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Derecho al agua
Stóp Méga-Bassines: la marea azul imparable que el Estado francés pretende reprimir (sin éxito)
En plena sequía que azota el sur de Europa, el Estado Francés sigue firme con su proyecto de Méga-bassines (mega-embalses). Se trata de estanques artificiales de agua del freático bombeada durante el invierno para permitir el riego agrícola durante los meses donde el agua escasea, es decir, durante el verano. Hoy día ya existen unos 130 mega-embalses, pero hay muchos más que están por construir.
Estas infraestructuras se pagan mayoritariamente con dinero público recaudado mediante subidas tarifarias costeadas por todos las personas usuarias, pero solamente sirven a las grandes explotaciones que hacen un uso intensivo del agua de riego. Dicho de otra forma, son infraestructuras al servicio del sector del cereal agroindustrial francés. Los 16 mega-embalses que se quieren construir en Deux-Sèvres, por ejemplo, solo darían agua al 6% de agricultores y agricultoras del departamento.
Estamos ante un nuevo caso de privatización del agua, que esta vez genera un agravio comparativo entre la agricultura de subsistencia y la agroindustria. Es por eso que las protestas contra los mega-embalses cuentan con el apoyo de la Confédération Paysanne, el tercer sindicato agrario del país.
Son infraestructuras al servicio del sector del cereal francés. Estamos ante un nuevo caso de privatización de agua.
Bajo el lema No Bassarán, la semana pasada más de 15.000 personas convivimos en la Village de l’Eau, el campamento acogido por la alcaldía de Melle. Tuvimos la oportunidad de comprender la problemática, intercambiar experiencias entre regiones y países, prepararnos para las movilizaciones del fin de semana, y, sobre todo, compartir propuestas plausibles para un futuro digno de vivir.
Mi fascinación por el alto nivel de autoorganización y colectividad durante estos 7 días en Melle no hace suficiente justicia al mérito que merecen los tres colectivos impulsores.
La convocatoria de la semana pasada es el segundo gran evento internacional que se suma al amplio historial de movilizaciones convocadas por el movimiento anti-bassines desde 2019. Se dice que el movimiento surge de la cultura zadista - en reconocimiento a la ocupación de las Zone à Défendre (ZAD) - en Nantes de inicios de siglo por parte de un grupo de personas que se oponía a un mega-aeropuerto.
El primer gran evento fue la sonada movilización que tuvo lugar en Sainte-Souline el marzo de 2023. Lo ocurrido en esos campos demostró al mundo hasta qué punto el Estado francés defiende los mega-embalses: 3.000 cuerpos policiales, furgones, helicópteros, cañones de agua y granadas con gases lacrimógenos. El resultado: 200 personas heridas, dos de gravedad y 20 detenidas. Más tarde, el Ministro de Interior Darmanin intenta disolver el movimiento Soluèvements de la Terre, acusándolo de terrorismo.
El movimiento surge de la ocupación de las Zone à Défendre (ZAD) en Nantes, en oposición a un mega-aeropuerto.
Sin ningún tipo de éxito, el Estado Francés y el gobierno de Macron no consiguen acabar con el movimiento. Todo lo contrario, la segunda convocatoria ha sido capaz de movilizar a más de 15.000 personas en dos jornadas maratonianas, pese a las consecuencias que suponía la ilegalización de las manifestaciones y la alta probabilidad de represión por parte de los cuerpos policiales.
La primera jornada de acciones del viernes 19 de julio consiguió boicotear un mega-embalse propiedad de Pampr’oeuf, el mayor productor de huevos del país. En referencia a las cometas palestinas lanzadas desde Gaza para molestar al ejército israelí, los manifestantes hicieron volar dos cometas que consiguieron llenar de lentejas de agua el mega-embalse de Pamp’oeuf. Estas plantas acuáticas parece que pueden obstruir las canalizaciones del mega-embalse y dejarla fuera de funcionamiento.
También se pretendía llegar a los mega-embalses de la cooperativa Terrena, pero el humo y fuego causado por la policía con el lanzamiento de granadas lacrimógenas lo impidió.
La jornada del sábado contaba con un riesgo mayor. El objetivo era bloquear el segundo puerto exportador de cereales de Francia, el puerto de La Pallice, en La Rochelle. Por tierra, mediante la ayuda de tractores y columnas de personas se bloquearon los silos de Soufflet, una gran empresa comercializadora de cereales que apoya la ampliación del puerto y los mega-embalses. Por mar, los manifestantes se unieron con kayaks.
En la jornada del sábado se intentaba bloquear el puerto de La Pallice, en La Rochelle. Se bloquearon los silos de Soufflet, una gran comercializadora de cereales.
Quizás alguien pueda dudar de la relación entre los mega-embalses y el puerto, pero la cadena global del negocio agrario francés empieza con una infraestructura y acaba con la otra, necesitando ambas para seguir generando un beneficio económico que radica en las manos de unos pocos.
Francia es el segundo exportador mundial de cereales, y el primero a nivel europeo. La gran mayoría del cereal producido en el país se destina a la exportación y la alimentación del ganado, destinando solamente el 8% de la producción para el consumo local.
Ese modelo es el problema. Un modelo que acumula grano en silos y decide exportarlo cuando los precios son rentables. Un modelo que no deja margen a la soberanía alimentaria. Un modelo que necesita de los mega-embalses para garantizar más y más riego de cereales. Financiado por la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea, este modelo no solo beneficia a grandes empresas, sino que ahoga a las personas agricultoras que no pueden competir contra productos importados que no cumplen con los requisitos ambientales que aquí tenemos.
La lucha contra los mega-embalses no es una lucha entre el sector agrario y el movimiento ecologista. Es una lucha contra el libre mercado y sus tratados de libre comercio. Una lucha contra la especulación y la financiarización del campo que tiene como objetivo también la preservación del agua como bien común y garantizar la soberanía alimentaria y la sostenibilidad económica a largo plazo al sector agroganadero francés.
Analizando nuestra situación más cercana vemos como la avaricia de la transformación a regadíos intensivos y los pozos ilegales han secado Doñana, uno de los humedales más importantes de Europa. El delta del Ebro corre el riesgo de desaparecer si no se permite que fluyan el agua y los sedimentos de los más de 60 embalses que la cuenca tiene. La sequía en Cataluña parece que se quiere solucionar con 15 nuevas desalinizadoras sin atender al consumo insostenible que supone, por ejemplo, el monocultivo turístico del litoral catalán.
Ojalá la marea azul empape también el Estado español y sus conflictos por el agua.