Violencia obstétrica
Quiero contar mi caso de violencia obstétrica

He sufrido mala praxis en el Hospital Universitario Virgen Macarena, de Sevilla y quiero contar mi historia, primero, porque lo necesito, y segundo, para que ninguna mujer tenga que volver a pasar por esta situación.
Monitor parto
Una mujer monitorizada antes del parto. David F. Sabadell
10 nov 2022 05:00

Me llamo Rosario Maldonado Salas y vengo a hablar de violencia obstétrica. Quiero contar mi experiencia desde el principio, vivida en el Hospital Universitario Virgen Macarena, de Sevilla. Primero, porque lo necesito y segundo, para intentar ayudar a que ninguna mujer tenga que volver a pasar por este tipo de situación. 

El pasado 11 de septiembre, cuando llevaba siete días de retraso, decido hacerme un test de embarazo. Dio positivo y tardé menos de dos minutos en enseñárselo a mi pareja. Nos miramos, nos reímos, nos asustamos, lloramos… y sobre todo nos emocionamos muchísimo. Hasta ahí, todo normal. 

El 14 de septiembre sentí dolor, no sabía si era algo normal o no, era mi primer embarazo, pero manché un poco, por lo que decidimos ir al hospital Virgen Macarena en Sevilla. Estaba embarazada de cinco semanas, me hicieron una ecografía vaginal, pero no vieron nada. Me dijeron que era normal porque estaba de muy poco tiempo, me recetaron paracetamol para el dolor y me mandaron a casa. Tenía que volver a los 10-15 días para comprobar que todo iba bien, pero que estuviese tranquila.

El domingo 25 de septiembre me empezó a doler muchísimo así que el lunes 26 decidimos volver al hospital, ya habían pasado 11 días desde la primera revisión. El lunes los dolores ya eran insoportables, me realizaron otra ecografía vaginal, en la cual tampoco vieron nada, ni saco gestacional. Me realizaron el análisis de sangre beta —un análisis de embarazo en sangre—, salió con un valor de 919, me mandaron a casa con paracetamol, porque me dijeron “que hay embarazos que duelen más y otros menos”, que volviera el miércoles 28 para repetir la beta.

Pero ya el martes 27 empecé a manchar en casa, emitiendo sangre y coágulos, y yo ya sentía que algo iba mal. Volvimos al hospital y sin anestesia ni calmantes me estuvieron quitando coágulos con gasas y pinzas. Yo no podía parar de chillar, me hicieron muchísimo daño. Me repitieron la ecografía vaginal, tampoco vieron nada, me volvieron a mandar a casa con paracetamol, y me dijeron que tenía que volver al día siguiente para el análisis beta. Pregunté si era un aborto, no me lo confirmaron, me dijeron que podía ser que estuviera de menos semanas y por eso no se veía nada, que fuera un aborto o un embarazo ectópico, pero que estuviera tranquila, que seguramente todo iba bien... Yo claramente sabía que no iba bien.

Tuvimos que volver al día siguiente, el miércoles 28, a repetirme la beta, aún con una pequeña esperanza de que el embarazo siguiera hacia adelante. Me confirmaron que la beta había bajado a 362, sospecha de aborto bioquímico, me volvieron a repetir la ecografía vaginal y no se veía nada. Me volvieron a mandar a casa con paracetamol, me dijeron que lo seguiría expulsando yo sola y que en una semana me realizara en casa un test de embarazo. Si salía positivo, que volviera a acudir.

Cuando llegué me hicieron una ecografía abdominal, la primera desde el lunes, todas las demás habían sido vaginales. Efectivamente, se trataba de un embarazo ectópico, me había reventado la trompa de Falopio, me operaron de urgencias

El jueves 29 de septiembre me empezó a doler todo el cuerpo, un dolor que no me dejaba ni moverme. Yo no quería volver al hospital por el mal trato que había recibido, pero menos mal que mi pareja llamó a una ambulancia. Cuando llegué me hicieron una ecografía abdominal, la primera desde el lunes, todas las demás habían sido vaginales. Efectivamente, se trataba de un embarazo ectópico, me había reventado la trompa de Falopio, me operaron de urgencias, me extirparon la trompa derecha y me quitaron varios litros de sangre que ya tenía en mi interior. Tuve que firmar los consentimientos de que podía quedarme estéril en la operación, o lo que es peor, morirme. 

En los días que he estado ingresada me he cruzado con los ginecólogos que me enviaban a casa, residentes del Hospital Virgen Macarena. Les he pedido mirándole a los ojos que al menos me pidieran perdón, que un error lo puede tener cualquiera, que somos personas. Lejos de ello, han seguido sin mirarme a la cara, con la cabeza y la prepotencia bien alta. 

El viernes 30, empecé con dolores en el tórax, no me habían explicado que podía ser una reacción de la laparoscopia. La enfermera me estuvo dando calmantes, paracetamol y metamizol, hasta el punto de que no podía ni respirar del dolor. Finalmente me trasladaron de nuevo a las mismas consultas que había estado yendo toda la semana, cuando vi que volvía el mismo ginecólogo, que ya me había atendido para explorarme de  nuevo me puse muy nerviosa. Me tomaron la tensión y la tenía en 17-9, pedí que no me viera él, que me viera otro profesional. Llamaron rápidamente a la supervisora de ginecología y a otra ginecóloga diferente, me exploraron nuevamente tanto con ecografía abdominal como con ecografía vaginal por si tenía líquido aún en mi interior y no tenía. Me pusieron un calmante intravenoso y una sonda en el recto para los gases propios de la operación, el nerviosismo nuevamente se trataba de la falta de información. 

Ya estoy en casa, destrozada, sobre todo emocionalmente, pero no voy a callarme, vamos a luchar para que ninguna mujer vuelva a pasar por esto. 

Ya estoy en casa, destrozada, sobre todo emocionalmente, pero no voy a callarme, vamos a luchar para que ninguna mujer vuelva a pasar por esto. 

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