquellas preguntas que plantearon los insurrectos son, todavía hoy, 500 años después, actuales. En los debates de hoy sobre la limitación del espacio y los bienes públicos, la privatización del agua y la producción municipal de electricidad, el acceso a la vivienda o la movilidad, entre otros, aparece la cuestión de los bienes comunes, así como en las iniciativas de poner a disponibilidad de todo el mundo los recursos intelectuales. Tampoco han sido satisfechas del todo las ambiciones de emancipación y participación en la producción.
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La última palabra sobre 1525 aún no está dicha. Este año leeremos sobre la revolución presentada ora en el vocabulario de los junkers como “disturbios” o “locura”, ora embellecida como “el mayor alzamiento de Alemania”. Esto demuestra en cualquiera de los casos el amplio espacio de significado que existe por explorar. El historiador Arnulf Zitelman nos advierte de que “quien quiera talar el árbol sobre el que se alza Müntzer porque éste quería cambiar las condiciones políticas debería guardarse de cortar la rama sobre la que se sienta al afirmar que la democracia es la mejor forma de Estado y sociedad de su época, una tradición democrática que echa sus raíces en las revoluciones modernas”. Queda por ver quién, en este quinto centenario, conmemorará a Thomas Müntzer y su revolución del hombre común.
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Muy interesante y documentado. Muchas gracias por publicar este tipo de artículos