Juicio del 1 de Octubre
Tenemos miedo al fuego

Demasiadas veces la cultura es esa torre de marfil que tanto le gustaba a Rubén Darío: el lugar elevado desde el que miramos lo sucio sin mancharnos.

Olalla Castro Hernández
18 nov 2019 06:00

Intento escribir sobre cultura (“Radical es un suplemento cultural”, me repito) mientras el Estado español condena a cien años de prisión a doce líderes políticos y sociales catalanes por poner unas urnas en las mismas calles que todo un pueblo lleva días ocupando para mostrar su rabia (qué hay más legítimo que la rabia de un pueblo) y reclamar el derecho a decidir sobre su propio futuro.

Me doy una vuelta por las redes sociales de escritoras y artistas y la normalidad regresa. Puedo volver a respirar tranquila, quizás buscar un libro, una película (con contenido político, eso sí; con una perspectiva crítica y osada sobre tal o cual tema) y disertar sobre ellos en 3.500 caracteres. Nada de todo esto está pasando: las 179 personas heridas, las 200 detenidas, las cuatro que han perdido un ojo en las cargas policiales —por ahora, en el momento que escribo estas líneas— todas las cárceles del mundo, todas las presas políticas, la violencia del sistema en sus infinitas variantes (judicial, policial, informativa, política,...), el fascismo y su evidente avance, el cinismo que se esconde en quienes hablan de “democracias” en el marco del capitalismo neoliberal. Aquello sobre lo que guardamos silencio mientras compartimos poemas y nos felicitamos las unas a las otras por nuestros premios, libros y recitales se borra, porque lo que no se nombra no existe.

Hay un miedo atroz en nosotras a decir de verdad, a escupirle al sistema, a volvernos realmente incómodas, por si la visibilidad, por si el prestigio, por si el trabajo, por si los recitales encargados por gobiernos del PP, de Ciudadanos, del PSOE

En el mundo de la cultura todas somos moderada y razonablemente de izquierdas: compartimos noticias sobre el cambio climático, las guerras que suceden en otros continentes; firmamos generosas peticiones sobre asuntos sociales y ponemos nuestro dinero para alguna que otra campaña de crowdfunding. Sobre todo lo que está más allá de los límites de ese estrecho concepto de progresía buenista y biempensante, callamos. Hay un miedo atroz en nosotras a decir de verdad, a escupirle al sistema, a volvernos realmente incómodas, por si la visibilidad, por si el prestigio, por si el trabajo, por si los recitales encargados por gobiernos del PP, de Ciudadanos, del PSOE.

Tenemos miedo al fuego: al que prende contenedores y al que se prende en las palabras. Yo misma he sentido ese miedo. Yo misma, militante anticapitalista e independentista andaluza, me he escindido en dos, he separado mi realidad política de mi imagen de autora. La cultura nos sirve de parapeto, de pretexto, de coartada. Demasiadas veces la usamos como un dique capaz de contener aquellas realidades en las que sabemos que podríamos ahogarnos. Un muro que impide que la vida se desborde y nos arrolle, arrastrándonos consigo. Demasiadas veces la cultura es esa torre de marfil que tanto le gustaba a Rubén Darío: el lugar elevado desde el que miramos lo sucio sin mancharnos.

Llevo muchos años apostando por un arte que diga la herida, lo roto, que señale esa mancha que somos desde su mismo centro, pero hay días en que pienso que incluso eso es una madriguera, una forma cobarde de esconderse. Además del trabajo en la cultura, tiene que haber una militancia real, una resistencia colectiva: asambleas, compañeras, acciones en las calles, nuestros cuerpos expuestos; nuestros cuerpos como campo de batalla.

Hay quien confunde escribir con militar, opinar con militar, y cree estar en paz por decir unas cuantas palabras (cuidadosamente escogidas para no molestar más de la cuenta a quienes mandan). Hay quien cree que sus palabras la salvan, que ese decir suyo, que no es más que una lluvia muy fina, es suficiente, la exime de estar donde las otras se queman. Tenemos miedo al fuego, pero las llamas se extienden y a veces arder es lo único honesto. Tenemos miedo al fuego y ha llegado la hora de perderlo.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Espionaje
Espionaje ¿Quién le corta las alas a Pegasus?
El Parlamento Europeo tiene la llave para establecer un marco que limite los daños creados por el software Pegasus, de la compañía israelí NSO. España ha sido el último país en el que ha estallado un escándalo relacionado con este sistema de espionaje digital.
Espionaje
Caso Pegasus Moncloa revela que Sánchez y Robles fueron espiados durante los meses de preparación del indulto a los condenados del 1-O
El Ejecutivo encargó dos informes al Centro Criptológico Nacional que han revelado que presidente y minista de Defensa fueron víctimas de incursiones en sus teléfonos móviles a través del software Pegasus.
Catalunya
Crisis territorial Pedro Sánchez anuncia la aprobación inminente de los indultos a los nueve condenados por el 1 de octubre
El Consejo de Ministros aprobará el 22 de junio de 2021 los nueve indultos a condenados por el referéndum del 1 de octubre de 2017. Sánchez lo ha anunciado en Barcelona esta mañana.
Lees Otras Cosas
21/11/2019 17:41

Como ha dicho la compañera Cristina Morales, es preferible calles artiendo que convertidas en centros comerciales inhabitables. Más fuego, sí, más fuego, por favor

0
1
CRTVG - Corporación Radio y Televisión de Galicia
CRTVG A Xunta do PP remata o seu plan de control sobre a CRTVG tras escoller á súa nova directora en solitario
A xornalista Concepción Pombo substituirá, co único aval do Partido Popular, a Alfonso Sánchez Izquierdo. O Goberno de Alfonso Rueda modificou a lei de medios para que os votos do seu partido fosen suficientes para elixila.
Altri
Altri A Plataforma Ulloa Viva cambia a súa directiva para os vindeiros anos de loita contra Altri
A veciñanza da comarca máis afectada escolleu entre dúas listas logo de non chegar a un consenso. A gañadora tratará de ampliar a súa base de socias e socios por toda Galiza e abrirá máis as portas ás grandes organizacións do país, como a CIG.
El Salto n.79
Altri A celulosa ou a vida: xornalismo situado e loita social para frear un ecocidio
O xoves 17 de xullo esperámosvos no CS 'A Nubeira' de Vigo para presentar o último número da revista El Salto xunto a algunhas das súas principais protagonistas: as que loitan contra o macroproxecto de celulosa liderado por Altri e avalado pola Xunta.
Altri
Altri Galiza elixe o rumbo da loita contra Altri nas eleccións á directiva da plataforma Ulloa Viva
A veciñanza da comarca máis afectada presenta dúas listas separadas logo de non chegar a unha proposta de consenso. Por unha banda, concorre unha candidatura continuísta e, pola outra, unha alternativa que se achega máis o nacionalismo institucional.

Últimas

O Teleclube
O Teleclube 'O Teleclube' alucina no deserto con Óliver Laxe e 'Sirat'
Laxe leva o seu cuarto premio de Cannes, esta vez en competitición, polo seu novo filme que explosiona na gran pantalla.
A Catapulta
A Catapulta O tempo, o espazo e a poesía de Estíbaliz Espinosa
A poeta visita A Catapulta para conversar sobre o seu traballo e a súa traxectoria literaria

Recomendadas

Medio rural
Medio rural A esperanza da xestión colectiva fronte ao espolio: os comuneiros de Tameiga contra o Celta
Mentres varios proxectos industriais tentan privatizar e destruír os ecosistemas galegos, algúns grupos de veciños e veciñas organizadas fan oposición social construíndo alternativas comunitarias. Ás veces, tamén gañan ao xigante.
Feminismos
Feminismo Dous anos sen reparación tras sufrir lesbofobia nun Rexistro Civil de Pontevedra cando ían inscribir a seu fillo
Un funcionario negouse a inscribir ao fillo de Antía e a súa parella. Un erro de redacción na lei trans está detrás dos argumentos que o funcionario esgrime para defender a súa actuación.
Ourense
Ourense Ourense organízase para loitar contra patrullas de extrema dereita nos barrios máis empobrecidos da cidade
A veciñanza e os movementos sociais responden ao discurso do medo promovido por Frente Obrero e sinalan a súa estratexia de criminalizar a pobreza e sementar odio en contextos de exclusión e abandono institucional.