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Insólita Península
Cuatro comunidades en cuatro kilómetros
Al visitante ocasional, Valverde puede parecerle un resumen de los pueblos de paso. Las casas surgen a ambos lados de la carretera nacional y esa línea recta de tráfico abundante vertebra la vida de la localidad.
La Península está cosida con fronteras administrativas. Este año, los límites entre municipios, provincias y comunidades autónomas han adquirido un protagonismo inesperado. Las restricciones derivadas de la pandemia han puesto de relieve lo que en otras ocasiones no eran más que líneas dibujadas sobre un mapa.
Uno de los puntos donde las costuras se convierten en zurcido se encuentra en el extremo suroriental de La Rioja. El viajero que transite por la carretera nacional N-113 en dirección norte tocará cuatro comunidades autónomas en aproximadamente cuatro kilómetros: Castilla y León, Aragón, La Rioja y Navarra. Y en el núcleo del zurcido encontrará la población de Valverde. La mayor parte de su casco urbano —en la zona norte— pertenece a La Rioja y un tramo menor —en la zona sur— se encuentra en Aragón. En conjunto, cuenta con alrededor de 230 habitantes.
En Valverde, ese extraño punto de unión, me situé en la mañana del 12 de septiembre de 2020. Era un sábado de cielos despejados y al sur se divisaba el Moncayo, que desde la lejanía casi siempre parece una montaña grisácea y surgida de la nada, pero que en realidad alberga bosques frondosos, agua generosa y frío de cumbre.
Se diría que su fisonomía actual no logra ocultar el carácter de frontera, de linde inevitable que tuvo en otro tiempo
Al visitante ocasional, Valverde puede parecerle un resumen de los pueblos de paso. Las casas surgen a ambos lados de la carretera nacional y esa línea recta de tráfico abundante vertebra la vida de la localidad. Se diría que es un lugar de paso preparado para detenerse, pues está salpicado con bares y pequeños comercios de alimentación. Se diría, también, que su fisonomía actual no logra ocultar el carácter de frontera, de linde inevitable que tuvo en otro tiempo.
Había leído que uno de los edificios singulares de Valverde es su estación de tren, hoy abandonada, y hasta ella me dirigí para tomar unas notas. El edificio de la estación está situado al pie del trazado de una vía férrea comida por la hierba y la maleza. La antigua vía discurre paralela a la carretera nacional: al Este queda el pueblo pegado a la carretera; al Oeste, las huertas, y, al Sur, la visión del Moncayo. En el momento de la visita que aquí describo, la marquesina de la estación servía de techumbre para una cosechadora que conservaba restos de paja entre sus engranajes. El edificio, que fue parada de la línea Soria-Castejón (Navarra), me pareció, en los últimos días del verano de 2020, una construcción amable sin destino conocido. Antes de abandonarla, anoté los nombres que figuraban pintados en la parte inferior de la fachada y que parecían de factura reciente: Cris, Isi, Lauri, Marta, Nagore y Chata.
Pregunté por los tipos de pan y por la bollería local, con ese interés excesivo del turista que trata de capturar tipismo en cualquier parte. No sé si capturé tipismo alguno, pero he de decir que el pan era sabroso y tierno
Luego me entretuve en caminar por la acera adyacente a la carretera, que discurría inundada por el rumor constante de los vehículos. A ambos lados de la calzada destacaba un ligero ajetreo de gentes que se detenían unos momentos y luego continuaban su camino. Hice lo que me pareció propio del lugar y entré en la panadería situada en el cruce entre la N-113 y la carretera que conduce a Cervera del Río Alhama. Pregunté por los tipos de pan y por la bollería local, con ese interés excesivo del turista que trata de capturar tipismo en cualquier parte. No sé si capturé tipismo alguno, pero he de decir que el pan era sabroso y tierno.
Seguí el viaje en dirección norte. A unos tres kilómetros de Valverde, me fijé en el mojón de tres caras que señala la unión entre los límites de La Rioja, Aragón y Navarra.
También había leído que cuenta la leyenda que, a finales del siglo XII, los reyes de Navarra, Aragón y Castilla se reunieron en un lugar del término de Valverde conocido como el Mojón de los Tres Reyes. Y lo hicieron, según ese relato que ha llegado hasta nuestros días, para discutir de límites y de posibles alianzas, con la ventaja incuestionable de que en el Mojón de los Tres Reyes los monarcas podían departir sin abandonar sus respectivos territorios. La escena resulta tan sugerente que quizá este artículo debería haber empezado justo por ahí.
Sí, quizá debería haber comenzado con una frase del siguiente estilo: “Cuenta la leyenda que en un lugar de la Península se reunieron en una ocasión tres reyes sin abandonar sus reinos”. Y tal vez podría haber continuado relatando cómo ese espacio sigue siendo una tierra donde parecen encajarse las piezas de un puzle. Luego el texto habría desembocado en la estación abandonada, en la panadería, y habría terminado perdiéndose en el horizonte camino de los Pirineos.