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Literatura
‘Parentesco’: la mirada al pasado de la gran dama de la ciencia ficción
Hemos tenido que esperar casi cuarenta años para ver publicada en castellano la obra que consolidó la carrera de Octavia E. Butler, Parentesco, en la que la escritora explora la historia de la esclavitud.
Pocas fuerzas han transformado la ciencia ficción tan profundamente como la obra de Octavia E. Butler (EE UU, 1947). Visionaria en cuanto a su propio porvenir, Butler prácticamente se escribió a sí misma en los anales del género, en un tiempo en el que aún acompañaba a su madre a limpiar en las casas de los blancos californianos y su tía aseguraba que "los negros no son escritores": de vez en cuando resurge en redes la imagen de una amarillenta hoja de papel en la que Butler anotó, de niña, que un día escribiría libros que leerían millones de personas y se mantendrían en las listas de más vendidos durante meses ("al menos dos").
Si bien el poder imaginativo de su obra le permitió cumplir su objetivo de vivir de la escritura —fue la primera autora afroamericana en labrarse un nombre en la ciencia ficción desde Samuel Delany (Babel-17, Dhalgren)— su influencia trascendió pronto los confines de la literatura para erigirse como uno de los pilares de la actual red de activismo e investigación afrofuturista —que podríamos conformarnos con definir como el movimiento literario, estético y filosófico que parte desde una perspectiva panafricana y cosmologías no occidentales para imaginar futuros posibles a través de la tecnología—.
Pese a ello, hemos tenido que esperar casi cuarenta años para ver publicada en castellano la obra que consolidó su carrera dentro y fuera del género: Kindred, uno de los pocos casos en los que Butler echó la vista atrás, en lugar de hacia el futuro. Nos llega como Parentesco de la mano de su traductora, Amelia Pérez de Villar, y gracias al buen ojo de la editorial Capitán Swing, que nombre a nombre está construyendo un catálogo feminista de referencia en castellano. A títulos firmados por autoras de la talla de Vandana Shiva, Angela Davis o Gloria Anzaldúa, se une ahora este relato de viajes en el tiempo inscrito en la tradición de la nueva narrativa de esclavitud a la que también pertenecen, entre muchas otras, Beloved, el relato de fantasmas con el que Toni Morrison ganó el Pulitzer en 1987.
Parentesco cuenta la historia de Dana, una escritora afroamericana que, en el día de su cumpleaños y recién terminada la mudanza con su marido blanco, se ve arrojada, sin que ella pueda evitarlo, de su nueva casa en California a una plantación esclavista de Maryland de principios del siglo XIX cada vez que el heredero, Rufus Weylin, corre peligro de muerte. Dana pronto se dará cuenta de que Rufus, que es aún niño cuando lo socorre por primera vez, se trata de su antepasado. Las interacciones de Dana con él, su familia y su mundo, en el cual cada vez pasará periodos más largos —apenas minutos u horas en su mundo de 1976—, se complicarán a medida que sus esfuerzos por sobrevivir y recordarse libre en una sociedad que la considera propiedad pasen también por asegurarse de que Rufus engendre a la hija de la que desciende.
Butler, lejos de interesarse por explicaciones científicas y paradojas, utiliza el tropo del viaje en el tiempo como excusa para explorar, con fidelidad histórica y sobrecogedor realismo
Butler, lejos de interesarse por explicaciones científicas y paradojas —ella misma definió el libro como una "fantasía oscura"—, utiliza el tropo del viaje en el tiempo como mera excusa para explorar, con fidelidad histórica —producto de una rigurosa investigación— y sobrecogedor realismo, ideas que el académico Robert Crossley identificaba, en su ensayo de 2003 sobre la novela, como claves a lo largo de toda su obra: "Las redes de poder y afecto en las relaciones humanas, el imperativo ético y el precio emocional de la empatía, la difícil pugna por pasar del aislamiento a la conexión". Todas ellas firmemente arraigadas en la certeza de que, para la población negra del sur de Estados Unidos pre guerra civil, estar vivo suponía navegar dinámicas emocionales y sociales difícilmente imaginables unas décadas más tarde.
Butler evade los estereotipos más paseados de la ficción de esclavitud dirigida principalmente a públicos blancos —como el clásico de Hollywood Lo que el viento se llevó o la también mítica serie Raíces— y dota a sus personajes negros de una complejidad que supone una respuesta directa a las acusaciones de sumisión y complicidad que una vez escuchó de un miembro del movimiento Black Power. Butler fue testigo desde la infancia de las dinámicas de poder que se daban en los hogares blancos de California en los que su madre trabajaba como empleada doméstica —y de donde esta última sacaba las primeras revistas y libros que leyó su hija—. Su experiencia y la de su madre la llevaron a encarnar, en la protagonista de Parentesco, el alto precio de una supervivencia que pasa por construir un precario equilibrio de concesiones que frenen la desintegración física y el desmadejamiento del espíritu.
Dana, desde luego, no vuelve entera, como sabemos desde el principio. Amanece en un hospital con el brazo izquierdo amputado, que se le quedó atrapado en la pared al escapar del pasado por última vez. La propia Butler lo admitía de esta forma en una entrevista: "Lo cierto es que no podía dejar que volviese del todo. No podía dejarla volver a lo que era, no podía dejarla volver entera [...] La esclavitud no dejaba a la gente del todo entera". Una idea común a muchas de sus obras, como señala Reynaldo Anderson —académico del afrofuturismo y coeditor del volumen de ensayos Afrofuturism 2.0: The Rise of Astro-Blackness—, la del dolor como fuerza de la que salir transformado al otro extremo.
Pues lo heroico en la obra de Butler toma la forma de la superviviente, de personajes que, desde su condición de género, raza y clase, lidian con situaciones de extremo desequilibrio de poder: en Amanecer, el primer volumen de su trilogía Xenogénesis, su protagonista trata de liderar de forma funcional a una comunidad humana en cautividad bajo el control de los extraterrestres que pretenden reproducirse con ellos. En su célebre novelette The Evening and the Morning and the Night, la protagonista, que sufre una rara enfermedad cuya fase terminal consiste en sangrientos arrebatos de automutilación, descubre su rol tranquilizante, que no curativo, entre personas con su mismo síndrome. Al centrarse en mujeres "que carecen de poder y son objeto de abusos, pero que se comprometen a reclamar ese poder sobre sus vidas y ejercerlo con dureza cuando es necesario", defiende Crossley, la ficción de Butler escapa lo didáctico, generándose en cambio desde una "estética feminista negra".
Una estética de la cual son herederas un sinfín de autoras, explícitamente deudoras de la brecha que abrió Butler en el género especulativo. Así tenemos a Sheree Renée Thomas, autora, poeta y editora de Dark Matter, la monumental antología de ciencia ficción de la diáspora africana que demuestra que el afrofuturismo precede casi en un siglo a la invención del término; o Jewelle Gomez, que dio un giro lésbico y afrofuturista a la figura del vampiro en su novela de culto The Gilda Stories; o Nalo Hopkinson, que imbuye sus novelas y relatos de la cosmología, herencia cultural y lingüística caribeñas; o Rasheedah Phillips, autora y activista que está aplicando el pensamiento afrofuturista al empoderamiento de comunidades urbanas en peligro de exclusión. Todas ellas —así como Tananarive Due, Nisi Shawl, Nnedi Okorafor, Andrea Hairston, Jennifer Marie Brissett, Kiini Ibura Salaam y tantísimas otras— mantienen vivo el espíritu de la escritora que decidió escribirse a sí misma en la ciencia ficción. Esperemos que la publicación de su novela más popular solo sea el principio del reconocimiento que verdaderamente le corresponde en nuestra lengua.
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