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Tecnología
El Día Internacional de la Reparación y la disputa por el derecho a reparar
En muchas ocasiones nos encontramos con que reparar un producto es una tarea llena de obstáculos: la falta de repuestos, diseños que no favorecen la durabilidad, costes que incluso en ocasiones superan a los del producto nuevo, piezas inaccesibles, entre otros. Son muchos los factores que provocan que no se fomente la reparación y que cada vez consumamos más productos nuevos. Todo ello, sumado a las grandes inversiones en publicidad que realizan los fabricantes, nos lleva a vivir en la sociedad del comprar, usar y tirar, generando un abismo de residuos que como en el caso de la electrónica resultan en más de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos anuales en el mundo.
Frente a esta situación, nació el movimiento del Derecho a Reparar. Un movimiento global que defiende el acceso a repuestos, herramientas, manuales e instrumentos de diagnóstico de los fabricantes para poder reparar nuestras cosas.
Y es que los diseños son cada vez más sofisticados, más compactos, abaratando al máximo los costes de producción, arriesgando con ello la reparabilidad. Incluso se ha reconocido que los fabricantes llegan a planificar la durabilidad de sus productos, lo que se conoce como obsolescencia programada. Una técnica pensada para aumentar las ventas, con la cual los fabricantes tratan de limitar la vida de los productos fomentando el consumo.
Los diseños son cada vez más sofisticados, más compactos, abaratando al máximo los costes de producción, arriesgando con ello la reparabilidad.
Bombillas con un tiempo de vida planificado, impresoras que dejan de imprimir tras un número de impresiones preprogramado, cartuchos de tinta que no usan toda su capacidad o que se desactivan cuando uno de sus colores llega a cierto nivel, medias de nailon que dejaron de hacerse con hilos más gruesos y resistentes, actualizaciones de software que no son compatibles con modelos antiguos, lavadoras que tienen planificado un número máximo de lavados, baterías con un número de ciclos de carga y descarga muy bajo o que incluso impiden a las usuarias acceder a la ubicación de la batería impidiendo su reemplazo… son muchos los casos de obsolescencia planificada, y muchas las veces que oímos decir que los electrodomésticos de nuestros abuelos duraban mucho más que los de ahora.
Casos de éxito
Francia es pionera en la lucha contra la obsolescencia programada defendiendo el Derecho a Reparar. En concreto, en 2020 adoptó una ambiciosa ley para dar forma a una transición del sistema hacia una economía circular. La ley francesa de lucha contra el desperdicio y de la economía circular alienta a las empresas de diversos sectores, a los municipios y a la ciudadanía a eliminar los residuos y adoptar prácticas más circulares, como la prohibición de la destrucción de productos no vendidos y el índice de reparabilidad, implementado desde enero del 2021 con una puntuación del 1 al 10 para informar sobre la reparabilidad de los productos.
Dentro de su lucha, Francia destapó uno de los más conocidos casos contra la obsolescencia programada, pagando Apple en 2020 una multa de 25 millones de euros por ralentizar sus iPhones más antiguos sin informar de ello, muy probablemente para promover la compra de los últimos modelos.
El Derecho a Reparar en la legislación europea
A nivel europeo también se están empezando a dar los primeros pasos contra la obsolescencia programada y el Derecho a Reparar. En noviembre de 2020 el Parlamento Europeo aprobó la ley en favor del Derecho a Reparar, y tras varios retrasos, el 22 de marzo de 2023 la Comisión Europea presentó un texto muy limitado pero esencial: la “propuesta de la UE sobre el Derecho a reparación” o popularmente llamada ‘Directiva por el Derecho a Reparar’. Esta propuesta avanza con pequeños pasos como la obligación de que los estados miembros creen plataformas nacionales en línea para registrar a las reparadoras, restauradoras y compradoras de bienes defectuosos para su reparación, con la posibilidad de ampliar su alcance para incluir las relaciones entre empresas, así como las iniciativas de reparación dirigidas por la comunidad. Otra pequeña mejora es que, a petición de las consumidoras, los talleres de reparación deberán presentar un presupuesto/estimación de reparación armonizado que incluya información obligatoria como el tipo de reparación sugerido y su precio o, si no se puede calcular el coste exacto, el método de cálculo aplicable y el precio máximo de la reparación.
Exigir a los fabricantes que ofrezcan un servicio de reparación no significa que vaya a ser asequible.
Sin embargo, desde la coalición Derecho a Reparar (Right to Repair - R2R) se sigue haciendo incidencia política e hincapié en la falta de ambición de la UE para hacer de la reparación una realidad más asequible. La propuesta no aborda las cuestiones candentes de la asequibilidad de la reparación y de las prácticas anti-reparación. En concreto, la propuesta se centra en reducir la sustitución de productos dentro de la garantía legal, exigiendo a los vendedores que reparen cuando los costes sean iguales o inferiores a la sustitución. También obliga a los fabricantes a ofrecer una opción de reparación más allá de la garantía, pero sólo para un conjunto muy limitado de productos (entre ellos, por ejemplo, lavadoras domésticas, secadoras, aspiradoras, lavavajillas y, en un futuro próximo, teléfonos inteligentes y tablets). Sin embargo, este planteamiento no aborda el coste de la reparación: exigir a los fabricantes que ofrezcan un servicio de reparación no significa que vaya a ser asequible, y la legislación propuesta tampoco cubre el coste de las piezas de recambio. Para que los usuarios y usuarias confíen en la reparación, ésta debe ser accesible, asequible y generalizada.
Igualmente, desde la campaña europea Right to Repair se ha solicitado recientemente que la nueva Regulación Europea de Ecodiseño para Productos Sostenibles prohíba la destrucción de productos electrónicos y textiles no vendidos.
La sociedad civil en acción por el Derecho a Reparar
Ante esta situación, numerosos grupos alrededor del mundo organizan talleres públicos de reparación en comunidad, con el objetivo de intentar reparar las cosas que la gente tenga estropeadas en sus casas y así conseguir prolongar la vida útil. “Cafés repara”, “restart parties”, entre otras iniciativas, estos grupos de gente se juntan fomentando la economía circular, especialmente con motivo del Día Internacional de la Reparación, aprendiendo a reparar en comunidad y haciendo crecer la tasa de éxito en las reparaciones a medida que van organizando más talleres y autoformándose con la experiencia que se va adquiriendo, acumulando y compartiendo. Y es que no hace falta ser experto o experta en ello, numerosas reparaciones son aprendidas tras los fallos repetitivos que suelen tener los mismos tipos de objetos.
La semana previa al 21 de octubre y durante ese mismo día —en el que se celebra este año el Día Internacional de la Reparación por ser el tercer sábado de octubre—, diversas entidades organizan actividades a favor del Derecho a Reparar. En este mapa colaborativo, puedes ver todas las actividades programadas. En España también se organizan actividades en algunas ciudades y pueblos.
La responsabilidad de las personas consumidoras es un arma muy poderosa para cambiar este panorama. Fabricar y consumir un mayor número de productos no solo implica aumentar el consumo de recursos naturales, sino que también conlleva generar más residuos, así como promover los impactos socioambientales asociados a todo el ciclo de vida de su fabricación. Cae en nuestro lado eludir la publicidad irresponsable y el deseo de tener lo último, que nos lleva a creer que el modelo de producto que tenemos está obsoleto aunque funcione perfectamente. No olvidemos que en España desde enero del 2022 el periodo de garantía se ha extendido de 2 a 3 años. Y no olvidemos que la reparación y el mercado de segunda mano es una buena opción para fomentar la reutilización.