Literatura
Francisco Serrano: “Los grupos donde se desarrollan ideas a veces son mucho más herméticos de lo que deberían”
“¿Quiénes son tus enemigos?”, pregunta Valeria Letelier. “Todos excepto tú”, le contesta Joel Takahashi-Williams. Ella es una veinteañera y él un cuarentón que ejerce de instructor y líder de un comando armado clandestino, el Frente de Acción Revolucionaria (FAR), perpetrador de acciones contra el capital tan directas como difusas en la Francia de 1970. La conversación gira en torno a la primera en la que ella va a participar —“un duro golpe contra mis enemigos”, había dicho poco antes el cabecilla de esta banda de dos—, que reportará cuantiosos dividendos a la diminuta organización, siempre según los cálculos que él maneja. El desigual encuentro entre ambos —guía y discípula, maestro y alumna, amantes furtivos— presenta tensiones y desequilibrios que auguran una ruptura traumática a no mucho tardar. El peculiar contexto donde se desarrolla la relación no ayuda a un crecimiento sano de esta. Pero no adelantemos acontecimientos.
Valeria, Joel y el mercenario Carlos Reseda son los tres personajes principales de El corazón revolucionario del mundo (Tusquets, 2025), la cuarta novela firmada por el escritor extremeño Francisco Serrano (Guareña, 1982), ganadora del premio que concede la editorial que la ha publicado, dotado con 18.000 euros, y la obra por la que su autor debería alcanzar la superficie tras años de brega en las profundidades del mercado editorial español. Todos los argumentos para justificar los elogios merecidos por novelas anteriores como En la costa desaparecida (Episkaia, 2020) se mantienen y amplifican en un texto que logra mezclar con éxito la mirada al pasado literaria y política del escritor francés Éric Vuillard y el gusto por la narración de terrores imprevisibles que caracteriza a la argentina Mariana Enriquez.
El relato de la formación vital de Valeria —su iniciación en la política, el sexo o las armas— es la puerta de entrada a una historia trufada de atentados de diversa consideración y variados daños: el que sufre ella misma cada día en la relación con Joel; el que cometerá contra el papel que se espera que desempeñe una mujer; el que preparan como su gran golpe; y el que la realidad impone al idealismo revolucionario de un grupo tan armado como impotente. En otra conversación posterior, Joel le asegura a Valeria que él aspira a contemplar la totalidad del futuro y que es capaz de conocer las intenciones y deseos más ocultos de una persona. Ejerciendo de visionario, le dice que puede transformar mentes y que esto es solo el principio de lo que llegará a dominar. Y pronostica que ella también lo logrará. Valeria, tras escucharle, piensa que está completamente loco.
El secuestro que pergeña el FAR, el primer ataque en el que Valeria está implicada, se lleva a cabo con la colaboración de la Fracción Roja Revolucionaria (FRR), un cuarteto escindido del FAR por diferencias más personales que ideológicas de Joel con otra mujer a la que había tutelado, Petra Reiff, pero que en esta operación aporta a la causa logística y documentos falsos. Por la casa de campo donde están organizando la acción también se deja caer Carlos Reseda, un verso suelto que, además de armas, introduce algunas dudas en la convicción que Valeria tiene sobre su misión. Enrico Gallo, uno de los miembros de la FRR, describe en un momento dado el carácter profético y místico de Joel, más encantador de serpientes que intelectual marxista, de quien dice que no tiene discurso político sino una cosmovisión marcada por la exigencia de dotar de sentido a un sistema que no solo carece de él sino que se perpetúa mediante el oportunismo y la recompensa a la crueldad. Frente a esa necesidad imperiosa de un nuevo orden holístico, una transformación completa por vía de un cataclismo que Joel parece anhelar, Gallo opone la pelea diaria y sus pequeñas victorias. Tras una insubordinación relevante aunque sin consecuencias de Valeria al plan de Joel, este le explica que su camino es distinto al de la FRR ya que su pretensión es nada menos que “la destrucción total del orden y la lógica del mundo, luchamos contra algo más que la injusticia”.
La prosa precisa de Serrano alterna en El corazón revolucionario del mundo los episodios realistas, de tono costumbrista y acento doméstico, en torno a la organización de la acción, donde ellos mandan y se emborrachan mientras ellas friegan, con otros de carácter sobrenatural que obedecen al interés del autor por temáticas que suelen habitar en las viñetas de cómics o en los fotogramas de películas de serie b.
¿En qué cambiaría El corazón revolucionario del mundo si el grupo armado que protagoniza la novela no se llamase FAR sino ETA?
Hay un cambio muy fundamental. Narrativamente, en este caso me ha interesado mucho más trazar esta historia con un grupo más inspirado en la Baader-Meinhof y su vocación internacionalista. No era un conflicto regional o nacional, o nacional de tipo nacionalista, sino que las ambiciones de la banda tenían más que ver con cambiar el mundo al completo, todo el sistema, no una cosa puntual. No sale ETA ni tampoco el IRA aunque tuvieran conexiones y de forma orgánica podrían haber aparecido mencionados, pero nunca estuvieron en la génesis de la idea, nunca formaron parte del sustrato del proyecto. Sería otra historia completamente distinta.
¿Cómo afrontaste el riesgo de idealizar mediante esta ficción unos movimientos como Baader-Meinhof o los Comandos Autónomos Anticapitalistas que, pese a su retórica y sus pretensiones, dejaron poco más que algunos muertos, torturas y represión y ningún cambio de calado?
Y pura tragedia para ellos mismos y los demás, efectivamente. Fue uno de los puntos de partida de la historia. Tengo una fascinación por la figura del forajido, pero también por la realidad de la figura del forajido, su miseria y egoísmo, en contra de esta imagen romantizada y heroica muchas veces. La novela va de esa tensión entre lo simpáticas que puedan parecerme a mí esas ideas y la realidad material de los hechos, que es mucho más vulgar, cruda, trágica y triste.
No sé qué es más peligroso: un sistema reforzadísimo de hombres mediocres o un solo hombre brillante que es horrible
Joel es un líder esotérico, un gurú que ha destilado una visión propia del mundo y la convierte en acción mediante lo que llama “un terror secreto, algo que solo se insinúa en la noche, en la ausencia de luz”. ¿Se echan de menos en la actualidad esos perfiles poéticos frente a los líderes prácticos, con discursos intercambiables?
Más prosaicos, sí. Al componer el personaje de Joel una de las cosas en las que me fijé fue precisamente en el peligro de este tipo de líderes, esas figuras de gurús mesiánicos. Es un personaje no diría positivo dentro de la historia sino muy culto, inteligentísimo, pero con una capacidad y una condición de gurú manipulador, seductor. Me interesaba mucho trazar esas equivalencias porque son extremadamente peligrosas. No sé qué es más peligroso: un sistema reforzadísimo de hombres mediocres o un solo hombre brillante que es horrible. No logro saberlo, pero a nivel literario es mucho más jugoso un personaje tipo Joel que los otros, que requieren otro tipo de acercamiento.
En algunos pasajes, Joel recuerda a Fidel Castro y en otros a David Koresh.
Excelentes equivalencias.
¿Hasta qué punto las células activistas clandestinas y armadas necesitan de estos coaches?
Hay una cosa muy importante cuando uno se entrega a la clandestinidad, que es que también hay un deseo, una forma de libertad, en perder tu responsabilidad en la autoridad de otro, en someterte totalmente a la autoridad de otra persona, incluso en movimientos libertarios, por su carisma o por sus ideas, por lo que proclaman, por su capacidad de manipulación. Hay un deseo muy liberador en perderse porque eso te exime de mucha responsabilidad. Por ejemplo, cometer atentados, recibir la orden de matar a alguien sin preguntar. Tú solo “cumples órdenes”, “hay una jerarquía”, “es por el bien mayor”… Son todos factores que liberan mucho. Ese tipo de figura carismática y echá pa'lante o muy decisiva, simplemente, aunque sean muy contradictorias, son muy necesarias para este tipo de actividades, efectivamente.
En un momento dado, Joel dice que “África ha de ser el corazón revolucionario del mundo” y que debe ajustar cuentas definitivamente con Occidente. ¿Es un cliché de la militancia europea de los años 60 y 70 que apoyaba los procesos de descolonización desde su safe european home, como cantaban los Clash?
Exactamente. Tú nunca sabes cuánto hay en este personaje de convicción o de retórica, o de retórica vacía, o de proclamas repetidas una y otra vez. Y, sobre todo, si Joel lo creía con auténtica convicción. Hay un contraste con sus actos cotidianos y con la manera en la que se comporta y qué acciones toma para conseguir ese supuesto objetivo superior. Pero uno de los motivos por los que elegí este punto histórico, o más bien ya me fascinaba previamente y se me acabó ocurriendo una novela ambientada en este periodo histórico, es esta vocación internacionalista, constante y militante de todo lo que hacían. Y ese factor era muy importante. Y el personaje podría haber dicho América Latina, o el sudeste asiático, podría haber dicho muchas cosas, pero Joel considera que es África donde él ha decidido que tiene que estar el motor y la fuerza rectora. Pero nunca sabemos qué profundidad tiene eso en realidad, si al final es un trabajo del ego para él o realmente una convicción, o son las dos cosas al mismo tiempo.
¿Dónde se encuentra en la actualidad ese corazón revolucionario del mundo?
Es complicado porque creo que parte del punto de la novela es este camino desde lo personal hacia lo universal o hacia lo absoluto. El arco que hace el personaje de Valeria, que es un personaje que está en ese momento de haber entregado su responsabilidad, su autoridad, todo, a un líder, hacia un camino de emancipación, que emancipación en este sentido significa responsabilizarte de lo que haces, tomar tus propias decisiones y desjerarquizar bastante las relaciones que tiene ella, tejer redes en horizontal mucho más que crear este sistema de jerarquías de líderes. Ese es un poco el camino al corazón revolucionario del mundo. Me gusta el título porque tiene un punto entre lo íntimo y lo absoluto, aparte de por su halo también romántico como muy de la época, evidentemente, que es un poco guiño, guiño, pero también nos gusta en el fondo. Es como “vale, esto tiene que empezar por mí, pero no empieza porque yo sea llamado por una causa mayor y por lo tanto se me exima de responsabilidades, sino que yo me responsabilizo de cosas, yo me responsabilizo de las decisiones que tomo y tejo redes con otras personas lo más igualitarias posibles”. Y yo creo que ahora, entonces y siempre ese es, mucho más que otra cosa, el corazón revolucionario del mundo.
Alcanzados ciertos niveles de sofisticación y complejidad, el pensamiento político empieza a volverse un poco esotérico en el sentido de incomprensible si no estás iniciado previamente por alguien
En la novela hay una cierta atmósfera de que este grupo es más una secta que una célula de vanguardia política. ¿Cuánto tiene de religioso la militancia política armada clandestina?
Creo que es una cosa humana, una dinámica humana que sucede en grupos, en varias esferas de la vida donde pueden darse ciertas condiciones de aislamiento. En la clandestinidad a veces pasa eso cuando estás aislado y extrañado del mundo. Me pasa mucho con el pensamiento político, que a veces, alcanzados ciertos niveles de sofisticación y complejidad, empieza a volverse un poco esotérico en el sentido de incomprensible si no estás iniciado previamente por alguien. Los grupos donde se conversa, se desarrollan ideas, a veces son mucho más herméticos de lo que deberían, en ocasiones simplemente por ese proceso de necesitar haber pasado todo un proceso de lectura, de acercamiento, para poder estar en esta conversación, entender de lo que se habla. Y así es literalmente como funcionaban los grupos herméticos, los misterios órficos, la teosofía, que son cosas que a mí me fascinan intelectualmente, no me interesan en mi vida personal en absoluto, pero intelectualmente me interesan mucho porque creo que son dinámicas de la gente y creo que el pensamiento mágico es una cosa que ocurre a las personas, cómo nos funciona el cerebro, la manera que tiene de buscar patrones y relacionar hechos que no necesariamente están relacionados, ¿no? Incluso los que no somos personas religiosas o espirituales tenemos tendencia a encontrar esas cosas de otras maneras. Y entonces me parece muy interesante. No creo que sea algo inherente de la militancia política, pero se da en la militancia política, como en cualquier otra esfera de la vida.
Valeria es un personaje con muchas caras: puede representar al lector, a alguien de fuera, y ella es la puerta de entrada a la historia, pero ella misma está dentro, muy dentro, de esa historia. Y no se lo cree del todo, o no se lo quiere creer, pero participa de ella. No es, digamos, una militante convencida, pero tampoco abandona. ¿Hasta qué punto has querido contar con ella una historia de iniciación un tanto retorcida, un coming of age perverso?
Esa idea de coming of age perverso me gusta mucho… Al personaje de Valeria yo creo que le pasa una cosa. Efectivamente, es la puerta de entrada. Una de las decisiones que tomé al escribir la novela es que esta iba a tener solo un punto de vista, el de Valeria. Entonces iba a ser a través de su subjetividad porque eso me daba pie a ciertas cosas, el onirismo y tal, pero me permitía hacer cosas con la historia que me parecían muy interesantes. Y una de las cosas que pasa es que, efectivamente, el lector va con ella todo el rato. Tú no vas con ningún otro personaje, tú siempre vas con ella. Y a Valeria lo que le pasa es que es un personaje que, por sus circunstancias, una chica que se queda huérfana muy joven, ya casi adulta, pero no, queda en una situación de desamparo. Entonces aparece un depredador que es este personaje, Joel, que la capta para su grupo terrorista, pero como te captan para una secta, podría haber sido exactamente igual. Y el problema es que Valeria, por las circunstancias en las que está, como viviendo un proceso de no gestionar el trauma mediante la disociación y la desrealización, lo que le pasa es que quiere entregarse plenamente, quiere entregarse al 100%, con una convicción absoluta, porque ve ese atrayente, lo que hemos hablado antes, esa falta de responsabilidad de quedar totalmente subsumida en una causa y en una autoridad mayor. Pero no es capaz del todo. Hay un núcleo de resistencia dentro de ella que siempre se resiste, que en el fondo duda, duda todo el rato y no sabe muy bien. Y en el fondo algunas cosas que le dice él le parecen fascinantes y otras le parecen una chorrada y una chifladura. Y a mí me resultaba muy interesante ese proceso donde pones un personaje sometido pero no desprovisto 100% de agencia, aunque la historia va de ella recuperando esa agencia, dándose cuenta de que no la tiene y a lo que ha renunciado. Y ese proceso de emancipación que, como digo, no tiene tanto que ver con una libertad individualista como con una responsabilización de ti mismo.
Y al final, Valeria es la más lista de todos, ¿no?
Bastante, desde luego es la que es capaz de ver un poco a través de lo que pasa al final y un poco se fuerza a atravesar esa cosa. Es un poco el conflicto del personaje, porque muchas partes de ella misma no quieren hacer eso y es ella un poco tirando de ella misma y la circunstancia, llevándola al extremo y al desenlace de la novela.
Hay un tema importante, que es la cuestión de la división del trabajo por género dentro de una organización anticapitalista armada y clandestina. Las que friegan los platos son ellas.
Pasa ahora como pasaba entonces. Tú lees estas cosas de movimientos underground clandestinos, de disidencia política en Europa, en Estados Unidos, y raro es cuando fregaban los platos los señores. Esto es así. Y sigue pasando. Y ahora canta mucho más La Traviata cuando pasa, pero sigue pasando y sigue pasando de maneras más invisibles todavía. Y me parecía muy importante que estuviera presente en la novela.
El tercer vértice del triángulo protagonista es Carlos Reseda. Un mercenario que, frente al idealismo y charlatanería de Joel, actúa por dinero. Es quizá un perfil más arquetípico.
Es complicado porque, al ver a este personaje a través de Valeria, hay un punto de fascinación por él, porque también es el espejo de lo que podría ser. Ella ve que a Carlos Reseda se le permite ir por libre, va y viene, al otro no le cae muy bien porque también tienen sus cosas de celos y de masculinidad tóxica. Y ella tiene una fascinación, primero porque es un chaval que le gusta de más o menos su edad, pero luego, sobre todo, la vida que tiene, dice “pues igual esto está mucho mejor que lo que me ha tocado a mí. Este no guarrea tanto la casa, pero también hace un poco lo que quiere, lo que le da la gana”. Y tampoco queda muy clara su convicción. Pero hay una cosa que es que también me apetecía mucho contar, que son las condiciones materiales, cuando Joel le dice que Carlos solo quiere dinero y el otro dice “bueno, es que yo con dinero soy independiente y puedo hacer donde soy más útil, no quiero el dinero en sí, quiero los medios materiales que me permiten hacer cosas”. Eso es lo que dice él de sí mismo. ¿Valeria se lo cree, no se lo cree? Pues no lo sabe, pero permanece a la expectativa. Y sí que me interesaba un poco cómo, a vista de unos mercenarios, él tiene otra opinión sobre lo que hace, y mantener esa ambigüedad. Yo he preferido, al no ser una novela de tesis, dejar muchas de estas cosas en una ambigüedad para que el lector decida cómo de bien o mal le caen los personajes.
En la novela también aparece un tema bastante grave, la cuestión de la tortura. Hay una descripción brutal sobre su utilidad o su eficiencia, lo que dice Girardeu “El carnicero”, el torturador que el FAR contrata para sonsacar información a su rehén. Aquí le das una vuelta, porque normalmente son estos grupos armados los torturados, pero en esta ocasión son ellos quienes torturan.
Se sabe por estudios que la tortura no sirve para nada en el sentido de que no sirve para conseguir información de una persona. Tú torturas a alguien, lo dice el personaje, y lo único que consigues es que esa persona diga lo que sea para acabar cuanto antes con la tortura, sea verdad, mentira o me lo acabo de inventar. La tortura sirve para otras cosas, claro. Sirve para inspirar terror, para castigar. En general, me apetecía poner a los personajes en situación terrible, para evitar un poco el retrato romántico que decíamos antes. O sea, ejerciendo, cometiendo acciones de villano sobre un personaje que es un villano. Es un fascista de la red Stay Behind, un señor que se dedica probablemente en Francia a matar estudiantes del Mayo del 68 francés y hacerlos desaparecer. Así que le torturan y eso no está guay. Yo quería que la escena fuera desagradable, aunque está también revestida con una capa de fantástico y de ciencia ficción, aunque también de nuevo vagamente inspirada en cosas reales. La psicotrónica rusa era una cosa que intentaron y fue una cosa que ocurrió como el MK Ultra y el LSD que fueron callejones sin salida que no sirven para nada, el lavado de cerebro, etcétera, pero son cosas que se intentaron. Entonces yo me permito el lujo de darles un poquito de lustre y llevarlas al capítulo.
Una de las cosas que más me interesa siempre es esta idea de que la violencia pasa factura también al que la ejerce, lo cual no redime en absoluto el daño que causa a los demás
Dices que, al fin y al cabo, la novela es “una historia de terroristas enamorados”. ¿Hasta qué punto lo están también de sí mismos?
Creo que les gustaría estarlo más de lo que lo están. Todos los personajes de la historia están fundamentalmente desamparados y cada uno lo gestiona como puede. Joel probablemente sí lo está, pero sufre. Son personajes que sufren en su propia llamada al bien común o a un bien mayor. Una de las cosas que más me interesa siempre es esta idea de que la violencia pasa factura también al que la ejerce, lo cual no redime en absoluto el daño que causa a los demás. Eso, que tú también sufras, no tiene ninguna cualidad redentora eso, pero pasar pasa y deja mucho trauma y deja mucha huella. Y la gente está muy rota. Y, además, es gente que vive en la clandestinidad, que viven bajo identidades falsas, que no tienen arraigo ninguno. Entonces sí que me interesaba mucho explorar un poco las relaciones que tienen entre ellos, las rencillas, los rencores, los enamoramientos, tan maravillosos y vulgares como son las relaciones que tenemos todos, ¿no? Y eso sabía que era un pilar importante de la novela.
Hablamos en 2021 para un reportaje que hice sobre el género literario del wéstern. Me dijiste que empezaste la novela En la costa desaparecida con la intención de descubrir cuánto podías moverte dentro de los límites del género, en apariencia perfectamente acotados, sin llegar a romperlo. El corazón revolucionario del mundo va mutando de género en género. ¿Cuál ha sido tu intención en esta ocasión?
Al igual que en En la costa desaparecida yo tenía un marco de wéstern donde podía jugar con otras cosas, en esta esta sabía que el marco era realista: es 1970 en Francia, una región de Francia inventada, ficticia, pero es Francia, algo que el lector va a reconocer como parte del mundo. En el wéstern, lo que evoca siempre es las pelis del oeste, es una realidad que evoca una ficción. Mientras que 1970, Francia, evoca 1970 y Francia, evoca a la realidad real más cruda. Y digo “voy a ver si soy capaz otra vez de meter un relato de terror gótico, o una novela de detectives inspirada en La piedra lunar de Wilkie Collins”. Voy a ver si soy capaz de meter una momia de pantano que hable y voy a ver si todo esto, además, funciona y me lo siguen comprando como novela de intriga política y de terroristas. Y ese ha sido el juego literario en este punto. Es lo que me sale, no sé hacer otra cosa más que esta mezcla de géneros. No conozco otra manera de expresarme que hacerlo desde muchos sitios al mismo tiempo e intentar que funcionen como una historia homogénea.
Me llama la atención cómo parece que en El corazón revolucionario del mundo la acción, lo grave, está sucediendo en otros lugares distintos al que cuenta la narración, que parece más doméstico, más cotidiano, menos novelable.
Una cosa que me interesa sobre los fugitivos y la clandestinidad es que muchas veces lees que estuvieron un mes y medio escondidos en no sé dónde. Qué haces un mes y medio, además de aburrirte y fumarte dos paquetes de Fortuna al día. Parte de la historia era eso, alguien tendrá que fregar, alguien tendrá que lavar los platos, hacer la comida, ir a comprar. Esta gente se aburrirá muchísimo. Estarán planeando cosas, estarán creando comités y subcomités. Son cinco personas creando comités y subcomités para repartir el trabajo. Porque en realidad llevan diez días allí metidos y dicen “bueno, pues con esto nos vamos a entretener un poco” y reuniones y tal. A mí me gusta mucho rellenar esos huecos. No renuncio a lo otro, no renuncio a que haya la escena de acción, el secuestro y todo. Pero a mí me interesa mucho que lo gordo de la novela, el desarrollo, ocurriese en esa cotidianidad extrañísima, que no hay nada normal en eso.
Leyendo la novela me he acordado de otras que no tienen mucho que ver entre ellas y seguramente tampoco con El corazón revolucionario del mundo. Por ejemplo, Los incendiarios (Hoja de Lata, 2020), de Jan Carson, una novela con aires de realismo mágico ambientada en la comunidad protestante del norte de Irlanda y los traumas que dejó la lucha armada. También Carcoma (Amor de Madre, 2021), de Layla Martínez. Y Ovni 78 (Anagrama, 2025) de Wu Ming. En realidad, creo que en esta novela hay bastante de Wu Ming.
Layla es amiga. Q de Wu Ming, cuando eran Luther Blissett, es una lectura de mis 20 años, bastante pilar, aunque solo la he leído una vez, pero tengo que reconocer que me preparó mucho para Mason y Dixon, de Pynchon. No sé qué estarán haciendo ahora los Wu Ming. Hace tiempo que no los leo, pero creo que me preparó bastante para después por esta ambientación histórica del nacimiento de la banca y de las estafas bancarias, las herejías religiosas como escape político, que es una cosa que también está en El nombre de la rosa, que la primera vez que lo leí no lo pillé y lo he leído hace relativamente poco. Me pareció fascinante. Q, desde luego, está ahí en mi bagaje también.
En esa entrevista de 2021 también decías que “las historias las estamos escribiendo ahora, por lo tanto da igual que tengan una ambientación decimonónica. Hablamos siempre de lo que ocurre ahora, de lo que nos preocupa ahora”. ¿Qué preocupaciones actuales has querido reflejar en El corazón revolucionario del mundo?
No es tanto que yo tome una decisión de plasmarlas como que las estás plasmando, te están saliendo. Tú puedes escribir a favor o en contra del tiempo que ocupas, pero está claro que las cosas que te interesan están conformadas por el tiempo en el que vives, las conversaciones en las que estás. No sé si hace 15 o 20 años, por ejemplo, hubiera tenido el patriarcado la misma importancia que tiene en la novela como fuerza de fondo constante, por mucho que yo en aquel entonces me tuviera por feminista. Una cosa que me pasa ahora que estoy obligado a repensar la novela, porque el primer borrador lo escribí hace un par de años, es que muchos de los conflictos de los que hablas simplemente han ido evolucionando sin resolverse. La causa palestina sigue ahí. Iba a decir peor que nunca, pero es que nunca han estado bien. Siempre ha sido la misma tragedia en marcha sin que seamos capaces de ponerle freno. Estos personajes hablan mucho de panarabismo y de arabismo socialista. Y África sigue siendo expoliada si no por una potencia, lo es por otra. Ahora vienen de otro lado y se llevan los recursos. La actualidad que tiene, digamos, es más culpa del mundo que de la novela. Estás hablando de cosas que podrían ser como vetustas y caducas y son exactamente los mismos problemas. Seguimos teniendo los mismos problemas. No quiero ser 100% cínico, decir eso de que nada cambia nunca. Creo que la historia no se repite, todo el tiempo nos metemos en terreno inexplorado y siempre es posible mejorar pasado mañana, pero es verdad que en esta novela los temas por los que se preocupaban estos personajes siguen siendo más o menos los mismos, los actores de los conflictos siguen más o menos los mismos y solo ha cambiado la manera en la que se expresan a veces con otros factores.
¿Cómo dirías que afecta a tu escritura el hecho de que seas codirector del podcast Rancho Drácula o de que participes en Hostia Un Libro?
Sobre Hostia un Libro no sabría decirte, más allá de que forma parte de mi personalidad esto de estar en un festival de microedición y guantazos y que me pone muy contento. Rancho Drácula, más que en esta novela en otra que he escrito después que es sobre un director de cine, sí que ha hecho una cosa muy importante porque yo todas las semanas quedo con John Tones y hablamos de una película, un libro, un cómic o lo que sea, y me obliga a pensar cosas que decir todo el rato, a verbalizar y estructurar cosas de una manera que yo no había hecho nunca. Y ya llevo más de cinco años haciéndolo. Creo que sí altera un poquito mi discurso. Yo siempre he tenido un punto meta bastante integrado dentro de mis historias, siempre hay historias dentro de las historias que me gustan mucho. Yo creo que Rancho Drácula sí que ha hecho mucho, porque me crea una serie de estructuras de comentario que articulan mejor lo que quiero decir de las cosas a fuerza de esforzarme por hablar de obras ajenas.
Hay una especie de hype o runrún con respecto a El corazón revolucionario del mundo.
¿Lo hay?
¿No lo has sentido?
Yo estoy en el medio, no sé hasta qué punto esto es una burbuja…
¿Crees que esta novela puede llegar a un público más amplio al que ya te conocía y seguía, independientemente de que lo haya publicado una editorial grande?
No lo sé. Son supuestos imposibles de saber. Yo estoy muy contento de publicar en Tusquets porque, efectivamente, percibo que el alcance es otro. Estoy muy orgulloso y no hubiera tenido ningún problema en seguir publicando en editoriales pequeñas, llegando a donde llegue, que me parece que llegaba relativamente a bastantes lectores dentro del punto en el que estábamos. Pero, claro, el alcance ahora es otro. Lo que pasa es que todavía estoy demasiado cerca para percibirlo. Todavía estamos en los primeros compases. El libro salió el día 8, entonces sí estoy haciendo entrevistas, muchas más de las que he tenido en mi vida. Entre hoy y ayer he hecho más entrevistas que en toda mi carrera literaria previa. Y entonces es distinto. No sé hasta qué punto, veremos. Pregúntamelo dentro de un año.
Ganar el Premio Tusquets ha hecho que el lanzamiento de la novela tenga de partida una mayor repercusión. ¿Para qué sirven estos premios literarios más allá de ser engranajes de la promoción?
Tiene un punto en este caso. Yo cuando empecé a escribir esta novela no sabía dónde iba. No sabía qué iba a ser de ella. La empecé a escribir, como siempre, por el placer de escribir novela. Y luego ya hay un momento que alcanza una masa crítica y digo “vale, esto tengo que terminarlo y hacer algo con ello”. Pero siempre tengo varios proyectos, siempre tengo varias novelas empezadas y siempre voy escribiendo hasta que una de ellas coge vuelo, pero nunca sabes qué va a pasar con ella. Entonces hay un punto de validación de mi propuesta literaria de presentarlo al Premio Tusquets, que está muy bien. Ha encontrado un sitio, creo que ha habido un jurado que lo ha leído y la ha entendido. Ha entendido lo que quería proponer yo, que no es lo más convencional del mundo, sin que sea una cosa extrañísima, pero mezcla muchas cosas que no se suelen considerar literatura de prestigio y tal, y que una editorial como Tusquets haya dicho pues no solo nos gusta, sino que lo premiamos, pues uno se siente muy validado.
Literatura
Literatura del Oeste: cómo leer la historia con ojos de piel roja
Literatura
‘The Troubles’ en el Ulster: una guerra que también se lee
Relacionadas
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!