Un fiscal italiano investiga por primera vez los “safaris humanos” en la Sarajevo sitiada

Más de un centenar de italianos habrían pagado grandes sumas de dinero por participar en auténticos safaris humanos en Sarajevo, mientras la ciudad se encontraba sitiada por el ejército serbio durante la guerra de los Balcanes.
Francotiradores Sarajevo
Cartel de "¡Cuidado, francotiradores!" en una de las calles de Sarajevo durante el asedio de la ciudad bosnia.

El pasado 10 de noviembre, la Fiscalía de Milán abría oficialmente una investigación por homicidio doloso agravado contra un número aún no definido de personas —se habla de entre cien y doscientas— que, entre 1992 y 1996, habrían pagado grandes sumas de dinero por participar en auténticos safaris humanos en Sarajevo, mientras la ciudad se encontraba sitiada por el ejército serbio. Los participantes no eran militares, sino empresarios y simpatizantes de extrema derecha provenientes de distintas regiones del norte de Italia, así como de otros países europeos, EEUU y Canadá.

Un auténtico “turismo de guerra” cuya principal atracción consistía en asesinar civiles a distancia, apostados en las colinas de la capital bosnioherzegovina. Un fenómeno bien conocido desde hace décadas —tanto a nivel oficial como de opinión pública—, pero que hasta ahora no había sido investigado por parte de la judicatura de ninguno de los países implicados.

Adrenalina para ricos

La apertura del caso a nivel judicial se inició a principios del pasado julio, tras la denuncia del periodista y escritor Ezio Gavazzeni, en colaboración con el exjuez Guido Salvini y el abogado Nicola Brigida. En dicha denuncia, que consta de hasta diecisiete páginas, el escritor declara que, “gracias a una fuente en Bosnia-Herzegovina, sup[o] que la inteligencia bosnia, hacia finales de 1993, había advertido al SISMI [sección militar de los servicios secretos transalpinos] de la presencia de al menos cinco italianos en las colinas que rodean la ciudad, acompañados por soldados para disparar sobre civiles”. Posteriormente se ha hecho público el nombre de la fuente: Edin Subašić, un exagente de los servicios secretos bosnios.

El testimonio de Subasić da a entender que los servicios secretos italianos estaban al corriente de los “safaris humanos” que se realizaban en Sarajevo con la complicidad de las autoridades serbias

Hace apenas un año, este habría mantenido un intercambio de correos electrónicos con Gavazzeni, presentado por el periodista junto a la denuncia ante la fiscalía. En el cuenta Subašić que “se enteró del fenómeno a finales de 1993, gracias a un informe del servicio de seguridad militar bosnio sobre el interrogatorio a un voluntario serbio que había sido capturado en Sarajevo, donde se encontraba para combatir del lado de los serbios de Bosnia-Herzegovina. Este había declarado que cinco extranjeros habían viajado con él desde Belgrado hasta Bosnia, que por lo menos tres de ellos eran italianos y que uno decía ser de Milán. En su momento compartimos las informaciones con los oficiales del SISMI en Sarajevo, porque había ya avisos sobre la existencia de grupos turísticos de francotiradores/cazadores que salían desde Trieste”.

Subašić habría confirmado además que los viajes se organizaban regularmente a través de la compañía serbia de chárter y turismo Aviogenex. Un testimonio crucial, que da a entender que los servicios secretos italianos estaban al corriente de los “safaris humanos” que se realizaban en Sarajevo con la complicidad de las autoridades serbias.

Los “turistas”, equipados con uniformes de camuflaje se unían a grupos de soldados croatas o serbios, para tener así cobertura mientras disparaban sobre los habitantes de la Sarajevo asediada

Según han informado distintos periódicos italianos en estos días, las investigaciones de la fiscalía milanesa se centrarán ahora en identificar a los ciudadanos italianos implicados. Entre ellos se encuentra un hombre milanés que en aquellos años era propietario de una clínica privada y cuyo nombre aún no se ha dado a conocer. Todos ellos, según la Fiscalía, compartían “una pasión por las armas y un deseo de experimentar la adrenalina de la guerra”.

Además, en palabras del exagente Subašić, los participantes, “eran sin duda personas muy ricas [...] que podían permitirse una experiencia tan adrenalínica como esa”. Algunos medios italianos han indicado la cifra de cien mil euros —su equivalente de la época— como el precio que se podía llegar a pagar por un día de “safari”.

No obstante, no todas las “experiencias” costaban lo mismo. Subašić ha explicado que existía una auténtica lista de precios: “Los niños costaban más, luego estaban los hombres (mejor si llevaban uniforme e iban armados), después las mujeres y, por último, los viejos, a los que se les podía matar gratis”.

Un secreto a voces

La noticia de la que se hacen eco en estos días medios de todo el mundo es la apertura de diligencias por parte de la Fiscalía de Milán, pero la historia en sí no es para nada nueva en el panorama italiano. Ya en marzo de 1995, un artículo del Corriere della Sera titulado “Vacaciones en Bosnia, caza al hombre incluida” hablaba de hombres italianos que “se divertían asesinando, usando un bazuca o como francotiradores”.

Según narraba el diario conservador, una vez llegaban al campo de batalla, los “turistas”, equipados con uniformes de camuflaje, botas militares y armas, se unían a grupos de soldados croatas o serbios, para tener así cobertura mientras disparaban sobre los habitantes de la Sarajevo asediada. Según cuenta el artículo, una vez terminada la “sesión”, los “cazadores” italianos y los soldados locales, muchos de ellos Ustachas, “comen ostras, beben champán. Y al final hacen el saludo fascista”.

En su extraordinaria investigación, Gavazzeni afirma haber encontrado a uno de esos francotiradores aficionados, el cual se negó a colaborar porque “había dejado atrás esa parte de su vida”

Gracias a las investigaciones de Gavazzeni se ha confirmado que las actividades de los “turistas”no era en absoluto secretas, realizándose a plena luz del día, como si se tratara de un paquete turístico normal. En una declaración a Radio Sarajevo, Gavazzeni identifica la ciudad de Magenta, cerca de Milán, como lugar de concentración de los clientes. Desde allí, una vez al mes, entre 1992 y 1994, habrían salido autocares mensuales con destino a Sarajevo o Mostar bajo el pretexto de llevar ayuda humanitaria por cuenta de Cáritas. En su extraordinaria investigación, Gavazzeni afirma haber encontrado a uno de esos francotiradores aficionados, el cual se negó a colaborar porque “había dejado atrás esa parte de su vida”.

La inmovilidad de la judicatura italiana en estos treinta años contrasta con intensa movilización y denuncia realizadas desde abajo. En 2014 se publicaba en italiano la novela Los bastardos de Sarajevo, del escritor Luca Leone, en la que ya se mencionaba el fenómeno. El también periodista declaraba entonces que sus colegas presentes en Sarajevo, igual que gran parte de la población de la ciudad sitiada, eran conocedores de la existencia de francotiradores «de pago».


En 2022, el documental Sarajevo Safari del director esloveno Miran Zupanič puso bajo los focos las historias de estos cazadores de seres humanos, con financiación de la productora catarí Al Jazeera Balkans y la eslovena Arsmedia, presentando la película ese mismo año en el festival AJB DOC. La visión del filme empujó a Benjamina Karić, alcaldesa de Sarajevo durante el infame asedio —en el que fueron asesinados, entre 1992 y 1996, al menos 11.541 civiles—, a presentar una denuncia penal contra desconocidos a la Fiscalía de Bosnia-Herzegovina. No obstante, y a pesar de que en los archivos militares del país balcánico existan muy probablemente testimonios y pruebas esclarecedoras sobre el caso, la fiscal Marijana Čobović no ha iniciado ningún tipo de investigación hasta la fecha. El pasado julio, tras la denuncia en Italia, la fiscalía bosnia hizo saber que el caso estaba siendo investigado y que, cuando se tomara algún tipo de decisión, “la opinión pública sería debidamente informada”.

Dado el carácter internacional de la organización de estos “safaris”, será necesaria la cooperación entre Bosnia-Herzegovina e Italia para poder llegar al fondo del asunto

Por otro lado, la existencia de “francotiradores de fin de semana” había sido desvelada en sede judicial ya en 2007, cuando el testimonio del exbombero estadounidense John Jordan, voluntario de la IFOR, entró de lleno en el juicio a los generales serbios Ratko Mladic y Dragomir Milošević: “En más de una ocasión di asistencia a personas que no me parecían gente del lugar, por su ropa, las armas que llevaban, la forma en la que se les trataba y gestionaba, guiados por [soldados] locales. Vi esto en Sarajevo en varias ocasiones. […] Era evidente que esas personas, guiadas por hombre que conocían bien el terreno, era completamente extrañas a este, y su forma de vestir y las armas que llevaban me hacía pensar que se trataba de tiradores turísticos. […] Cuando un chaval se presenta con un arma que parece más adecuada para cazar jabalíes en la Selva Negra que para el combate urbano en los Balcanes… Cuando le ves manejarla, te das cuenta enseguida de que es un novato”.

Mientras tanto, los macabros detalles que se han hecho públicos a lo largo de los años han provocado reacciones opuestas entre la opinión pública bosnioherzegovina en función de la etnia de pertenencia: negacionismo y acusaciones de demonización entre la población serbia, y desconcierto, rabia y voluntad de justicia entre la población bosniaca.

Por qué ahora

Por primera vez en treinta años, la judicatura italiana intenta arrojar luz sobre un escalofriante episodio que, hasta ahora, ha quedado completamente impune. En el futuro próximo, las investigaciones se antojan complicadas, ya que muchos testigos clave se encuentran en el extranjero y gran parte de las potenciales pruebas se perdieron con toda certeza entre los escombros de la guerra. Dado el carácter internacional de la organización de estos “safaris”, será necesaria la cooperación entre Bosnia-Herzegovina e Italia para poder llegar al fondo del asunto. Por ahora, lo único que vincula las fiscalías de ambos países es la denuncia penal de la exalcaldesa Karić, que ha sido incluida en el dossier abierto por la Fiscalía de Milán.

La rama italiana de la organización de los «safaris» correspondería a la búsqueda de clientes, la formación de los grupos y el transporte hasta Bosnia. Ahí entraría en juego la rama balcánica, en la que los francotiradores amateur entraban en contacto con los organizadores locales. En el caso bosnio, las informaciones ya publicadas dejan pocas dudas sobre la implicación de las más altas esferas del comando militar serbio, así como de los comandantes locales y los oficiales de campo.

Respecto a las implicaciones italianas, los archivos clave se encuentran en manos de los dos servicios secretos transalpinos, el SISMI y el SISDE, así como de la policía de Milán. Por un lado, el hecho de que dichos documentos no hayan sido publicados en más de treinta años hace suponer la implicación en el asunto de miembros de las élites políticas y económicas italianas, con capacidad para evitar durante tanto tiempo que una posible investigación pudiera afectarles.

Por otro lado, cabe preguntarse por qué la denuncia del caso ha sido acogida por parte de la justicia italiana precisamente ahora. En las próximas semanas, el fiscal milanés debería dar inicio a la instrucción del caso, con la probable toma de declaración de personas indicadas en la denuncia de Gavazzeni. Algunas voces sugieren en estos días que durante ese proceso podría salir a la luz el nombre de algún pez gordo con participación en el gran negocio de los Juegos Olímpicos de Invierno —que tendrán lugar entre Milán y Cortina D’Ampezzo en 2026—, o bien implicado en la trama de corrupción urbanística que ha agitado la vida política de la capital lombarda en los últimos meses. En otras palabras: está por ver si una investigación judicial que llega con décadas de retraso ha sido impulsada por la mera búsqueda de la verdad o si forma parte, en cambio, de un juego de intereses entre miembros de las élites del país transalpino.

Balcanes
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