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Antiespecismo
Nuestra alimentación nos lleva a la extinción
El documental Eating Our Way To Extinction se estrenó el 22 de abril de 2022, Día de la Tierra, para reiterar la necesidad urgente de proteger el planeta que habitamos. Ahora está disponible en castellano. Narrado por Carlos Bardem y traducido como Comiendo nuestro camino hacia la extinción nos muestra un tema del que cada vez sabemos más, pero muchas personas se empeñan en seguir ignorando. Cuesta hablar de lo que hacemos mal y de lo que llevamos haciendo mal toda la vida.
Sin embargo, nos encontramos ante nuestro mayor desafío en la historia de este planeta. No somos conscientes de que estamos viviendo la sexta extinción masiva. Para hacernos un poco la idea de esta excepcionalidad: la anterior extinción de la magnitud actual se dio hace 65 millones de años. Según el último informe Planeta vivo de la organización WWF, se estima que un millón de especies están en peligro de extinción. A nivel mundial, las poblaciones de animales silvestres han disminuido un 69% en tan solo 52 años. Las olas de calor y las sequías, cada vez más frecuentes, se convierten en fenómenos sumamente mortíferos para árboles, plantas y animales. En Australia, en un solo día caluroso en 2014, murieron más de 45.000 zorros voladores.
La destrucción de ecosistemas parece imparable. La contaminación que causan las empresas para mantener y aumentar nuestro consumo, su productividad y sus beneficios económicos sigue sin tener límites y la falta de empatía hacia quienes son diferentes a nosotros y a nosotras nos lleva a no respetar la vida de los demás animales (humanos y no humanos).
El documental dirigido por Otto Brockway y Ludovic Brockway hace visible en imágenes, acompañadas de datos y testimonios de personas de diversos sectores, lo que no somos capaces de imaginar cuando pensamos en las consecuencias de la producción de comida según nuestro sistema alimentario actual. Los creadores de este documental se han pasado los últimos cuatro años viajando para filmar la difícil realidad que provoca el colapso ecológico que se está produciendo.
Deforestación, pérdida de biodiversidad y de especies animales
El primer problema que abordan es el más grave: la deforestación y la pérdida de biodiversidad y de especies animales. Los estudios independientes más rigurosos demuestran que la principal causa de ello es la ganadería. Debido a la práctica ganadera, grandes superficies de bosques han sido y siguen siendo destruidas para hacer espacio para pasto y para el cultivo de soja y maíz; cereales que van destinados a alimentar al ganado. Ante la creciente demanda de carne y lácteos, cada vez se han ido destruyendo más bosques para hacer sitio para criar animales y para cultivar su alimento. Destruimos bosques, sembramos la tierra con soja y maíz, la rociamos con pesticidas y la contaminamos con exceso de nitratos.
A menudo se asume que la producción de soja en Brasil es para consumo humano, pero solo el 6% de la soja que se cultiva en todo el mundo es para alimentar a seres humanos. El 75% se emplea para producir alimento para ganado. Se alimenta con soja a pollos, peces de piscifactoría, cerdos y vacas. Por otro lado, el maíz es uno de los cereales que más agua necesita para su cultivo.
Los bosques no solo son el hogar de millones de especies de animales y de plantas, sino que también son reguladores de la atmósfera al absorber dióxido de carbono y producir oxígeno. Se estima que la mitad de bosques tropicales maduros de la Tierra han sido ya destruidos. Algunos científicos afirman que, si no se toman medidas drásticas a nivel mundial, en el año 2030, solo quedará el 10 % de bosques en el mundo.
El poder de la industria ganadera para proteger sus intereses
La industria ganadera y agraria no solo destruye bosques. Cada año, cientos de personas de tribus originarias de la selva amazónica ven arder sus aldeas. Paramilitares agrícolas los echan a la fuerza de sus tierras y son capaces de matar a los individuos que oponen resistencia.
El lobby de esta industria ejerce presión también sobre los gobiernos de todo el mundo. En el año 2010, el exdirector de la FAO (Food and Agricultural Organization) de las Naciones Unidas, el Dr. Samuel Jutzi, nos advirtió que las intervenciones de los lobbies agrarios y ganaderos estaban bloqueando reformas que mejoraban las condiciones para la salud humana y la preservación del medioambiente.
La FAO publicó en 2013 un informe en el que se explica que explotar animales genera más gases de efecto invernadero que todos los medios de transporte del mundo combinados. Aun así, cada vez más científicos aseguran que el impacto de la ganadería es peor que lo publicado por la FAO, ya que la Federación Europea de Fabricantes de Piensos (FEFAC), la Federación Internacional de Productos lácteos (FIL), la Asociación Internacional de la Carne (IMS), la Comisión Internacional del huevo (IMS) y el Consejo Avícola Internacional (IEC) estuvieron involucrados en la redacción del informe. En una industria valorada en más de 1 trillón de dólares, estas organizaciones se verían gravemente afectadas si se publicase un informe en contra de la ganadería. Por estos motivos, la imparcialidad de la investigación y los datos que muestra son cuestionables.
Además de la deforestación, la ganadería también ha contribuido a la aparición de las llamadas “zonas muertas” en los océanos de todo el mundo. En este documental, Sylvia Earle, bióloga marina, nos cuenta que el nitrógeno que se emplea para fertilizar la tierra se escapa de los campos y se abre paso por los ríos hasta llegar a los océanos. El agua rica en nitrógeno estimula el crecimiento masivo de algas. Las algas absorben el oxígeno del agua causando la muerte de la vida acuática. A medida que aumenta la demanda de carne, crece la cantidad de zonas muertas en los océanos con bajos niveles de oxígeno. Earle expresa: “La gente se siente mal por los peces, porque mueren, pero necesitamos entender que lo que le hacemos al océano nos lo estamos haciendo a nosotros mismos”.
Un informe filtrado en Wikileaks en 2009 reveló unas conversaciones en las que los ejecutivos de Nestle decían que, según sus investigaciones, el agua dulce en el mundo se acabaría en los próximos 30 años, llegando a una situación “catastrófica” en el año 2050. Afirmaron que una de las principales razones de la catástrofe es la demanda mundial de productos cárnicos.
Se necesitan unos 2.500 litros de agua para hacer una hamburguesa, lo que equivale a todas las duchas de una persona en dos meses. La ganadería es el sector que más agua utiliza en el mundo. Una tercera parte del agua se usa para crear productos de origen animal. Y no es porque los animales explotados beban mucha agua, sino porque se necesita mucha agua para cultivar su alimento.
La pesca y la cría intensiva de peces resulta ser tan dañina como la ganadería
Muchas personas creen que comer pescado en lugar de carne es una opción más beneficiosa para el planeta e incluso para los peces, pero el documental deja muy claro que es un concepto erróneo. La revista Nature ha publicado que desde los años cincuenta, el 90% de los peces grandes del océano ha desaparecido. Si el ritmo de pesca actual continúa, podrían extinguirse en menos de 30 años. Según la IPBS, la Plataforma Intergubernamental que evalúa el estado de la biodiversidad, la causa principal de la extinción de animales acuáticos es la pesca. Nuestro consumo de pescado está dejando los océanos sin vida. Según la FAO, un tercio de todos los peces comestibles capturados son comida para ganado o para piscifactorías.
El documental retrata con detalle el mundo de las piscifactorías. Alrededor del 70% del pescado que se come hoy proviene de piscifactorías. Miles de peces se crían hacinados en jaulas pequeñas, lo que facilita la propagación de enfermedades y parásitos. Para solucionar el problema, se intensifica el uso de pesticidas, desinfectantes y antibióticos para conseguir que los peces sobrevivan lo suficiente hasta llegar al mercado.
Para desparasitar a los peces se usan barcos especiales con una especie de aspirador acuático gigante que los extrae del agua, los hace pasar por un circuito en el que se les calienta a altas temperaturas o se les baña en una sustancia química que les quita los parásitos. Entonces, los expulsan de vuelta a las jaulas en el agua. Esto les sucede a todos los peces de piscifactoría del mundo.
Por otro lado, en el fondo del océano, bajo las jaulas, se encuentra una gruesa capa de lodo compuesta por deshechos de peces muertos y restos de alimentos. El fango está también lleno de pesticidas añadidos a los piensos. Las personas que han investigado al respecto aseguran que estas sustancias terminan en los peces y, como consecuencia, en los platos de quienes los consumen.
Nuevas investigaciones han demostrado que las cantidades masivas de pesticidas que se añaden en todo el mundo al ecosistema marino en las piscifactorías están teniendo un efecto devastador en la biodiversidad natural del océano. Además, el fango genera grandes emisiones de metano, un gas de efecto invernadero que resulta ser mucho más perjudicial que el CO2. Investigadores de la Universidad de Oxford afirman que algunos tipos de acuicultura producen más metano que la producción de carne de vaca.
Otros estudios recientes advierten sobre los altos niveles de mercurio y plásticos en todos los peces del mundo. La revista Nature publicó un estudio que revela que el 80% del plástico proviene de equipos de pesca abandonados. Muchos científicos están de acuerdo en que la mejor solución a todo esto es dejar de comer pescado para abandonar la pesca. En definitiva, todos los análisis indican que comer pescado nunca ha sido tan tóxico.
El documental también pone en evidencia el uso indebido y excesivo de antibióticos para animales explotados. Actualmente, en muchos casos, se suministran a animales sanos a modo de prevención. Este mal uso de antibióticos crea resistencia a estos y los vuelve ineficaces. La OMS advirtió que estamos cerca de una era de postantibióticos, en la que un simple rasguño en el brazo podría llegar a ser fatal.
Los antibióticos están dejando de hacer efecto por su uso excesivo no por parte de los seres humanos, sino por su administración diaria a billones de animales explotados. Más del 75% de antibióticos producidos a escala mundial son para ganado. Y se estima que el 90% de antibióticos que suministramos a los animales explotados acaban en los excrementos y llegan al medio ambiente por tierra y aguas superficiales.
¿Qué podemos hacer para frenar el colapso de los ecosistemas?
La solución principal que ofrece el documental es pasarnos a una dieta basada en vegetales. Joseph Poore, investigador del departamento de Zoología de la Universidad de Oxford y coautor del estudio Reducing food’s environmental impacts through producers and consumers nos lo deja claro: “Evitar comer carne y lácteos es la mejor manera individual de reducir nuestro impacto en la Tierra”.
Ese estudio fue publicado en la revista Science y afirma que, si toda la población mundial pasara a una dieta exclusivamente basada en plantas, se liberaría el 75% de terreno cultivable y muchos de los bosques que se talaron con fines ganaderos se recuperarían.
Dejar atrás la crueldad y la indiferencia
Comiendo nuestro camino hacia la extinción es un documental que analiza y expone de manera detallada las causas y las consecuencias de la crisis de ecosistemas que estamos atravesando. Las personas entrevistadas no forman parte de ningún lobby. Es decir, no tienen ningún otro interés más allá de informar para concienciar y empujarnos a cambiar nuestros hábitos para transformar el sistema. No nos están vendiendo nada más que el objetivo común de salvar la tierra, dejar de destruir lo que queda de la naturaleza y proteger a los animales (incluidos los seres humanos).
Sin embargo, he echado en falta algo que merecería una continuación a este documental. Me refiero a la crueldad y la indiferencia que ciegan a la mayoría de la población para seguir contribuyendo a que millones de animales vivan en condiciones inaceptables para un ser vivo consciente, que siente todo el dolor que le infligimos. Y no lo hacemos para sobrevivir.
Podemos alimentarnos únicamente de hortalizas, legumbres, frutas y semillas, pero no podemos sobrevivir comiendo solamente carne. Sin embargo, nuestro sistema alimentario está mayoritariamente dedicado a la producción de carne y otros productos de origen animal. Criar animales para matarlos nos está llevando a la aniquilación de la biosfera, ese medio cuyo equilibrio nos mantiene vivos a todos. ¿Acaso tiene sentido? ¿Realmente es tan difícil admitir que nos estamos equivocando?
Acabar con el infierno de los animales explotados debería ser suficiente razón para rectificar, pero ahora podemos añadir la supervivencia de todos los habitantes del planeta a la lista de motivos para actuar.