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Quedo con Asaari Bibang y Penny JayG una tarde de martes. Penny me manda un audio; llegará más tarde porque ha tenido un escape de gas en casa y tiene que esperar a que se airee el hogar. Mientras escucho el mensaje, llega Asaari. Ha tenido que dejar a su peque con la canguro. Yo he tenido que traer al mío. No había más remedio. Mientras esperamos a Penny, arrancamos la entrevista. Nos metemos en una cafetería, pedimos dos tés y, en seguida, todo fluye. Mientras mi peque se entretiene rodeado de donuts, Asaari responde a mis preguntas. Las dos tenemos un ojo puesto en el enano que se sabe bien protegido. Nadie molesta a nadie. “Me encanta entrevistar a mujeres”, pienso para mis adentros. Al rato llega Penny y se deja caer sobre la silla que tengo al lado como si nos hubiéramos visto el día anterior. Antes de responder a mis preguntas, me avisa: “Yo no hablo tan bien como Asaari”. Y así arranca una conversación de casi una hora. Sin filtros y torrencial. En un momento se nos olvida que esto es una entrevista porque estamos como en casa, aunque nos hayamos conocido hoy y sea la primera vez que ocupemos las mesas de este bar.
Cuenta Penny que todo comenzó en mayo de 2018. Ella, de profesión creativa publicitaria y de afición instagramer, lanzó un cartel retando a su audiencia en esa red social: “El eres muy graciosa para ser mujer viene de que muchos hombres se piensan que el humor es solo cosa suya pese a que la mitad de las veces no hagan ni puta gracia”, decía el mensaje. Con él anunciaba que iba a hacer un micro abierto de comedia femenina y que todas las mujeres interesadas podían ponerse en contacto. Como quien lanza una botella al mar a ver quién la recoge. Sin ninguna expectativa y a lo loco. Y la recogieron. La escribieron ocho mujeres. Quedaron todas en casa de AbiPower, famosa youtuber y compañera de Penny en otros proyectos, para ensayar sus textos. El 17 de mayo era la fecha del estreno. Y, ese día, reventaron la madrileña sala Superlativo. “De repente vimos la sala llena, gente fuera… todo muy loco”. De allí pasaron a otra sala más grande, la Moby Dick. Y ya van 13 funciones de micro abierto femenino. Y en todas, las entradas se han agotado.
Antes de esto, Penny había arrancado ya con “Señoras Fetén”, un programa capitaneado por AbiPower. Un espacio que surgió con la idea de reivindicar el lugar de las mujeres en el humor, que comenzó en su canal de YouTube y hoy está en Playz, la televisión por internet de RTVE. En él un grupo de cómicas se sientan en torno a una mesa camilla y comienzan a fluir. “Cuando me subí al escenario me di cuenta de que sí, que podía hacer reír. Entonces ahí me picó el gusanillo de hacer stand up —comedia en vivo—. Quería un espacio que fuera cómodo para mí y para mis amigas. Y así surgió la Riot Comedy Fem, con el sentimiento de reivindicar mi espacio, porque no lo tengo —cuenta Penny—. Y esto me sigue pasando, yo voy mucho a micros abiertos de comedia y hay mucho hombre. Notas que no tienes su respeto hasta que no demuestres que tienes mucho más nivel del que ellos esperan. Pero, al principio, tienes que ser mala, ¿no? Debes tener derecho a equivocarte”. Con esta idea, ha diseñado un formato permeable compuesto de sesiones amateur, donde las chicas se suben por primera vez (que ella llama ‘Petit Riot’) y sesiones grandes donde dan el salto cuando ya están listas.
“Hay veces que yo misma los busco. Yo cuando me meto con ciertos youtubers que tienen un público muy machista, sé que estoy metiendo la mano en un avispero. Sé que me van a picar, pero hay gente a la que voy a llegar”, dice Penny
Mientras recibía guiones y más guiones de mujeres interesadas en hacer humor, se dio cuenta de que el perfil era bastante uniforme. “Cuando eso empezó a crecer, vi que había mucha mujer blanca española que me escribía. Entonces empecé a preguntar por mujeres inmigrantes o racializadas que hacían comedia. No quiero que haya hegemonía blanca de clase media en ninguno de mis proyectos. Entonces me dieron varios nombres, entre ellos el de Asaari, y cuando las he visto he flipado”, asegura. Finalmente ha conseguido construir un espectáculo diverso, con mujeres “bolleras, heteros, racializadas, catequistas… lo que busco es que estemos todas. Yo no soy un señor de una cadena de televisión que busca que seas mona y que me hables de lo que yo quiero que hables. Quiero que me cuentes tu historia y que sea diferente”.
Su negra batalla
Asaari Bibang, actriz de origen guineano, quiere ofrecer algo diferente e incluir diversidad donde todo es uniforme. Viene a reírse de los clichés, de los estereotipos y de las diferencias culturales. Sobre las tablas habla sobre Su negra batalla, el monólogo que versa sobre la vida de una afrodescendiente que vive en España y comparte su vida con un hombre blanco. “Empecé a estudiar interpretación con 15 años. Tuve la suerte de que me salieron varias películas seguidas y me mudé a Madrid desde Barcelona, donde me crié”, explica. Un poco harta de la dinámica de los papeles estereotipados que la ofrecían, decidió dar el salto a escribir su propio guion. “A las mujeres negras nos ofrecen papeles de prostituta, a los hombres negros de portero de discoteca, de traficante o de mantero”, se queja. Dice que comenzó escribiendo poesía pero que siempre tenía tintes humorísticos. Su amiga Lilian Pallares, poeta, escritora y artista audiovisual afrocolombiana, la empujó a participar en un concurso de comedia. Y así, hasta hoy, que gestiona su propio espectáculo y participa también en la RiotComedyFem.Tanto Asaari como Penny aseguran que hacen humor con las cosas que les duelen. Asaari le hinca el diente al racismo. “Los mejores temas para hacer humor son aquellos más escabrosos, más dolorosos y más tabús. Yo creo que son esos temas de los que precisamente nace el humor más reivindicativo. Precisamente porque son tabús, cuando tú lo verbalizas a la gente le hace gracia. La sinceridad hace mucha gracia porque no es común. No es común que la gente sea tan sincera, tan franca. No es común que la gente te diga las verdades a la cara porque existe la condescendencia, la diplomacia. En el escenario cuando haces stand up puedes deshacerte de todos esos convencionalismos y hacer humor”, explica Asaari mientras quiere dejar bien claro que sobre las tablas ella es cómica, no activista. “Yo quiero hacer reír, otra cosa es que mi humor sea activo en el antirracismo. Espero que esa risa traiga una reflexión e impacte en la forma de pensar de la gente y en su imaginario. Yo tengo una conciencia social y esa se refleja en el escenario porque es una cosa que es indivisible de mí”, afirma.
Entre sus vivencias, material no le falta para sus guiones. Cuenta que alguna vez ha ido a un hotel con su pareja y ha sido tratada como si fuera una prostituta o que, cuando comenzó su relación, algunos de los familiares de su compañero le preguntaron qué hacía con una negra “sin pensar en que yo soy una persona”. “Pretendo mostrar que el amor es amor, en todos sus colores, en todos sus aspectos, en todos sus órganos genitales y en todo el mundo”, asegura. “Muchas veces se da por hecho que él me ha elegido a mí, cuando además no fue así para nada. Consideran que él es que tiene el privilegio de elegir y yo tengo que dar las gracias de tener a un hombre blanco y solvente a mi lado que me saque de la pobreza”. Todo ello contado en clave de humor combinando lo light con mensajes más potentes “porque el discurso entero a bocajarro no entra”. Además, aprovecha para romper otro estereotipo. Asegura que hay gente que piensa que en África solo hay penurias y, por tanto, no hay lugar para el humor. “Y no es así para nada. En África nos descojonamos de todo. Tenemos mucho sentido del humor y una gran tradición oral en muchos países. Parte de mi sentido del humor y parte de la cómica que hay en mí viene totalmente de lo africana que soy”, asegura.
Recuperando el espacio
Lo primero que sorprende cuando una se acerca a la Riot Comedy es la cola que aguarda en la puerta y ocupa la calle. Muchos grupos de amigas, alguna pareja. Ambiente amable y animado. Cuando se abren las puertas, todo el mundo entra educadamente, y, sin prisas, vamos buscando nuestro sitio que podemos ocupar de manera holgada. Penny, que supervisa cada detalle, dice que quiere que la gente esté cómoda, así que 140 personas es el tope. El show arranca con su energía torrencial, saltando de tema banal en tema banal y cruzando mensajes con enjundia. Del regreso de Camela, de Albert Rivera y Malú, hasta el escándalo que salpicó a Antonio Castelo y a Izal, acusados de mandar mensajes a mujeres, entre las que cayó alguna menor. De repente, llega el turno de hablar del ascenso de la extrema derecha. Saca una bandera y, más allá de sonarse la nariz, se la restriega por todo el cuerpo, genitales incluidos. Está provocando, lo sabe, y no hay límite. Después, es el turno de Altea Dub, la primera mujer en ocupar el micrófono esa noche, que dice tener “cara de intensa y vibra de bollera”. Sale de la ‘Petit Riot’ y es su segunda incursión en el mundo del micro abierto. Tras ella vuelve Penny y así, una a una, irán desplegando su humor las mujeres que acuden esa noche. Todas diversas y con monólogos que exploran nuevas temáticas. Todas unidas por un invisible nexo: la reivindicación de recuperar el espacio que les ha sido robado.Penny salpimienta sus guiones con la discriminación por género “porque es real por mucho que se empeñen en negarla”. Ella usa tanto el escenario como las redes para disparar contra el machismo y es rotunda al afirmar que su humor es un arma cargada contra la desigualdad. “El humor feminista existe porque está intrínseco en lo que tú eres. El humor que tú hagas es el humor que tú eres. Si tú cada día tienes un activismo, como es mi caso, porque me sale solo, sueltas tu speech por Instagram para intentar que, por los menos, cambie tu entorno. Luego puedes tener la suerte de que se extienda y ya empiezas a ver que tienes repercusión… y empieza la ansiedad”. Hace una pausa. Al mismo tiempo, florecen los machitrolls.
“Hay veces que yo misma los busco. Yo cuando me meto con ciertos youtubers que tienen un público muy machista, sé que estoy metiendo la mano en un avispero. Sé que me van a picar, pero hay gente a la que voy a llegar y entonces van a fijarse que esa persona a la que están siguiendo es totalmente tóxica. Hay otras veces que digo algo y la reacción que tiene parte del público no me la esperaba para nada, porque se supone que era un público progre y entonces se me abren los ojos para seguir con esta lucha”. Nuestra conversación se interrumpe porque Asaari, que cuida de mi hijo mientras yo entrevisto a Penny, me informa de que hay que cambiarle el pañal. Me levanto dispuesta a proceder, pero me para: “No, yo solo quiero saber dónde tienes los pañales, le cambio yo”. Vuelvo a pensar para mis adentros que es genial entrevistar a mujeres. Hemos creado un espacio seguro y de cuidados en menos de una hora. Tan seguro como la Riot.