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Fiscalidad
Más justicia fiscal y educación tributaria para enfrentar la crisis sanitaria y económica
No es materialmente posible que los retos económicos y sociales que plantea esta pandemia se alcancen de manera suficiente sin una subida progresiva y justa de los impuestos a los que detentan las rentas de capital y concentran crecientemente grandes patrimonios monetarios y reales.
La pandemia y su correlato de crisis económica han hecho saltar todas las alarmas sociales y económicas. La información disponible, aun cuando la evolución del Covid - 19 es aún incierta, está siendo dramática en términos de caída de la actividad económica, desocupación, desigualdad, etc. Los sectores más vulnerables de la sociedad, los dependientes de ingresos periódicos para vivir, están en la cuerda floja del bienestar social. Incluso lo están la insolvencia en capital de trabajo de pequeños y medianos empresarios y negocios cuyas ventas han colapsado. La cuerda está débilmente sostenida por las ayudas en curso: el IMV, los ERTES, los ICOs y otras medidas de política económica adicionales. Pero estas tienen un alcance temporal de corto plazo, y su cancelación puede agravar la situación. Hacer coincidir su duración con una potencial recuperación de la actividad productiva y económica es un panorama, por ahora, sin respuesta sencilla.
Se habla ya de un nuevo modelo de economía productiva: más digital, ecológica y sostenible. Esto sería el teletrabajo, movilidad compartida, fábricas robotizadas, energías renovables, menos insumos energéticos e inputs contaminantes, economía colaborativa, cambios digitales en la distribución y en el consumo, en los negocios mayoristas y minoristas, y un largo etcétera. Se acelerará la productividad eliminando puestos de trabajo que difícilmente serán recuperados en forma equivalente, porque, además de la sostenibilidad ecológica, estará en juego el mantenimiento del lucro a partir de las inversiones en eficiencia productiva en los nuevos modelos.
El imprevisto de la epidemia agiliza y enfrenta a la economía capitalista a cambios de paradigmas que conllevan la automatización y la desaparición progresiva del trabajo humano y de las rentas asalariadas y autónomas que éste genera. Pero la economía mercantil capitalista no se justifica si no se realiza en el mercado, y éste no se explica sin consumo, que a su vez se contrae si no se pagan rentas o ingresos.
Un doble desafío y una respuesta fiscal suficiente, progresiva y justa.
Ahora bien, las rentas de capital, no las del trabajo (que disminuyen, como hemos indicado antes), se concentran por la dinámica singular de la innovación y la competencia, que por definición no es inclusiva, y están cada vez más en menos manos. Los monopolios dominan la economía digital (Apple, Google, Alphabet y Amazon tienen una capitalización equivalente a 7 veces la economía española) y las finanzas, en las que, además, una parte de los capitales sobrantes de la vieja economía buscan rentabilidades extraordinarias compensatorias. Como muestra dos botones: uno, en España hemos pasado de casi 60 bancos en 2009, incluidas las cajas de ahorros, a menos de 10 y ninguna caja de ahorros, cuando concluya la absorción de Bankia por la Caixa a principios del próximo año. Dos: la bolsa americana alcanzó en pleno período recesión económica por la pandemia valores récord. Las rentas monopólicas suponen al mismo tiempo un aumento en la concentración de la riqueza patrimonial de los dueños del capital: los multimillonarios son más ricos, al tiempo que la proporción de pobres en el conjunto de la población se incrementó.
Está planteado, entonces, un doble desafío para esta urgencia económico-sanitaria social y la nueva normalidad por llegar: cómo mantener la renta de los condenados por la epidemia y qué hacer con los desplazados por el cambio productivo. Adicionalmente, surge el problema de cómo sostener el consumo y la actividad de las empresas. O, dicho de otra forma, más clara: cómo “devolver” ingresos y renta básica a la economía, no solo de los pobres parias que deja la crisis, sino también los del anunciado nuevo modelo productivo. Y no es materialmente posible que estos retos se alcancen de manera suficiente sin una subida progresiva y justa de los impuestos a los que detentan las rentas de capital y concentran crecientemente grandes patrimonios monetarios y reales.
Frente al mantra neoliberal que defiende la bajada de impuestos, la realidad demuestra que las reducciones de impuestos directos a las empresas y a las rentas de los tramos más altos de las personas físicas han resultado en caídas de la actividad económica.
Sin embargo, el discurso neoliberal defiende el mantra contrario: bajar impuestos para que la economía crezca. Es un concepto que la realidad se ha encargado de desmentir, pues las reducciones de impuestos directos a las empresas y a las rentas de los tramos más altos de las personas físicas han resultado en caídas de la actividad económica. Adicionalmente, los emporios tecnológicos mundializados eluden sistemáticamente el pago de impuestos indirectos -al consumo-, y a la renta - de sociedades -, con formulaciones de ingeniería fiscal, esto es, de elusión fiscal.
Si queremos afrontar con algún porvenir los problemas de la crisis sanitaria y social en curso y de la nueva normalidad económica, de lo que se trata es de avanzar en la enseñanza y aplicación de los valores tributarios y fiscales.
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Dos colectivos a proteger: los que han perdido ingresos por la pandemia y los desplazados de sus trabajos por las nuevas tecnologías. ¿Cómo protegerlos? Aplicando políticas fiscales progresivas: subir impuestos a las grandes fortunas y a las empresas rentables. Cada vez más gente poniéndose de acuerdo en la necesidad de la progresividad fiscal.
Se pide valentía a los Gobiernos; sobretodo, a los de izquierdas.