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LGTBIfobia
A nuestros maricas les pegamos nosotros
Es periodista y antropólogo. Actualmente coordina su trabajo en comunicación institucional con la literatura y la divulgación sobre cuestiones LGBTI con perspectiva de clase e interseccionalidad.
Israel ha necesitado sacar la artillería pesada. Y no hablo de armamento, sino de Dana Internacional, probablemente su artista más conocida y querida, que ha afirmado en una reciente entrevista que “quien no condena a Hamas, está en contra de la comunidad LGBTI”. Un ejemplo más de los muchos con los que Tel Aviv explica al mundo su existencia como una misión divina: la primera línea en defensa de las personas queer y los valores occidentales ante la barbarie musulmana. Sin embargo, yo no puedo evitar preguntarme ¿cuántos maricones y bolleras se encontraban entre las 10.000 víctimas de los bombardeos en Gaza? ¿Cuántas personas trans y bisexuales podrán escapar por el paso de Rafah? ¿Cuántos futuros queer han sido segados por el ejército israelí?
Décadas lavando su imagen a base de carrozas del Orgullo, turismo gay y galas de Eurovisión en un supuesto oasis marica en medio del infierno lgbti-fóbico
La instrumentalización de las personas LGBTI por parte del Estado de Israel no es nueva, sino que forma parte de una planeada estrategia para ganar una guerra distinta a la de las armas: la de la opinión pública. Décadas lavando su imagen a base de carrozas del Orgullo, turismo gay y galas de Eurovisión en un supuesto oasis marica en medio del infierno lgbtifóbico. El objetivo es convencernos de que erradicar a un pueblo entero está justificado porque nos están defendiendo a nosotras, las maricas europeas, de una masa inhumana y homogéneamente lgbtifóbica de animales. Pero, si ningún colectivo LGBTI ha pedido jamás la prisión o la pena de muerte por lgbtifobia ¿por qué íbamos a considerar el genocidio un castigo proporcional? ¿Por qué íbamos a pasar por alto la solidaridad con las víctimas LGBTI de los bombardeos?
Si antes toda perversión provenía el extranjero, de un más allá exótico y pasional que no podía reprimir sus instintos sexuales, ahora es la lgbtifobia la que viene de fuera
Mientras tanto, de este lado del Mediterráneo, la extrema derecha toma nota del exitoso pinkwashing israelí y busca el preciado voto rosa amenazándonos con la invasión musulmana. Le Pen o Weidel se arrogan la defensa de las maricas francesas y alemanas frente a los malvados inmigrantes, del mismo modo que Abascal quiere convencernos de que la solución a las violencias que sufrimos es expulsar extranjeros. Es curioso el giro que ha dado la narrativa sobre las personas queer en Europa: si antes toda perversión provenía el extranjero, de un más allá exótico y pasional que no podía reprimir sus instintos sexuales, ahora es la lgbtifobia la que viene de fuera. Lo que no ha cambiado es la finalidad del discurso: levantar fronteras aún más altas en Occidente y perpetuar su dominio sobre un sur global que se describe como retrasado en valores y derechos.
Poco importa que esta apropiación de las luchas y colectivos LGBTI entre en obvia contradicción con los valores de los ministros ultraortodoxos de Israel o de las políticas anti-LGBTI que despliega Vox allá donde toca poder. Tanto Netanyahu como Abascal, Le Pen o Weidel parecen haber encontrado ya la manera de resolver su conflicto interno: a nuestras bolleras, a nuestras trans, a nuestras bi o a nuestras maricas no les pegan los putos moros. A nuestras maricas les pegamos nosotros.
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¡Bravo! Ya está bien de tanta hipocresía y de que nos tomen por tontas.