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Juegos olímpicos
La participación del Equipo Olímpico de Refugiados en París 2024 pone en evidencia la neutralidad del COI
París 2024 será su tercera participación en unos Juegos Olímpicos y desfilarán en la ceremonia inaugural en segundo lugar, por detrás de Grecia, histórico fundador de la competición. Hablamos del Equipo Olímpico de Refugiados, un proyecto del Comité Olímpico Internacional (COI) puesto en marcha en 2015 en colaboración con la Organización de Naciones Unidas (ONU).
En su debut en Río 2016 fueron diez los deportistas que formaron parte de este equipo. Entre ellos había víctimas de la guerra de Siria, de Sudán del Sur o de la República Democrática del Congo. La cifra subió a 29 atletas para Tokyo 2020, con los conflictos armados de Siria o Sudán del Sur como las causas más frecuentes detrás de la condición de refugiado de los deportistas, aunque también se incluía la persecución política en países como Irán o Afganistán.
Serán 36 los atletas, 13 mujeres y 23 hombres, procedentes originalmente de 11 países y acogidos por 15 comités olímpicos nacionales quienes representarán en París a los 117 millones de desplazados
Para la edición de París, el COI ha invitado a 35 atletas y completa el equipo la boxeadora camerunesa Cindy Ngamba, primera deportista del equipo de refugiados que ha logrado su plaza a través de los torneos preolímpicos. En total, serán 36 los atletas, 13 mujeres y 23 hombres, procedentes originalmente de 11 países y acogidos por 15 comités olímpicos nacionales quienes representarán en París a los 117 millones de desplazados (incluyendo a quienes se ven obligados a hacerlo dentro de su propio país) que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) contabilizaba en todo el mundo a finales de 2023.
Buena parte de los miembros del equipo tienen el respaldo del programa de becas para atletas refugiados de la Fundación Refugio Olímpico (ORF, en sus siglas en inglés), creada en 2017 en colaboración entre el COI y la ONU para facilitar el acceso al deporte a los refugiados y becar a aquellos que muestren un alto nivel, cubriendo los costes de su entrenamiento y su participación en las competiciones internacionales. En total, la ORF tiene concedidas actualmente 74 becas a deportistas refugiados de todo el mundo.
En la presentación del equipo en mayo, Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, declaró que “el Equipo Olímpico de Refugiados debería recordarnos la resiliencia, el coraje y las esperanzas de todos aquellos desplazados por la guerra y la persecución”. Thomas Bach, presidente del COI, destacó “el valor emocional que supone enviar este símbolo de esperanza a los más de cien millones de personas que, lamentablemente, tienen que migrar y concienciar al mundo de la magnitud de esta crisis”.
El COI acostumbra a obviar que detrás de cada uno de los miembros de este equipo se esconden historias en las que han sido víctimas de conflictos armados o de persecuciones por orientación sexual, racial o religiosa
Con estas palabras, los dirigentes de ACNUR y el COI destacaban la importancia de la iniciativa y ponían de manifiesto la magnitud de un problema que, desde la creación del equipo para los JJ OO de Río 2016, ha duplicado las cifras de refugiados en el mundo. Sin embargo, a la hora de hablar del Equipo Olímpico de Refugiados, el COI acostumbra a obviar que detrás de cada uno de los miembros de este equipo se esconden historias en las que han sido víctimas de conflictos armados o de persecuciones por orientación sexual, racial o religiosa y que tienen responsables con nombres propios. Hablamos de guerras como la de Siria, Afganistán o Eritrea, de personas que han debido huir de sus países, atravesando desiertos y que han sufrido la violencia de las mafias que se aprovechan de sus dificultades, para llegar al mar Mediterráneo o a las fronteras de Europea y encontrarse con el rechazo de las políticas migratorias de la Unión Europea.
El sirio Alaa Maso formará parte del Equipo Olímpico de Refugiados por segunda vez, después de haber estado presente en la edición de Tokyo 2020. Allí participó también su hermano Mohamed, aunque con el equipo de Siria. Ambos habían huido en 2015 de una Alepo destruida por la guerra. Atravesaron Líbano y Turquía, para llegar en una balsa hasta Lesbos (Grecia). Allí se dividieron los caminos de los dos hermanos. Alaa llegó a Alemania, donde vive y entrena actualmente.
La atleta de 1.500 metros, Farida Abaroge, debutará en unos Juegos Olímpicos en esta edición de París. El mes pasado explicaba a France24 que dejó Etiopía en 2016 “por motivos políticos que no puedo desvelar”, pero que “me pasaron muchas cosas”. Una vez que dejó su país, debió atravesar el Sahara, cruzando Sudán, Egipto y Libia, para llegar finalmente a Francia.
Antes hablábamos de la boxeadora camerunesa Cindy Ngamba, que dejó su país con 11 años para empezar una nueva vida en Bolton (Reino Unido). Sufrió acoso escolar por su condición de inmigrante y por su homosexualidad. Quince años después sigue sin tener la nacionalidad británica. En 2019 fue arrestada y estuvo a punto de ser deportada cuando fue a la oficina de inmigración a firmar sus papeles. En el boxeo encontró un refugio y un estímulo, además de permitirle demostrar su gran nivel. Aun así, no pudo participar en competiciones internacionales hasta que en 2021 fue reconocida como refugiada por no poder volver a Camerún, donde la homosexualidad está tipificada como un delito.
La jefa de misión del equipo de refugiados en los Juegos de París será la ciclista afgana Masomah Ali Zada, quien decidió dejar su país después de que un hombre la agrediera por andar en bicicleta y de las presiones que sufría, que la obligaron a no salir a entrenar si no iba acompañada. En Tokyo se convirtió en la primera mujer afgana en tomar parte en una prueba de ciclismo de los Juegos Olímpicos.
Son algunos ejemplos de las historias que hay detrás de los 36 deportistas del Equipo Olímpico de Refugiados, cuya actividad deportiva se ha visto impulsada por la iniciativa del COI y de ACNUR.
La máxima institución del deporte mundial pone en el foco la crisis de refugiados que se vive desde hace años en el planeta, aunque no denuncia a los responsables de cada conflicto, siguiendo la política de neutralidad que ha defendido en sus casi 130 años de historia y que se incluye expresamente en la Carta Olímpica. En este texto se establece que el COI debe “adoptar medidas para reforzar la unidad del Movimiento Olímpico, proteger su independencia, mantener y promover su neutralidad política, y salvaguardar la autonomía del deporte”.
Este ha sido uno de los principios que han contribuido al éxito de los Juegos Olímpicos y que le han permitido convertirse en un evento de referencia a nivel mundial. También la paz figura entre los objetivos del COI y, por eso, el pasado 21 de noviembre, la ONU renovó la resolución que, en cada edición de los JJ OO desde 1992, “insta a los Estados Miembros a que observen la tregua olímpica de manera individual y colectiva, en el marco de la Carta de las Naciones Unidas, durante todo el período comprendido entre el séptimo día anterior a la inauguración de los Juegos de la XXXIII Olimpiada y el séptimo día posterior a la clausura de los XVII Juegos Paralímpicos”.
La tregua y la Carta Olímpica se han utilizado como base argumental para obligar a que los deportistas rusos y bielorrusos participen como miembros del equipo de Atletas Individuales Neutrales, sin poder ser representados por su bandera e himnos nacionales. Tampoco se invitará a los JJ OO de París a miembros del gobierno de estos países.
Estos mismos principios podrían ser utilizados para evitar que Israel utilice los JJ OO como herramienta política, mientras continúa con los ataques indiscriminados sobre la población palestina. La institución que creó el Equipo Olímpico de Refugiados en 2015 para poner de manifiesto su dramática situación haría una importante contribución a su causa presionando a Israel para poner freno al genocidio en Gaza y evitar que sus víctimas se conviertan en potenciales miembros del equipo de refugiados en los próximos Juegos Olímpicos.