Marxismo
Entender el capitalismo y el fascismo: en memoria de Moishe Postone
Moishe Postone realizó una atenta revisión de las categorías fundamentales que Marx construye en El Capital para dar cuenta de la lógica profunda que guía el funcionamiento de nuestras sociedades y del particular modo en el que percibimos el mundo en una sociedad organizada por y para las mercancías.

Hace unos días hemos tenido noticia del fallecimiento de Moishe Postone, profesor en la Universidad de Chicago y autor de Tiempo, trabajo y dominación social, una contribución decisiva a la renovación, académica y política, del pensamiento de Marx desde el punto de vista de la corriente conocida como “crítica del valor”. Son varios los trabajos de Postone que han sido traducidos al castellano, y la variedad de temas abordados da buena cuenta de sus principales contribuciones para pensar nuestro mundo. Es un retrato que también se corresponde con la impresión que nos dejó en 2012, cuando visitó Madrid, y que dejó una interesantísima entrevista colectiva publicada por Diagonal.
Como lector de Marx, Postone articula un discurso teórico de altos vuelos y presenta una propuesta interpretativa de gran profundidad. Su punto de partida sería, en sus propias palabras, leer El Capital como una “crítica del trabajo en el capitalismo”, rompiendo así con el “marxismo tradicional”, que habría reducido la teoría de Marx a una “crítica del capitalismo desde el punto de vista del trabajo”, o dicho de otra manera, a una glorificación del trabajo como actividad y de los trabajadores (en masculino) como sujeto de la Historia. Estas palabras son probablemente la mejor descripción sintética que se puede hacer de lo que supone la "crítica del valor", y también da cuenta de la ambivalencia que atraviesa El Capital.
En su obra, Postone realiza una atenta revisión de las categorías fundamentales que Marx construye en El Capital (mercancía, valor, trabajo…) para dar cuenta de la lógica profunda que guía el funcionamiento de nuestras sociedades y del particular modo en el que percibimos el mundo en una sociedad organizada por y para las mercancías. En esa revisión da una especial importancia a dos cuestiones: por un lado, a la dualidad concreto-abstracto con la que Marx define la mercancía como una forma social constituyente de nuestra realidad; por otro, la compleja red de temporalidades que teje el capital como relación de dominación y en la cual quedamos atrapados.
De esta manera, al comprender el tiempo de trabajo —y el tiempo de vida en general— como la “materia prima” del desarrollo del capital, no estamos hablando de una mera operación intelectual sino de una realidad que se nos presenta como “objetiva”, y que la teoría de Marx trata de explicitar y esclarecer. Dicho de otro modo, Postone trata de mostrar que esta dominación a través del tiempo no es fortuita ni natural, sino el producto de una relación sostenida por mecanismos identificados con precisión, tales como la mercantilización de casi todo lo necesario para vivir, el sometimiento del tiempo vital a las lógicas del trabajo asalariado o los avances tecnológicos que no están orientados a liberarnos de la necesidad de trabajar sino a consolidar las cadenas que nos atan al salario. Postone plantea, además, que las formas concretas del capital están determinadas, condicionadas, por las lógicas abstractas, y portan el germen de éstas en su seno, y no son recuperables, tal cual las encontramos, para la construcción de un mundo post-capitalista.
En todo caso, este no es exactamente un análisis pesimista, aunque sea amargo. Su lectura de El Capital revela, o quizás ilumina de modo diferente, una gran grieta en la dominación capitalista, que tal vez sea la de siempre. Sea como fuere, Postone no habla de “la tendencia decreciente de la tasa de ganancia” —tal como ha insistido la economía marxista tradicional— sino de la crisis del trabajo, una crisis contradictoria en la que, a pesar de que el empleo es cada vez más escaso, cada vez trabajamos más y dependemos más del salario y del reconocimiento que nos otorga. Esta paradoja implica también el acrecentamiento de los tiempos “superfluos” durante los cuales no somos productivos para el capital pero tampoco dueños de nuestras vidas porque, o bien estamos en desempleo y el tiempo que nos sobra no tiene sentido y no lo podemos disfrutar, o bien somos empleados en puestos inútiles, privados de nuestro tiempo y cada vez peor pagados.
Por lo demás, la crisis del trabajo tiene múltiples ramificaciones en el seno del orden económico, y también abre oportunidades políticas: al hacerse visibles los contrasentidos e injusticias inherentes a la organización capitalista de los tiempos sociales, también surge la posibilidad de pensar en otros modos de reparto del trabajo y de disfrute del tiempo. Se abre la posibilidad de construir otra sociedad.
En este sentido, si el marxismo tradicional pensaba la crítica del capitalismo básicamente como una crítica de la dominación y la desigualdad de clase, el marxismo de Postone criticará ese reduccionismo para poner en el centro la crítica de la “producción” y el trabajo capitalista. En sus derivaciones políticas, este giro conceptual permitirá criticar al marxismo productivista e incluir la dimensión de los límites ecológicos del planeta o las desigualdades de género y etnia en un plano tan importante como el de la clase.
Otra cuestión abierta por el legado teórico de Postone es su permanente advertencia contra la celebración irreflexiva de "lo concreto" frente a “lo abstracto”. Esta advertencia constituye una aguda ampliación del listado de efectos producidos por el fetichismo de la mercancía. Y, a partir de ella, Postone nos ha dejado reflexiones sobre al menos dos problemas acuciantes para la teoría social y la acción política.
El primero es el fascismo. Postone ha tratado de analizar cómo se articula políticamente con la dialéctica concreto-abstracto propia de la relación de capital. En síntesis, plantea que el fascismo parte de la constatación de dos realidades. Una, la existencia de una tensión entre “lo concreto” (la diferencia, lo particular, lo “material”) y lo abstracto (la igualdad, lo universal, lo “inmaterial”). Otra, el hecho de la subordinación de las realidades concretas a las lógicas abstractas propias de la modernidad capitalista. Sin embargo, a partir de ahí el fascismo procede explotando el “fetichismo” de lo concreto, al mismo tiempo que trata de identificar las lógicas abstractas con sujetos o entidades específicos. El fascismo juega por tanto con la ilusión de que los problemas políticos y sociales producidos por la dinámica capitalista son fáciles de resolver, ya que basta con purgar a esos sujetos o entidades específicos. En el caso del antisemitismo moderno (mejor digamos judeofobia), “los judíos” constituirían ese sujeto que personificaría la lógica abstracta del capital. En el caso de discursos actuales como el de Trump, la recuperación de los “trabajos americanos” frente a los países extranjeros que están robando “nuestra” riqueza (China, México).
El segundo problema es el del antiimperialismo. Esta cuestión es específicamente discutida en un artículo recientemente traducido y publicado en Encrucijadas, pero se trata de una cuestión sobre la que Postone ha hablado con frecuencia. Su tesis es que tras el colapso de la Unión Soviética la izquierda ha quedado atrapada en un antiimperialismo de viejo cuño que se sigue orientando según el esquema bipolar de la Guerra Fría y que, en vez de sustentar sus posiciones políticas en un análisis sólido de la evolución del capitalismo global y de las relaciones internacionales, cae (de nuevo) en el error fetichista de convertir a “Estados Unidos” e “Israel” en la personificación concreta de las dinámicas impersonales de la dominación capitalista.
Como decíamos, todas estas vertientes de su obra fueron apareciendo durante la estancia de Postone en Madrid. Además, en nuestras conversaciones informales con él descubrimos que tenía un afilado sentido del humor, un poco socarrón, y que era un polemista de modales exquisitos. En todos los casos mostró sus amplios conocimientos, su rigor intelectual, su capacidad pedagógica y su firme compromiso político. A partir de ahora le vamos a echar en falta, pero por suerte nos deja un inmenso legado. El suyo era un pensamiento vivo y vivificante, que abre nuevos caminos, plantea nuevas preguntas, y ofrece nuevos horizontes de acción. Gracias, Moishe, por dejarnos pensar contigo.
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